viernes, 9 de octubre de 2009

Ni blanco ni negro - Editorial del 9 de octubre de 2009
Los argentinos estamos acostumbrados (mal) a una línea de pensamiento que no admite grises ni medias tintas. Acá se es peronista o gorila, bostero o gallina, de Ford o de Chevrolet (por lo menos en el viejo TC), rubio o “cabecita”, etc. Debemos decir en este punto que el etcétera, en este caso, tiene expresamente el exacto significado de “y lo que falta”, porque somos conscientes de que el lector podrá incorporar numerosas opciones a esta lista. Por estos días un amigo que suele darle una vuelta más a las cosas, nos decía que estamos viviendo en un sistema binario, donde solo hay ceros y unos.
Toda esta introducción viene a cuento a raíz de la notoriedad y el grado de discusión que ha alcanzado el tema de la nueva Ley de Servicios Audiovisuales, más vulgarmente conocida como Ley de Medios. Y debemos dejar aclarado acá que cuando hacemos referencia a esa “notoriedad y grado de discusión” lo hacemos sabiendo que esta cuestión no le quita el sueño ni mucho menos el hambre a la gente. Por supuesto que la discusión tiene su ámbito específico, relativo a los que estamos relacionados con la problemática y con los dirigentes políticos y sociales que ven en esto un avance o un retroceso, según los casos, en abierta consonancia con lo que decíamos más arriba. Acá o se está a favor o se está en contra.
Aún cuando en la radio y en la televisión gran parte del contenido de los programas periodísticos desarrolla los argumentos de ambas posturas, ya casi rozando el cansancio, también es cierto que la audiencia de esos programas está circunscripta a más o menos el mismo espectro de interés. A mucha más gente, obviamente, le preocupan las “botineras” o la supuesta aventura del “Facha” Martel en Concepción del Uruguay con una basavilbasense. Y eso se muestra en el programa de Jorge Rial, en el que la Ley de Medios ni aparece.
Nosotros participamos el sábado de un debate acerca de este tema con Jorge Lanata, y la verdad es que no se nos termina de aclarar la cuestión. Imaginamos entonces cómo debe ser la cosa para quien tiene sobre esto un desconocimiento absoluto, y se encuentra de golpe con la necesidad de tener una opinión formada.
Uno de los lemas más importantes a favor de la nueva ley es aquél que pregona que es inentendible que en más de 25 años de democracia todavía tengamos respecto a la radiodifusión una ley dictada en tiempos de gobierno militar. Y a nosotros ese solo razonamiento no nos convence, y es por eso que vamos a intentar darle algunas vueltas, para desmitificarlo o, aún cuando nos pese, confirmarlo.
Preguntábamos nosotros, a modo de comparación, por qué en otras cuestiones tan importantes, como por ejemplo la educación, cuando hubo que dictar nuevas normas legales en períodos constitucionales (Ley Federal de Educación y Ley Nacional de Educación), se tomaron tiempos mucho más extensos y se llevó el tratamiento a las escuelas, los sindicatos, las organizaciones no gubernamentales, etc. Nosotros mismos tuvimos, en las dos oportunidades citadas, la posibilidad de expresar opiniones y fundarlas. Si luego no fueron tenidas en cuenta no es nuestra culpa, pero el espacio estuvo y creemos que se aprovechó.
Acá el apuro por que la ley “salga” hace que, lamentablemente, todo tenga un “tufillo” extraño, que hace pensar en aviesas intenciones, que por otra parte no resultan totalmente ajenas al modo de proceder de este gobierno y, sobre todo, del matrimonio gobernante.
Está fuera de discusión, por cierto, que no es propio de un estado de derecho que la propiedad de los medios esté concentrada en tan pocas manos. No solo por los peligros ocultos que ello implica, sino por una realidad palpable, que creemos ya alguna vez hemos intentado desenmascarar acá. En efecto, el hecho de que Canal 13, Todo Noticias, Radio Mitre y Clarín sean del mismo grupo empresario, implica que una persona común, ajena hasta ahora a estas intimidades del poder (del poder de los medios, en este caso), tome como ciertas las afirmaciones de cualquiera de éstos, confiando en que la confirmación que obtiene en los otros tres es suficiente prueba de verdad. Uno supone, incluso, que para la famosa “doña Rosa” a la que se dirigía Neustadt, que podrá haber sido un maléfico periodista pero que conocía muy bien al espectro de los oyentes y televidentes, será difícil de entender esto de que un medio pueda privilegiar su propio interés por sobre el derecho a informarse que tiene la ciudadanía.
El escenario de hoy lo conocemos. Y no nos gusta. Pero no por eso estamos obligados a aceptar cualquier otro. Sabemos cómo debemos proceder frente a la concentración actual, y nos genera preocupación no poder tener la misma seguridad en un futuro, cuando no tengamos conocimiento exacto acerca de quién fue con una valija llena de dólares a comprar los canales, las radios y los cables.
La falta de explicaciones adecuadas y la inimputabilidad, que linda ya en lo inmoral, que caracteriza a la administración kirchnerista, desde sus comienzos, no de ahora, hace que debamos sospechar, con todo el derecho del mundo, que los procedimientos utilizados para acrecentar los patrimonios de choferes, guardaespaldas y secretarios, devenidos rápidamente en empresarios del juego, de los trasportes, de la minería, de los negocios inmobiliarios y vaya a saber uno de cuántos negocios puros o impuros más, sean los mismos que se utilicen para apropiarse de los medios de comunicación.
De últimas, usted me puede decir que le da lo mismo que el dueño sea el “grupo Clarín” o el “grupo Kirchner”. ¡Pero a nosotros no, fíjese! Nosotros no le tenemos confianza a esta forma de acumular poder económico simulando un interés social. Nos asusta el adelanto, que nosotros vaticinamos claramente, que está expresado en las transmisiones del fútbol por el canal oficial (oficialista). Ahí las publicidades son del gobierno, o, lo que es peor, del partido del gobierno. Y en los programas periodísticos o de “opinión” del mismo canal, nunca hemos escuchado un análisis crítico de ninguna cuestión de la que sea parte interesada el matrimonio presidencial.
Ese absolutismo, que ya excede la natural predisposición a ser “más papistas que el Papa” que tienen los que trabajan en los medios del estado, nos hace pensar, como decíamos más arriba, que en circunstancias críticas, como pueden ser, por ejemplo, las semanas previas a elecciones de dudoso resultado, la propiedad de los medios (acumulada) permita mostrarle a la población una realidad que no es tal. Si ya lo hicieron con el IndeK, ¿qué duda nos puede caber de que repetirán maquiavélicamente la fórmula por aquello de que “el fin justifica los medios” (los medios de los medios, en este caso, si se nos permite el juego de palabras).
Nada amerita, ni siquiera la tan remanida (aunque cierta) recurrencia a la falta de legitimidad de la ley vigente por haber sido sancionada por un gobierno de facto, que se pretenda (y se logre) dictar una nueva bajo aparentes formas democráticas, que no son tales. Más allá de que los diputados que la votaron favorablemente, y de los senadores que estarán hoy viernes haciendo lo mismo, fueron elegidos por el voto popular, universal, secreto y obligatorio, en elecciones libres, la falta de independencia del Poder Legislativo es tan obvia, que los jefes de los bloques oficialistas no tienen ningún reparo en aceptar que van a pedirle instrucciones al “primer esposo”. No se discute en comisiones, se limita el número de las audiencias públicas y se escapa al tratamiento parlamentario adecuado, abusando de las mayorías de las que disponen o negociando con quién sabe qué prebendas para conseguir las que les faltan. Esto no le va a dar mayor legitimidad a la ley que se promulgue que la poca que tiene la que se hizo desde la CAL (Comisión de Asesoramiento Legislativo), engendro que inventaron los militares para suplir la acción del Congreso, a la que nada tiene que “envidiarle” este de ahora, manipulado descaradamente y convertido en un mero pasamanos o en una “escribanía del poder”, como alguna vez lo definiéramos y luego nos copiaran.
Solo como muestra de lo que vamos a ver con mucha frecuencia una vez que desde los siniestros pasillos del poder nos hagan “tragar el sapo” en aras de una supuesta libertad de prensa que ahora no es tal, pero que lo será menos todavía en un universo kirchnerista, el sábado los espectadores de un partido de fútbol y los tele espectadores del canal oficial, tuvieron que esperar que Néstor y Cristina se “mostraran” junto al féretro de Mercedes Sosa para que pudiera empezar la transmisión y, de hecho, el partido mismo.
“El líder popular, una vez que ha gustado del placer del mundo, cae en el delirio del poder y la grandeza y todo lo subordina a su permanencia en lo alto. Abolirá todo derecho hasta que, finalmente, comprenda el pueblo qué monstruo ha creado”.
Lo dijo Platón.
Dr. Mario Ignacio Arcusin, para Semanario Crónica de Basavilbaso

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