jueves, 24 de junio de 2010

Golpe a golpe, “verso a verso”

Golpe a golpe, “verso a verso” - Editorial del 25 de junio de 2010
El lunes, a las 7 de la mañana, se cumplirán 44 años del día y del momento en que Arturo Umberto Illia, aquél hombre desgarbado y con las canas prolijamente peinadas, se despedía de sus colaboradores, destituido por un movimiento castrense autodenominado "Revolución Argentina", que con un presunto "proyecto refundacional", más autocrático que republicano, entró a la Casa Rosada. Fue la primera vez que escuchamos la tenebrosa frase "tenemos objetivos y no plazos".
No es para nosotros una tranquilidad saber que algunos años después, más que nada luego de la muerte de Illia ocurrida en enero de 1983, la sociedad comenzó a reconocerle los valores que tenía. Y no lo es porque, de acuerdo al dicho popular, nunca más verdadero que en este caso, "la justicia lenta no es justicia".
Suponemos que no solo la historia volverá a repetirse, sino que, ineludiblemente, cada vez que se recuerde la figura de Illia se dejará de lado la imagen denostada que mostró el periodismo de aquella época, presentándolo como un "tortugón inoperante", para privilegiar su democracia y su republicanismo. Y esto no es poco, en tiempos en que pareciera ser que nuestra historia se basa en la subcultura de la viveza criolla, tendiendo a considerar bobos a los honestos y a los decentes.
Pero no queremos quedarnos en el rescate de la figura de Don Arturo, porque creemos que hay muchas cosas que trascienden esta cuestión, y que es necesario replantear ciertos hechos, a la luz de lecturas falaces y deformantes que se hacen desde el poder.
De un tiempo a esta parte, y sobre todo desde la llegada del kirchnerismo al gobierno, se quiere hacer creer a la gente, y más que nada a las generaciones nuevas, que los únicos golpes de estado que sufrió la Argentina fueron los del 16 de septiembre de 1955 y del 24 de marzo de 1976, ambos, coincidentemente, realizados contra gobiernos nacionales peronistas, más allá de que en algunas provincias y municipios haya habido mandatarios de otro signo.
Esto significa desconocer, olímpicamente, nada más y nada menos que el primero de ellos, contra Hipólito Yrigoyen, y el que hoy recordamos, sólo porque ambos presidentes eran radicales. ¿Sólo? ¿O es que, además, figuras que luego formaron parte del peronismo estuvieron en aquél fatídico 6 de septiembre de 1930, y luego dirigentes prominentes del justicialismo y de su movimiento sindical pactaron con los militares, y principalmente con Onganía, la caída de Illia?
Una de esas falacias que mencionamos más arriba, y que repiten desde su altar autoconstruido figuras que se creen historiadores y venden su ideología al mejor postor, es que el gobierno radical que asumió el 12 de octubre de 1963 tenía escasa representatividad electoral. Se repite estúpidamente que los votos en blanco lo habían superado en las elecciones (lo que es una vulgar mentira), para pasar luego a enrostrarle falta de aptitudes y esa supuesta inoperancia que "justificaba" el mote de "tortuga" y la caricatura (también mal intencionada) de presentarlo dándole de comer a las palomas de Plaza de Mayo, como si esa fuera su única ocupación.
Illia no entró por la ventana, y defender la idea de que sí lo hizo es hacerle el juego a los que proponen "salidas" por fuera de la democracia. Por eso hay que enseñar profusamente que hubo quienes así lo propusieron alguna vez, creyendo (o haciéndonos creer) que era mejor un gobierno dictatorial fuerte que uno republicano débil.
Nos hacemos cargo de la absurda proscripción del peronismo, así como de que los auténticos seguidores de Perón no tuvieron en esa elección otra alternativa que votar en blanco. Pero aún así también en esa enseñanza a las nuevas generaciones, con la finalidad de que no se "traguen un sapo", se debe incluir el dato de que los sobres vacíos sumaron un 18%, o sea significativamente menos que el 25% del ilustre radical, que, comparando cosas ocurridas no hace mucho, sacó un punto más que lo que Menem obtendría en 2003 (para luego renunciar a la segunda vuelta) y tres más que Kirchner, devenido Presidente de la Nación y no por ello, aunque la lógica perversa nos pudiera llevar a decir otra cosa, tildado de falto de representatividad. ¿No?
Bueno es recordar, también, que por aquellos tiempos regía la constitución del '53, y que no se elegía directamente al Presidente sino a un Colegio Electoral, dentro del cual fue votado por la mayoría absoluta.
Pero nos estamos metiendo en un camino peligroso, que consiste en tratar de explicar las razones de la víctima, lo cual puede llegar a suponer exculpar al victimario. No importan ni las absurdas búsquedas de culpas en el gobierno de ese momento ni las inútiles justificaciones del golpe, que llegan incluso hasta nuestros días. No olvidemos que en la nueva Constitución de Entre Ríos, en un artículo "a medida" del que son responsables todos los que lo votaron, se crean dos categorías o subespecies de dictaduras: las anteriores a 1976, y la del autodenominado "Proceso de Reorganización Nacional". Decimos esto porque el artículo 6° expresa que "Es condición de idoneidad para ocupar cualquier función de gobierno no haber desempeñado a partir del 24 de marzo de 1976 cargos de responsabilidad política en los regímenes de facto". Alguna vez dijimos que ese era un "traje a medida" de algunos todavía promisorios dirigentes del oficialismo provincial, incluso de ciertos y determinados convencionales, que prestaron su profesionalidad y su imagen a un gobierno "de facto", tan "de facto" como cualquiera de los otros; tan "dictadura" como la que más; y tan insanablemente nulo como el de la Revolución Libertadora y el de Videla y sus secuaces. ¡Y que nos demuestren lo contrario si se animan!
Todavía recordamos haber visto, en nuestra adolescencia, un "graffity" que permaneció hasta mucho tiempo después, en una de las paredes del baldío en el que hoy está construida la Escuela N° 10, refiriéndose al gobierno de Lanusse, del cual en Basavilbaso era exponente el Intendente Reynaldo Erpen y sus secretarios y asesores, con la indudable frase "se va a acabar, la dictadura militar". Y no es vano recordar que fue en ese período, que la Constitución de Entre Ríos salva, y que comenzara con el golpe del que el lunes se cumplen 44 años, que se concretó la masacre de Trelew, lo que no es poca cosa.
A lo lejos en el tiempo sabemos que entre las causas de aquél golpe están la construcción del Complejo Chocón-Cerros Colorados; la negativa a enviar tropas a Santo Domingo como quería EEUU; la implementación del salario mínimo, vital y móvil; la defensa irrestricta del Estatuto del Docente; la asignación de la cuarta parte del presupuesto a Educación, todas cosas que molestaban al "establishment" de aquellos tiempos, integrado entre otros por el sindicalismo peronista.
Es claro que para la revista Primera Plana (de la que deberían hablar alguna vez los "genios" de 6, 7, 8) era más importante ironizar sobre los modestos hábitos de vida matrimoniales de Illia y de su esposa, que viajaban en un Renault Gordini y conservaban como único bien su modesta casa en Cruz del Eje. ¡Igualito que ahora!
A los generales golpistas, retroalimentados por los civiles colaboracionistas, no les importó que el presupuesto estuviera equilibrado, ni que la economía exhibiese una sólida recuperación. Tampoco les importó a los sindicalistas que hubiera pleno empleo y que la clase trabajadora recibiera más del cuarenta por ciento del Producto Bruto Interno.
Para ellos era más fuerte la idea de que la tortuga debías ser reemplazada por un león. Y, hablando de animales, el golpe que hoy recordamos (y queríamos también ver rememorado por esos partes de prensa que provienen de ciertas organismos públicos cuando de "ofensas" al peronismo se trata) terminó siendo el "huevo de la serpiente", porque cerró los caminos de la democracia, expulsó a los científicos, acunó a la guerrilla y generó la feroz represión que todos conocimos.
Dr. Mario Ignacio Arcusin, para Semanario Crónica de Basavilbaso

viernes, 18 de junio de 2010

Sobre causas y efectos

Sobre causas y efectos - Editorial del 18 de junio de 2010
A nosotros nos parece muy justo y válido el reclamo por la identidad de los hijos de desaparecidos, sobre todo de aquellos apropiados, tal como parece ser el caso de Marcela y Felipe Noble Herrera, adoptados por lo menos irregularmente por la dueña de Clarín.
No está de más recordar, de paso, que el delito no es tal solamente para aquellos que recibieron bebés de ese origen. En sí la supresión de identidad y el ocultar quiénes son sus padres biológicos es una acción punible que está prevista en el artículo 138 y siguientes del Código Penal de la Nación.
Esta causa en particular fue iniciada por la Asociación Abuelas de Plaza de Mayo, que preside Estela de Carlotto, hace ya varios años. En el caso de Marcela, se cree que sería hija de Roberto Lanuscou y Bárbara Miranda, mientras que Ernesto García y María del Carmen Gualdero podrían ser los padres de Felipe. Lanuscou, Miranda, García y Gualdero, continúan desaparecidos junto a otros 30.000. Roberto fue asesinado, mientras estaba junto al resto de la familia (esposa y dos hijos) el 3 de septiembre de 1976 por patotas y grupos del Ejército y la policía bonaerense. Se presume que Matilde sería la beba secuestrada ese día y podría tratarse de Marcela Noble.
Lo que cuenta Ernestina Herrera respecto de la adopción es lo siguiente: encontró a la nena en el jardín de su casa, se la quedó, siete días después fue al Juzgado a decir que quería adoptarla. Justo en el Juzgado había otra madre que quería dar en adopción a su bebé porque no podía mantenerlo. La historia es tan inverosímil como las pruebas que aportó para aseverarlo: un jardinero que habría visto la caja en que estaba la nena, que resultó ser chofer del diario, y una madre cuya identidad no pudo probarse (se recuerda que el trámite se hizo en la Justicia) y de quien se aporta un DNI que en realidad pertenece a un hombre.
Estamos de acuerdo en que el único modo para saber si efectivamente los dos hijos adoptados por Herrera de Noble son hijos de personas desaparecidas es mediante el análisis de ADN, que Marcela y Felipe se niegan a efectuarse. Es de hacer notar que la Cámara Federal de San Martín señaló que tenía que tener en cuenta el criterio de la Corte Suprema, que después fue ley nacional, y que se trata de que cuando una persona se niega, corresponde obtener muestras por otras vías alternativas en objetos que haya usado y que contengan células suyas.
Este tema, con el que, como ya dijimos, estamos totalmente de acuerdo, se ha convertido en la bandera del kirchnerismo, y les sirve para cualquier cosa, hasta para justificar lo injustificable. Por suerte hemos conseguido sacar de nuestra grilla televisiva a la TV Pública (recordemos que también a ciertas mujeres, eufemísticamente, se les dice “mujeres públicas”), así que nos libramos de tener que escuchar, aunque sea por casualidad, los obsecuentes y en su mayoría falaces comentarios que tienen siempre como eje la justificación de todo los que hacen Cristina y su consorte. Es claro que nunca hablan de, por ejemplo, los fondos de Santa Cruz ni de la apropiación (ya que estamos) de los bienes de tanta pobre gente afectada por la “1050”, a la que los Kirchner en su doble condición de abogados (¿será?) y de usureros, desapoderaron, en muchos casos, de su única vivienda familiar, sin importarles esos mismos derechos humanos por los que hoy se rasgan las vestiduras. Y tampoco hemos visto en ese programa, las pocas veces que previa toma de un antiácido nos animamos a “aguantarlo”, que se hayan mostrado las fotos que son ya de pública circulación y en las que aparece Néstor en compañía de los más altos jerarcas del gobierno militar procesista.
Específicamente en este caso, no cesan de insistir en que, si Herrera de Noble no tiene nada que ocultar y quiere a esos chicos, debería tener un único e inédito gesto de grandeza y terminar con las evasivas a la justicia.
Nosotros creemos que hay que cumplir con la ley, establecer fehacientemente la identidad de los jóvenes (si finalmente resulta posible saber de quién son hijos), cursar estos datos a sus familiares genéticos y ahí termina el caso. Los parientes no pueden hacer que los jóvenes los acepten, ni pueden obligarlos a nada. Estará en ellos optar por lo que más quieran de su vida, y lo que resuelvan hoy podrá ser modificado por él o ella mañana sin tener esto ninguna relevancia. Es nada más cumplir la ley guste o no, y no obliga a nada a los hijos de esta señora, ni da derechos a sus familiares legítimos. Y si Ernestina Herrera cometió algún delito (es obvio que Marcela y Felipe no), se la debe juzgar y condenar.
Entonces, y hechas ya todas las salvedades, vamos a tratar de trazar un paralelo entre el comportamiento que el gobierno y sus publicistas y chupamedias variopintos tienen respecto a esta cuestión, con la que, de manera muy pero muy distinta adoptan respecto al hoy tan meneado caso de Botnia y la contaminación del Uruguay.
El 20 de junio de 2007, hace ya casi tres años, a siete meses del comienzo del bloqueo, los asambleístas se acercaron al por entonces mandatario argentino, Néstor Kirchner, y le entregaron una pequeña bandera que contenía la leyenda "Fuera Botnia. Viva la Patria" y una nota impresa en papel reciclado donde planteaban su intención de que se relocalizara la planta de Fray Bentos. Inmediatamente se le pidió la opinión respecto a ello al canciller uruguayo de ese momento, Reinaldo Gargano, quién dijo no preocuparle la aparición de Kirchner agitando esa bandera contra Botnia durante un acto oficial. "No voy a juzgar la conducta particular del presidente" porque "tiene derecho a expresar su modo de ver las cosas", aseguró Gargano, aunque recordó, muy inteligentemente, que el mismo Kirchner, en su mensaje a la Nación en 2005, había declarado que las plantas no contaminaban y que estaba de acuerdo. ¡Después ese discurso fue el argumento central de la respuesta uruguaya a la demanda argentina ante La Haya!
Ahora bien, siguiendo el criterio utilizado consuetudinariamente para indicar cuál es la manera de resolver el tema de los “chicos de Clarín”, ¿por qué no se sigue el mismo criterio en éste caso? Así, a simple vista, resulta tan simple, que “hasta parece cuento” (como decía Borges) que nadie lo proponga, incluso usando esta comparación. Si todos están seguros de que Botnia no contamina, ¿por qué no se acepta el monitoreo periódico de la planta y de las aguas del río Uruguay? ¿Pedir eso no es acaso lo mismo que exigir el ADN de Marcela y Felipe? Es más, ¿puede alguien asegurar que el grupo Clarín es peor que el grupo escandinavo dueño de la pastera?
¿O es que al kirchnerismo le conviene terminar con Clarín pero no terminar con Botnia? ¿Será que los negocios de los amigos del poder involucran tanto a Papel Prensa como a las pasteras? ¿Seremos todos los argentinos y uruguayos de buena fe, incluidos los asambleístas de Gualeguaychú, los idiotas útiles al servicio de un grupo inescrupuloso de delincuentes (más allá de que no hayan sido todavía juzgados ni estén todavía condenados) que no hesita en poner en juego valores tan fundamentales como la soberanía (en este caso) o los Derechos Humanos (en el otro), para sacar su propio provecho que es solamente económico?
Nos animamos a hablar de “idiotas útiles” porque tenemos documentado el momento demagógico en que, en plena campaña presidencial de Cristina, su marido, por entonces presidente y jefe de prensa de su esposa, manifestaba, en un acto “patriótico-electoral” al que tanto nos tienen acostumbrados, a propósito de un nuevo aniversario de la Independencia (¡nada menos!), sin que se le cayera (ni en ese momento ni ahora, la cara de vergüenza), allá por 2007, que reivindicaba la lucha contra la pastera finlandesa Botnia como “una causa nacional”. Y lo dijo frente a, entre otros, varios integrantes de la Asamblea Ciudadana de Gualeguaychú que, con banderas, reclamaron que la pastera se vaya del río Uruguay.
A ellos, y a todos, hay que recordarles, siempre, que no se pueden exaltar las causas y luego agraviarse por los efectos.
Dr. Mario Ignacio Arcusin, para Semanario Crónica de Basavilbaso

jueves, 10 de junio de 2010

Arbeit macht frei (“¿Ayuda humanitaria”?)

Arbeit macht frei (“¿Ayuda humanitaria”?) - Editorial del 11 de junio de 2010
La frase del título, que quiere decir “el trabajo los hace libres” es el famoso (tristemente famoso) eufemismo con el que los nazis disfrazaron sus campos de exterminio, llegando a tan alto grado su hipocresía que la pusieron (a la frase) en el cartel de la entrada de Auschwitz.
Esto es bueno recordarlo justo ahora, en tiempos en que una parte (no gran parte, no) de la humanidad se está poniendo en el papel de juez del comportamiento de un Estado, porque nunca se debiera de olvidar, que en la Segunda Guerra Mundial, mientras unos asesinaban, otros miraban para el costado. Grupos sionistas (el vocablo viene de Sión, nombre de la Tierra Prometida, y por lo tanto no puede tener nada de racista, como algunos pretenden) denunciaban en el mundo libre lo que ocurría en los campos, mientras la Oficina Británica de Asuntos Exteriores contaba entre sus filas con gente como el oficial que declaró que "estamos desperdiciando una cantidad desproporcionada de tiempo con estos judíos llorones". Justamente ese calificativo me enrostró hace unos días un amigo, supongo que desconociendo ese antecedente.
Por eso me limito a comentar un aspecto que había quedado como oculto ante la inmensidad de la tragedia: el cinismo, “la desvergüenza en el mentir”, que envolvió la “solución final” (otra expresión eufemística, fruto del mismo cinismo), y que a lo largo de la Historia, incluso de la nuestra propia, ha tenido otros varios ejemplos. Digo, ya que estamos, y para aquellos a los que les molesta el recuerdo, también se habló por acá alguna vez, de que “los Argentinos somos derechos y humanos”, mientras desaparecían 30.000. Y Videla, hablando justamente de esos 30.000 que ya son hoy una bandera, justificó la utilización de ese término diciendo que “mientras sea desaparecido no puede tener ningún tratamiento especial, es una incógnita, es un desaparecido, no tiene entidad, no está ni muerto ni vivo, está desaparecido” (sic).
Vuelvo a decir que la importancia de la memoria está dada en recordar que junto a la brutalidad programada científicamente, como no había ocurrido antes en la historia, esos campos de extermino son un triste monumento al cinismo humano. No es sólo la frase escrita con letras metálicas sobre la puerta de ingreso, sino toda la mentira que rodeaba esta maquinaria de muerte: la orquesta que tocaba música cuando los prisioneros salían y volvían de “trabajar”; la invitación para que los deportados “hebreos” llevaran consigo todos sus enseres, pues simplemente se los iba a “trasladar”; la recomendación de que, con el fin de recuperar sus pertenencias tras el “baño”, rotularan sus nombres en las maletas; los edictos públicos con detalladas “instrucciones” para la deportación firmados por instituciones judías (controladas)… , etc.
Suelo decir que este editorial depende en gran parte de “disparadores”, y en esta ocasión lo ha sido el comentario agregado por un lector de una página digital local, cobardemente anónimo, por supuesto, porque para firmar hay que tener huevos, que se pregunta, “inocentemente”, qué va a decir ahora la comunidad judía local respecto a la “agresión” perpetrada por el Estado de Israel contra un barco que transportaba “ayuda humanitaria” a Gaza.
No tengo en este momento, y desde hace tiempo ya, representación institucional judía, pero me he acostumbrado, así como en tantos otros temas, a salir a decir las cosas ante los silencios, que como dejé claro hace algunas semanas, terminan siendo sinónimo de complicidad o de asentimiento.
En primer lugar, y como para introducirnos en el tema, alguna vez expliqué que judío e israelí no son sinónimos. Israelí es un concepto de nacionalidad, mientras que judío es un concepto de pueblo. Todos aquellos que, por perseguidos, dejaron esa Tierra Prometida, en varias oportunidades, pero tomemos como ejemplo la del año ‘70 de la era cristiana, cuando se produjo la segunda destrucción del Templo de Jerusalém y la esclavitud en Babilonia, tan bien contada y cantada (ya que estamos) en la opera Nabucco, de Verdi, y muy especialmente en su “Va Pensiero”, son los que justifican que hoy esté yo, acá, cien por ciento argentino (no israelí) y cien por ciento judío.
Es cierto, sin embargo, que quizás como no ha pasado en otras situaciones similares, la creación del Estado de Israel en 1948, muy poco después de ese Holocausto que el mundo permitió con su mirada de soslayo, nos da a los judíos de la diáspora un respaldo que reconocemos, que tenemos incorporado, que valoramos, pero que, por lo menos en mi caso, no es absolutamente incondicional ni acepta cualquier cosa que de él provenga.
Pero ésto no debe resultar raro, salvo que se mire al “problema judío” como algo raro. Tampoco todos los alemanes fueron nazis o aceptaron y convalidaron el nazismo, ni todos los curas son pedófilos o avalan y amparan ese comportamiento, ni todos los norteamericanos estuvieron de acuerdo con la Guerra de Vietnam, ni todos los argentinos nos hicimos cargo de las barbaridades cometidas por el Proceso, ni todos los peronistas son hoy kirchneristas, ni todos los radicales reivindicamos a De la Rúa. Pensar así, como ese lector anónimo, es una falacia.
El actual gobierno de Israel es de derecha, y como tal utiliza algunas metodologías con las que uno puede no estar de acuerdo. Pero eso no significa que, por justificar ese derecho a opinar distinto, terminemos por aceptar que Hamas o los otros grupos terroristas que predominan en la Franja de Gaza y a los que poco les importan sus hermanos, sino solo el poder por el poder mismo, el odio y el fundamentalismo, estén ocupando su tiempo en llevar medicamentos o comidas para aquellos de los que no se hicieron cargo, cuando la partición de Palestina, ni Jordania, ni Siria, ni Egipto, ni Arabia Saudita. Esas son cosas de la Historia que hay que conocer antes de hablar “por boca de ganso”.
Ephraim Kishon es (o era, porque falleció en 2005, aunque su obra perdura) un escritor israelí de origen rumano, y a la vez uno de los más populares y más leídos humoristas del mundo. En sus sátiras describe con mucho amor e ironía la vida del hombre de la calle israelí. Pero esa no es la única faceta de Ephraim Kishon, ya que además emitió opiniones muy sarcásticas sobre la Guerra de los Seis Días y sobre Iom Kippur, luchó una batalla inútil contra la mafia del arte, y se animó a acusar al comunismo de ser la forma de gobierno menos humana (en pleno auge de la URSS).
Kishon tiene un cuento memorable, titulado “Cómo conquistó Israel la simpatía mundial”, en el que relata un resultado distinto al del triunfo de Israel sobre Egipto en la guerra de 1956, suponiendo que la ofensiva de ese año no hubiese existido, y sí un ataque árabe en mayo de 1957.
Obviamente no voy a transcribirlo acá, pero pongo a disposición de quién quiera leerlo el libro “El Arca de Noé” en el que está incluido. Y lo que voy a hacer es tratar de resumir la idea que contiene.
Kishon imagina en su cuento un escenario distinto, con una aplastante derrota de Israel, seguida de su desaparición como Estado y del cumplimiento efectivo de la amenaza que hoy todavía sostiene Mahmud Ahmadineyad, presidente de la República Islámica de Irán, de tirar los judíos al mar, literalmente.
Al día siguiente de esos hechos, que por suerte para la Humanidad no sucedieron así, según el cuento, Israel y los judíos conquistaron la simpatía mundial, al punto de que ambos se convirtieron, por decisión de las Naciones Unidas, en el símbolo internacional de la Justicia y la Moral. Memorable, claro, siempre que uno no se olvide que ya ninguno de los dos existía.
Propongo que, un minuto antes de prejuzgar, no nos olvidemos que Mosen Rabani debería estar siendo juzgado en Argentina como coautor intelectual del atentado a la AMIA, y no lo está porque es un prófugo de la justicia, y si embargo, en otro eufemismo trágico, era “agregado cultural de la Embajada de Irán”.
¿Alguno podrá defender la tesis de que vino a nuestro país a brindar “ayuda humanitaria”? ¡Vamos!
Dr. Mario Ignacio Arcusin, para Semanario Crónica de Basavilbaso

jueves, 3 de junio de 2010

Las cosas mal hechas

Las cosas mal hechas - Editorial del 4 de junio de 2010
Tres sucesos concomitantes tuvieron por escenario a la ciudad por estos días, y si bien son particulares de nuestra propia realidad, cumplen con el viejo adagio de "conoce tu aldea y conocerás el mundo".
De uno de ellos ya dijimos bastante en las dos semanas anteriores, y casualmente, siendo a nuestro criterio el más importante y trascendente de los tres, es el único para el cual todavía no hay una respuesta. ¡Y lo más grave es que debería haber sido inmediata!
El segundo de ellos, y esta no es una asignación de órdenes de importancia, porque queda claro que para nosotros están en un pie de igualdad, tiene que ver con la solicitud de un grupo de jóvenes del ARI - Coalición Cívica, presentada en Mesa de Entradas del Municipio local, por la cual peticionaban una autorización para realizar una actividad política, más bien de esclarecimiento, en la Plazoleta San Martín, en los días previos al festejo del Bicentenario. Curiosamente el DEM negó esa autorización, aduciendo, ¡mucho más curiosamente todavía!, que era imposible desarrollar dicha actividad "considerando que la plazoleta es un espacio público" (¡sic doble y triple!). Llama poderosamente la atención hasta de un lego la decisión firmada por la Presidente Municipal, ya que hay principios acerca de los cuales nadie discute. Tradicionalmente, un bien público (y la Plazoleta San Martín lo es) es aquel que pertenece o es proveído por el Estado a cualquier nivel: Gobierno central, municipal o local, por ejemplo, a través de los municipios, pero en general por todos aquellos organismos que forman parte del sector público.
Esta concepción se remonta al Derecho romano, en el cual la res publica (cosa pública) hacía referencia a las propiedades de la Antigua Roma o sus ciudadanos en conjunto, tales como las fuentes de agua de la ciudad, las calles, etc. La influencia de esta acepción se ha extendido con algunas modificaciones hasta el presente, al punto que los más importantes juristas especializados en el tema coinciden en que el uso de las calles, plazas, puentes y caminos, el mar adyacente y sus playas pertenece a todos los habitantes, combinando dos criterios legales: la propiedad es estatal, el usufructo es general para todos.
Si bien es cierto que a los jóvenes del ARI, o a quienes los asesoraron, les comprende el viejo adagio legal de que "nadie puede alegar su propia torpeza", reconocido incluso por ellos mismos al justificar el envío de la nota pidiendo autorización, pero entendiendo que la misma era "una formalidad" ya que "en democracia y con plena vigencia del estado de derecho no es necesario pedir permiso para hacer política en la vía pública" (¡otra vez doble o triple sic!), no podemos echarle la culpa a ellos del desenlace del caso, porque convertiríamos a las víctimas en victimarios.
Pero las sorpresas que nos depara la vida no acaban acá. No señores. En una audiencia posterior, graciosamente (no en la acepción de chiste sino de favor) concedida por Blanca Rossi, nuestra primera mandataria expresó: "sí, yo tengo que destacar eso, porque ustedes pasaron una nota, porque por ahí hay gente que está vendiendo, hablando con la gente y por ahí nosotros no nos enteramos".
Ahora bien, ¿cómo puede ser que se confunda la ocupación de los lugares públicos por parte de agencias de automotores (casi todas las semanas), de vendedores de rifas (un poco menos frecuentemente), de "grabadores de vidrios", (hace unos días y en una por lo menos insólita interpretación de la normativa vigente, ya que en otros municipios eso se prohibió), con el ejercicio del que seguramente es el más importante de los derechos del hombre, como es el del libre ejercicio de la democracia, que le asegura la vida y la libertad, nada menos.
Como las actividades que mencionamos a modo de ejemplo se extienden normalmente por varios días, uno debe suponer que no son clandestinas, o sea que la autoridad "se ha enterado" y lo ha permitido. Y ni que hablar del uso que del predio del museo ferroviario han hecho desde el mismo partido del gobierno hasta otro tipo de asociaciones u organizaciones. No dudamos que en todos estos casos, más allá de esa "propia torpeza" que mencionábamos más arriba, obrarán en los archivos los correspondientes pedidos de autorización para el uso de esos espacios públicos, así como las razones que aconsejaron en todos esos casos concederla, contrariamente a lo que se decidió en respuesta al pedido de la juventud del ARI - Coalición Cívica.
Por suerte nuestra compueblana, ex compañera (de coro), y por voluntad mayoritaria (en su momento) elegida intendente, dejó en claro que "una vez que veo las cosas hechas ya no vuelvo atrás". Y está bien que lo haya aclarado, para que uno sepa a qué atenerse, aunque después se queje de que "me tildan de autoritaria, de déspota y demás, y a lo mejor lo parezco, pero no lo soy. Bajo ningún aspecto quiero serlo" (cuádruple sic).
El tercer tema, que sigue manteniendo cosas en común, es el de la notable pelea interna que se está dando en el Partido Justicialista de la provincia, y que tiene su "efecto rebote" en el ámbito local, que aporta al gobierno de Entre Ríos un Diputado Provincial de destacado desempeño (Horacio Fabián Flores) y un funcionario muy ejecutivo (el Dr. Julio César Aldáz, Presidente del Instituto Autárquico Provincial de la Vivienda).
En efecto, las diferencias entre quienes hasta hace poco se definían mutuamente como "mi amigo… (y ahí seguía el nombre de cada uno de ellos, o el sobrenombre) son tan evidentes que, si uno no conociera la historia del peronismo y sus muy especiales características, debería pensar que ya son irreconciliables. Eso sí, la peligrosidad que nosotros notamos, más allá de parecernos anecdótica la "pelea", está dada en el hecho de que arrastra en esa marea a los concejales (que ya manifestaron públicamente la escisión del bloque) y al pueblo todo, que votó una opción en forma de cadena, de la que, como dijo una amiga, "ya ni los eslabones están sanos". Ahora cada uno de nosotros, de los que tenemos participación pública y comunitaria, estamos obligados a mirar con mucho cuidado qué obras mencionamos o cuáles agradecemos, porque de esa manera, inevitablemente, nos congraciamos con unos pero nos enemistamos con los otros.
Que ésto pase restando todavía un año y medio de gestión de gobierno, y con consecuencias todavía impredecibles, le hace mucho daño al sistema, ya que lo vuelve desconfiable (si se nos permite el término), porque el cartel que hace poco fue retirado (¿apresuradamente?) del frente de la Unidad Básica local nos mostraba una imagen que duró lo que, como decía Gardel, duran los "amores de estudiante", que "flores de un día son".
Igualmente, y tal como a partir de hoy ponemos en nuestra tapa, en una súplica ciudadana de igual valor, por lo menos, que la que exigieron los chicos del ARI y la que piden los concejales pertenecientes al ahora nuevo bloque del Peronismo Federal, esperamos una respuesta de los responsables de la decisión de no hacer una ceremonia multiconfesional en los festejos públicos del Bicentenario en nuestro pueblo de "criollos, judíos y gringos".
Eso sería coherente con los valores y el método que se debería llevar adelante si nos "bancamos" vivir en democracia, lo que incluye: dar la palabra, autorizar al otro, reconocer en el otro a un sujeto y nuevamente, creer que se puede. Que se puede convivir mejor. Sin pretender aspirar a la venturosa felicidad imposible, esa huidiza meta, sino aportar a que los sujetos puedan gozar mejor de sus vidas.
Aunque haya que volver atrás las cosas mal hechas, Susy.
Dr. Mario Ignacio Arcusin, para Semanario Crónica de Basavilbaso