jueves, 15 de julio de 2010

Si te dicen que caí

Si te dicen que caí - Editorial del 16 de julio de 2010
El título de hoy lo hemos tomado de una novela de Juan Marsé, un escritor catalán antifranquista. Por dos cosas. Primero, y obviamente, para aplaudir su antifranquismo, como ejemplo de postura frente a una dictadura. Y segundo, como nos gusta, por el juego de palabras que supone el final de la frase, comparándola con la sigla del tema que hoy nos ocupa.
Y el hecho es, tal como lo consignamos en otra página de esta edición, que el Consejo General de Educación (CGE), máximo organismo de conducción de la enseñanza en nuestra provincia, resolvió crear una estructura paralela dentro de las escuelas, que funcionará mayormente los sábados, para lo cual contratará personal tercerizado que, para poder cobrar, deberá presentar factura, y estar inscripto como contribuyente monotributista ante la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP).
Los denominados Centros de Actividades Infantiles (CAI, ¡por fin!) funcionarán en todas las escuelas primarias de la provincia donde los alumnos requieran un apoyo adicional para “evitar el fracaso” (sic).
Algunas consideraciones manifestadas respecto a este tema y a la educación en general (ya que estamos) tan pública como anónimamente por lectores de páginas digitales de nuestra ciudad, nos impulsaron a decidir tocar hoy la cuestión, tanto desde el punto de vista de los contenidos, cuánto desde el punto de vista de quienes los desarrollan, esto es docentes y alumnos.
Para los que no lo saben, y a fin de hacer lo más transparente posible la inteligencia de esta nota, el autor de esta página ejerce, desde hace muchos años, la docencia, y, casi paralelamente, el gremialismo docente, con un rol activo, actualmente, a nivel provincial.
Decíamos, nosotros mismos, en una de esas entradas a “comentarios” (nos atrevemos a transcribirlo casi textual porque sabemos que no todos los lectores tienen acceso a la información digitalizada) que existe un ordenamiento legal que define las incumbencias profesionales y los alcances de un título. Y en el caso de la docencia, esa normativa se llama Estatuto del Docente Entrerriano, y es el que establece la necesidad, y obligatoriedad, de los concursos.
Entonces, así como para otro tipo de actividades profesionales, de ejercicio libre o no, hay una serie de exigencias mínimas sine qua non, y a nadie se le ocurriría hoy, como en los tiempos del Far West, nombrar ayudante del comisario al “chico bueno” del pueblo, poniéndole una estrella en el pecho y un revólver en la cintura, tampoco sería creíble, volviendo a las películas, conformar el plantel de enfermeras de un hospital con voluntarias, al estilo de “Lo que el viento se llevó”. Sin embargo, vemos que a este gobierno poco le importa confiar la formación de las nuevas generaciones de jóvenes entrerrianos a improvisados que podrán tener tanta buena voluntad como tenía mi babe (abuela) Adela, cuando pretendía curarnos todos los males con una sopa de pollo. Finalmente, aún queriéndola como la queríamos, teníamos que terminar yendo al médico.
Una amiga con la que compartimos los trayectos de la lucha gremial, nos decía, en ocasión de esta discusión, y con una mirada mucho más profunda que la nuestra, que si de “políticas compensatorias” hablamos (en el sentido de darle un poco más de educación a quiénes más la necesitan), esta propuesta del gobierno no hace más que reproducir más desigualdades, pues si para los chicos que, por una cuestión socio-cultural, necesitan que el Estado se encargue de darles “clases de apoyo”, se las damos con gente que no necesariamente tiene formación docente, estamos reproduciendo el pensamiento de dar lo que me sobra. ¿Cómo era eso de la "práctica indigna de la caridad"?, se preguntaba, entonces, Silvia.
Dejando de lado el afán demagógico, proselitista y acomodaticio que mueve a este gobierno provincial a poner este mecanismo en marcha (que ni es mecanismo ni marcha, ni marchará), y haciendo un análisis rápido de la Resolución N° 1920 que le da nacimiento a este engendro, nos encontramos con que todo lo que se pretende subsanar con esta idea “innovadora” es lo que hacemos a diario los docentes. Y, encima, discutiendo por salarios de miseria y supliéndonos con precarización laboral, que eso y no otra cosa es el empleo a través del monotributo, que está pensado para encubrir una relación laboral.
Nos pusimos a releer, a propósito de esta cuestión, y aclarando que nos queda material para, por lo menos, dos editoriales más, y que desde ya estamos “lamentando” la falta de espacio, a José Ingenieros (que no era ingeniero sino sociólogo, entre otras cosas), un poco para sacarnos la bronca y tratar de encontrar en lo que él escribió hace cien años alguna explicación racional que coincida con lo que nosotros creemos lógico y comprensible.
Entonces, en “Las Fuerzas Morales”, escrito cuando todavía no había ni kirchneristas ni “monopolios mediáticos”, como para despejar cualquier duda de intencionalidad, y aprovechando que sobre ésto en “6, 7, 8” no podrán rasgarse las vestiduras, dice Ingenieros: “Deben ser excluidas de la dirección educativa todas las influencias políticas y dogmáticas. Las primeras corrompen la moral de los educadores y rebajan el nivel de la enseñanza; las segundas conspiran contra la libertad de pensar y tienden a invadir el fuero de la conciencia individual” ¡Grande José! Si hasta parece que estuviera redivivo en estas tierras del Montiel (de las cuchillas), describiendo lo que pasa y lo que podría llegar a pasar con la implementación de este CAI perverso, que, comparando otros emprendimientos “pseudo educativos” que recientemente se instauraron en Entre Ríos al amparo del urribarrismo, pero antes también del bustismo, solo servirá para “colocar” a amigos del poder, generalmente desocupados por su propia incapacidad, o para trasladar a otros desde sus lugares naturales, adscribiéndolos a cargos directivos que, de otra manera, nunca hubiesen conseguido.
En uno de esos comentarios que terminaron siendo “disparadores” de la página de hoy, alguien, anónimamente, arriesga que “en las escuelas se hace paro porque lo dice la maestra más quilombera”. Haciéndonos cargo del apodo, para que nos caiga el sayo, debemos decir, como dijo José Martí (hoy estamos muy recurrentes a grandes pensadores), "los derechos no se piden; se arrancan". Y que si no fuera por “quilomberos” como Moisés, Espartaco, Jesucristo, Robespierre, San Martín, el Che Guevara, y algunos más que merecerían estar en esta lista, seríamos ovejas de un rebaño conducido por iluminados por su propio ego. ¡¿Seríamos?!
El genial Ingenieros, en el cual hoy abrevamos, por suerte, también dice que: “la dignidad del magisterio se elevará cuando la conciencia social justiprecie el significado de su labor. En la antigüedad los maestros fueron esclavos, más tarde fueron siervos, y hoy son asalariados. El porvenir dignificará cada vez más su situación (¡se equivocó, acá!) asegurándoles sin limitaciones el bienestar material que necesitan, elevando su rango civil hasta la altura de sus funciones y dándoles la autoridad moral que hará más eficaz su esfuerzo”. ¡Otra vez, grande José!
Nos sacamos, pues, escribiendo, la bronca. Aún sabiendo que, para el gobierno provincial, rige la máxima que un amigo había puesto en forma de grafitty en la pared de su departamento, en nuestra época de estudiante:
“Dicen que no me importa nada, pero no me importa”.
Dr. Mario Ignacio Arcusin, para Semanario Crónica de Basavilbaso

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