jueves, 24 de septiembre de 2009

Los que lo son, los que lo fueron antes…
Editorial del 25 de septiembre de 2009
El pasado lunes cumplimos con un ritual imposible de dejar de lado por quienes "por suerte tenemos de estudiantes para toda la vida el corazón", como dice la canción que entonábamos y que parece que ahora ha caído en el olvido. En efecto, aunque el fragor de las actividades no nos permita hacerlo como otrora, una parte de nosotros recordó y añoró.
Como siempre decimos que nos suelen motivar estos hechos para sentarnos a escribir, esta vez no ha sido distinta la situación, y como por otra parte se trata de una de las problemáticas que más nos interesan y preocupan, ¡acá estamos!
En el último congreso del gremio docente entrerriano, Agmer, se lanzó a la discusión un tema que nos parece crucial y por él vamos a empezar, entonces, este camino de hoy.
La pregunta era, en ese momento, cuál debería ser el criterio para establecer que alguien es un "ciudadano". Por supuesto que todos nos sentiremos tentados de contestar que a partir de los dieciocho años, o sea cuando uno adquiere el derecho de elegir y ser elegido.
Vamos a intentar, entonces, demostrar si, hoy en día, esa postura es razonable o ha perdido algo de su vigencia.
En un verdadero Estado Democrático en el que no sólo exista democracia porque se vota, se debe propender a que en base a la educación los chicos, nuestros gurises, aprendan a discernir entre buenas y malas acciones o, más todavía, entre buenas y malas "formas de vida".
La pasada semana hablábamos de la comprensión por sobre la tolerancia, en temas relacionados con las diferencias religiosas. Es bueno entonces que, ahora, digamos que en los autodenominados "Estados Liberales" (esto tiene que ver con lo que alguna vez definimos como "capitalismo") no se le da preeminencia a ninguna razón de peso para que las personas sientan la necesidad de tratar a los demás como iguales y deseen vivir asumiendo las consecuencias de ese compromiso. Entonces, como nosotros lo venimos "militando", promover en los niños un carácter que sienta la fuerza de la razón correcta es un propósito esencial en cualquier sociedad.
La Argentina es un país con un altísimo nivel de instrucción, ya que tiene alrededor del noventa y seis por ciento de su población alfabetizada. Pero para responder si somos un país educado, las simples estadísticas no alcanzan. Es más, creemos que las "asignaturas pendientes" (alcohol, sexo y drogas en los pre adolescentes, por ejemplo) demuestran más bien que la educación es uno de los baches que debemos subsanar, si es que verdaderamente queremos fortalecer nuestros niveles de "analfabetismo moral".
Mal podemos pretender que estemos formando ciudadanos, cuando la aspiración que manifiestan públicamente las autoridades educativas no es desarrollar habilidades para resolver problemas, ni, mucho menos, estimular el aprendizaje.
Festejar el Día del Estudiante sin tener en cuenta el entorno de la gran crisis familiar con la que se convive, significa no reconocer que los padres exigen muy poco a sus hijos (o nada), supuestamente porque no quieren que "los chicos sufran". Así los sobreprotegen, sólo quieren que pasen de año y los justifican en las posiciones más indefendibles. De ahí que los gurises terminan protestando porque el único lugar "en el que se le exigen cosas" es en el colegio.
¿Dónde está el punto de inicio de este problema? Seguramente no fue de un día para el otro, aunque debamos reconocer que los vaivenes ideológicos de los últimos años del siglo XX ayudaron al "relajamiento". Nosotros mismos pasamos alternativamente, como alumnos, de sistemas de total autoritarismo a otros de total permisivismo, lo que, obviamente, resintió la posibilidad de afianzar valores sociales y comunitarios.
Y ni siquiera es como dicen algunos que "se perdió el respeto sagrado a la ley", sino por el contrario, les estamos enseñando a nuestros hijos (todos son nuestros hijos) que según quién sea el sujeto, se podrá vulnerarla o respetarla, ya sea por sentimentalismo, por demagogia o por acomodo.
Sin ir más lejos, en esta semana se detuvo a un ciudadano por el "delito" de ser dirigente gremial, utilizando para justificar la medida elementos de juicio que no se usaron en contra de otros "reclamantes" que hicieron lo mismo durante mucho más tiempo. Y, como si esto fuera poco, para terminar de ponerle el "broche de oro" a un comportamiento autoritario del gobierno, que insiste con el descuento de los "días no trabajados", negando tácitamente el derecho de huelga, ahora hasta lo hacen culpable a Paredes de un accidente de tránsito.
¿Cómo quieren que la escuela pueda enseñar, entonces, que se apliquen las normas con equidad y con justicia, si los modelos de todos los días las están negando?
¿Cómo va a prosperar una sociedad si sus dirigentes son los primeros en no cumplir las leyes o en acomodarlas a su placer?
El papel protagónico en la formación de una libertad responsable de los ciudadanos comienza y se desarrolla en el hogar, con el apoyo insustituible de la escuela. La familia es la responsable de la formación humana del individuo, y la escuela su prolongación y apoyo. Pero, es claro, si los padres miran para otro lado (el fin de semana fuimos testigos de un caso paradigmático) y a los maestros se les paga un sueldo de miseria (¡literalmente hablando, eh!), el barco en el que nuestros chicos están subidos va al garete. O, como se dice ahora, "estamos al horno". Hay familias que asumen su responsabilidad, pero no son la mayoría y, lo que es más lamentable, no hay un clima social que apoye estos valores. Por el contrario, los ejemplos de la dirigencia y de lo que hoy trasmiten los medios destacan el exitismo, el facilismo y el gozar rápido y sin esfuerzo.
Y, en una de esas, lo que debemos hacer es dejar de lado las capacitaciones en cuestiones sutiles del conocimiento y la pedagogía, que resultan incoherentes cuando se observa la realidad del trabajo en el aula, con alumnos que no quieren leer aunque dispongan de libros porque entregan a la TV su tiempo libre, estudiantes que son asediados por una publicidad que para nada alienta al esfuerzo sino a la búsqueda placentera o que usan las computadoras solo para prácticas lúdicas.
Debemos asumir que si no solucionamos rápidamente el problema que tenemos con nuestros hijos - alumnos - ciudadanos, estamos manteniendo vigente un problema que restringe el pleno ejercicio de la libertad.
Los derechos deben conservarse puros y latentes. Como los buenos libros y los excelentes vinos, que se disfrutan en el presente pero que su valor se agiganta con el paso del tiempo.
Dr. Mario Ignacio Arcusin, para Semanario Crónica de Basavilbaso

jueves, 17 de septiembre de 2009

Kadish

Kadish - Editorial del 18 de septiembre de 2009
El Kadish es una de las plegarias más familiares de la liturgia judía, y seguramente ninguna despierta, como ella, tanta emoción y reverencia.
Es conocida como "la plegaria por los difuntos", pese a que no contiene ninguna mención específica respecto a ese tema, ni a la nostalgia que produce la partida definitiva de los seres queridos. Sin embargo, por la necesidad que tenemos en esos momentos de tragedia o de gran dolor, se convirtió en el rezo de los deudos.
El Kadish es una oración de carácter público, que no se puede rezar solo. Es necesaria la presencia de un minián (diez varones) para que se la pueda recitar.
Es por todas estas razones, y algunas más que explicaré en el decurso de esta página de hoy, que en memoria de mis padres y de mis abuelos, mezclados para siempre en esta tierra en la que yo nací, por aquello de "polvo eres y en polvo de convertirás", y a pocas horas de que comience un nuevo año judío, el 5770, intentaré reflejar, de la manera que encuentre más simple y directa, el sentimiento que lleva a un judío argentino (ambas cosas vividas al límite) a comenzar, esta noche, con la salida de la primera estrella, un nuevo recuento de la vida del pueblo de Israel.
No puedo soslayar, para hacer lo que digo, algunas cosas que he visto, que he leído y que me han pasado en estos días y que considero factores decisivos a la hora de hacer el balance, que necesariamente, exige ese período que va desde Rosh Hashaná (literalmente "cabeza de año") a Iom Kippur (Día del Perdón), lapso durante el cual cada judío se "juega" la inscripción en el Libro de la Vida.
El primer tema, fuerte y lamentablemente recurrente, es el de la profanación de tumbas en el cementerio israelita de La Tablada, en Buenos Aires, hecho aparentemente ocurrido el pasado sábado, lo que ya de por sí le agrega ingredientes más trágicos y multiplica el disvalor de la profanación, por haber ocurrido en un día sagrado.
Siempre se ha dicho, sin inquirir demasiado acerca de las consecuencias de esta esquemática sentencia, que el ser humano es un animal de costumbres. Esta percepción de la vida es positiva si las costumbres son buenas, o degrada el ambiente si la costumbre del daño se instala permanentemente en nuestros usos sociales. No me cansaré de explicar, en cada una de mis clases y en cada uno de mis textos, que no hay hábito mejor que aquél basado en el respeto afectuoso por la libertad del otro. Por eso discrepo con los que hablan acá, para temas como éstos, de la necesidad de la tolerancia. Y lo hago porque creo que se tolera al equivocado. Se lo aguanta. Se lo soporta. No se lo comprende, que sería lo importante.
Que este hecho haya ocurrido justo en este momento no debe ser casualidad. La comunidad judía de la Argentina se ha incorporado con creces a la vida política, cultural, social, sindical, deportiva, manteniendo necesariamente una identidad propia que la llevó, justamente, a vivir estos 5770 plenos. Y si ello es indudablemente así, ¿por qué estas recurrentes manifestaciones de odio racial?
No cabe, pues, solazarse con las apariencias. Las sociedades son claroscuros cuyos rincones sin luz se multiplican al influjo de la impunidad. Nos guste o no, ésta es nuestra circunstancia. Y Ortega y Gasset dijo alguna vez, inteligentemente, que el hombre es, precisamente, la suma de uno mismo y sus circunstancias.
La Constitución Argentina garantiza la igualdad. Los profanadores de tumbas y sus cómplices reniegan de dicha igualdad y se sitúan en el terreno de la ilegalidad. Son intolerantes activos que, al no aceptar la morada común de los derechos humanos, deben ser sancionados con todo el peso de la ley.
Por mi formación jurídica no puedo menos que sentirme dolido por una realidad que me hace ver que la anterior es solo una frase. Desde luego los intolerantes deben ser sancionados...pero lamentablemente no los son. Nunca.
Pocos crímenes repugnan tanto como la violación de un cementerio, ya que, como lo dije más arriba, uno inmediatamente piensa en sus seres queridos que ya no están y que forman parte indisoluble de ese "colectivo" conformado por todos los muertos. Y sin embargo, una gran parte de la sociedad contestó (suele contestar así) a la discriminación con indiferencia. ¡Y uno termina preguntándose qué es peor!
La incapacidad de horrorizarse ante lo aberrante es simultánea a la pérdida de la capacidad de admiración como fuente de la creatividad. Una sociedad sin proyecto creativo se adentra necesariamente en el reino del mal, es decir de la nada, como la carencia absoluta de los bienes y valores debidos a la naturaleza humana del hombre como persona. Esos delincuentes que entraron (y los que miraron para otro lado) tienen también muertos ante quienes responder.
Por suerte hay otras circunstancias que se suman a uno. La carta de Tito (Rubén) es una demostración de convivencia, durante años aprendida y comprendida, por encima de preconceptos y de avatares del destino. (1)
Y hay también un libro, que Alicia me dejó una noche (por esas ventajas que da el ser amigo de una Biblioteca de 90 años) sobre la mesa de la Luz Obrera, sin que fueran necesarias palabras. La historia tiene que ver con la Segunda Guerra Mundial y el pueblo de Asís (sí, el de San Francisco). Allí un sacerdote y toda una comunidad hacen hasta lo imposible para salvar de la persecución nazi a miles de judíos italianos, dejando de lado la indiferencia.
Me atrevo a aconsejar, entonces, "Los Clandestinos de Asís", que de esa obra se trata. Es una versión novelada de un hecho real, que sucedió en una sociedad que posiblemente tuviera, ab initio, conductas discriminatorias más feroces que las de nuestro país. Sin embargo, para suerte de los judíos, contaba con anticuerpos de formidables reflejos.
Los educadores y formadores de jóvenes que estamos preparando una generación para la llamada "sociedad de la posmodernidad" no podemos olvidar que sólo la memoria del pasado es garantía de libertad en el futuro.
Justamente en esos días que antes mencionaba, días de introspección y análisis, se debe hacer un sincero examen retrospectivo que culmina, inexorablemente, con la súplica del perdón. Según los sabios rabínicos, "es mayor el mérito del transgresor que se arrepiente que el del santo que nunca ha pecado".
Ajad Haam escribió, en circunstancias como ésta en la que hace falta reafirmar la condición de uno:
"Yo, por lo menos, sé por qué sigo siendo judío. Y es más, no puedo encontrar más sentido en tal pregunta que si me fuera preguntado por qué sigo siendo hijo de mi padre".
Termino, como el Kadish:
"El que hace la Paz en Sus cielos haga la Paz sobre nosotros y sobre toda la humanidad. Amén"
Dr. Mario Ignacio Arcusin, para Semanario Crónica de Basavilbaso

(1)
Barajar y dar de nuevo
Dedicatoria: Por ser esta la primera vez que escribo para este semanario, en forma personal, quisiera dedicar esta columna en primer lugar a mis hijos, también a mis maestros de la Escuela Nª 9 “Matías Zapiola”, a la que recuerdo con mucho cariño, a una sacrificada compañera de escuela, Alicia Schvartzman, con quien hemos conseguido un importante logro días atrás. Pero no quiero olvidarme de Graciela, una persona muy particular que en la primaria y en la secundaria siempre nos supo brindar oportunos consejos y trasmitir principios que hoy atesoro en lo más profundo de mi corazón.
Entre amigos no hay reproches, solo distintos puntos de vista.
Solo comenté que los modelos no son los malos, sino los seres humanos que ideamos los modelos imperfectos, o aunque perfectos, al desarrollarlos los corrompemos.
Pero adivinando tu intensión y hablando de “baldes y canastos”, te diré, amigo Mario, que “tanto va el cántaro a la fuente, que al final se rompe”.
Desde hace tiempo que intuyo en tus comentarios y de quien citas, el Dr. Formigo, a quién no conozco personalmente pero admiro por su coraje cívico de expresar su opinión, vienen apelando a los principios para hacerme saltar al ruedo.
Imagino tu sonrisa al leer esta contestación. Es que fuiste muy lejos esta vez, pues como bien sabés, tocaste el corazón, apelando a todos los recursos, pero en legítima defensa. Trataré de compartir columnas.
Desde mi humilde rancho, a la luz de una vela, con el mate amargo en la mano, voy a tratar, a manera de contrapunto, de contestar vuestros académicos comentarios, con mis vivencias y experiencias acumuladas en mi errante peregrinar y por ser hombre de caminos, sabré valorar las distancias.
Pero como la cuestión es entre amigos de la infancia, en honor a la amistad, te diré: que en mis oraciones le doy gracias a Dios por haberme dado la oportunidad de poder disfrutar de la vida, de una amistad tan comprendida con vos y Graciela. Persona muy particular que supo, con su dulce voz, pronunciar principios que marcaron mi vida. Inculcados por un padre que fuera un Señor, “don Arcusin”, como con admiración lo tus amigos lo llamábamos.
Te agradezco el honor de concederme una página en tu semanario, hecho este que realza mi personalidad en una etapa difícil de mi vida, como es esta de extrema pobreza que padezco, pero no reniego, puesto que Dios sabrá por qué me encomendó este desafío.
En esta oportunidad “camino solo sobre las aguas”, tranquilo, seguro, confiado de llegar a la marca donde me esperan mis amigos, para tratar entre todos de rehacer un Basavilbaso que merezca ser vivido, un Basavilbaso para todos.
Siempre fiel a mis convicciones, aunque tal vez nunca pueda responderme este interrogante: si verdaderamente un padre de familia ¿puede o debe? hacer prevalecer sus principios.
Sin menospreciar tus cualidades académicas, trataré inteligentemente de sintetizar en un relato la contestación a varios de tus comentarios, apelando para su real comprensión al nivel intelectual del lector.
Había una vez, en una escuela llamada “Nº 9 Matías Zapiola” un grupo de alumnos que a pesar de las diferencias socioeconómicas de “los padres”, “los alumnos” eran educados con un “mismo” nivel por sus “comprensivos” y “dedicados” maestros, a los cuales hasta el día de hoy, sus alumnos, recuerdan con mucho “cariño”, y por una devolución de principios vertidos en una particular ocasión. El hijo de Eduardo, el carpintero, obsequió una artesanía a su amigo Mario, que consistía en un rombo de madera terciada en la cual “Rubén” le había grabado con un alambre caliente la estrella de David, la cual bien barnizada, con un agujero en la parte superior haciéndola pender de un cordón fino por el cuello, hacía un “amuleto” muy llamativo y muy usado por esos tiempos por los jóvenes (y ahora nos quejamos de las tribus). Hecho éste que Mario agradeció con un fuerte apretón de manos dando gracias a su amigo en esa mañana escolar. Grande fue la sorpresa, cuando después de la siesta, tipo las 15,30 hs. su madre le avisa a “Rubén” que en la vereda se encontraban los compañeros de escuela “del centro”. “Rubén” con toda su humildad, casi con vergüenza, salió hasta la vereda y contra el tejido del cerco. En aquel límite de su libertad, se encontraban Mario, Graciela, Diana, Mirta y Liliana, quienes le pidieron réplicas de ese amuleto para “lucirlo” en una “macaneada” el fin de semana; ofreciendo Mario, con su personalidad, un pago por esas artesanías.
Tanto fue el orgullo de ese humilde gurí de barrio que sus amigos “del centro” le pidan algo, que en dos días las cuatro restantes artesanías, idénticas, estuvieron listas.
Después resultó ser que con gusto el amigo se las regaló.
Una de esas estrellas de David, Graciela se la regaló a un chico judío que vivía en Buenos Aires y que estaba por viajar, con sus padres, para vivir en Israel; grande fue la sorpresa de “Rubén” cuando, al pasar los años, siendo ya mayor y después de atravesar éste una situación personal y de salud muy complicada, se enteró que Graciela, seguramente para su bien, se encontraba viviendo en Israel.
Preguntándose “Rubén” si no había viajado siguiendo su Estrella de David.
Creo que con estos ejemplos construimos una Argentina mejor. Capitalismo, Comunismo, Feudalismo, ¡Bah! Esos son sólo modelos que nos quieren imponer. En “nosotros” está el que “ellos” no puedan.
Por mi parte, desde que comencé mi programa “Remembranzas”, he sembrado almácigos de estos principios, que nos enseñaron abuelos, padres, maestros; y aunque parezca mentira, con Alicia el otro día cosechamos la primera canasta de “equidad”.
Recordando en estos momentos otro: “que si la vergüenza y los problemas se comparten, afectan menos”. ¿Era así Graciela? ¿No? Cómo me gustaría la próxima semana leer algún comentario desde Israel, ahora que aunque lo pagamos demasiado caro, y cueste reconocerlo, se puede.
Tito Schlotthauer

jueves, 10 de septiembre de 2009

La razón en la noche de ignorancia - Editorial del 11 de septiembre de 2009
Así como el 12 de Octubre dejó de ser el Día de la Raza (nombre absolutamente inverosímil, por otra parte), pero no dejó de ser recordado como el día en que los españoles pusieron por primera vez su pie en América (aunque en realidad no lo supieran y pensaran que estaban en las Indias), alguna vez deberemos repensar también si esta elección de la fecha del fallecimiento de Domingo Faustino Sarmiento es la adecuada para homenajear a los docentes en general, bajo el nombre propio de maestros.
Es que parece doblemente inadecuado que siga siendo así, tanto porque es inentendible este viejo hábito argentino de instituir como fechas patrias las de las muertes de nuestros próceres, cuánto porque la escuela de Sarmiento ya fue superada por el paso del tiempo y por la convicción de que muchas de sus prácticas, más allá de ser tergiversadas luego por la Historia, fueron incluso "descolocadas" en su propio tiempo.
La escuela de Sarmiento todavía hoy está asentada en esa organización del siglo pasado en la que había un maestro que todo lo sabía, y un alumno con orejas de burro. Ahora, en cambio, tenemos (o deberíamos tener, si todo estuviera bien) un maestro y un alumno que saben que no saben todo. Eso es, de por sí, una verdadera mutación cultural. Es lo que tenemos que saber definir en esa relación nueva, para transformar la escuela y nuestro trabajo.
Seguramente por estos días, a la luz de los agudizados conflictos gremiales, se escuchará hablar más de demandas acuciantes, multiplicidad de tareas, pérdida de autoridad, incertidumbre en los conocimientos, deterioro en las condiciones del trabajo, pauperización, que del antiguo y reconocido "sacerdocio", pero nadie puede negar que esas cosas también son parte de lo que es hoy el oficio de educar.
Y decimos que, más allá del homenaje al "maestro sanjuanino", las cosas han cambiado, no porque se nos haya ocurrido a nosotros inventar eso, sino porque resulta evidente que las políticas neoliberales de los '90, que han tenido en la educación uno de sus objetivos estratégicos, han acelerado la transformación de aquella identidad docente configurada en la imagen del apostolado, la misión o la entrega desinteresada.
No es ocurrente que los gremios docentes de la Argentina, y el de Entre Ríos en particular, estén luchando contra la flexibilización del trabajo docente, el intento de recortar su sistema de previsión solidario y la incidencia de las políticas de exclusión en la vida de las escuelas, entre otras cosas no menores. Únicamente un necio puede no reconocer que estas cuestiones no solo resienten el desempeño de la función de enseñar, (profundamente la resienten), sino que también afectan su salud.
El individualismo, la competencia, el "sálvese quien pueda", son expresiones de un paradigma instalado por el neoliberalismo en la actualidad, y continuado incluso por quienes se autotitulan "progresistas".
Es necesario que la escuela despliegue una profunda mirada hacia atrás, hacia esa historia encapsulada de la que Sarmiento es paradigma. Esto, creemos, contribuirá a que comprendamos, nosotros y los otros, que la tarea de enseñar tiene mucho de rebelde, de valiente, de solidaria y, más que nada, de encaprichada en que es posible vivir en una Patria más justa.
Decíamos hace algunas semanas, poniendo por escrito la respuesta a un amigo, que al capitalismo salvaje le está resultando fácil "ganar el partido", ya que aquí producir no es un hecho humano, lo desborda, no hay ninguna responsabilidad, dado que, por ejemplo, fracasan todas las reuniones para controlar el tema de un ambiente que se deshace, y los que lo contaminan siguen haciéndolo como si nada. Eso es porque no hay responsabilidad de un ser humano con otro. Solo de palabra la educación, el trabajo, el acceso a la salud son derechos humanos. Hoy casi todo esto está impedido en los hechos. La falta de solidaridad es un problema del género humano que se ha ido dando por esta destrucción cultural. La pérdida mayor en el área de la cultura es que nos es muy difícil recuperar el sentido de lo humano.
El maestro fue un misionero cultural de una cultura hegemónica durante muchos siglos, y en nuestro país desde que la escolaridad se fue haciendo obligatoria y extendida.
Nosotros hemos tomado la militancia sindical como forma de identificarnos, sin dejar lugar a dudas, como trabajadores, pero resulta que lo hemos tratado de hacer en un momento de la Historia en el cual ese concepto de trabajo está en profunda crisis, porque está también en crisis el "estado de bienestar" que fue el que generó ese tipo de trabajo.
El avance que significó ir construyendo una conciencia de trabajador, que se solidarice con otros trabajadores, se dio en un momento donde todo el conjunto de los trabajadores era perdedor. Además el empleador jamás lo consideró trabajador, y sobre todo resulta duro que esto suceda en un gobierno supuestamente nacional y popular. Aunque eso ayuda a entender por qué los gobiernos seudo progresistas no quieren tener como interlocutores a los trabajadores de la educación. Es claro. Es mucho más fácil hacer creer a la gente que lo que tenemos son "misioneros culturales", que reproducen lo que este Estado perverso necesita reproducir. Necesita reproducir que las escuelas de los ricos son las escuelas privadas y que las escuelas de los pobres son las escuelas públicas. O, también, que dentro de las públicas hay algunas que están más cerca de los ricos y otras que están más cerca de los pobres.
El gobierno sigue necesitando otro misionero cultural para este momento, alguien que meta en la cabeza de los chicos que el que gana es el que tiene poder y el que perdió "sonó"; porque los ganadores son los que tienen el mundo, la palabra y el poder. Nos consideran como servicio público solamente cuando dicen que un servicio público no puede hacer huelga. Por eso se "conduelen" por los "pobres chicos" que pierden días de clases sin ver (otra vez Sor Juana Inés de la Cruz) "que sois la ocasión de lo mismo que juzgáis".
En este momento, cuando el pueblo está cada vez más privado, directa o indirectamente, de tener acceso a la educación y a una educación de conservación de lo humano, la transmisión de "la cultura" es uno de los mandatos más fuertes que debe tener la escuela. El supuesto de una cultura única, universal, cristalizada y desligada de todo contenido ideológico o político, intentó hacer invisible la verdadera función que ese mandato muchas veces tuvo: legitimar perspectivas del mundo, ideas y valores funcionales a los sectores dominantes en nuestras sociedades latinoamericanas.
Sin embargo muchos docentes se resisten (nos resistimos) a convertirse en dóciles engranajes de la dominación cultural y construyen (construimos, o, por lo menos intentamos construir), desde diversidad de iniciativas, puentes con el campo de la cultura, entendido éste como un espacio diverso y en permanente re-creación donde se disputa la memoria, el presente y el futuro de los pueblos.
Dr. Mario Ignacio Arcusin, para Semanario Crónica de Basavilbaso

viernes, 4 de septiembre de 2009

Dos demonios - Editorial del 4 de setiembre de 2009
Las responsabilidades históricas se juzgan en cada caso y para cada actor. Que los voceros (ad hoc o meros voluntarios chupamedias) del kirchnerismo quieran justificar la nueva Ley de Medios diciendo "ellos se portan mal (por el grupo Clarín), y eso nos da piedra libre para hacer nuestro juego" es, además de una cobardía, un insulto a nuestra inteligencia.
Lamentablemente esta simplificación de argumentos nos retrotrae a una vieja discusión, ya recurrente en la Argentina, respecto a la existencia de "dos demonios" en la oscura etapa de los '70.
La teoría que lleva ese nombre comete el error (y de ahí que hoy la estemos usando como un mal ejemplo) de simplificar la historia de manera tal que no parece haber sujetos. Supone también que dentro de las Fuerzas Armadas y de los grupos opositores a la dictadura todas las personas pensaban exactamente lo mismo. Pierde de vista la variedad de organizaciones guerrilleras y no guerrilleras que había en todo el país, la variedad de corrientes políticas al interior de la sociedad y la variedad de opiniones también al interior del mismo ejército (esto incluye a las minoritarias aeronáutica y marina).
Así como el kirchnerismo está encarando hoy la discusión respecto a la necesidad de tratar urgentemente esa ley, lo que equivale a decir su propio proyecto, aprovechando los meses que le quedan con mayoría propia en las cámaras, nosotros podríamos pensar que, otra vez, "la historia la escriben los que ganan", al igual que lo que sucedió en el intento de las Fuerzas Armadas de justificar su accionar y de expiar sus culpas.
Lástima que nadie se da cuenta, entonces, de que volvemos a caer en el peligro de que esta ley "encaje" para toda aquella persona que prefiera olvidar antes que averiguar la verdad. Pero es más que eso, porque averiguar la verdad implica buscar responsables y hacerse cargo como sociedad de que mucho de lo ocurrido no hubiese sido posible sin la anuencia y el silencio de gran parte de la misma. Y nos puede volver a pasar lo mismo.
Desde un tiempo a esta parte, para nuestro dolor, debemos decirlo, ha proliferado en nuestro país una narcótica debilidad (para la cual parece que hay despenalización de la tenencia) por "lo que diga la prensa".
Nuestra abuela paterna, que leía solamente en idish (el idioma de los inmigrantes judíos rusos), cambiaba de parecer respecto a temas cotidianos según lo que el Idishe Tzaitung (así se llamaba el periódico que le llegaba desde Buenos Aires por correo) decía. Textualmente "in blat schraibt" (en el diario está escrito), era su irrefutable argumento para cerrar cualquier discusión.
Trastocando los términos de la realidad (síndrome "televisión"), pareciera que hoy existe sólo aquello que sale en ella. Los hechos concretos, si no salen, no son. Es una maravilla de la ontología contemporánea que permite, por ejemplo, que Zulma Lobato ocupe horas de programación mientras serios pensadores se pierden en la oscuridad. ¡Así estamos y así estaremos!
Como se ha instalado tal fatal equívoco, y en momentos de elecciones con más razón, los hombres públicos se van transformando, "sin querer queriendo", como diría el Chavo, en especialistas sofisticados de crear realidades virtuales en sustitución de las otras. Por lo que así podemos observar cómo y cuánto se vive en un mundo de ilusiones, espejismos y colosales mentiras.
Es más: dado que el mundo "real" actual es ese, hay muchísimos que han renunciado definitivamente a protagonizar cualquier cosa en el otro, incluso a vivir en ese otro y, por ejemplo, producir noticias con sus manos, sus decisiones, sus propios logros.
De ahí, entonces, por fin, la desesperación por "descubrir" que hay un monopolio de los medios de comunicación, que, por supuesto, el partido del gobierno quiere destruir...para cambiarlo por otro.
Un amigo (no tenemos tantos que no podamos contar, pero tenemos) nos mandó un "mapa" de la realidad respecto a la titularidad de diarios, radios y canales de TV en la Argentina, que pretende demostrar quiénes son los que manejan la opinión pública.
Nosotros dimos vuelta la hoja de ese informe pensando, inocentemente, lo reconocemos, que seguía una exhaustiva aclaración acerca de las empresas de las que son dueños los "amigos del poder", que hoy manejan la pesca, la minería, el juego y la obra pública, y que, directamente o a través de testaferros, aparecerán luego de que se sancione la nueva ley, como los "santos inocentes" venidos a preservar la identidad y el pensamiento de todos los argentinos. ¡Andá!
Hace unas semanas analizamos lo que sucedía (y sigue sucediendo) en el programa oficialista (del canal 7, también oficialista) llamado, 6,7, 8, ó algo así, tanto porque nos aterran sus enfoques parciales, cuánto porque nos hacemos una idea de lo que sería hacer un "traje a medida" de licitaciones en las que se entreguen los medios de difusión a los amigos y se termine reinventando esa teoría de los dos demonios que no sirvió antes y no va a servir tampoco ahora.
Cómo podemos confiar en estos "operadores" que pretenden convencernos de la necesidad de cambiar la ley (gatopardismo, a nuestro entender) si son los mismos que, bajo el vulgar y poco creíble pretexto del "fútbol para todos" auspiciaron y firmaron un convenio que implica un desembolso de 600 millones de pesos, suma que alcanzaría para alimentar a las bocas hambrientas de Chaco, donde el 35% de los niños está desnutrido, y a las de Santiago del Estero, Formosa y Tucumán, donde el 15% de la población depende de las ollas comunes para alimentarse.
Y no es que mezclemos los tantos ni simplifiquemos la disputa en base a golpes bajos. Alguna vez discutimos públicamente con un concejal (hace ya varios años) porque decía que lo que se "gastaba" con el coro se podía usar para otra cosa (que él decidiría, por supuesto). Logramos, en aquél momento, hacerle entender que la cultura merecía un presupuesto independiente de los otros, incluso diferenciando gasto de inversión.
Pero acá a nosotros no nos queda ninguna duda de que ni un solo partido de fútbol (a no ser que tengan razón los "cazadores de brujas" que avizoran detrás de ésto el negocio de las apuestas) vale el hambre de un solo gurí. La alternativa anterior, contractual, era un negocio privado, y nadie se murió, hasta ahora, (si no ya se hubiesen ocupado de difundir la noticia, pierda cuidado) por no haber podido ver a su equipo por televisión.
Estamos generando, peligrosamente, una cultura de la inmediatez que nos impide mostrar la realidad. No hay en este momento suficientes garantías para asegurarnos que "no salgamos de Guatemala para meternos en guatepeor". Siempre la cosa pasará, como hemos dicho tantas veces acá, por leer entre líneas.
Si generamos educación y nuestras escuelas reciben chicos alimentados y abrigados; si generamos trabajo y nos olvidamos del clientelismo; si dejamos de usar la despenalización y el adelantamiento de la mayoría de edad como un pago por adelantado para la continuidad de regímenes que ya tienen el certificado de defunción, pensando en que nos van a votar por la opción del libertinaje, la cosa va a cambiar aunque no cambien los dueños de los medios.
Si seguimos menospreciando la cultura del trabajo ridiculizando arquetipos y ocultando los negociados, los enriquecimientos ilícitos e inmorales de incapaces, y matamos a Clarín para que no lo diga, estaremos reeditando la historia del rey desnudo.
Y no es que pensemos que no hace falta cambiar la ley. Lo que pensamos es que no están dadas ahora las condiciones para hacerlo, porque sería como poner al zorro a cuidar el gallinero.
Y porque, por otra parte, como ya dijo el General, que no era gorila:
¡La única verdad es la realidad!
Dr. Mario Ignacio Arcusin, para Semanario Crónica de Basavilbaso