jueves, 29 de octubre de 2015

Pecados capitales

Pecados capitales – Editorial del 30 de octubre de 2015
Los Siete Pecados Capitales son una clasificación de los vicios mencionados en las primeras enseñanzas del Cristianismo y Catolicismo para educar e instruir a los seguidores sobre la moral.
En su libro “Los Siete pecados Capitales” el filósofo español Fernando Savater explica que “los siete pecados capitales son la expresión de la ética social y comunitaria con la cual el cristianismo trató de contener la violencia y sanar a la conflictiva sociedad medieval. Se utilizaron para sancionar los comportamientos sociales agresivos y fueron, durante mucho tiempo, desde el siglo XIII hasta el XVI, el principal esquema de penitencia, contribuyendo en modo determinante a la pacificación de la sociedad de entonces”.
En un principio, los pecados eran una advertencia respecto de cómo administrar la propia conducta. No se trataba, como en los Diez Mandamientos, de ofrecer las tablas de la ley, sino de mostrar los peligros higiénicos que podrían asechar a las almas. Se trató de un listado de advertencias sobre los riesgos que puede acarrear la desmesura frente a lo deseable. Ya que estamos voy a decir que hoy existe una versión más vulgar de esas advertencias, que son los libros de autoayuda, donde supuestamente uno encuentra desde fórmulas para no engordar hasta otras para ser feliz en tres lecciones.
La suerte de estos pecados terminó en la época moderna, cuando la penitencia dejó de ser la forma de resolución de los conflictos sociales para transformarse en algo psicológico e interior a la conciencia de cada individuo.
Los pecados adquieren la categoría de capitales cuando originan otros vicios. Santo Tomás describe: “Un vicio capital es aquel que tiene un fin excesivamente deseable, de manera tal que en su deseo un hombre comete muchos pecados, todos los cuales se dice son originados en aquel vicio como su fuente principal…”. Ellos son: Soberbia, Gula, Avaricia, Ira, Lujuria, Pereza, Envidia.
No se crea el lector que la página de hoy va a ser una prédica o un sermón. Es solo que el tema me sirve de introducción para intentar una explicación para el resultado de las elecciones, siendo que lo estoy escribiendo justamente a treinta y dos años de haber estado en la Avenida 9 de Julio escuchando el discurso de cierre de campaña de Raúl Alfonsín, que tres días después se convertiría el primer presidente de la nueva democracia. Y siento, por eso, que esto no es casualidad, sino causalidad, ya que justamente él debe haber sido uno de los políticos que se murió habiendo podido jactarse, si lo hubiera querido, de no ser titular de ninguno de estos pecados.
Pero volviendo al análisis de lo que pasó el domingo, y pese a que aún no contamos con los resultados definitivos a nivel provincial y nos resta el balotaje que definirá quién será el presidente de “todos los argentinos” (si es que se hace, de lo que tengo mis dudas) a partir del 10 de diciembre, el triunfo de Cambiemos en nuestra ciudad y la paridad que hasta el momento en que escribo estas líneas aún no se ha definido en la provincia para un lado o para otro, merecen de mi parte una reflexión que, como siempre, tendrá la característica de ser un fiel reflejo de mi pensamiento y de llevar mi firma, cosa de la que no muchos pueden jactarse.
Yo estoy convencido de que gran parte de la culpa de las derrotas, tanto de las que ya conocemos, como de las que podemos llegar a conocer en los próximos días, como las victorias pírricas de algunos kirchneristas, estuvieron signadas por algunos de estos pecados capitales, sin que, y esto quiero que se entienda bien, me esté refiriendo a la condición humana de las personas que gobernaban o que se postulaban, sino pura y exclusivamente a su costado político y de gestión, e incluso al que tiene que ver con la conformación de las listas perdedoras. Y básicamente, cuando nombro a los pecados capitales, el lector solo se debe dar cuenta de que hay algunos que no tienen nada que ver con el tema que estamos tratando, definitivamente, y otros que, aunque no deberían tener nada que ver, sí lo tienen, aunque sea tangencialmente.  
Al pecado al que yo me refiero, sin lugar a dudas, es al de la soberbia. Ser soberbio es básicamente el deseo de ponerse por encima de los demás. Y conste que yo creo que no es malo que un individuo tenga una buena opinión de sí mismo (salvo que nos fastidie mucho con los relatos de sus hazañas, reales o inventadas). Lo malo es que no admita que nadie, en ningún campo, se le ponga por encima.
En general, podemos reconocer que tenemos cierto lugar en el ranking humano, pero también que hay otros que son más prestigiosos. Pero los soberbios no le dejan paso a nadie, ni toleran que alguien piense que puede haber otro delante de él. Además sufren la sensación de que se está haciendo poco en el mundo para reconocer su superioridad, pese a que siempre va con ellos ese aire de “yo pertenezco a un estrato superior”.
Insisto. De la lectura de las derrotas de este domingo, e incluso de las victorias que se parecieron mucho a una derrota, surge claramente la visión de este pecado de soberbia que encegueció a muchos que creyeron que, como históricamente sucedía, la suma del poder público, la chequera, el clientelismo, las promesas, la siembra de temores infundados, la despreocupación por poner en la lista a los mejores (ya se sabe que cuando yo hablo de mejores no me refiero a la condición de tener un título ni un nivel determinado de estudios, sino a la capacidad específica para el cargo o la función), el desprecio por la opinión de los demás, la apatía demostrada hacia determinadas áreas de la actividad pública como la Cultura, por ejemplo, la convicción de que la alternancia en el poder, tan necesaria en una democracia, se refería a que “hoy estoy yo y mañana estás vos, pero siempre estamos nosotros”, la falta de respeto a la otredad, unida a la convicción de que partido y nación son sinónimos, la idolatría hacia líderes con pies de barro, el desinterés por salir a explicar cosas que seguramente tienen explicación pero que ellos entienden que nadie merece que se las den, el encierro de sus vidas en una campana de cristal que los hace permanecer ajenos a los clamores populares, la ocultación premeditada de los errores, les iba a permitir perpetuarse en el poder.
Un rato antes de sentarme a escribir estas líneas (miércoles por la noche) escuchaba hablar al “Chino” Navarro, conocido dirigente justicialista de la Provincia de Buenos Aires, quién intentaba explicar lo inexplicable, cuestión en la que, reconozcámoslo, no es el único. Decía el “Chino” que “quizás” habían cometido algunos errores, y que ahora iban a subsanarlos. Esa es una clara demostración de lo que es el pecado de soberbia. Si reconoce ahora que “quizás” se cometieron errores, ¿por qué no lo dijo antes? Y si se van a poner ahora a solucionarlos ¿por qué no se pusieron antes a hacerlo? Si no lo dijeron y no lo hicieron, yo tengo todo el derecho de pensar que fue porque no quisieron o, peor, porque no les importaba nada (y conste que si este no fuera un medio respetuoso debería usar una expresión popular muy conocida que es un sinónimo y que tiene que ver con algo que ponen las gallinas). Es claro que lo que nunca pensaron es que iba a llegar una hora en la que la gente común, incluso aquella de la que en otros tiempos se decía que “votaba a un palo vestido con tal que sea de ese determinado partido”, iba a empezar a incumplir las reglas dictadas por los que usufructuaban el poder en su propio beneficio e iban a comenzar a pensar antes de votar. Tengo la absoluta convicción de que esto es así, porque incluso después de la derrota sin atenuantes que ha sufrido el oficialismo en Basavilbaso, que por lo demás no tiene nada de malo ya que los que nos van a gobernar desde el 10 de diciembre son tan ciudadanos de este pueblo como los que se van, la creencia de que están en una torre de marfil que los eleva por sobre el resto de los mortales los lleva a no aceptar ninguna discusión y a ningunear o a cuestionar las opiniones de los que, como el que esto escribe, emiten respecto a la constitución del nuevo HCD, por ejemplo.
"Si toda la humanidad, menos una persona, fuera de una misma opinión, y esta persona fuera de opinión contraria, la humanidad sería tan injusta impidiendo que hablase como ella misma lo sería si, teniendo poder bastante, impidiera que hablara la humanidad”.  John Stuart Mill. Londres 1859.
                                      Dr. Mario Ignacio Arcusin, para Semanario Crónica de Basavilbaso 


jueves, 22 de octubre de 2015

La nave del olvido

La nave del olvido – Editorial del jueves 22 de octubre de 2015
Algunos reconocerán en el título de hoy una canción de los ’70 que hiciera popular el cantante mexicano José José (así se llamaba; no es un error mío). Pero, por supuesto, no voy a hablar hoy ni de la canción ni del cantante, aunque sí voy a comenzar por aquellos años en los que compartí mi vida con dos “cabezones”. Uno, Daniel Osvaldo Gatti, que me va a ayudar a hilvanar la historia que tan bien describiera en su libro “entreKajas”, y el otro, que por estos días festeja sus 60 años, y a quien voy a aprovechar para regalarle un ejemplar.
Es que el libro de mi amigo “Coco” o Dany, como lo llamaba su madre, la querida Polola, cuenta la historia, en forma cronológica, de los hechos de corrupción en que se vio envuelto Lázaro Báez en Santa Cruz, la forma en que se hicieron públicos y los mecanismos que lo llevaron a salir airoso de los mismos. Como dice en la contratapa (y tan bien viene a cuento por estos días hasta acá, en Basavilbaso, mi pueblo) hoy “entreKajas” resulta un libro necesario en tiempos en que la información periodística está al servicio de intereses políticos, corporativos, partidarios y materiales, pero no de la verdad o de la justicia.
La importancia de este libro está dada por el hecho de que nadie salió a desmentir su contenido, lo que le agrega una cuota importante de verosimilitud, lo mismo que el anterior del mismo autor, titulado “El amo del feudo”, la primera biografía crítica de Néstor Kirchner publicada en marzo de 2003. Y antes de este libro fue parte de la creación de la revista Malón, una publicación de investigación hecha a pulmón, de corta vida pero de alto impacto, que supo develar también los secretos del poder, entre ellos la historia de Rudy Ulloa, el chofer de Kirchner que llegó a empresario. A todo esto lo estoy contando porque me parece importante la información, porque lo quise mucho al Coco, pero, fundamentalmente, porque nunca nadie desmintió sus dichos (¡vaya con mis amigos!), lo que en criollo se conoce como “el que calla otorga”.
Primero fondearon la Sanmartiniana (marina de la Cámpora) en las Islas Malvinas y ahora se les incendió la aeronáutica en el aeropuerto de "máxima pureza". Están quemando las naves, les falta hundir la nave del Estado.
El lunes pasado por la mañana el avión Lear Jet 35 LV-ZSZ se despistó e incendió en el aeropuerto de San Fernando. A los pocos minutos se supo que se trataba de una aeronave que el mayor beneficiario de la obra pública en Santa Cruz, justamente el ya mencionado Lázaro Báez, le compró a los hermanos Juliá, condenados por narcotráfico y presos en España. Y es, también, el vehículo con el que, según la denuncia del financista Federico Elaskar, el empresario kirchnerista sacaba del país dinero del lavado. Ya que estamos, y como nos duele cuando nos quieren tomar por estúpidos, en Canal 7, alias la TV Pública, se dio la noticia de que "un avión particular se incendió en el aeropuerto de San Fernando".  Parece que no sabían quién era el dueño.
A raíz de que muchos se preguntan cómo es que un ex empleado de banco de provincia terminó siendo tan multimillonario (recomiendo encarecidamente la lectura del libro que vengo citando), y encima haciendo negocios con la familia Kirchner, en negocios de la obra pública y del famoso Hotesur, pero nadie contesta, la sospecha ronda.
El avión quedó bajo el resguardo de la Gendarmería Nacional. Esta decisión llamó la atención de los operadores que trabajan todos los días en San Fernando. Es que habitualmente cuando suceden incidentes de estas características la fuerza que toma el control de la escena es la Policía de Seguridad Aeroportuaria. Los mal pensados (me gusta más “los bien pensados”) vemos en esto una preparación del tiempo y el espacio para que Sergio Berni pudiera ir a “limpiar” la escena, tal como lo hizo con el homicidio de Nisman.
A quien alguna vez haya escuchado al genial Fernando Peña parodiando a Corach/Alderete con su personaje Porelorti, la siguiente declaración de Báez le puede hacer reír: "Por otro lado, en relación a la nota publicada el lunes en un matutino porteño, con relación a los viajes al Uruguay del avión matrícula LV - ZSZ, de la empresa Top Air, de la cual soy accionista, el mismo no es solamente de uso particular sino que está afectado a dicha empresa Top Air de la cual soy accionista y dedicada al alquiler de taxis aéreos. Por lo que durante el verano, en plena temporada turística, ha sido contratado por distintas personas o empresas para asistirlas en sus traslados. Quienes contrataron los viajes que cita la nota son las empresas American Jet (Fact: 0001-00000409) Refinadora (Fact: 0001-00000406), y Consulgroup (Fact: 0001-00000427)" (sic, lo que quiere decir textual, aunque parezca una tomadura de pelo que Báez intente hacernos creer algo con tres facturas, que seguramente serán truchas).
En realidad el incendio del avión y las sospechas de lo que había o debía haber adentro, me hace acordar a un famoso cuento: el hijo de Al Capone llega a la casa llorando. El padre le pregunta qué le ocurre, y el chico responde que la maestra lo reta, le dice que es un vago y que no quiere estudiar. Al Capone lo consuela: "no te preocupes, mañana voy a ir a hablar con la maestra". A lo que el niño responde: "Esta bien, papá, pero que parezca un accidente..."
La verdad es que hay una parte importante del kirchnerismo (la condena a Jaime y su aceptación de un juicio abreviado que significa reconocer la culpabilidad en el delito de cohecho, vulgarmente llamado coima) que es solo un calco rancio del populismo de los '90 de Menen, aunque muchísimo más perverso, decadente y oscuro. La esencia de esos kirchneristas es un menemista de segunda, con complejo de guerrillero frustrado, que se vende como peronista, actúa como fascista, piensa que es socialista, vive como capitalista y roba como oligarca. Su razón de ser es únicamente el dinero. Su objetivo es únicamente el poder. Su meta es únicamente la impunidad. Su anhelo es únicamente la perpetuidad y el mármol. Es aquel que les promete a todos y a todas mientras te saca la guita a vos para guardársela es su bolsillo. La realidad no hace más que confirmar lo dicho día a día, una y otra, y otra vez. Quien quiera ver que vea. Quien quiera oír que oiga. Esos son los hechos. Y son, irrefutables, Negro.
La noticia "del accidentado avión de Lázaro”, tantas veces investigado por viajes sospechosos en traslado de dineros lavados que serían de orígenes espurios lleva a que no se torne creíble la voluntad política que expresa Scioli (a través del citado Berni, que en su gabinete sería el Ministro de Seguridad) de “tomar el toro por las astas” en cuanto al tema del narcotráfico. No hablar claro, en cuestiones medulares deja serias dudas sobre pactos de impunidades con las más altas jerarquías. Deberían ya decir qué van a hacer con todos estos casos de denuncias detenidas y qué van hacer con la masa de nuevos nombramientos judiciales efectuados por el oficialismo a efecto de continuar con la impunidad que ya les brindaron Oyarbide, Rafecas y Cía.
Es simple: está ocurriendo lo mismo que siempre ocurrió aquí, en el mundo todo y en toda la historia de la humanidad. Esto es, la mentira y la corrupción siempre se vuelven, a la corta o a la larga en contra de quienes las practican, en este caso la más gigantesca y siniestra mentira, entrega y corrupción organizada y sistemática de toda la historia de la Argentina. El incendio del avión, rarísimo en su forma y más raro aún en la explicación de lo que se dijo y en la comparación con lo que se vio, parece demostrar que lo que se está buscando es meter a algunos (ya lo hicieron con Jaime y con Schiavi por la tragedia de Once) en una “nave del olvido”, que si se quema, mejor. Las caretas se caen y cada vez más y más aceleradamente. Y no hace falta que lo diga Lanata. Está a la vista que esta gente robó tanto, se enriqueció de tal manera, que ninguno de ellos puede comprobar cómo hicieron tanta fortuna en tan poco tiempo. Si hasta parece el título de una película italiana: “su jardinero y su chofer”, Lázaro, Elaskar, Fariña, Máximo, etc., etc., etc.
Sé que en esta época casi nadie quiere molestarse en leer textos extensos, por lo tanto nadie se entera de la verdad. Y con la verdad oculta, sigamos la fiesta que está muy buena. Como el Tío Rico de Donald, "no hay placer más hermoso que nadar sobre las monedas de oro". Robamos porque nadie dice nada y si alguien se molesta, lo hacemos desaparecer a "garrotazos" de Twitter y de mail, y si insisten, les echamos los galgos de la justicia y si insisten, tenemos lo "punteros y sus bravos". ¿Vieron que todo se da en carácter transitivo, hasta la inmoralidad?
No lo voy a escuchar a Brancatelli porque seguro que dice que el avión no se quemó, sino que lo tostaron. Y no se accidentó, sino que Magnetto, en contubernio diabólico con Stiusso, los fondos buitre, la CIA y el Mossad movieron el planeta entero para sacarlo de la pista. ¡Andá!
                                          Dr. Mario Ignacio Arcusin, para Semanario Crónica de Basavilbaso

jueves, 15 de octubre de 2015

Disnomia

Disnomia  - Editorial del 16 de octubre de 2015
En la mitología griega Disnomia era “la” demonio o espíritu que personificaba el desorden civil y la ilegalidad.
Como los otros grandes males de la humanidad, Disnomia era hija de Eris, la discordia, sin que se le atribuyera padre alguno.
En su actuar era compañera de Adikia (la injusticia), de Ate (la ruina) y de Hibris (la violencia), siendo su demonio opuesto Eunomia (el orden cívico). Así lo narraba Solón, que describió los grandes males que este espíritu había traído a los atenienses, en contraposición de los beneficios que traería la legislación y el orden en la ciudad.
La Presidente nos “brinda” cadenas nacionales a diario, pasando por encima de la “ley de medios" que ella misma reclamó se votara, aunque sea a los tropezones. Unos autodenominados "veteranos de guerra" que hace bastante tiempo ya se apropiaron de la plaza emblemática de la Argentina, siguen haciendo lo que les viene en ganas, animados por ejemplos que alguna vez denunciamos acá y que nos valieron amenazas porque “había” que sostener una mentira que todavía está a media cuadra de mi casa, en uno de los tres nombres de la memoria. Candidatos en campaña que molestan a cualquier hora con mensajes telefónicos y “enchastran” la vía pública con volantes y pintadas. Así se puede seguir con ejemplos ad infinitum y…no pasa nada. Lo único que se nos ocurre ante el desquicio es despotricar y no queremos asumir ni por casualidad el fondo de la cuestión: nuestra contumacia como sociedad para transgredir leyes, reglamentos y normas.
Hace ya más de quince años que el extraordinario periodista Germán Sopeña escribió en La Nación que la Argentina estaba pasando peligrosamente del Estado de Derecho al "estado de derechos" esto es, que la defensa de privilegios particulares o sectoriales habilitaba para hacer cualquier cosa, sin importar en lo más mínimo el derecho del resto de la sociedad. Y añadía que nos encontrábamos en una encrucijada peligrosa. Obviamente que ahora ya ni la encrucijada nos queda. Estamos obligados a circular por un solo camino, que es por donde nos llevan obligados, y que encima, como el de la Escuela Agrotécnica, sigue sin asfaltarse y solo está cubierto de promesas incumplidas.
Hoy día, lamentablemente, el "estado de derechos" se instaló para quedarse con la agravante de que la sociedad se encuentra en un estado anómico en tanto y en cuanto todos los días se degradan un poco más las normas de convivencia social. Cabría entonces usar para describir el estado de cosas el término "disnomia", que bien podría describirse como el "sé que existe la ley pero no me gusta o directamente no me importa", aunque en realidad se refiere, como dije más arriba, a la divinidad menor que en la mitología griega personificaba el desorden civil y la ilegalidad.
Pero también nos debe mantener atentos para discernir que el poder no se debe encerrar en el poder en cuanto tal, sino en abrirse a los demás para encontrar sabiduría en el modo de vivir y gobernar. Este es un buen criterio para discernir acerca de quiénes nos gobiernan. Lo llamativo es que en las charlas de café (sin café), o como me pasó esta noche (miércoles, antes de sentarme a escribir este editorial), al terminar la excelente charla que brindó el Obispo Monseñor Jorge Lozano en la Parroquia “San José Obrero” sobre la Encíclica “Laudato Si” (de eso voy a escribir después de las elecciones, porque me impactó mucho). Como decía, al terminar la charla, me puse a conversar con un amigo candidato a concejal en una de las listas para las elecciones del 25 (no la que encabezamos mi amigo Modernel y yo), y él me decía que había que integrar al gobierno a la gente más capaz, sin importar si era “del palo”. ¡Lástima que del dicho al hecho hay un largo trecho!
Resulta trágicamente claro que la corrupción es el mal por extirpar, si es que verdaderamente queremos  que alguna vez  nuestros hijos vivan en un sitio que merezca ser vivido, y no un lodazal.
Se impone, en la Argentina, un Nunca Más de la corrupción en democracia. Y esto es algo que debe subir desde el pueblo hacia los dirigentes. Debe ser exigido hasta el hartazgo, hasta que el mensaje se recoja y el reclamo popular se escuche y se asimile.
Si los responsables de la más formidable corrupción que vio la Argentina no son juzgados y encarcelados, si sus bienes mal habidos no son confiscados, si sus miles de testaferros no son perseguidos y develados, lo que se empieza a poner en tela de juicio es la viabilidad de la Argentina misma como país.
Y allí ya no habrá espacio ni para planes económicos, ni para discursos de buenas intenciones, ni para ulteriores aventuras políticas.
Es difícil para cualquier analista político comprender cómo uno de los Países más ricos del planeta se ha diluido en su propia impotencia, y no logre distinguir el bien del mal.
Sin duda una sociedad culturalmente atrasada dio lugar a la formación de una clase política completamente parasitaria y corrupta, que utilizando el populismo barato, (prometer de todo a cambio de nada) nos  convirtieron en un País sin futuro, sin orgullo y sin dignidad.
Nuestro país no se desendeudó sino que se cambió de acreedor: antes se debía al exterior, ahora la deuda es interna, porque el gobierno tomó fondos de la Anses y de otras instituciones públicas para pagar la deuda externa. Es decir, la deuda externa se redujo pero aumentó la deuda interna. Hay estimaciones de la deuda pública total que expresada en dólares está en el orden de los 250.000 millones.
Lo cierto es que el aislamiento financiero nos deja un Banco Central quebrado y sin inversiones. Los buitres no son culpables de la fanfarronería internacional, la mala calidad del gasto y el dispendio del estado en cuestiones menores… Es cierto que el mundo no nos es grato como hasta el 2010 más o menos, pero poner a un inexperto soberbio en economía posiblemente haya sido la mayor causa del crecimiento cero de los últimos cuatro años…
Lo nuestro es mucho peor que desaceleración. Es retroceso. Lo primero significa que el automóvil redujo la velocidad, pero que con solo volver a apretar el acelerador se soluciona. Con el segundo, el automóvil quedó rezagado porque tiene el motor fundido y sus cubiertas no dan más. Ya acelerar es imposible. Como dice León en “Cola de Amor”, “para poder seguir tengo que empezar todo de nuevo”.
Estos inútiles y miserables gobernantes han creado un nuevo país llamado Holindia, en el que ellos viven como en Holanda y nosotros como en  la India. Buscan cualquier nota perdida en pasquines complacientes con el gobierno y no ven la realidad, realidad que se les está cayendo encima, como usinas y hospitales "inaugurados" que no funcionan, entre otras cosas
¡Ay, País! Yo lo escribí hace mucho tiempo. No son los candidatos los que se deben unir. Es la sociedad la que debería unirse y exigir al candidato todos sus reclamos para darle el voto. Ahora yo sé que es demasiado tarde, aunque podría haber un pacto de gobernabilidad que incluya la firma de un acuerdo sobre la imprescriptibilidad de los delitos de corrupción, quita de fueros, apertura de las causas de corrupción cerradas ,embargo de bienes, independencia total de la Justicia poniendo un Procurador General que actúe con el máximo rigor y sin contemplaciones. En caso contrario nuestro futuro seguirá siendo de oscuro presagio.
En esta misma edición anunciamos, con cierto orgullo, más allá de las discrepancias políticas, que en caso de ganar Scioli, un entrerriano, Sergio Urribarri,  será el Ministro del Interior y de Transporte. Bueno es recordar, entonces, que Ricardo Jaime, que ocupara una parte de ese puesto durante un gran período del kirchnerismo, asumió su condición de coimero, y por miedo a pasarse diez años merecidos en la cárcel optó por un juicio penal abreviado que le redujo la pena a un año y medio, que por supuesto no serán de cumplimiento efectivo. Pero para ello tuvo que reconocerse culpable y admitir que lo sobornaron y que construyó su fortuna a costillas de la seguridad y de los derechos del pueblo argentino.
Seremos verdaderamente una República el día en que pasen por los estrados de la Justicia los que sigue, que no son pocos.
                                                   Dr. Mario Ignacio Arcusin, para Semanario Crónica de Basavilbaso



jueves, 1 de octubre de 2015

Soberana estupidez

Soberana estupidez – Editorial del 2 de octubre de 2015
Por estos días, en todas las instituciones de nivel medio de Entre Ríos se debería estar debatiendo  un borrador del nuevo y polémico "Régimen de Ingreso y Permanencia de Estudiantes a la Escuela Secundaria y sus Modalidades", que reemplazaría a la vigente resolución 1770/11, y que supuestamente fue elaborado por las Direcciones de "Educación Secundaria", "Educación de Gestión Privada", "Educación de Adultos", "Educación Física" y "Educación Técnico Profesional", y, ¡faltaba más!, por los "Supervisores de Nivel Secundario".
En la fundamentación se enuncia una "innovadora" manera de considerar las inasistencias que tendría como fin "sostener la permanencia de los estudiantes en el nivel secundario". El objetivo estratégico dice ser "desarrollar una responsabilidad compartida para el sostenimiento y cuidado de las trayectorias escolares, que interpele las tradicionales formas de organización".
Más allá de este palabrerío inútil que nadie entiende, y que parece aquello de Les Luthiers: "A menudo mis alumnos me preguntan si la hermenéutica telúrica incaica transtrueca la peripatética anotrética de la filosofía aristotélica, por la inicuidad fáctica de los diálogos socráticos no dogmáticos. Yo siempre les respondo que no". La única diferencia es que la genialidad del conjunto de instrumentos informales es humorística, mientras que lo del CGE parece que va en serio.
Yendo a lo concreto, este trabajo que desgastó las energías de nuestras autoridades educativas, establece que "la cantidad de inasistencias institucionales se "calcularán" (SIC, porque debería decir "calculará", ya que habla de "cantidad" que es singular, y ya que estamos, en un "borrador" emanado del CGE habría que cuidar estos detalles) en un 20 % de los días de clases definidos por la provincia en el ámbito del Consejo Federal de Educación". Si tomamos un hipotético calendario escolar de 180 jornadas, el alumno tendrá derecho a ausentarse 36 días. Pero este margen tolerado será aún mayor, ya que "las instituciones educativas según modalidad y/o contexto en el que se encuentran situadas, podrán flexibilizar hasta en un 10% más las inasistencias. Es decir, el tope permitido se elevaría cuanto menos a 40. Téngase en cuenta que el régimen actual contempla como máximo 28 faltas, y más, téngase en cuenta que cuando yo iba al colegio el máximo permitido, después de muy rogadas y justificadas reincorporaciones, era de ¡15!
Pero la sorpresa mayor de este inicuo e increíble borrador (que espero quede en sólo en un borrador) aparece más adelante, al autorizar las creativamente llamadas "inasistencias curriculares". Por si no se entiende, lo explica así: "Los estudiantes que se encuentran presentes en la institución podrán no concurrir a espacios curriculares".
Dicho de otro modo, el alumno, estando en la escuela, tendrá derecho a decidir si ingresa o no al aula cada vez que suene el timbre. Es por ello que en cada hora se deberá volver a tomar asistencia. Se exigirá "el 80 % mínimo de presencialidad en cada espacio curricular".
El cómputo de estas ausencias por materia contempla también inasistencias parciales: "½ (media) inasistencia, cuando se ingrese con retraso entre 5 minutos y 15 minutos o cuando el estudiante se deba retirar entre 15 minutos y 5 minutos antes del horario establecido de finalización" y "¼ (cuarta) inasistencia, cuando ingrese con un retraso de hasta 5 minutos en la hora cátedra o cuando el estudiante se deba retirar con hasta 5 minutos antes del horario establecido".
Se trata, ni más ni menos, de trasplantar al secundario un régimen parecido al de la universidad, con la "leve" diferencia, quizás no advertida por estos genios, abstraídos como están en el pensamiento científico, de que en la educación universitaria cada materia es una en sí misma, no forma parte de un curso, se puede dar cuándo y cómo uno quiera, siempre que respete las correlatividades, y, además, estamos hablando de alumnos mayores de 17 años, que ya saben por qué están estudiando esa carrera, corren con los riesgos de las faltas por su propia decisión, y, fundamentalmente, no forman parte de lo que en la Argentina es la educación obligatoria, que hoy en día llega hasta el final del secundario.
Hay también otras "yapas" previstas. Por ejemplo, "el Estudiante de Educación Secundaria que se encuentra cursando el último año de estudio puede hacer uso de cinco inasistencias institucionales más, para temas justificados inherentes a la finalización de sus estudios y su proyección". Tal rimbombante eufemismo me parece a mí que tiene por objetivo quedar bien con los chicos que no se "guardaron" faltas para el "viaje de egresados", como ya votan...
Debo decir, por suerte, que por lo que he podido averiguar el borrador no sólo no habría logrado entusiasmar a la docencia sino que, muy por el contrario, provocó desazón y hasta indignación. En mi caso, que llevo ya casi veinticinco años ininterrumpidos al frente de alumnos (los cumplo el próximo 21 de marzo de 2016), no podría directamente dar clases, ya que mi forma de ejercer la docencia se basa en un trabajo conjunto entre profesor y alumnos desde que va desde timbre a timbre. Por suerte he contado hasta ahora con el beneplácito de los mismos, que suelen tener un bajo porcentaje de inasistencias en los días en que tienen conmigo, pero nada garantiza que una vez que institucionalmente esto les sea permitido, como suele suceder con el espíritu adolescente, y más en estos tiempos, se sumen a la corriente.
Este "borrador" sin dudas propicia el facilismo; no cultiva en el estudiante el hábito de la presencia y la puntualidad, tan indispensable en el mundo del trabajo; fomenta el desorden al permitir que haya alumnos fuera del aula en todo momento y no solo en los recreos, y, más que nada, es una eficiente manera de lograr aumentar la disminución (aunque esto sea un oxímoron) de la calidad educativa, cosa que a estos gobiernos les viene de perillas, porque la relación es inversamente proporcional: cuánto menos educación y cultura haya, más posibilidades de ganar las elecciones tienen.
Cuando hablaba más arriba de la mala comparación que hace el borrador entre los alumnos secundarios y los universitarios, no somos pocos los docentes que cuestionamos la "visión del alumno" que subyace en el proyecto. O sea, este es un régimen de inasistencias para un joven "maduro" y no para un adolescente, que por definición aún no ha desarrollado plenamente su capacidad para asumir compromisos de manera constante y para estar seguro de cuál su voluntad. Ni siquiera es penalmente responsable de sus actos.
Y ya que hablo de responsabilidad, el personal no docente también hace un planteo que si se quiere es jurídico: ¿Quién será responsable del cuidado del alumno que decidió ausentarse del aula pero permanece en el edificio? ¿Contemplará esta situación el seguro escolar?
En las respuestas que dieron los alumnos a los que se les consultó respecto a este tema está comprendida en gran parte la explicación subyacente. Las reacciones de los chicos fueron auténticas, genuinas. Por ejemplo, fueron muchos los que concluyeron en que el régimen propuesto les permitirá "ingresar más tarde y dormir más", aunque tampoco faltaron los que, con un poco más de conciencia, creyeron descubrir un "facilismo explícito", que los expondrá al riesgo de abandonar las materias que no sean de su interés para focalizarse solo en las que son de su agrado, lo que, obviamente, redundará en el perjuicio de no lograr el título.
Con un realismo absoluto, los estudiantes también se preguntaron si valdrá lo mismo una falta a una clase común que aquella en la que esté prevista una prueba o la entrega de trabajos. Y está bien que se lo planteen ellos, aunque a mí me preocupa que esos genios a los que me refería más arriba no hayan pensado que lo que se proyecta para un supuesto bien, termine siendo un boomerang para el propio alumno.
Yo creo que el debate pasa por definir si es este el camino correcto hacia la inclusión o si, muy por el contrario, la brecha educativa se agravará aún más, postergando a millones de chicos, especialmente a quienes no cuentan con un contexto socio familiar que los guíe con la necesaria combinación de afecto, sabiduría y firmeza.
Dejarlo a expensas de su espontaneidad, de su aún incipiente libre albedrío, se parece más al abandono que a la inclusión.                                                 

                                            Dr. Mario Ignacio Arcusin, para Semanario Crónica de Basavilbaso