viernes, 19 de junio de 2009

No ofendo ni temo - Editorial del 19 de junio de 2009
Un amigo muy inteligente se ha tomado el trabajo de graficar lo que nosotros muchas veces hemos dicho acá y que hoy repetiremos.
Lo que él menciona, y de lo que por otra parte no queda ninguna duda, es que como integrantes de la sociedad argentina, seguramente todos tenemos alguna cuota de responsabilidad en estos infortunios que nos desvelan.
En efecto, y dado que los actuales gobernantes (por lo menos los de esta provincia) son muy afectos a echarle la culpa de todos los males a la "herencia recibida", bueno es profundizar el análisis acerca de quiénes nos han gobernado en estos últimos años.
La medida la puede dar cada uno, pero sirve tomar desde 1916, desde 1943 ó desde 1974. En todos los casos la resolución final dará muchas sorpresas, si es que el lector es en realidad desprevenido.
Pero cómo podemos pretender que quienes hoy nos gobiernan asuman esa responsabilidad si se enojan cuando desde un medio privado no se oculta la filiación política de su editor y ni se inmutan cuando ellos mismos hacen política partidaria desde los cargos para los que fueron elegidos en nombre de la república (cosa de todos en latín).
Esta semana, por ejemplo, el intendente de Diamante disparó, así, como quién no quiere la cosa, que "la gente tiene memoria: los radicales hablan de redistribución y cambio, sin embargo, cuando gobernaron se fueron en helicóptero".
¿Debemos recordarle a él, que es intendente de una gran ciudad, que hubo otros que se escaparon tan cobardemente y que no eran radicales? ¿Por ventura quiere nombres?
¿O es que hay que decirles también a los desmemoriados que en la historia que va desde los bombardeos de la Plaza de Mayo el 16 de junio de 1955 hasta hoy también pasó la masacre de Ezeiza, López Rega y su Triple A, la gestación de la dicotomía entre la "patria peronista" y la "patria socialista", alentada desde Madrid, y que terminó como todos sabemos?
Para hablar de grandezas, es bueno hacerlo justamente hoy, 19 de junio, día en que se cumplen 245 años del nacimiento en Montevideo de José Gervasio Artigas, héroe de la independencia sudamericana y uno de los más preclaros próceres del sur del continente, convertido por las desafortunadas contingencias políticas y militares en héroe nacional de un pequeño país que nació por designio de la diplomacia británica.
"El protector de los pueblos libres", entre los que se incluía a la Mesopotamia con Entre Ríos, a Córdoba y a Santa Fe, era llamado por los indios "karai guasú", o gran jefe, también "el hombre que resplandece" u "hombre iluminado", y padre de los indios, y en sus últimos años de exilio en el Paraguay, donde no dejó de mostrar sus virtudes, fue conocido como el "padre de los pobres".
Ese sí que fue un modelo para recordar, porque hizo honor a su frase más conocida: "con libertad ni ofendo ni temo". Acá tenemos a pseudo imitadores suyos que utilizan la libertad que tenemos para generar temor. ¡Y piensan que con eso van a seguir ganando elecciones! ¡Pobres de nosotros si eso es así!
Entre las condiciones personales que hacen de un gobernante un estadista hay algunas, infaltables, que no se dejan reconocer fácilmente. Sus habilidades para triunfar en batallas electorales pueden estar a la vista, pero no alcanzan. Es preciso que lleve el fuego de otros "berretines", que tal vez se descubran explorando su vida privada antes que la pública. Bolívar, por ejemplo, tan usado como modelo por nuestros binarcas, recorría el continente llevando consigo una biblioteca. ¿Usted dice, amigo lector, que hay quienes nos gobiernan y no saben lo que es una biblioteca? ¿¡Será posible!?
En medio de esta discusión acerca de "día no trabajado día no cobrado", que sirve solo para los docentes entrerrianos mas no para los funcionarios en campaña que por estas semanas (desde hace varias, ya) recorren la provincia haciendo en sus trabajos (¿trabajos?) menos de lo que hacen todos los días (y eso, convengamos, es decir mucho, ya que tampoco sabe qué es lo que hacen), debemos decir que solo si el gobernante siente la pasión del verdadero estudioso sentirá que es preferible, en vez de gastar plata en banalidades, hacerlo para formar a las futuras generaciones.
Solo si se ha experimentado en sí mismo la efusión intensa de la lectura podrá resultar intolerable que las bibliotecas no rebosen de libros al alcance de todos y que los subsidios (¡subsidios, por Dios!) no estén al día para que funcionen dignamente.
Solo si se siente verdadero agradecimiento hacia los maestros que tuvo podrá hacer lo que sea preciso para que ellos no les falten a sus hijos y gobernados.
Nos preocupa sobremanera que se tome con liviandad este tema de las elecciones, y que el oficialismo minimice los alcances de la decisión, al punto de sumarse sin remilgos a la vulgarización que de esta decisión tan importante se está haciendo en la TV a través de "Gran Cuñado", de cuya adjetivización ya nos hemos ocupado hasta el hartazgo, y no muy benévolamente, debemos decirlo.
No sabemos por qué nadie hace mención a que en la Argentina estamos conviviendo generaciones que todavía recordamos haber vivido en casas sin calefacción y con pies con sabañones, y que pasamos por un "Estado de bienestar" en el que los pobres vivían como personas y en las puertas de las casas había tachos de basura con chuletas apenas mordisqueadas, junto a generaciones criadas en la adoración mitológica (hay que reconocer esto, también, eh) o en el oprobio de no poder elegir a nuestros propios gobernantes, y junto también a otras criadas en la esperanza democrática, pero también a las últimas entrenadas en el zapping y en el desconcierto.
Ya hay entre nosotros una generación nacida en la realidad de una Argentina que empobrece a los viejos y le niega el futuro a los niños; que sepulta el pasado sin decidirse a encontrar el futuro, y que mantiene, como antes (¿y después y siempre?), una vocación enfermiza por hacer perdurables sus dependencias rayanas en la psicosis, sin entrar a hablar de la prevalencia de sus propios intereses individuales.
Hace poco leímos dos excelentes libros en los que sus protagonistas vivían toda su vida dedicados a construir sendas catedrales. Lo hacían, ambos, alentados por una promesa de bienaventuranza eterna en la que se jugaban su destino más personal.
En cambio nosotros, a semejanza de la leyenda de Sísifo que ya contáramos acá alguna vez, recomenzamos cada día tareas que son intrascendentes (y votamos de igual manera), cumpliendo con ese castigo terrible de saber (conciente o inconcientemente) que estamos haciendo un trabajo inútil y sin esperanzas en el que, en vez de poner la vida, la vida se nos va.
No podemos obviar la referencia que hiciéramos hace pocos días respecto a que nos encontramos en los umbrales del Bicentenario. Y por eso es necesario que digamos que una nación no se construye con mandatarios que se creen omnipotentes y que reparten subsidios y controlan precios (con controles inventados como los números del Indek), mientras conceden prebendas a los empresarios amigos.
Lo que necesitamos, señoras y señores, son gobiernos que asuman su condición de autolimitados, que respeten la vida, los derechos (el de huelga es uno de ellos, no se olviden) y los bienes de sus habitantes.
Lo que tenemos por estos tiempos, en cambio, es un proyecto que está basado solo en la dádiva de los poderosos, que identifican su suerte y la de su partido, con la suerte (o la mala suerte) de los que no piensan como ellos.
Estamos cerca de una excelente oportunidad de demostrar que es mejor comprender esta diferencia y vivir los problemas con formulaciones más reales.
Allí reencontraremos, sin dudas, el sentido de país, de provincia y de terruño que creemos perdido.
Como dice el amigo que nos inspiró y al que agradecemos:
¿Queremos que el círculo se siga cerrando?
¿O queremos recrear la esperanza de la alternancia y del comienzo del cambio que todos necesitamos?
Dr. Mario Ignacio Arcusin para Semanario Crónica de Basavilbaso

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