viernes, 26 de junio de 2009

Editorial del 26 de junio de 2009

Hipocresía
En julio de 2008, según consta en nuestro archivo (¡la memoria no perdona, eh!), Jorge Pedro Busti decía de Alfredo De Ángeli: "realmente encontré una persona muy prudente y me parece que hay que aprovechar la prudencia de esta gente que también está buscando una solución, porque yo no creo que quieran una confrontación permanente".
Y en agosto de ese mismo año, leíamos: "Duhalde pasó por la Expo Campo y disfrutó de un almuerzo con el carismático líder ruralista Alfredo De Ángeli y el ex gobernador de la provincia, Jorge Busti. Intercambiaron elogios y hablaron de candidaturas". "De Angeli es un símbolo de lo que el diario Crítica ha denominado con mucha justeza 'la Guerra Gaucha', que se ha ganado ya y que habrá nuevas etapas, porque hemos ganado la principal, pero tenemos que aprestarnos para nuevas batallas", consideró Duhalde y agregó que el ruralista 'llegó a conmover a todo el pueblo".
Estamos hablando del mismo Jorge Pedro Busti que hace pocos días, en una demostración de desprecio por la democracia, dijo, seguramente para enardecer a los que lo escuchaban (siguiendo viejos ejemplos): "nosotros mostramos con orgullo nuestros candidatos y no nos pasa como en varias poblaciones que a los dirigentes radicales se los denomina como integrantes de la Unión Cívica Rural".
El mismo Jorge Pedro Busti, decimos, que, a poco de haber presidido la Convención Constituyente de nuestra provincia, modelo en la defensa de los derechos de la mujer, no dudó en incorporar a su esposa a la lista, en segundo lugar, bajo la expresa mención de que es "Cremer de Busti" (¿derecho de propiedad? ¿machismo a ultranza?), en una clarísima contradicción con lo dispuesto en el artículo 17 de nuestra nueva Ley Fundamental.
Es imposible analizar los hechos del presente sin tener en cuenta lo acontecido en el pasado.
Para eso, precisamente, se creó la ciencia denominada Historia, que es, ni más ni menos, que el "informe de situación" de cada uno de los momentos que tomamos como referencia. Decimos que es así porque nos resulta intrascendente la mera enunciación, al estilo de la "polémica" acerca de si llovía el 25 de Mayo de 1810, cuando ello no agrega ni quita nada a nuestro presente y a nuestro destino.
¿Qué diferencia hay entre los vales con los que se les pagaba a los peones y los planes y subsidios que se conceden y se pagan ahora desde los municipios?
Es cierto que las declaraciones de De Ángeli son antidemocráticas y nos retrotraen a tiempos que algunos dábamos por superados. Pero conste que a esas prácticas a que aludió el líder ruralista, eso de "juntar los peones en una camioneta y decirles por quién tienen que votar", las sufrió como nadie la UCR, ya que la llegada al poder de Hipólito Yrigoyen se había iniciado con el abstencionismo durante los procesos eleccionarios plagados de ilegalidades, donde las prácticas corruptas del antiguo régimen impedían el ejercicio del sufragio libre y secreto. El radicalismo luchó contra esa praxis electoral hasta llegar a la Revolución de 1905 que lideró el mismo Yrigoyen. Si bien esa revolución fue vencida, sus principios se enarbolaron como estandartes de un nuevo paradigma político que ya el régimen que durante treinta años gobernó la Argentina no podía obstruir.
Como ejemplo de esa lucha, en pleno dominio de los conservadores, el radicalismo de Santa Fe había organizado antes de las elecciones presidenciales una marcha multitudinaria donde cada ciudadano llevara brazo en alto su libreta de enrolamiento, denostando una de las prácticas más comunes del régimen imperante: la compra de libretas a los peones rurales el día de las elecciones.
Y ahora resulta que nos venimos a enterar, no por boca de los mismos que se horrorizaron por lo que dijo De Ángeli, de que un grupo de aborígenes wichis de Formosa denunció que el intendente de la localidad de Ingeniero Juárez, Cristino Vidal Mendoza, les "quitó el DNI" a unos 2000 aborígenes de ese departamento. "Él nos encierra y el día de la elección nos devuelve el documento con el voto y nos acompaña hasta la urna; siempre fue así, ésta es la primera vez que protestamos", dijeron.
La empobrecida localidad está 480 km. al oeste de la capital provincial, cerca del límite con Salta, y su "democrático" intendente no es del Acuerdo Cívico y Social ni de la Federación Agraria, sino que responde con sumo verticalismo al gobernador Gildo Insfrán. Según se supo de fuentes policiales, se trataría de 100 documentos, presuntamente entregados a cambio de frazadas y comida.
Y, entonces, titulamos "Hipocresía" a esta página porque no puede ser que, tal como se le adjudica al tero (más bien a la "tera"), haya muchos que pegan el grito en un lado y ponen los huevos en otro. O, mejor dicho, y en verdad, a los huevos no los ponen nunca.
Así como comparábamos a los vales con los "modernos" planes que nunca se terminarán porque tienen más que una función social una finalidad partidaria, es necesario que digamos que eso que hicieron los conservadores fraudulentos durante años en nuestra Argentina, y que ahora, quizás ingenuamente, pero equivocadamente, De Ángeli imaginó reiterar, no se diferencia en mucho de las prácticas de ciertos partidos que disponen el día de los comicios de una completísima flota de vehículos, para llevar gente a los lugares de votación. Más allá de que no hemos visto NUNCA esa misma disposición, en esos mismos actores, para estar disponibles en otras ocasiones, tales como en las frías madrugadas cuando hay que caminar muchas cuadras para ir a hacer cola al hospital o cuando hay que embarrarse hasta las "verijas" para llevar los chicos a la escuela, nos parece demasiado significativa tanta "voluntad desinteresada". Es más, no nos imaginamos, de verdad, otro diálogo dentro de esos autos que el que usted, amigo y democrático lector, está pensando.
Es cierto que está mal que alguien proponga llevar a la gente a votar y decirle por quién. Porque aunque no lo haga, ya lo dijo. Pero peor es hacerlo, sin proponerlo (por supuesto, ¡no hay que avivar giles!), y luego dárselas de apóstoles de la democracia.
Pero la hipocresía no termina ahí, no señores. Tiene muchas variantes. El mismo día en que por defender nuestros derechos como trabajadores, a los docentes nos descontaban una parte de nuestro miserable salario por el economicista concepto de "día no trabajado, día no cobrado", un gran número de funcionarios públicos andaba por estos lares haciendo campaña.
Por aquello de la publicidad de los actos de gobierno de que habla también la nueva Constitución de Entre Ríos, en este caso en su artículo 13, deberíamos saber, además de qué es lo que se hace con la plata que ilegítimamente se queda el estado provincial al no pagar parte de los sueldos de los maestros (siendo que ya estaban esas sumas en el presupuesto), también cuál es el criterio que se sigue con esos dirigentes que hace ya unos cuantos días no van a trabajar.
¿Se aplicará el mismo concepto de "día no trabajado..." o para ellos rige distinta jurisprudencia?
"Si lo llevan a votar, acepte y luego haga su voluntad en el cuarto oscuro. Si no hay automóviles ni camiones, concurra a votar a caballo o en cualquier otra forma… Desconfíe de todo, toda seguridad será poca. Las fuerzas del mal y de la ignominia pondrán en juego todos los recursos para burlar la voluntad popular."
No, no, no. Está equivocado, amigo.
La frase no es de Lilita ni de Atilio Benedetti.
La frase es de Juan Domingo Perón.
Dr. Mario Ignacio Arcusin, para Semanario Crónica de Basavilbaso

viernes, 19 de junio de 2009

No ofendo ni temo - Editorial del 19 de junio de 2009
Un amigo muy inteligente se ha tomado el trabajo de graficar lo que nosotros muchas veces hemos dicho acá y que hoy repetiremos.
Lo que él menciona, y de lo que por otra parte no queda ninguna duda, es que como integrantes de la sociedad argentina, seguramente todos tenemos alguna cuota de responsabilidad en estos infortunios que nos desvelan.
En efecto, y dado que los actuales gobernantes (por lo menos los de esta provincia) son muy afectos a echarle la culpa de todos los males a la "herencia recibida", bueno es profundizar el análisis acerca de quiénes nos han gobernado en estos últimos años.
La medida la puede dar cada uno, pero sirve tomar desde 1916, desde 1943 ó desde 1974. En todos los casos la resolución final dará muchas sorpresas, si es que el lector es en realidad desprevenido.
Pero cómo podemos pretender que quienes hoy nos gobiernan asuman esa responsabilidad si se enojan cuando desde un medio privado no se oculta la filiación política de su editor y ni se inmutan cuando ellos mismos hacen política partidaria desde los cargos para los que fueron elegidos en nombre de la república (cosa de todos en latín).
Esta semana, por ejemplo, el intendente de Diamante disparó, así, como quién no quiere la cosa, que "la gente tiene memoria: los radicales hablan de redistribución y cambio, sin embargo, cuando gobernaron se fueron en helicóptero".
¿Debemos recordarle a él, que es intendente de una gran ciudad, que hubo otros que se escaparon tan cobardemente y que no eran radicales? ¿Por ventura quiere nombres?
¿O es que hay que decirles también a los desmemoriados que en la historia que va desde los bombardeos de la Plaza de Mayo el 16 de junio de 1955 hasta hoy también pasó la masacre de Ezeiza, López Rega y su Triple A, la gestación de la dicotomía entre la "patria peronista" y la "patria socialista", alentada desde Madrid, y que terminó como todos sabemos?
Para hablar de grandezas, es bueno hacerlo justamente hoy, 19 de junio, día en que se cumplen 245 años del nacimiento en Montevideo de José Gervasio Artigas, héroe de la independencia sudamericana y uno de los más preclaros próceres del sur del continente, convertido por las desafortunadas contingencias políticas y militares en héroe nacional de un pequeño país que nació por designio de la diplomacia británica.
"El protector de los pueblos libres", entre los que se incluía a la Mesopotamia con Entre Ríos, a Córdoba y a Santa Fe, era llamado por los indios "karai guasú", o gran jefe, también "el hombre que resplandece" u "hombre iluminado", y padre de los indios, y en sus últimos años de exilio en el Paraguay, donde no dejó de mostrar sus virtudes, fue conocido como el "padre de los pobres".
Ese sí que fue un modelo para recordar, porque hizo honor a su frase más conocida: "con libertad ni ofendo ni temo". Acá tenemos a pseudo imitadores suyos que utilizan la libertad que tenemos para generar temor. ¡Y piensan que con eso van a seguir ganando elecciones! ¡Pobres de nosotros si eso es así!
Entre las condiciones personales que hacen de un gobernante un estadista hay algunas, infaltables, que no se dejan reconocer fácilmente. Sus habilidades para triunfar en batallas electorales pueden estar a la vista, pero no alcanzan. Es preciso que lleve el fuego de otros "berretines", que tal vez se descubran explorando su vida privada antes que la pública. Bolívar, por ejemplo, tan usado como modelo por nuestros binarcas, recorría el continente llevando consigo una biblioteca. ¿Usted dice, amigo lector, que hay quienes nos gobiernan y no saben lo que es una biblioteca? ¿¡Será posible!?
En medio de esta discusión acerca de "día no trabajado día no cobrado", que sirve solo para los docentes entrerrianos mas no para los funcionarios en campaña que por estas semanas (desde hace varias, ya) recorren la provincia haciendo en sus trabajos (¿trabajos?) menos de lo que hacen todos los días (y eso, convengamos, es decir mucho, ya que tampoco sabe qué es lo que hacen), debemos decir que solo si el gobernante siente la pasión del verdadero estudioso sentirá que es preferible, en vez de gastar plata en banalidades, hacerlo para formar a las futuras generaciones.
Solo si se ha experimentado en sí mismo la efusión intensa de la lectura podrá resultar intolerable que las bibliotecas no rebosen de libros al alcance de todos y que los subsidios (¡subsidios, por Dios!) no estén al día para que funcionen dignamente.
Solo si se siente verdadero agradecimiento hacia los maestros que tuvo podrá hacer lo que sea preciso para que ellos no les falten a sus hijos y gobernados.
Nos preocupa sobremanera que se tome con liviandad este tema de las elecciones, y que el oficialismo minimice los alcances de la decisión, al punto de sumarse sin remilgos a la vulgarización que de esta decisión tan importante se está haciendo en la TV a través de "Gran Cuñado", de cuya adjetivización ya nos hemos ocupado hasta el hartazgo, y no muy benévolamente, debemos decirlo.
No sabemos por qué nadie hace mención a que en la Argentina estamos conviviendo generaciones que todavía recordamos haber vivido en casas sin calefacción y con pies con sabañones, y que pasamos por un "Estado de bienestar" en el que los pobres vivían como personas y en las puertas de las casas había tachos de basura con chuletas apenas mordisqueadas, junto a generaciones criadas en la adoración mitológica (hay que reconocer esto, también, eh) o en el oprobio de no poder elegir a nuestros propios gobernantes, y junto también a otras criadas en la esperanza democrática, pero también a las últimas entrenadas en el zapping y en el desconcierto.
Ya hay entre nosotros una generación nacida en la realidad de una Argentina que empobrece a los viejos y le niega el futuro a los niños; que sepulta el pasado sin decidirse a encontrar el futuro, y que mantiene, como antes (¿y después y siempre?), una vocación enfermiza por hacer perdurables sus dependencias rayanas en la psicosis, sin entrar a hablar de la prevalencia de sus propios intereses individuales.
Hace poco leímos dos excelentes libros en los que sus protagonistas vivían toda su vida dedicados a construir sendas catedrales. Lo hacían, ambos, alentados por una promesa de bienaventuranza eterna en la que se jugaban su destino más personal.
En cambio nosotros, a semejanza de la leyenda de Sísifo que ya contáramos acá alguna vez, recomenzamos cada día tareas que son intrascendentes (y votamos de igual manera), cumpliendo con ese castigo terrible de saber (conciente o inconcientemente) que estamos haciendo un trabajo inútil y sin esperanzas en el que, en vez de poner la vida, la vida se nos va.
No podemos obviar la referencia que hiciéramos hace pocos días respecto a que nos encontramos en los umbrales del Bicentenario. Y por eso es necesario que digamos que una nación no se construye con mandatarios que se creen omnipotentes y que reparten subsidios y controlan precios (con controles inventados como los números del Indek), mientras conceden prebendas a los empresarios amigos.
Lo que necesitamos, señoras y señores, son gobiernos que asuman su condición de autolimitados, que respeten la vida, los derechos (el de huelga es uno de ellos, no se olviden) y los bienes de sus habitantes.
Lo que tenemos por estos tiempos, en cambio, es un proyecto que está basado solo en la dádiva de los poderosos, que identifican su suerte y la de su partido, con la suerte (o la mala suerte) de los que no piensan como ellos.
Estamos cerca de una excelente oportunidad de demostrar que es mejor comprender esta diferencia y vivir los problemas con formulaciones más reales.
Allí reencontraremos, sin dudas, el sentido de país, de provincia y de terruño que creemos perdido.
Como dice el amigo que nos inspiró y al que agradecemos:
¿Queremos que el círculo se siga cerrando?
¿O queremos recrear la esperanza de la alternancia y del comienzo del cambio que todos necesitamos?
Dr. Mario Ignacio Arcusin para Semanario Crónica de Basavilbaso

jueves, 11 de junio de 2009

La caja (de Pandora) - Editorial del 12 de junio de 2009
Completamos el título con la aclaración porque en esta Argentina de hoy hablar de caja supone otra cosa, a la que también, aunque tangencialmente, seguramente habremos de referirnos en esta página de hoy, aún cuando fieles a nuestro estilo nunca sabemos, al empezar, no ya cómo terminaremos sino ni siquiera cómo transcurrirá.
El mito de Pandora es muy conocido, así que no abundaremos en mayores detalles. Solo vamos a recordar que Zeus, para vengarse de Prometeo, que había robado el fuego de los dioses (¡la historia se repite, siempre, siempre!) le manda como cuñada a la bellísima Pandora (pan=todos, dora=dones), envío que incluía la célebre caja, que una vez abierta, esparciría sobre el mundo todos los males imaginables. Solo quedó en el fondo de la caja la Esperanza, que desde entonces nos aguarda a los hombres al término de todas las penurias.
Solemos intercambiar con amigos (inclusive con nuestros alumnos, con quienes cultivamos una forma de amistad, también) algunas impresiones respecto a lo que nos está pasando, en una especie de análisis sociológico que nos merecemos para dejar de mentirnos a nosotros mismos respecto a qué es lo que nos pasa.
En primer lugar es usual que hablemos de la Argentina como si fuera una peste que sufre un tercero, y de la que hay que librarse rápidamente. Nuca reconocemos, y acá volvemos a recomendar la poesía-canción de Alberto Cortez titulada "Los Demás", que somos nosotros los que estamos contagiando ese mal al ponernos siempre en "la vereda de enfrente".
Seguimos extrapolando hacia el futuro tanto el pasado como nuestro dramático presente, a los efectos de trazar nuestros pronósticos sobre la Argentina, sin darnos cuenta de que estamos cayendo en una forma de esclavitud mental, una forma extrema de obediencia a la desdicha, una forma de sobreadaptación a la realidad, de delegación de nuestro destino, en fin, de una profunda modalidad masoquista de gozo con nuestro propio fracaso.
El país, de esa manera, es comprendido como un meteorito que ha caído sobre nuestras cabezas, y no como algo que todavía está por crearse, y que se debe ir creando día a día. Y de esta interpretación fatalista de la Argentina se desprende la "satisfacción" de sentir que tenemos una responsabilidad amortiguada sobre nuestro propio destino.
A todos nos pasa (si no a todos sí a muchos, y si no con respecto a todos sí con respecto a muchos), que nos ubicamos frente al televisor y nos desvivimos por criticar desaforadamente, incluso utilizando palabras que no vamos a reproducir aquí, a los que están gobernando, a los que se proponen para gobernar, a los que ya gobernaron, etc. Pero eso sí, nunca se nos ocurriría movernos de esa silla que no nos compromete demasiado, para intentar hacer nosotros las cosas, a ver cómo nos salen.
Todo forma parte de ese concepto a que hacíamos referencia más arriba, y que tiene que ver con que no terminemos nunca de conseguir una verdadera democracia, y no pasemos de alternar (¡con suerte!) entre distintas versiones de una muy frágil partidocracia.
Hay quienes por estos días intentan hacernos adivinar nuestra próxima desgracia si no optamos por la continuidad del "modelo". Son los mismos que hace menos de dos años no vendieron el buzón de una cadena a la que, al poco tiempo, se le oxidaron los eslabones y no resistió ni siquiera su propio peso.
Todo ese discurso hipócrita no tiene otra finalidad que la de demorar la llegada del momento en que advirtamos que tenemos la libertad de cambiar enteramente nuestra suerte. Es claro que, para eso, deberíamos previamente cambiar nuestra propia postura contemplativa (la imagen del hombre sentado frente al televisor no es la única, ya que hay muchas otras formas de asistir impávido a lo que está pasando, sin atinar a reaccionar más allá de las puteadas) de nuestra propia autodestrucción, con su consiguiente e ¿inconsciente? placer, para dedicarnos a crear nuestro propio destino, ¡con su consiguiente sacrificio, el que parece que muchos no están dispuestos a brindar!
Por lo pronto muy pocos se animan a discutir (y menos a aceptar) que esta crisis de la que no terminamos de salir (será crisis mientras sigamos teniendo corrupción, ineptitud, trivialidad, coima, clientelismo, improvisación, ignorancia, facilismo, descaro, despilfarro, gasto estéril, mentira, etc.) es el resultado final de más de medio siglo de decadencia, de la que son muy responsables (aunque se hagan los "sotas") los mismos que hoy nos quieren hacer creer que todo se debe a factores coyunturales mucho más cercanos en el tiempo, tanto internos como externos, que se van a solucionar con una dosis abundante de "candidaturas testimoniales".
Hoy se habla mucho en el mundo del "desarrollo sostenible", que en "criollo" no significa otra cosa que atender las necesidades de las generaciones del presente sin comprometer a las de las generaciones futuras. Y para eso se debe empezar, entre otras cosas, por comprender determinados valores tales como el respeto por la diversidad y la divergencia de opiniones. Atacar al que piensa distinto sin discutir si lo que dice es razonable es propio de mentes perversas.
Nosotros estamos convencidos de que esta especie de gran debate televisivo al que se ha sometido la democracia (y esto incluye también al "Gran Cuñado") solo contribuye a que los ciudadanos puedan sentarse en una vasta platea virtual desde la cual asisten al ir y venir de los argumentos. Nadie se da cuenta, así, de que estamos "chapitas" (como dicen los chicos). Nadie para la pelota, todos corren o amagan que corren, y tiene la suerte de que el zapping les permita ser espectadores, con la misma impasividad, tanto de la realidad que debería comprometerlos como del partido de fútbol del ascenso, del último y más estúpido reality show o de cualquier programa de Utilísima.
Somos, o nos creemos que somos, los personajes de una novela cuyo autor enloqueció y perdió el rumbo de la historia, y que no sabe qué hacer con nosotros. Dios no es argentino (pese a que nosotros creemos que sí), y por eso va a resolver con alivio el final de la trama. No va a dejar, precisamente porque es Dios, que un novelista loco cierre la última página con el Apocalipsis. Un poco esto tiene que ver con lo que decíamos la pasada semana respecto a que "ni el tiro del final le va a salir".
Al cumplirse el centenario de la Revolución de Mayo, Joaquín V. González escribió su obra El juicio del siglo, en la que detectó que durante aquél largo período de nuestra historia una constante desgracia nos había azotado. Él la llamo "la ley del odio", anidada en el seno de nuestra sociedad y alimentada por luchas sucesivas que habían causado inmensos estragos en el alma nacional.
Cuando estamos a poco menos de un año de celebrar el segundo centenario del nacimiento de la patria, cabe preguntarse si estamos dando pasos efectivos para revertir esa tendencia tanática. Hay gravísimo indicios de que esa "ley del odio" sigue operando, subyacente, en una Argentina llena de desencuentros y frustraciones.
En el fondo de nuestra caja de Pandora debe haber todavía un poquito de esperanza. No puede ser, siguiendo con los tangos, que "nos toque a nosotros emprender la retirada". Quizás ahí se encuentre la desgracia mayor que se ha abatido sobre nuestro país: habernos quedado sin esperanzas, vale decir, sin destino común ni futuro.
Futuro que no vendrá, seguramente, de la mano de las lamentaciones ni de las incriminaciones mutuas, como parecen creer algunos iluminados, sino tan solo por poner manos a la obra de inmediato, por un futuro mejor.
Según el mito, Epimeteo, el esposo de Pandora, fue convertido finalmente en mono, y todos sus descendientes fueron idiotas e irreflexivos.
Dice la copla popular:
Quien espera desespera,
Quien desespera no alcanza.
Por eso es bueno esperar,
Y no perder la esperanza.
Dr. Mario Ignacio Arcusin, para Semanario Crónica de Basavilbaso

viernes, 5 de junio de 2009

Desencuentro - Editorial del 5 de junio de 2009

La oportunidad que se nos presenta no queremos desaprovecharla.
Siempre hay temas coyunturales que se imponen al momento de elegir de qué hablaremos en esta página, y seguramente a partir de la próxima semana la inminencia de las elecciones legislativas (¡solo legislativas!) nos llevará de la mano inexorablemente. Es por eso que hoy hemos decidido "entrarle" a una cuestión que nos parece que está sumamente descuidada por estos tiempos, al influjo de las "urgencias" y, por qué no, de ciertas presiones ideológicas que pretenden desmemoriar a los argentinos.
Asistimos con dolor (esto se viene repitiendo desde hace ya varios años) a la escasa participación del pueblo en los actos patrios, sobre todo en aquellos que tienen que ver específicamente con la recordación de la fecha más que con las celebraciones paralelas de contenido artístico o social.
No entendemos muy bien el por qué de tanta insistencia con el lema del "Camino al Bicentenario", cuando la forma en que lo estamos transitando más parece recordar la letra de aquél tango de Cátulo Castillo no por nada llamado como el título de hoy, que discurre: "estás desorientado y no sabés qué trole hay que tomar, para seguir". Vamos a hacer un breve paréntesis acá para explicar a los más jóvenes que el "trole" es una especie de colectivo alimentado por energía eléctrica a través de dos líneas aéreas paralelas, que se usó mucho en Buenos Aires hace años y que, por estos tiempos, creemos, solo circulan en la ciudad de Córdoba. Esto es un mero dato informativo, pero sirve porque estamos convencidos de que en cada oportunidad en que se pueda hay algo para aprender.
Sigamos, entonces, después de esta breve pero útil digresión.
A nosotros nos parece que es necesario insistir, desde todos los lugares, con que rememorar los sucesos de mayo, en este caso, pero también lo que se viene respecto al aniversario de la muerte de Belgrano y su recordación en el Día de la Bandera, y más adelante con el 9 de Julio, tiene que ver con una forma de reafirmar nuestra identidad nacional.
Si realmente nos interesa recorrer ese "Camino al Bicentenario", quienes nos guíen por él deberán tomar conciencia de que, paulatinamente, sobre todo en el transcurso de los tramos finales del siglo XX y en lo que llevamos del XXI, la memoria se volvió más estereotipada, y en algunos momentos hasta se vació de contenido. De ahí los pálidos y deslucidos festejos de los últimos años, que hasta nos han hecho perder las ganas de asistir a ellos. Presencias que denotan obligación, discursos anodinos, apuro por terminar y falta de capacidad para transmitir el impacto que la fecha nos produce, parecen ser los únicos factores comunes de los actos patrióticos.
Es cierto que a esta "devaluación" ha contribuido grandemente el desprestigio que se "ganó" en cierto momento el Ejército Argentino, a través de sus no siempre oportunas intervenciones en la vida política nacional, sobre todo en la última de ellas, que cruzó ese límite para caer en la más abyecta criminalidad.
Nosotros solemos recurrir a los textos poéticos (las buenas canciones también son un poema) de quienes han sabido, mejor que nosotros, explicar las cosas.
Y para esta oportunidad nada como las palabras de Víctor Heredia en "Aquellos soldaditos de plomo", que creemos traducen exactamente lo que nos pasa:
Qué traidor nos ha robado
la ilusión del corazón?
de los que tanto amaba entonces.
Que vuelva bruñido el bronce
que se limpien las banderas.
Yo quiero una fila entera de soldados desfilando
y todo un pueblo cantando con renovada pasión.
Quiero de nuevo el honor, aunque no existan victorias.
Quiero llorar con la gloria de una marcha militar
y un banderín agitar, frente a un ejercito popular".
Es inútil buscar únicos responsables de este deterioro de las celebraciones cívicas. Las causas se relacionan con el desconcierto generalizado acerca de qué es ser argentino, qué lugar ocupa el país en nuestro pensamiento y qué perspectivas les estamos ofreciendo a las futuras generaciones.
Obviamente que las cosas no pasan solamente, como algunos quieren hacernos creer, por proyectos personales, bipersonales, partidarios o sectoriales, o por meras sumas de iniciativas o de negocios particulares. Es lamentable tener que decir eso, pero como parece ser el denominador común de las propuestas, no podemos callarnos.
A nosotros nos gustaría escuchar de la boca de quienes nos conducen algo más que una evocación cargada de nostalgia de un pasado que, por grato que sea, no es más que pasado.
Alguien alguna vez deberá decidir (nosotros deberemos elegir a ese "alguien") que ese recuerdo histórico adquiera vitalidad y sentido en la medida en que ofrezca sustento a un proyecto de futuro, lo que, por cierto, hasta ahora muy pocas veces se ha podido vislumbrar.
Estamos un poco cansados, de verdad, de las absurdas referencias que respecto a la década de los '90 hacen quienes fueron primeros actores de ella y pretenden ahora borrar su participación (o, a lo sumo, retocarla) con una especie de "photoshop" de la Historia. No será con ellos, que apostaron y perdieron, que cambiaremos el curso de nuestro destino.
Mientras los argentinos nos resistamos a creer que terminó un ciclo (no estamos hablando solamente de hombres y de banderías políticas) y demoremos el viraje que se impone, estaremos en un limbo o en una tierra de nadie, cada vez más peligroso.
Por este camino ya no hay salida. Ahora la política tiene que volver a ocupar su lugar histórico usurpado, arrasado por ese "economicismo" que incluso ha ganado lugares de preponderancia en las listas.
La política es conducción, armonización de intereses y de derechos, y no la comodidad de sobrevivir en la corriente manejada por otros.
Debemos aprender, acá sí, de los "hombres de Mayo", para salirnos de la bolsa como en aquél lluvioso 25, y sacudirnos nuevamente la parálisis, que sigue siendo colonial en el estricto sentido de la palabra, aunque sea otro el Colón que cree que nos descubre.
Pero no podemos intentar salir de la jaula estrellándonos contra los barrotes. Hay que salir con cuidado, dejándonos guiar (¡de una vez por todas!) por quienes son portadores de la luz.
Mientras desde los medios masivos de comunicación nos confundan y nos hagan más difícil entender a los personajes reales que a los imitadores de la lamentable sátira del "Gran Cuñado" (¡así estamos!), el tango que usamos como leit motiv de hoy se hará la "panzada" viendo si logramos saltearnos la conclusión, que alega:
"Por eso en tu total fracaso de vivir, ni el tiro del final te va a salir".
Dr. Mario Ignacio Arcusin, para Semanario Crónica de Basavilbaso