jueves, 27 de diciembre de 2012

Que parezca un accidente

Que parezca un accidente - Editorial del 28 de diciembre de 2012 Obviamente que el título de hoy está tomado del programa de Roberto Pettinato, resumen de noticias vistas con su mirada ácida e irónica. Lo particular es que su nombre se debe a que esa fue la primera frase que se le ocurrió al músico y conductor para describir la actualidad de la Argentina, así que no está mal para copiarla para la actualidad de nuestra aldea. El accidente es un acontecimiento eminentemente humano, una contrariedad de las previsiones y las expectativas. Es imprevisto en el doble sentido que tiene esta palabra: el no haber advertido el peligro y el no haber actuado preventivamente. La noción de fatalidad es, en sí misma, una teoría sobre el accidente, tal vez la peor, porque no sugiere ningún curso de acción. Y es peligrosa porque escudándose en la fatalidad, los inútiles justifican su misma inutilidad. Lo que todos sabemos, o debemos saber, es que la causa de un accidente es cualquier condición, acción u omisión, sin la cual el hecho no hubiera ocurrido. Es decir que cuando se buscan las causas de un accidente hay que tratar de hallar varias de esas causas trabajando unidos, planteándose hipótesis que respondan a los interrogantes investigativos, tales como ¿cómo? y ¿por qué? Las causas principales actúan como factores de un producto y por consiguiente la eliminación de una sola de ellas, evita el accidente y/o sus consecuencias. No se pueden eliminar los vehículos, porque eso sería ir en contra del progreso, pero sí se puedo eliminar, progresivamente, el mal uso que se hace de ellos. O el abuso. Los problemas de seguridad tienen aspectos legales, económicos y éticos así como importantes aspectos técnicos específicos. Superficialmente, al menos, esto deja un pequeño espacio para un especialista en factores humanos. No obstante, detrás de cada problema de seguridad y cada accidente existe el problema de la gente que comete errores. Así, sí hay una ciencia general de apoyo para el trabajo de seguridad que es el estudio del error humano. Esta posición consistente en no considerar como legitimo objeto de estudio los accidentes y la seguridad, deriva del hecho de que el accidente, que es un hecho concreto, visible, comprobable, es fundamentalmente, consecuencia de algo mal hecho. Así mismo, esta tendencia al estudio del error humano, en detrimento de todo el sistema y a evitar estudiar lo que son esenciales limitaciones de la persona humana, continúa actualmente. Existe la idea de que todo accidente debe rastrease hasta encontrar un error humano, aunque sea en otro nivel como en la organización o en los aparatos o equipos usados. Por ejemplo, si a un accidente es posible relacionarlo con la organización, habrá algún culpable, y así no se responsabilizará a la organización misma, a sus fines y sus objetivos. Por ejemplo, en una institución militar que utiliza el reclutamiento, se culpara al recluta, al suboficial o al oficial y no a la institución, que puede usar otra forma de organización: por ejemplo, reclutando personal profesional más capacitado. En una empresa, siempre se responsabilizará a las personas pero no al equipamiento o la organización del trabajo. Se trataría de avanzar sobre las razones de la subestimación, la sistemática postergación de la prevención y el voluntarismo con que se percibe el futuro. El funcionamiento del sistema político no favorece a los previsores, pues siempre los políticos se ven empujados, por la misma lógica del voto, a inversiones de corto plazo que puedan inaugurar durante sus mandatos, y a postergar inversiones en sustentabilidad y seguridad cuyos beneficios difusos no podrán exhibir ante los electores. Una teoría del accidente debería penetrar hasta su centro crítico y entender algo más sobre sus mecanismos, el efecto dominó, el autoestímulo de los sistemas reflejos, la deformación de la expectativa y varios otros que recién comienzan a revelarse como problemas. No sabemos si el accidente total es probable, pero la peor manera de averiguarlo sería sentándose a esperarlo. La pasada semana recordábamos que en el editorial titulado “A quien corresponda” habíamos adelantado resultados obvios, y lo único que habíamos conseguido es que algunos se “ofendieran” por la idea de que se podría inculpar a los funcionarios, responsables indirectos de estos hechos, aunque sea por omisión. Y en esa misma oportunidad hacíamos referencia al texto del art. 52 del Código Municipal de Faltas vigente, y mencionábamos algunos de los incisos, aunque sin dedicar el tiempo a su texto. Ahora lo vamos a hacer porque creemos que corresponde, y que es el momento. En efecto, ese art. 52, aún con una más que deficiente redacción, con faltas de ortografía y gravísimos errores de sintaxis, determina que serán pasibles de multa las acciones de los conductores de vehículos que signifiquen: 1) “no conservar la mano derecha, no cediendo el paso, adelantándose peligrosamente, o en lugares en que está prohibido hacerlo; 6) “desacatando ordenes de los agentes de tránsito…”; 9) “circular en ciclomotores más de dos personas”; 10) “no usar casco en ciclomotores, motocicletas, cuatriciclos, tanto el conductor como el acompañante”; 14) “circular con vehículo excediendo los límites sobre emisión de contaminantes y ruidos”. Y el art. 54 del mismo Código de Faltas (con faltas) establece que “todo conductor y/o sus acompañantes de moto vehículos y/o vehículos, que se encuentren ingiriendo bebidas alcohólicas serán sancionados con multa e inhabilitación del registro de conductor”. Hicimos esta enumeración, que a algunos quizás le parezca tediosa, para demostrar que no estamos equivocados cuando insistimos en la responsabilidad de quienes nos gobiernan, en tanto y en cuanto no cumplan con sus obligaciones de contralor. Esa idea objetiva de falta de servicios encuentra fundamento en la aplicación, por vía subsidiaria, del art. 1112 del Código Civil, que establece un régimen de responsabilidad por los hechos y las omisiones de los funcionarios públicos en el ejercicio de sus funciones, por no cumplir sino de una manera irregular las obligaciones que les están impuestas. Este precedente define claramente el factor de atribución del deber de responder por la actividad ilícita u omisión del Estado, considerando que se genera falta de servicio por el funcionamiento anormal, defectuoso o incorrecto de la Administración, ya sea por acción o por omisión, y que entendemos que se trata de una doctrina que hasta la actualidad se mantiene en los criterios que continúan aplicando nuestros tribunales. La irresponsabilidad por omisión que se desprende de aquel enunciado debe ceder en determinadas circunstancias, por ejemplo, cuando mediare desatención negligente o irregular en el actuar jurídicamente exigible a la autoridad pública, o si se acreditare que esta tenía cabal conocimiento de la existencia de concretas situaciones o hechos ilícitos dotados de clara potencialidad dañosa y, no obstante, ha descuidado la adopción de mínimos recaudos para prevenirlos o evitarlos. Cualquiera que salga, a cualquier hora del día, a recorrer las calles de Basavilbaso, encontrará la razón de estos dichos de manera palpable y notoria. Pero parece que los funcionarios públicos de nuestro pueblo han sido lectores fanáticos de Antoine de Saint-Exupéry, más precisamente de “El Principito”, por aquello de que “lo esencial es invisible a los ojos”. Dr. Mario Ignacio Arcusin, para Semanario Crónica de Basavilbaso

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