jueves, 24 de septiembre de 2009

Los que lo son, los que lo fueron antes…
Editorial del 25 de septiembre de 2009
El pasado lunes cumplimos con un ritual imposible de dejar de lado por quienes "por suerte tenemos de estudiantes para toda la vida el corazón", como dice la canción que entonábamos y que parece que ahora ha caído en el olvido. En efecto, aunque el fragor de las actividades no nos permita hacerlo como otrora, una parte de nosotros recordó y añoró.
Como siempre decimos que nos suelen motivar estos hechos para sentarnos a escribir, esta vez no ha sido distinta la situación, y como por otra parte se trata de una de las problemáticas que más nos interesan y preocupan, ¡acá estamos!
En el último congreso del gremio docente entrerriano, Agmer, se lanzó a la discusión un tema que nos parece crucial y por él vamos a empezar, entonces, este camino de hoy.
La pregunta era, en ese momento, cuál debería ser el criterio para establecer que alguien es un "ciudadano". Por supuesto que todos nos sentiremos tentados de contestar que a partir de los dieciocho años, o sea cuando uno adquiere el derecho de elegir y ser elegido.
Vamos a intentar, entonces, demostrar si, hoy en día, esa postura es razonable o ha perdido algo de su vigencia.
En un verdadero Estado Democrático en el que no sólo exista democracia porque se vota, se debe propender a que en base a la educación los chicos, nuestros gurises, aprendan a discernir entre buenas y malas acciones o, más todavía, entre buenas y malas "formas de vida".
La pasada semana hablábamos de la comprensión por sobre la tolerancia, en temas relacionados con las diferencias religiosas. Es bueno entonces que, ahora, digamos que en los autodenominados "Estados Liberales" (esto tiene que ver con lo que alguna vez definimos como "capitalismo") no se le da preeminencia a ninguna razón de peso para que las personas sientan la necesidad de tratar a los demás como iguales y deseen vivir asumiendo las consecuencias de ese compromiso. Entonces, como nosotros lo venimos "militando", promover en los niños un carácter que sienta la fuerza de la razón correcta es un propósito esencial en cualquier sociedad.
La Argentina es un país con un altísimo nivel de instrucción, ya que tiene alrededor del noventa y seis por ciento de su población alfabetizada. Pero para responder si somos un país educado, las simples estadísticas no alcanzan. Es más, creemos que las "asignaturas pendientes" (alcohol, sexo y drogas en los pre adolescentes, por ejemplo) demuestran más bien que la educación es uno de los baches que debemos subsanar, si es que verdaderamente queremos fortalecer nuestros niveles de "analfabetismo moral".
Mal podemos pretender que estemos formando ciudadanos, cuando la aspiración que manifiestan públicamente las autoridades educativas no es desarrollar habilidades para resolver problemas, ni, mucho menos, estimular el aprendizaje.
Festejar el Día del Estudiante sin tener en cuenta el entorno de la gran crisis familiar con la que se convive, significa no reconocer que los padres exigen muy poco a sus hijos (o nada), supuestamente porque no quieren que "los chicos sufran". Así los sobreprotegen, sólo quieren que pasen de año y los justifican en las posiciones más indefendibles. De ahí que los gurises terminan protestando porque el único lugar "en el que se le exigen cosas" es en el colegio.
¿Dónde está el punto de inicio de este problema? Seguramente no fue de un día para el otro, aunque debamos reconocer que los vaivenes ideológicos de los últimos años del siglo XX ayudaron al "relajamiento". Nosotros mismos pasamos alternativamente, como alumnos, de sistemas de total autoritarismo a otros de total permisivismo, lo que, obviamente, resintió la posibilidad de afianzar valores sociales y comunitarios.
Y ni siquiera es como dicen algunos que "se perdió el respeto sagrado a la ley", sino por el contrario, les estamos enseñando a nuestros hijos (todos son nuestros hijos) que según quién sea el sujeto, se podrá vulnerarla o respetarla, ya sea por sentimentalismo, por demagogia o por acomodo.
Sin ir más lejos, en esta semana se detuvo a un ciudadano por el "delito" de ser dirigente gremial, utilizando para justificar la medida elementos de juicio que no se usaron en contra de otros "reclamantes" que hicieron lo mismo durante mucho más tiempo. Y, como si esto fuera poco, para terminar de ponerle el "broche de oro" a un comportamiento autoritario del gobierno, que insiste con el descuento de los "días no trabajados", negando tácitamente el derecho de huelga, ahora hasta lo hacen culpable a Paredes de un accidente de tránsito.
¿Cómo quieren que la escuela pueda enseñar, entonces, que se apliquen las normas con equidad y con justicia, si los modelos de todos los días las están negando?
¿Cómo va a prosperar una sociedad si sus dirigentes son los primeros en no cumplir las leyes o en acomodarlas a su placer?
El papel protagónico en la formación de una libertad responsable de los ciudadanos comienza y se desarrolla en el hogar, con el apoyo insustituible de la escuela. La familia es la responsable de la formación humana del individuo, y la escuela su prolongación y apoyo. Pero, es claro, si los padres miran para otro lado (el fin de semana fuimos testigos de un caso paradigmático) y a los maestros se les paga un sueldo de miseria (¡literalmente hablando, eh!), el barco en el que nuestros chicos están subidos va al garete. O, como se dice ahora, "estamos al horno". Hay familias que asumen su responsabilidad, pero no son la mayoría y, lo que es más lamentable, no hay un clima social que apoye estos valores. Por el contrario, los ejemplos de la dirigencia y de lo que hoy trasmiten los medios destacan el exitismo, el facilismo y el gozar rápido y sin esfuerzo.
Y, en una de esas, lo que debemos hacer es dejar de lado las capacitaciones en cuestiones sutiles del conocimiento y la pedagogía, que resultan incoherentes cuando se observa la realidad del trabajo en el aula, con alumnos que no quieren leer aunque dispongan de libros porque entregan a la TV su tiempo libre, estudiantes que son asediados por una publicidad que para nada alienta al esfuerzo sino a la búsqueda placentera o que usan las computadoras solo para prácticas lúdicas.
Debemos asumir que si no solucionamos rápidamente el problema que tenemos con nuestros hijos - alumnos - ciudadanos, estamos manteniendo vigente un problema que restringe el pleno ejercicio de la libertad.
Los derechos deben conservarse puros y latentes. Como los buenos libros y los excelentes vinos, que se disfrutan en el presente pero que su valor se agiganta con el paso del tiempo.
Dr. Mario Ignacio Arcusin, para Semanario Crónica de Basavilbaso

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