viernes, 30 de julio de 2010

Carta de Intención

Carta de Intención - Editorial del 30 de julio de 2010
Nacha Guevara, la misma que nos sorprendiera, ingratamente, el pasado año con su candidatura "testimonial" kirchnerista, grabó en el año 1971, en vivo, un disco llamado "Este es el año que es". Coherente con el pensamiento de Nacha, por lo menos hasta su claudicación del año pasado, el "long play" (¡qué antiguo!) incluye un tema del cual tomamos nuestro título de hoy, y se refiere, específicamente, a una supuesta demostración de obsecuencia y entrega por parte de Jorge Luis Borges para con el Fondo Monetario Internacional, bajo la advocación de una imaginaria "Asociación Nacional del Fomento Cipayo". Aprovechamos para recomendar que se escuchen todos los temas de ese disco (nosotros lo tenemos), porque más allá de reflejar el pensamiento y la acción de una década crucial para nuestro país, dejan claro que las reivindicaciones siguen siendo casi las mismas, porque pocas cosas han cambiado.
Esta introducción, que no viene mal como una manera de conocer cuestiones que hacen a la razón de ser de esta "argentinidad al palo", es principalmente una forma de contener la bronca que nos provocan algunas actitudes del gobierno provincial en relación con el conflicto salarial con los empleados públicos en general y con los docentes en particular.
El "urribarrismo", que no sabemos si es una entelequia pero que así se autodefine frente al también autodefinido "bustismo", para juntos completar esa costumbre del PJ de ponerse nombres alternativos para no ser nunca culpables de nada; ese "urribarrismo" que está pegado al proyecto nacional encarnado por Néstor y Cristina y por "6, 7, 8"; ese "urribarrismo" que se decanta por la sublimación de una tarea en Derechos Humanos que, como ya dijimos, no podría haber sido si no fuese por lo que antes (¡mucho antes!) hizo Raúl Alfonsín, que no descolgó cuadros sino que juzgó a las Juntas, frente a la inminencia del paro docente finalmente concretado esta semana, más precisamente el lunes y el martes, desnudó la verdadera identidad de ciertos tenebrosos personajes que parecen actores de otro escenario.
El Ministro de Gobierno, Adán Bahl, que no tiene escrúpulos en definirse como un militante de un partido que lleva, desde su fundación, y como estandartes, las banderas de la soberanía política, la independencia económica y la justicia social, ha tenido expresiones que pondrían colorado incluso a funcionarios de una dictadura, y que hubiesen ameritado, de tratarse de un gobierno de otros signo que no sea el peronista, un pedido de juicio político, y esto en tren de buscar salidas elegantes, porque ya la guillotina ha dejado de usarse y el patíbulo solo quedó para los doce de la película.
La Constitución Nacional, sancionada en el año 1853, pero reformada en lo fundamental dos veces más, sólo ha receptado de la que se hizo en 1949 un artículo decisivo, numerado como 14 bis, que en la parte que nos interesa (a nosotros, pero no al Ministro Bahl), dice, textualmente: "El trabajo en sus diversas formas gozará de la protección de las leyes, las que asegurarán al trabajador: condiciones dignas y equitativas de labor; jornada limitada; descanso y vacaciones pagados; retribución justa; salario mínimo vital móvil; igual remuneración por igual tarea; participación en las ganancias de las empresas, con control de la producción y colaboración en la dirección; protección contra el despido arbitrario; estabilidad del empleado público; organización sindical libre y democrática, reconocida por la simple inscripción en un registro especial. Queda garantizado a los gremios: concertar convenios colectivos de trabajo; recurrir a la conciliación y al arbitraje; el derecho de huelga. Los representantes gremiales gozarán de las garantías necesarias para el cumplimiento de su gestión sindical y las relacionadas con la estabilidad de su empleo". ¿Y ahora, Ministro Bahl, qué hacemos?
Para quién no leyó las democráticas y progresistas declaraciones del citado funcionario, les damos acá la posibilidad de regodearse con ellas: "Deploramos esta medida descabellada y destructiva que han anunciado los gremios. La huelga es una herramienta de última instancia, pero aquí se la está utilizando antes de empezar una negociación. ¿Qué van a hacer de acá en más? ¿Cortar rutas, encadenarse, una huelga de hambre?", se preguntó el ministro. A esta altura, los paros parecen la razón de ser de algunos gremialistas", concluyó.
Como una humilde contribución al conocimiento (poco) de Bahl, desde acá le contamos acerca de las 13 huelgas que Ubaldini realizó contra el gobierno radical de Alfonsín, avaladas por el peronismo de la época, y que tuvieron como objetivo conseguir que se pusieran en marcha los 26 puntos que contenía un documento alternativo al Plan Austral que había diseñado el por entonces Ministro de Economía, Juan Vital Sourrouille.
Ubalidini dijo, en esa oportunidad (otra vez citamos textual, para deslindar intencionalidades): "Si Alfonsín no le da al pueblo lo que legítimamente le corresponde, los trabajadores saldremos a la calle y paralizaremos el país cuantas veces sean necesarias". ¡Otra vez, Ministro Bahl!, ¿y ahora qué hacemos?
Y más. El 12 de junio de 1974 la CGT convocó a un acto en la Plaza de Mayo para respaldar al gobierno de Perón. El General se dirigió por última vez a sus seguidores y les dijo que cuiden las conquistas laborales porque se avecinaban tiempos difíciles. Se despidió diciendo: "Yo llevo en mis oídos la más maravillosa música que es para mí la palabra del pueblo argentino". Pocos días después, el 1º de julio, moría Juan Domingo Perón. Dejaba un vacío político proporcional al tamaño de su figura, e inversamente proporcional a la de muchos de sus seguidores y pretendidos émulos.
Nos parece más aplicable a este ministro, entonces, volviendo a Guevara (Nacha) una parte muy especial de esa Carta de Intención a la que hacíamos referencia más arriba. Y es la que promete "convencer a los gremios obreros, con tanques y con buenas razones, de que no deben insistir con las huelgas, a menos de que se trate de huelgas de hambre, en cuyo caso estarían consideradas entre las medidas de austeridad".
Pedimos disculpas por lo que algunos pueden considerar un exceso de encomillados, pero creímos necesario, dada la seriedad del tema y la liviandad con la que fue tratado desde el gobierno, aportar citas textuales e indubitadas, como para demostrar de qué lado está la verdad.
Porque en la misma Provincia de Entre Ríos en la que se mantiene sumergidos a los docentes con sueldos de miseria, una investigación del Tribunal de Cuentas, revela que hay funcionarios que aparecen en dos o tres lugares a la vez, en un mismo día y horario. Ese irregular manejo quedó al descubierto en un trabajo de investigación que se hizo recientemente en torno al movimiento que se concreta en el Instituto Portuario Provincial de Entre Ríos (IPPER). Allí aparecen esas personas y otras que dicen estar de viaje, fuera de Entre Ríos y cobran viáticos, cuando en realidad se encuentran en Paraná, entre muchísimos (demasiados) ejemplos sobre el manejo turbio de los dineros del Estado entrerriano.
Tenemos dos finales posibles. Uno tiene que ver con la frase con que Liliana (Eva) amenaza a Pampi (La Muerte) en la obra "Eva y la Muerte", que se estrenó el sábado pasado en nuestra ciudad: "Te hago un sindicato de muertos en el limbo". (¡Sí! Mientras no esté el ministro Bahl).
La otra es una cita de Alejandro Dolina, que alguna vez usamos ya acá, pero que nos parece adecuadísima:
"Mirando a ciertas personas que triunfan, cualquiera siente ganas de fracasar".
Dr. Mario Ignacio Arcusin, para Semanario Crónica de Basavilbaso

viernes, 23 de julio de 2010

Palabras, tan sólo palabras

Palabras, tan sólo palabras - Editorial del 23 de julio de 2010
Los discursos alusivos al recuerdo del atentado a la AMIA de Buenos Aires se están convirtiendo en un cúmulo de lugares comunes, mal que les pese a los que los dicen, y mucho más mal que les pese a los familiares de las víctimas, que venimos a ser todos, si es cierto lo que escuchamos año tras año.
Lo de “Justicia, Justicia perseguirás” se ha tornado una expresión de deseos vacía de contenido, porque no se presiona ante los que pueden hacer algo a fin de que deje de ser solo una frase para convertirse, de una vez por todas, en realidad. ¿Cómo se presiona? ¡Con los votos, amigos, con los votos!
Y digo esto porque primero lo he escuchado en los días y en los años inmediatamente siguientes al atentado, dentro del marco de la ingenuidad que suponía pedirle que imparta justicia al mismo gobierno que había generado las circunstancias que hicieron posible el atentado, y que luego había ocultado la realidad tanto de la autoría intelectual como de la llamada “conexión local”, término desubicado y que hace aparecer la reivindicación por el esclarecimiento como una tomada de pelo.
Y ya que hablo de eufemismos, también me tiene harto la definición de la AMIA como “la mutual judía”, asimilándola a lo que es OSECAC para los empleados de comercio o el IOSPER para los agentes de la administración pública. Sin menospreciar a nadie, y solo para poner las cosas en su lugar, la función de la AMIA, nacida, y esto creo ya haberlo dicho, como Jevrá Kedushá (Hermandad Santa) en el siglo 19, justo cuando la llegada de los primeros contingentes inmigratorios hizo necesaria su protección en la vida y en la muerte, ya que una de sus primeras y principales tareas fue la de fundar los cementerios y ocuparse de los servicios fúnebres de acuerdo al ritual judío, va mucho más allá que la imagen de un lugar en el que un judío saca las órdenes de consulta para que lo atienda un médico también judío. ¡Ridículo!
Y eso sin olvidar que, debido a las recurrentes persecuciones, la función de la AMIA fue siempre la de resguardar la integridad física, social y religiosa de los componentes de la colectividad, lo que hizo muy bien durante años, pero parece que se olvidó de hacer en éstos últimos, más ocupada en conveniencias y alianzas políticas que en cuestiones comunitarias.
Y cuando digo que estoy cansado de los discursos alusivos, hablo tanto del contenido como del continente. Me molesta que hablen los que no saben nada, pero más que lo hagan quienes en algún momento tuvieron funciones ejecutivas, legislativas o judiciales, y no pudieron, o no quisieron, hacer nada.
Decía Silvia (otra Silvia, no la de la semana pasada), en el acto que se hizo en nuestra ciudad por el aniversario del atentado, y en palabras que sin dudas fueron lo mejor de una conmemoración desprolija y anodina en la que había más ausentes que presentes (¿será porque no se inauguraba nada?), que no podía entender cómo amigos suyos, compañeros (de trabajo), convecinos, alababan a grupos terroristas como Hezbollah o Hamas, suponiendo que de esa manera activaban su “progresismo”. Yo me propongo ir un poco más allá, y siguiendo firmemente la convicción que siempre, aún a riesgo de equivocarme, he seguido desde la firma de estos editoriales, en la cátedra y en la militancia, hablando por mí, y no a través de la voz de un ventrílocuo, por más famoso que éste sea.
¿Acaso aquellos que niegan el Holocausto reconocen que en ese tiempo de horror no existía el Estado de Israel, ese estado sionista al que, en una actitud típica del fascismo, le adjudican la maldad absoluta?
Digo, entonces, por ejemplo, que estar de acuerdo con Venezuela, sabiendo que ese país, o por lo menos su máxima autoridad, apoya incondicionalmente la postura de Irán y su declamado propósito de arrasar al Estado de Israel y tirar los judíos al mar, es más o menos como decirme que poco le importa que en ese país, tan país como cualquier otro, vivan hombre, mujeres y niños iguales que él y que yo.
Bronca me da que esos mismos iluminados, algunos de los cuales estaban dando vueltas en el auto alrededor de la Plazoleta San Martín pero no entraron a la Biblioteca Lucienville, se las den de adelantados en el pensamiento sólo por haber apoyado el matrimonio entre homosexuales. ¿Tan estúpidos son que ni siquiera saben que en los países que combaten a Israel desde una supuesta postura “humanista” se castiga con la pena de lapidación a esos que ahí, en Irán, califican como desviados sexuales, mientras, por ejemplo, permiten la poligamia pero no la poliandria? Para los que no los saben, la primera es la institución que posibilita que un hombre tenga varias esposas, mientras que la segunda es la que retribuye el derecho, posibilitando que una mujer tenga varios maridos. En esos países, ya que estamos, el hombre poligámico es visto como una especie de Dios, mientras la mujer adúltera recibe la misma pena que los homosexuales, que ahora describimos, explicándola, como la muerte a pedradas. ¿Muy “progre”, no?
Esa ceguera que ya constituye un atavismo es la que lleva a determinado sector político supuestamente revolucionario a sumarse a cualquier proyecto que tenga como medio o como fin combatir al judaísmo, quizás como una resultante final de aquella acusación de deicidio que nunca se terminó de borrar.
El atentado a la AMIA fue un atentado contra los judíos, por más que haya habido víctimas de otras religiones. Hay varias pruebas de ello, pero una de las más importantes es que, diez y seis años después, el recuerdo, los actos, los reclamos de justicia, todo, siguen siendo hechos por integrantes de la comunidad judía. No hay actos organizados por los gobiernos nacional, provincial y municipal, como debería ser si, de verdad, se sintieran todos parte de los destinatarios del horror. Y la presencia de representantes de distintas religiones en el púlpito de las oraciones en memoria de los muertos y en reclamo de justicia no es nada más (¡y nada menos!) que la demostración de que la todavía no respondida pregunta de Crónica (¿Por qué no hubo ceremonia multiconfesional para el Bicentenario en Basavilbaso?) es una asignatura pendiente para los responsables.
Llamativamente (¿llamativamente?) desde el grupo Memoria Activa, organizador de un acto paralelo (¡hasta esas incongruencias tenemos!) al que organizó la dirigencia comunitaria en Buenos Aires, se cantaron loas al kirchnerismo, por su decisión de reabrir la causa. Yo no creo que no se estén dando cuenta de su papel de idiotas útiles, al conformarse y ser cómplices de una disuasión que tiende a volver a poner en la cárcel a Telleldín, que de últimas es sólo un “perejil”, mientras se siguen manteniendo relaciones diplomáticas con Irán, que no accede a extraditar a los responsables intelectuales (¡qué intelecto, eh!), se invita y se es invitado (por eso del “retorno”) a y por Chávez, que no oculta su condición de antijudío, porque, como está expresado más arriba, el sionismo es cosa nueva, pero el judaísmo tiene más de 4.000 años. El odio visceral que muestra el caudillo venezolano cuando dice "la revolución bolivariana, desde el primer día, se puso del lado del pueblo palestino, de su memorable lucha contra el Estado genocida de Israel, que atropella, que mata", no hace más que desnudar su deseo de un nuevo Holocausto, al que sin duda llegaremos si se sigue negando y aceptando que se niegue el anterior.
Terminamos con otra frase (¡genial!) del mismo libro de Víctor Hugo que citábamos la semana pasada:
“Es miserable el que secunda la bajeza porque de ella saca provecho; pero, desgraciadamente, también es miserable el que se deja humillar aún siendo consciente de ello”.
¡Es ese el verdadero problema¡
Dr. Mario Ignacio Arcusin, para Semanario Crónica de Basavilbaso

jueves, 15 de julio de 2010

Si te dicen que caí

Si te dicen que caí - Editorial del 16 de julio de 2010
El título de hoy lo hemos tomado de una novela de Juan Marsé, un escritor catalán antifranquista. Por dos cosas. Primero, y obviamente, para aplaudir su antifranquismo, como ejemplo de postura frente a una dictadura. Y segundo, como nos gusta, por el juego de palabras que supone el final de la frase, comparándola con la sigla del tema que hoy nos ocupa.
Y el hecho es, tal como lo consignamos en otra página de esta edición, que el Consejo General de Educación (CGE), máximo organismo de conducción de la enseñanza en nuestra provincia, resolvió crear una estructura paralela dentro de las escuelas, que funcionará mayormente los sábados, para lo cual contratará personal tercerizado que, para poder cobrar, deberá presentar factura, y estar inscripto como contribuyente monotributista ante la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP).
Los denominados Centros de Actividades Infantiles (CAI, ¡por fin!) funcionarán en todas las escuelas primarias de la provincia donde los alumnos requieran un apoyo adicional para “evitar el fracaso” (sic).
Algunas consideraciones manifestadas respecto a este tema y a la educación en general (ya que estamos) tan pública como anónimamente por lectores de páginas digitales de nuestra ciudad, nos impulsaron a decidir tocar hoy la cuestión, tanto desde el punto de vista de los contenidos, cuánto desde el punto de vista de quienes los desarrollan, esto es docentes y alumnos.
Para los que no lo saben, y a fin de hacer lo más transparente posible la inteligencia de esta nota, el autor de esta página ejerce, desde hace muchos años, la docencia, y, casi paralelamente, el gremialismo docente, con un rol activo, actualmente, a nivel provincial.
Decíamos, nosotros mismos, en una de esas entradas a “comentarios” (nos atrevemos a transcribirlo casi textual porque sabemos que no todos los lectores tienen acceso a la información digitalizada) que existe un ordenamiento legal que define las incumbencias profesionales y los alcances de un título. Y en el caso de la docencia, esa normativa se llama Estatuto del Docente Entrerriano, y es el que establece la necesidad, y obligatoriedad, de los concursos.
Entonces, así como para otro tipo de actividades profesionales, de ejercicio libre o no, hay una serie de exigencias mínimas sine qua non, y a nadie se le ocurriría hoy, como en los tiempos del Far West, nombrar ayudante del comisario al “chico bueno” del pueblo, poniéndole una estrella en el pecho y un revólver en la cintura, tampoco sería creíble, volviendo a las películas, conformar el plantel de enfermeras de un hospital con voluntarias, al estilo de “Lo que el viento se llevó”. Sin embargo, vemos que a este gobierno poco le importa confiar la formación de las nuevas generaciones de jóvenes entrerrianos a improvisados que podrán tener tanta buena voluntad como tenía mi babe (abuela) Adela, cuando pretendía curarnos todos los males con una sopa de pollo. Finalmente, aún queriéndola como la queríamos, teníamos que terminar yendo al médico.
Una amiga con la que compartimos los trayectos de la lucha gremial, nos decía, en ocasión de esta discusión, y con una mirada mucho más profunda que la nuestra, que si de “políticas compensatorias” hablamos (en el sentido de darle un poco más de educación a quiénes más la necesitan), esta propuesta del gobierno no hace más que reproducir más desigualdades, pues si para los chicos que, por una cuestión socio-cultural, necesitan que el Estado se encargue de darles “clases de apoyo”, se las damos con gente que no necesariamente tiene formación docente, estamos reproduciendo el pensamiento de dar lo que me sobra. ¿Cómo era eso de la "práctica indigna de la caridad"?, se preguntaba, entonces, Silvia.
Dejando de lado el afán demagógico, proselitista y acomodaticio que mueve a este gobierno provincial a poner este mecanismo en marcha (que ni es mecanismo ni marcha, ni marchará), y haciendo un análisis rápido de la Resolución N° 1920 que le da nacimiento a este engendro, nos encontramos con que todo lo que se pretende subsanar con esta idea “innovadora” es lo que hacemos a diario los docentes. Y, encima, discutiendo por salarios de miseria y supliéndonos con precarización laboral, que eso y no otra cosa es el empleo a través del monotributo, que está pensado para encubrir una relación laboral.
Nos pusimos a releer, a propósito de esta cuestión, y aclarando que nos queda material para, por lo menos, dos editoriales más, y que desde ya estamos “lamentando” la falta de espacio, a José Ingenieros (que no era ingeniero sino sociólogo, entre otras cosas), un poco para sacarnos la bronca y tratar de encontrar en lo que él escribió hace cien años alguna explicación racional que coincida con lo que nosotros creemos lógico y comprensible.
Entonces, en “Las Fuerzas Morales”, escrito cuando todavía no había ni kirchneristas ni “monopolios mediáticos”, como para despejar cualquier duda de intencionalidad, y aprovechando que sobre ésto en “6, 7, 8” no podrán rasgarse las vestiduras, dice Ingenieros: “Deben ser excluidas de la dirección educativa todas las influencias políticas y dogmáticas. Las primeras corrompen la moral de los educadores y rebajan el nivel de la enseñanza; las segundas conspiran contra la libertad de pensar y tienden a invadir el fuero de la conciencia individual” ¡Grande José! Si hasta parece que estuviera redivivo en estas tierras del Montiel (de las cuchillas), describiendo lo que pasa y lo que podría llegar a pasar con la implementación de este CAI perverso, que, comparando otros emprendimientos “pseudo educativos” que recientemente se instauraron en Entre Ríos al amparo del urribarrismo, pero antes también del bustismo, solo servirá para “colocar” a amigos del poder, generalmente desocupados por su propia incapacidad, o para trasladar a otros desde sus lugares naturales, adscribiéndolos a cargos directivos que, de otra manera, nunca hubiesen conseguido.
En uno de esos comentarios que terminaron siendo “disparadores” de la página de hoy, alguien, anónimamente, arriesga que “en las escuelas se hace paro porque lo dice la maestra más quilombera”. Haciéndonos cargo del apodo, para que nos caiga el sayo, debemos decir, como dijo José Martí (hoy estamos muy recurrentes a grandes pensadores), "los derechos no se piden; se arrancan". Y que si no fuera por “quilomberos” como Moisés, Espartaco, Jesucristo, Robespierre, San Martín, el Che Guevara, y algunos más que merecerían estar en esta lista, seríamos ovejas de un rebaño conducido por iluminados por su propio ego. ¡¿Seríamos?!
El genial Ingenieros, en el cual hoy abrevamos, por suerte, también dice que: “la dignidad del magisterio se elevará cuando la conciencia social justiprecie el significado de su labor. En la antigüedad los maestros fueron esclavos, más tarde fueron siervos, y hoy son asalariados. El porvenir dignificará cada vez más su situación (¡se equivocó, acá!) asegurándoles sin limitaciones el bienestar material que necesitan, elevando su rango civil hasta la altura de sus funciones y dándoles la autoridad moral que hará más eficaz su esfuerzo”. ¡Otra vez, grande José!
Nos sacamos, pues, escribiendo, la bronca. Aún sabiendo que, para el gobierno provincial, rige la máxima que un amigo había puesto en forma de grafitty en la pared de su departamento, en nuestra época de estudiante:
“Dicen que no me importa nada, pero no me importa”.
Dr. Mario Ignacio Arcusin, para Semanario Crónica de Basavilbaso

viernes, 2 de julio de 2010

194, y no 200

194, y no 200 - Editorial del 2 de julio de 2010
Estamos comenzando a escribir estas líneas justo cuando se están cumpliendo 195 años del Congreso de Oriente, hecho histórico poco conocido que constituyó la primera declaración de independencia en nuestro país, el 29 de junio de 1815, en la para nosotros cercana ciudad de Concepción del Uruguay.
Al Congreso de Oriente asistieron representantes de todas las provincias que integraban la Liga de los Pueblos Libres (Entre Ríos, Corrientes, Misiones, Santa Fe, Córdoba y la Banda Oriental), convocados por su Protector, José Gervasio Artigas, en el marco de un proceso emancipador y fundacional para la historia del federalismo en nuestra región, donde se consolidaron tempranamente los valores democráticos de soberanía popular, autonomía provincial y, como dijo el propio Artigas, "la libertad en toda su extensión imaginable".
Pero más allá de ello, y luego de haber hecho el rescate histórico que el mismo se merece, vamos a entrar a desentrañar el porqué de la afirmación que hiciéramos hace unos meses, referida a nuestra opinión respecto a que el Bicentenario de nuestra Patria debe conmemorarse en 2016, más precisamente el 9 de Julio.
La realidad previa a 1816, para los argentinos que todavía no se llamaban así, era muy distinta a la de los días de Mayo. Ahora se sabía que España preparaba la mayor expedición transoceánica que se hubiera conocido (similar a la que muchos años después no pudieron predecir los generales de Galtieri cuando Malvinas). San Martín vaticinaba que de no atacarse a los españoles en los dos años inmediatos ya no sería posible vencerlos. No quedaba otra que hacer lo que hicieron: ir a la patriada, al puro corazón, atrás de un acto grande y de una palabra breve.
Cuando éramos chicos, el relato de aquella mañana en que Narciso Laprida dispuso que se preguntara a los congresales reunidos en una casona tucumana si querían “que las Provincias Unidas del Río de la Plata fuesen una Nación libre e independiente de los reyes de España y de la metrópoli” nos embargaba de patriotismo, acaso todavía sin saber lo que esa palabra significaba. Y más todavía si la historia venía en forma de pequeña y escolar obra de teatro, ya que el sí estruendoso, mezcla de grito y de aplauso, ganaba el alma y el corazón de cada uno de nosotros.
Ya de grandes, a medida que íbamos conociendo las circunstancias que en verdad rodearon esa mágica mañana de julio, empezamos a descubrir que la sensación de peligro les despertó el coraje a esos hombres que viajaron largas horas de largos días desde sus provincias hasta Tucumán, y les hizo acelerar la inminencia de lo que sería un “acto creador”.
Nosotros insistimos con la idea de un Bicentenario en 2016 porque fue por esos días, y no seis años antes, que estuvimos a punto de ser monárquicos para no irritar al invasivo fantasma europeo. Y aunque por esos tiempos nada sabíamos todavía de los “pueblos originarios”, muchos congresales alimentaron esperanzas de coronar a algún cacique incaico.
A pocos años de la Revolución de Mayo, el verdadero “riesgo país” era absoluto, y no sólo económico. Las provincias se hacían y se deshacían en un todo de acuerdo con el voluntarismo cerril de sus caudillos, mientras el Directorio perdía autoridad y Carlos de Alvear, su Director Supremo, llegaba hasta a ofrecer entregar la Patria en ciernes a la Gran Bretaña. Imperaba la anarquía y enfrentábamos a los españoles sin ser todavía independientes. Tanto era así que desde Mendoza San Martín reclamaba: “¿hasta cuándo esperaremos?”.
De ahí, entonces, que la Declaración de la Independencia haya sido, como fue, un golpe de luz; casi un milagro. Porque pese a lo heterogéneo de su origen, los congresales no vacilaron en lo esencial y dieron el paso que había que dar.
Teniendo en cuenta la cantidad de piezas sueltas que tenía la maquinaria política y social por aquellos tiempos, no es posible imaginar un nacimiento que se asemeje al de 1816.
Pero, además, y quizás mucho más trascendentemente, en aquél 9 de Julio ahora tan lejano, los argentinos comenzamos a forjarnos los contenidos básicos de nuestra identidad. ¡Hacer una Patria de aquella heredad infecunda, de aquél espacio que por entonces era sólo desierto! Y, para colmo, al otro día, a pocas horas de la Declaración, Pueyrredón, el nuevo Director Supremo, y José de San Martín, revisaron los detalles (tenían más pobrezas y dificultades que otra cosa) y resolvieron el ataque al Imperio a través de algo que sonaba más insólito que las batallas del Quijote contra los molinos de viento. La idea que “tiraron” sobre la mesa era cruzar los Andes y atacar. ¡Así de simple! ¡Ojalá muchas otras veces como ahí en la Argentina hubiese triunfado la dignidad por sobre el cálculo!
Ahora, a casi doscientos años (nótese que decimos casi), todo cambió. La tierra está dominada, fruto de la inmigración europea. Las galeras en las que se trasladaron los congresales a Tucumán son ahora aviones en los que se cruza el país en dos horas.
Pero, a pesar de todo, enmarañados en una serie de posibilidades mal conducidas, estamos desalentados. Como dijera alguna vez Germán Sopeña “los argentinos no perdemos la oportunidad de perder la oportunidad”.
Nos permitimos el inconsciente lujo de comparar una crisis financiera con un bombardeo atómico. Tenemos todo lo externo y una voluntad casi religiosa de vivir, pero no sabemos ordenar la marcha. Inmaduros, oscilamos entre la exultación vana (que muchos experimentan hoy a favor del kirchnerismo), y la queja aún más que vana. Despreciable.
Sin ir más lejos, a ocho años de las muertes de Kosteki y Santillán, los actores de ese drama pretenden hacernos creer que nadie estaba ese día en donde estaba. Ni Duhalde, motor de aquel operativo de represión, hoy lanzado a la Presidencia; ni Felipe Solá (entonces gobernador bonaerense y ahora también candidato); ni Alfredo Atanasof (por entonces jefe de Gabinete y hoy vocero de Duhalde), ni el actual jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, también por aquellos tiempos funcionario del caudillo de Banfield.
Y otros, en la supuesta vereda de enfrente, intentan convencernos de que son “el mal menor”, ocultándonos los negociados, el dinero de Santa Cruz, las inversiones fantasmas en El Calafate, las coimas en Venezuela, las campañas financiadas con los medicamentos truchos, etc.
La travesía que ahora nos toca encarar es otra, ya que el desierto (por lo menos aquél desierto de tierra) hoy ya no existe. Pero ahora el terreno que parece sin cultivo es nuestra mente, capaz de receptar mentiras sin advertirlas, repitiendo hasta el cansancio la alternativa fatal de tropezar, una y otra vez, con la misma piedra.
Hablamos de Bicentenario, pero le tememos a la cultura, a la democracia y a la libertad. Si esto fuera un balance contable, indudablemente que el rojo del debe sería demasiado abultado.
Aquellos hombres con nada hicieron todo. ¿Es posible que nosotros, que tanto nos jactamos de la Patria y de la estirpe (por lo menos en los discursos), teniéndolo todo no nos animemos a nada?
Entre las cosas que de chicos pudimos leer, por obra y gracia del consejo de nuestros padres, está la genial “Los Miserables”, de Víctor Hugo (no Morales). De esa inmortal obra extraemos una frase para el final:
“Los que dejan que los humillen por temor o facilismo perpetúan no sólo su propia humillación, sino la de sus descendientes. No comprenden que mientras más se dobleguen más los doblegarán. Al contrario, aquellos que no aceptan que los humillen y que no entregan sus conciencias, aunque anden desnudos y tan sólo coman mendrugos de pan, son mucho más dignos que los que se visten de seda a expensas de sus conciencias".
Dr. Mario Ignacio Arcusin, para Semanario Crónica de Basavilbaso