jueves, 28 de febrero de 2013

Desesperanza

Quiero (necesito) dejar expresada en estos párrafos mi absoluta convicción de que la aprobación del Memorandum de entendimiento con la República de Irán es el comienzo de un infierno. No me queda ninguna duda de que los cinco iraníes más que sospechados de haber participado del atentado a la AMIA van a circular libremente por el mundo en muy pocos meses, cuando se les levante la "nota roja" de Interpol, único propósito que tuvo Irán al propiciar este vergonzoso "acuerdo". Y la Comisión de la Verdad será entonces, en verdad, un fracaso. Y, lamentablemente, también creo que este artilugio tan bien ideado propiciará la ejecución de un tercer atentado, ya que el segundo, el de la AMIA, se apoyó en la impunidad que, tempranamente, se advirtió como consecuencia del que tuvo como objetivo la Embajada de Israel. Pero es necesario decir que este tercer atentado tendrá el amparo de la complicidad de quienes votaron e hicieron ley el acuerdo, y también de quienes pudiendo y debiendo haber hablado se callaron la boca o se distrajeron con discursos vacuos. Y en esto incluyo a una oposición casi inexistente (posiblemente solo se "salve" de esa mediocridad el senador Sanz) y a una dirigencia comunitaria temerosa y poco visionaria, que solo construyó tibios comunicados que no dicen nada. Y, por supuesto, a las organizaciones de DDHH, para las que parece que no todos son derechos y no todos son humanos. Esta es, seguramente, una de las semanas más tristes de la Argentina, porque se está destruyendo nuestra historia al son de una terrible mentira. Debía escribir esto para quedar en paz con mi conciencia y para expresar a viva voz mi desesperanza, alentada por la traición que algunos argentinos están cometiendo contra su Patria. Tanto por acción como por omisión. Las cosas que se escriben en los medios gráficos quedan como testigo de los dichos. Alguien tendrá la posibilidad de determinar, pasado un tiempo, si este escriba estaba equivocado. Dr. Mario Ignacio Arcusin

La pelota está en el techo

La pelota está en el techo - Editorial del 1 de marzo de 2013 Sabe el lector que somos muy afectos a los dichos populares, precisamente porque si quedaron marcados en el tiempo debe ser ello una prueba irrefutable de su validez. La expresión ¡otra vez la pelota al techo! comprende la repetición de sucesos reprobables, que a todas luces son inapropiados, que están fuera de lugar, pero que, sin embargo, se reiteran casi sin solución de continuidad. Uno supone que la frase tiene que ver con la costumbre de jugar al fútbol en la calle (ahora un poco perdida, sobre todo en las grandes ciudades), y el consecuente “peligro” de que el balón, en una “pifiada” impensada, fuera a caer sobre las chapas de alguna casa vecina. Venían los retos, los pedidos de disculpas, la seguridad de que “no va a pasar más”, pero, al otro día “¡otra vez la pelota al techo!”. Por supuesto que no vamos a dedicar esta página de hoy a hacer un relato del fútbol callejero, pero era necesario trazar el paralelo no solamente para introducirnos en el tema, sino, ya que estábamos, para hacer un panegírico de ciertas diversiones y entretenimientos que desde hace ya un tiempo han sido superados por el uso y el abuso de la computadora, la televisión y el celular. Lejos está el tiempo del “campito” y del “picado” en la calle. Los reemplazo, para mal, “la play”. Para entrar ya en la cuestión, esta semana ha sido dominada, en uno de los temas que más deberían preocupar a la dirigencia política, por los paros que en muchas provincias argentinas implementaron los docentes, en reclamo, básicamente, de mejoras salariales. No conocemos a fondo la realidad de todas y cada una de ellas, pero los años de militancia gremial en Entre Ríos nos habilitan para intentar una explicación para esta sempiterna repetición de los comienzos de los ciclos lectivos con medidas de fuerza que ninguno de nosotros quisiera llevar adelante. Hemos insistido, aunque a esta altura de la historia no debería ser necesario hacerlo si las cosas funcionaran como debieran, que es una obligación del Estado brindar, por lo menos, salud, seguridad y educación a los ciudadanos. Sin embargo, a la hora de afrontar en serio el compromiso, nos encontramos con que los gobiernos no suelen ser afectos a destinar sus fondos a los salarios de los trabajadores y si, por ejemplo, a las obras de infraestructura (que permiten incrementar la “caja”), a los sueldos de los funcionarios (que pagan los favores políticos más que la eficacia), a los vehículos oficiales (en detrimento de los transportes escolares para las escuelas rurales y de islas), a la publicidad oficial (distribuida entre los medios amigos, porque Crónica no recibe ni las migajas), a la confusión en el área de Cultura, que prioriza traer teatros de cuarta y vedettes de quinta, pero no sostiene a las agrupaciones provinciales a las que, como el Coro Magnificat, ni siquiera le contestan las cartas. Acá debo aclarar, por si fuera necesario, que estas críticas están referidas al Estado provincial, por más que en algunos casos se pueda ampliar a otros de mayor o menor jurisdicción, porque a veces los malos ejemplos cunden. No voy a hacer hincapié hoy, salvo de soslayo, a la falta de compromiso de algunos compañeros a la hora de “bancar” el paro. Y nótese que volví a usar acá la primera persona del singular, para que quede bien en claro que esta opinión es la del editor y firmante, cosa de que no queden las dudas genéricas a las que puede inducir el nosotros. Es bien conocida mi opinión respecto a que “el gremio” somos todos los que ejercemos la docencia, y en especial los que estamos afiliados a él. Y que la conducción es circunstancial y responde a la militancia y a los votos. Podrá ser más o menos afín al gobierno, pero su postura depende de lo que las bases propongan. Y si las bases no concurren a las asambleas de las seccionales y de las filiales, nadie puede adivinar cuál es cada una de las posturas individuales. Me parece incluso un absurdo tener que explicar a esta altura que cada departamento lleva, a través de sus delegados, la sumatoria de esas posturas, que genera una moción por mayoría, que puede ser no paro o paro, y en este último caso, por una cantidad determinada de tiempo. Luego, en el Congreso, vuelve a pasar lo mismo, salvo que en este caso los congresales de cada departamento, en vez de expresar su postura personal, expresan la que ha resultado de sus asambleas. Y otra vez se vota, en una de las expresiones más democráticas que existe, surgiendo así, por unanimidad o por mayoría, la decisión gremial. Yo entiendo, y a esto lo he sostenido y fundamentado, que el afiliado que no cumple con esa decisión, debería desafiliarse, porque no ha entendido el rol del sindicalismo, y ni siquiera el concepto de democracia. Pero decía más arriba, cuando al “yo” en lugar del “nosotros”, que la mirada sobre mis compañeros docentes esta vez iba a ser de soslayo. Es que he visto cosas y he escuchado otras que me sorprenden, que no he terminado de entender, y que, por ello, me sublevan. Desafortunadamente, en general, (y asumiendo que las generalizaciones suelen ser injustas), el problema es que a nadie le importa demasiado la educación. Al gobierno le conviene que los jóvenes sean cada vez más manipulables, y a los funcionarios no le importa porque pagan colegios o universidades privadas de nivel. Y a los que más debería interesarles, o sea a los menos pudientes, no les interesa porque están anestesiados por la mentirosa propaganda oficial y los subsidios que son pan para hoy y hambre para dentro de un rato. Se llenan la boca diciendo que este gobierno trabaja para la inclusión, pero no, eso no es inclusión. Los están dejando afuera y de por vida. Y eso no se arregla ni por asomo repartiendo netbooks. Al contrario. La sociedad argentina (y en particular la entrerriana) acumula desigualdades, exclusiones y amenazas cada vez peores acerca de su evolución futura. Pero dije que iba a hablar de cosas que escuché y que vi. Y que no me gustaron. Y empiezo. Primera. El gobernador de la provincia iba a inaugurar el ciclo lectivo en una escuela rural, y no fue porque el domingo llovió. ¿Y qué se cree? ¿Piensa que los maestros que ejercieron durante años en las escuelas de Líbaros, Villa San Marcial y Las Moscas se podían quedar en su casa los días de lluvia? ¿O habrá que decirle que Mónica perdió el esfuerzo de toda su vida (¡y casi perdió su vida!) cuando volcó con su camioneta al “escapar” de la escuela de campo en la que trabaja, por la tormenta que se venía? ¿O es que acaso el Sr. Urribarri va a poner a disposición de esos docentes su helicóptero y el Ministro de Cultura la 4 x 4 que se compró con el dinero que le amarretea a los que dejamos en serio la vida en esto? Segunda. Es una afrenta haber inaugurado obras de infraestructura escolar (encima deficientes) en un día de paro. Y más lo es partiendo de un gobierno justicialista. ¿Será? Obligaron a los docentes a interponer voluntades contrapuestas y lograron índices engañosos en esas escuelas. Por supuesto que los que bregaron por tener un mejor espacio físico no querían perderse la oportunidad de estar, pero eso hace doblemente inmoral la decisión de los dirigentes. Y me hago cargo de lo que digo porque, con dolor, no fui a la inauguración del Jardín de la Escuela Nº 9, en la que estudió mi padre, estudié yo y estudiaron mis hijos, porque estoy convencido de que si iba me convertía en cómplice del sojuzgamiento y de la desvergonzada actitud de querer impedir el derecho constitucional de huelga a fuerza de descuentos. Y la tercera, con dolor, tiene que ver con las declaraciones de Susy Rossi, actual vocal del CGE, las que considero que fueron muy atinadas y saliendo bastante del clisé que impone el funcionariado. Pero, Susy, y a esto lo digo con todo respeto, cuando hables de los docentes deberías decir “tenemos” y no “tienen”. Porque el que enseñó con pasión morirá con esa pasión. Dr. Mario Ignacio Arcusin, para Semanario Crónica de Basavilbaso

jueves, 21 de febrero de 2013

Avenimiento

Avenimiento - Editorial del 22 de febrero de 2013 Se me ocurrió utilizar esta figura para trazar una analogía con el tema central que trataré hoy. Para eso debo explicar que el avenimiento estaba previsto en nuestro Código Penal, en el artículo 132. Los requisitos para que un tribunal pudiera convalidar "excepcionalmente" un avenimiento eran cuatro: la víctima debía ser mayor de 16 años de edad, la propuesta debía ser "libremente formulada" por la víctima y "en condiciones de igualdad" con el agresor y debía preexistir al hecho delictivo una relación afectiva entre ambas partes. Además, el perdón debía ser "el modo más equitativo de armonizar el conflicto para el mejor resguardo del interés de la víctima". El caso que trajo a colación esa figura legal el pasado año fue el de Marcelo Tomaselli, de 26 años, sentenciado a la pena de prisión perpetua por el homicidio agravado por el vínculo de su esposa, Carla Figueroa. El avenimiento fue utilizado por Tomaselli para salir de la cárcel, en la que estaba preso acusado de haber violado a Figueroa. Ella lo perdonó. El 28 de octubre del año pasado se casaron y cuarenta y tres días después la joven fue asesinada de 15 puñaladas. A raíz de este caso, y en un tratamiento acotado por la uniformidad de criterios, los diputados dieron el visto bueno al proyecto de derogación, en treinta minutos, con una votación positiva de los 204 legisladores que estaban presentes en el recinto. Me parece sumamente interesante, para hacer el paralelo con el Memorandum y la Comisión de la Verdad, que el lector relea el segundo párrafo de la página de hoy, remarcando las condiciones que se exigían y que, llamativamente, tampoco existen entre Irán y las víctimas del atentado a la AMIA, salvo, y no en todos los casos, la mayoría de edad. Recordemos, por ejemplo, a Sebastián Barreiro. En la Alemania nazi de la pre guerra mundial (2ª), previo a la matanza de 6.000.000 de judíos, cuando las persecuciones, los discursos encendidos, las casas incendiadas, los vidrios rotos (Kristal Nacht) hacían prever el desastre, y lo aconsejable era irse, como muchos hicieron, la mayoría prefirió no creer, suponiendo que su condición de alemanes de varias generaciones los protegería de cualquier atentado. Incluso, como antes (hace dos mil años) y como ahora (esta semana), hubo judíos colaboracionistas que, por acción o por omisión, contribuyeron a que sus hermanos murieran (antes) y a que no tengan justicia (ahora). Debo hacer un alto acá para decir que me dio vergüenza el debate en la comisión del Senado de la Nación en la que se trató el Memorandum de la Comisión de la Verdad. Vergüenza por la mentira que yo, desde acá, desde un humilde semanario de pueblo, puedo demostrar. Y más vergüenza todavía por el bajísimo nivel de la dirigencia de la oposición (y también de la dirigencia comunitaria), que, teniendo ambos a mano argumentos válidos y sostenibles, se enredaron, por su propia incapacidad, en un rechazo vano e infantil, poniéndose de rodillas, aún sin quererlo, frente a un poder omnímodo, que arrasa con todo, y que con tal de quedar bien con Chávez y conseguir petróleo no hesita en entregarse al enemigo. Lisa y llanamente. Ninguna de las pelotas que les dejó picando el ministro Timerman, ni las que dejó boyando en el área Aníbal Fernández, fueron conectadas por los ineficaces delanteros que mencioné más arriba. Nadie insistió con la irrelevancia de una "interrogación", que no tiene entidad jurídica, ni con la orden de captura que pesa en Irán sobre Canicoba Corral y Nisman, juez y fiscal respectivamente de la causa, ni sobre el reconocimiento de la eventualidad de que "no pase nada", y perdamos más tiempo todavía. Y tampoco a nadie se le ocurrió insistir en que, aun cuando se los pueda indagar (en derecho así se llama el acto de interrogar a un sospechoso de haber cometido un delito, y la finalidad es poder, luego, dictarle la prisión preventiva), no hay garantía de que se entreguen a la justicia argentina para que los juzgue. Lo más probable es que, para parecer un poco argentinos, nos digan "¡minga!". Sin contar con que la citación a declaración indagatoria (por lo menos en el derecho argentino) no obliga a declarar, sino solo a presentarse. El imputado puede abstenerse, o incluso decir las mentiras más descabelladas, ya que nadie está obligado a declarar contra sí mismo. Sabemos, entonces, que los dos caminos terminan contra un paredón: si dicen la verdad, no los van a poder juzgar por una cuestión de hecho (no van a poner las manos para que los esposen), y si mienten, entonces no los van a poder procesar porque no habrá reconocimiento de culpabilidad. Digo esto partiendo de la base de que, como todos ya sabemos, y la justicia argentina ya se expidió, hay suficientes pruebas en los 1.000 cuerpos (se llama cuerpo a cada una de las carpetas o expedientes) de la causa como para inculpar por lo menos a los cinco funcionarios iraníes sobre los que hay una "nota roja" en Interpol y su correspondiente pedido de captura internacional. Y encima, aun cuando me pese reconocerlo, cuando Elisa Carrió le imputa a Timerman traicionar a su pueblo, y el canciller sale a contestarle la estupidez que le contestó, nadie osa explicar que, efectivamente, Israel es un pueblo (eso se dice incluso en las misas cristianas), por lo que no existe contradicción entre su condición de argentino y de judío, y puede, por eso, traicionar a los dos, lo que por otra parte parece muy dispuesto a hacer. Cristina misma, el pasado viernes, cuando habló desde El Calafate, dijo, sin pensar incluso que podía haber gente de otra religión (a ella en su soberbia eso no le interesa), que "todos somos la iglesia". ¿Entonces ella qué es? ¿Católica o argentina? ¡Por favor! Una de las cosas que más me preocupa de este proyecto K es cómo cambian de opinión y de postura, sin tener la menor vergüenza, según cual sea el caso y quién sea el circunstancial oponente. Y otro ítem tiene que ver con la dirigencia comunitaria de todas las ciudades de la Argentina. En muchas de ellas, sobre todo en las capitales y en las más importantes, subsisten los pilotes para evitar el impacto de un coche bomba y las garitas blindadas para vigilancia. ¿Para qué las dejaron, sino para prevenir la hipótesis de un tercer atentado? No está muy equivocado Guillermo Borger cuando le contesta a Timerman, pero está muy solo. ¿Entonces por qué no hay declaraciones de las comisiones directivas de las distintas instituciones judías del país? ¿No saben lo qué decir? ¿Les preocupa la acusación de "doble lealtad"? ¿Tienen temor, acá en Entre Ríos, al macarthismo de Raúl Barrandeguy, que culpa a la "derecha" israelí de las presiones para no aceptar el memorándum? ¿Creen, acaso, en la buena voluntad de Irán, que niega el Holocausto y quiere echar a todos los judíos al mar? Estoy persuadido de que los católicos kirchneristas deberán un día, cuando Ella se los ordene, votar a favor de la Ley de Aborto, aunque su conciencia les dicte lo contrario. Y de la misma manera los judíos kirchenristas deberán, dentro de menos tiempo, prácticamente ya, aprobar el Memorandum que supone un avenimiento con los violadores y una puerta abierta a una nueva violación. Apelando a dichos que ya son populares, acá "billetera mata identidad", o, parafraseando a Pugliese, en vez de apelar al corazón apelan al bolsillo. El escorpión y la rana es el título de una fábula de origen desconocido, aunque atribuida a Esopo. En ella un escorpión le pide a una rana que le ayude a cruzar el río prometiéndole no hacerle ningún daño. La rana accede subiéndole a sus espaldas, pero cuando están a mitad del trayecto el escorpión pica a la rana. Ésta le pregunta, incrédula, "¿cómo has podido hacer algo así?, ahora moriremos los dos", ante lo que el escorpión se disculpa: "no he tenido elección, es mi naturaleza". Dr. Mario Ignacio Arcusin, para Semanario Crónica de Basavilbaso

jueves, 14 de febrero de 2013

Make the difference

Make the difference - Editorial del 15 de febrero de 2013 En un momento pensé en titular este editorial “Hacer la diferencia”, pero la costumbre de nuestra Presidente de utilizar modismos en inglés en sus mensajes me llevó a decidirme por su correspondiente en inglés, para no ser menos. Lo que pasa es que acá, en la Argentina, “hacer la diferencia” tiene una significación muy especial que apela más al bolsillo que al corazón o al cerebro. Como me ha pasado ya otras veces, me mueve a escribir esta página el dolor. No puedo superar, aunque lo intente, la incomprensión respecto a procederes de la clase política que embarran la cancha del sistema democrática hasta tornarlo poco creíble. A solo algunos días del reinicio de las clases en todo el país, se ha renovado la discusión respecto al aumento de sueldos que reclaman los docentes. Si por las dudas hay un extraterrestre entre los lectores de esta página, o a alguien le sucedió lo que al protagonista de “La zona muerta”, novela de Stephen King, y vuelve recién ahora de un coma prolongado, viene bien informar que el sueldo básico de un docente en la provincia de Entre Ríos, la misma en la que Urquiza creo el ahora Histórico Colegio del Uruguay, en 1848, primero de carácter laico en el país, y que tuvo, además, las dos primeras Escuelas Normales de Argentina, fundadas por Sarmiento, es decir la de Paraná, creada en 1869, y la de Concepción del Uruguay, en 1873, el sueldo de bolsillo de un maestro de grado con 10 años de antigüedad no supera los tres mil pesos. En el resto del país, salvo en algunas “islas” en las que se jerarquiza la tarea (no son más de dos o tres provincias y además respecto de las cuales no solo hay que hacer una lectura objetiva del nivel de los sueldos, sino también saber cuánto cuesta vivir en ellas), el promedio es similar, lo que habla a las claras de la importancia que se le da a la educación desde este proyecto “nacional y popular que nos gobierna desde hace una década, pero también de casi todos los anteriores, y de sus delegados en las provincias (llamados gobernadores por la constitución), pero en realidad simples vasallos de un señor (o señora) feudal. El ministro de Educación de la Nación calificó como "irreal" el reclamo para que el incremento en el salario de los maestros sea del 30%, y hasta aseguró que no superará el 25%. ¡Grande Sileoni! Bueno es aclarar, en el mismo sentido en que más arriba comparábamos el actual sistema de gobierno con el feudalismo, que el mismo ministro reconoció que la paritaria nacional es "simbólica" ya que no existen escuelas a cargo de la Nación. O sea que le “bajan la línea” a las provincias, aunque solamente lo hacen con los salarios (que tienen poco de salados, aunque de ahí les venga el nombre) de las tres funciones básicas del Estado, que son educación, salud y seguridad, pero no ponen tanto celo en fijar un límite a las remuneraciones de los funcionarios públicos, aunque la mayoría de ellos ni siquiera funcionan, ni a los gastos de ellos y de sus hijos y demás familiares y amigos. Es claro que en estos casos entramos a hablar de “hacer la diferencia” o del tan famoso “robo para la corona”. Eso hace posible que los “cajeros” del partido ocupen cargos impensados, a los que ni siquiera se dedican, y que otros, los más, cambien sus autos en un año, con el siniestro plan 48 x 20 del que hablábamos en la pasada edición. Decía al comienzo que este editorial está dictado por el dolor. El dolor de la inmoralidad que significa que los dirigentes políticos nieguen el aumento a los docentes mientras ellos abusan del poder para hacerse cada día de más y más dinero. Y pese a que un amigo funcionario público me “aconsejaba” que no criticara tanto, no puedo callarme la boca ante este ejercicio desprejuiciado del derecho que supuestamente les da la democracia y el hecho de haber sido elegidos por nosotros por medio de nuestro voto. ¿Hace falta que les digamos (¡o que les diga, y me la banco!) que no por eso son más que ninguno de nosotros? No pueden argumentar privilegios ni derechos especiales (que sin embargo esgrimen cada vez que se los critica), sin aceptar que haciéndolo quedan fuera de las normas de la República, porque nuestra Constitución establece que en la Nación Argentina no hay títulos de nobleza y todos sus habitantes son iguales ante la ley. Son nuestros mandatarios porque los hemos elegido, pero nosotros somos los mandantes, y estoy bastante cansado (debería decir podrido) de repetirlo. Y ni los votos, ni la plata que de repente están haciendo, ni la fama que suponen se han ganado solo por tener un cargo, ni el poder que sí les da ese cargo (pero no para abusar), les acuerdan los privilegios que simplemente se arrogan. Decía Víctor Heredia, en tiempos del “Proceso”, en forma de poesía, como para eludir la censura, en su “Informe de situación”, ahora nuevamente tan vigente: “Parece ser que el temporal Trajo también la calamidad De cierto tipo de langosta Que come en grande y a nuestra costa…” Si aquellos a los que nosotros votamos para que sean funcionarios o legisladores entienden que sus dietas deben crecer el cien por ciento o más, nosotros (en este caso digo los docentes) tenemos el mismo derecho que ellos a reclamar un aumento salarial por lo menos proporcional. Y cuando hablo como docente, con el derecho que me dan mis veintidós años de ejercicio ininterrumpido como profesor secundario y universitario, otra vez digo, bancándomelo, que no me cierra que sea tanto más importante la tarea de un diputado o un senador para ganar, sin explicar ni medir su trabajo, veinte veces más de lo que gano yo dando clase. ¡Y yo tengo a mis alumnos de esos veintidós años para que expliquen y midan lo que hice! Lo que sucede es que muchas veces el miedo a las reacciones, a los desquites, al cruce de actividades (¡Y a la AFIP y a la ATER), hace que no nos creamos capaces de hacer valer nuestros derechos. Yo creo en la democracia, pero me parece que la cosa pasa un poco por ese “hombre nuevo” al que le cantamos en el Magnificat, y respecto al cual el Che decía que “somos nosotros mismos puestos de pie”. Pero sólo nos falta plantamos frente a ellos con determinación y reclamar con energía lo que nos corresponde. Y cuando escuchemos que no hay dinero para el aumento si no aumenta la recaudación (y ni aun así) tenemos que preguntar de donde sale el dinero con que se pagan las dietas de los legisladores, así como los demás “me llevo”. El vicepresidente Amado Boudou “pagó” 141.975,09 para “redecorar” su despacho en el Senado, y lo hizo con “fondos reservados” del Senado. ¡SI hay fondos reservados para sus muebles, también deberán aparecer para pagarnos a nosotros, Sileoni! Y cuando se nos ocurra repetirnos aquello de “día no trabajado, día no cobrado”, que sepan que nosotros nos enteramos que durante 2012, Carlos Menem, Senador de la Nación, faltó a 19 de las 23 reuniones del Senado, o sea ¡más del ochenta por ciento del total! ¿Cómo habrá hecho para vivir, pobrecito? ¿O para él, que inventó aquello de “ramal que para, ramal que cierra”, no corre el aserto? Desde el gobierno se critica mucho a los medios (desde todos los gobiernos y, casualmente, solo a los medios que no les son adictos), e incluso aventuran que las críticas son mal intencionadas. Pero esto es así porque lo que aparece como oposición al gobierno (a todos los gobiernos) no es lo suficientemente confiable, y lo que dicen (cuando lo dicen) es poco creíble. Grande Víctor Hugo (no Morales, que es un obsecuente, sino el genial autor francés de “Los Miserables”, que tantas veces he citado y recomendado leer: “aquellos que no aceptan que los humillen y que no entregan sus conciencias, aunque anden desnudos y tan sólo coman mendrugos de pan, son mucho más dignos que los que se visten de seda a expensas de sus conciencias". Dr. Mario Ignacio Arcusin, para Semanario Crónica de Basavilbaso

jueves, 7 de febrero de 2013

Riendo por no llorar

Riendo por no llorar - Editorial del 8 de febrero de 2013 Pensando en un título para el editorial de hoy, que representara el sentimiento que pretendo trasmitir, me acordé de un libro de Langston Hughes, que leí cuando era chico, y que conservo todavía de la biblioteca heredada de mis padres. No importa la temática, porque algún otro día ahondaré en la cuestión que trata en sus cuentos. Por hoy me quedo solamente con el nombre. Como para entrar en tema, diré que hablando con un funcionario municipal días pasados rescataba (él) la decisión de reeditar los corsos, bajo la organización del poder público. El argumento esgrimido, válido por supuesto, aunque discutible, era que eso era lo que el pueblo quería, y entonces había que dárselo. Obviamente que la función del político es lograr el bienestar general, pero esto no significa solamente pensar en el esparcimiento y el ocio, sino también la obligación de dedicarse a cosas más profundas, por lo menos en cantidad proporcional a la que se dedica a la diversión. Muchas veces he analizado la posibilidad de convertir a Crónica en un bisemanario, o sea que salga dos veces por semana en vez de una. La razón de tal medida tendría que ver, más que nada, con la inmediatez que requieren algunos temas , lo que saliendo una vez por semana me genera una acumulación (por suerte), y una seria dificultad a la hora de decidir por cuál decantarme. Para empezar, y en el orden de importancia que creo tienen, me pareció un error que, paralelo al festejo del Carnaval (que no debemos olvidar que tiene un origen pagano), se dejara de lado la recordación de los dos hitos fundamentales de la Historia argentina, más que nada porque uno de ellos es también uno de los puntos más altos de la participación de Entre Ríos y de los entrerrianos en la fundación de la República. Ya que el jueves se había decretado feriado para recordar los doscientos años de la Asamblea del Año XIII, acontecimiento que los kirchneristas resolvieron festejar, como vienen haciendo ya por costumbre con lo que les caiga en gana, con una convocatoria a la Plaza de Mayo, y aunque a muy poca gente le quedó en claro el contenido de la Asamblea, más allá de la tan mentada "libertad de vientres", y se haya ocultado que la mayoría de las medidas políticas y económicas adoptadas tenían más que ver con lo que hoy se llama liberalismo o neoliberalismo, bueno hubiese sido que el domingo se recordara que del Combate de San Lorenzo se cumplían también el 3 de febrero 200 años. Es evidente que en este proyecto de país que tanto se desesperan en decir que apoya el 54% de los argentinos, solamente importa festejar los 200 años de aquellos hechos cuya fecha cae en jornada hábil, para convertirla en feriado nacional y aumentar los días en que no se trabaja. Como el bicentenario de la primera batalla por la independencia argentina y la única que el General San Martín protagonizó en nuestro territorio cayó en domingo, a nadie le interesó conmemorarla. Y eso que, en tren de reconocerle importancia, no le va en zaga a la ahora tan mentada Asamblea del año XIII. Si San Martín y sus Granaderos a Caballo no hubiesen parado a los realistas en las barrancas del Paraná, junto al Convento de San Carlos Borromeo en la localidad de San Lorenzo, de la provincia de Santa Fe, otra hubiese sido nuestra realidad institucional, y hasta es probable que hoy tuviésemos que elegir entre ser hinchas de Barcelona o del Real Madrid, y en vez de pensar en Trezeguet y en Riquelme, estaríamos preocupados por Iniesta y por Cristiano Ronaldo, y Messi no tendría problemas para jugar en la selección española. ¡Riendo por no llorar! Pero, en fin, lamentablemente a la hora de elegir a nuestros dirigentes no solemos destacarnos por votar a los que piensan más allá de sus narices. Y conste que espero que nadie se lo tome a esto como una cuestión personal, más que nada cuando hace muy pocas horas nuestra presidente dijo, textualmente, que "todos los argentinos tenemos la necesidad de abrir nuestras cabezas. Esto significa también tener la comprensión, aún para los que todavía no entienden ni comprenden, que no hay que parecerse nunca a los que no entienden y no comprenden. Yo les pido, por favor, a todos los que creen en este proyecto y a los que creen en su país, que sus conductas y sus comportamientos sean dignos, humanos, respetuosos para todos los argentinos, aún para los que no piensen igual. Porque esta es la clave también, lo cual no significa negarse al debate, a la discusión ardiente, fogosa, al contrario, a mí si hay algo que me encanta es debatir y discutir, desde chica". Hasta aquí lo que dijo Cristina. Ahora digo yo, retomando la palabra, que si la máxima autoridad del país piensa eso, ¿qué es lo que queda para los que vienen por debajo? Y ya que estamos, siendo que muchísimas veces he destacado acá que el mandatario no es en realidad, por definición, el que manda, sino el que hace lo que el mandante le dice que haga, es bueno recordar que en este sistema democrático y republicano que por suerte tenemos, los mandantes somos nosotros, o sea el pueblo. La diferencia, recordamos, es que en esta desvirtuación de los hechos, conviene ser mandatario, ya que los sueldos son excepcionales. Acá en Basavilbaso ya circula un chiste que asegura que muchos están por el 48 x 20, cálculo matemático que involucra como factores a los meses de mandato y a la cantidad de miles de pesos del sueldo, respectivamente. Los autores clásicos romanos usaban el término minister, ministri para denotar "sirviente, trabajador doméstico, esclavo", mientras que ministerium era para ellos el "oficio de siervo". Es en las sociedades contemporáneas donde la palabra se refiere a funcionarios de la más alta jerarquía, de quienes se espera la formación más esmerada, una irreprochable transparencia y la más absoluta honestidad. Y también, ya que estamos, el reconocimiento de los errores cometidos y la aceptación de las sugerencias. Pero hablando de olvidos, uno que no tiene perdón es el que se cometió al obviar la celebración de la Batalla de Caseros (3 de febrero de 1852), de la que si bien es cierto no se cumplía un número redondo, que en este proyecto nacional y popular amerita un feriado y, como ya dijimos, una multitudinaria reunión en la Plaza de Mayo, no importa para qué, (la verdad es que hace "solamente" 161 años), es la que dio lugar a la Constitución Nacional que tenemos (aunque con reformas lógicas), o sea que es el único éxito concreto para institucionalizar la Patria. Pero sería incauto, crédulo o ingenuo si pensara que ese "olvido" fue casual. En realidad lo que sucede es que a muchos de nuestros dirigentes les molesta tener que decidirse entre Urquiza y Rosas, aun siendo entrerrianos, más que nada porque ser rosista "queda bien" y es más "progre". Un amigo ya fallecido, que ocupó muchos cargos públicos en su vida, evitaba cantar la Marcha "Entre Ríos" (de paso así se llama, y no "A Entre Ríos" como erróneamente se la menciona en los actos) para no tener que decir, a viva voz, "la Entre Ríos que Urquiza soñó". A mí me llama mucho la atención que en otras ciudades de la provincia se hayan hecho actos públicos con ese motivo, incluso en Paraná uno con la presencia del Gobernador y de la Presidente Municipal de esa ciudad, y en mi pueblo no. Digo yo, ¿será que las provincias parecen dependencias del poder central y si no hay plata de la Casa Rosada, no funcionan o lo hacen con severas limitaciones? ¿Será que los gobernadores desempeñan el papel de gerentes o delegados del gobierno nacional y a varios les encanta mostrarse a puro aplauso en los discursos presidenciales? Entonces, si las palabras alusivas en un acto por la Batalla de Caseros, y por ende, por el Pronunciamiento y por la decisión de Don Justo José de darle a la Argentina una constitución federal, tenían que decir lo que correspondía, iba a quedar en evidencia que, en los hechos, vivimos nuevamente en una nación unitaria, y que lo demás es puro cuento. Dr. Mario Ignacio Arcusin, para Semanario Crónica de Basavilbaso