jueves, 14 de febrero de 2013

Make the difference

Make the difference - Editorial del 15 de febrero de 2013 En un momento pensé en titular este editorial “Hacer la diferencia”, pero la costumbre de nuestra Presidente de utilizar modismos en inglés en sus mensajes me llevó a decidirme por su correspondiente en inglés, para no ser menos. Lo que pasa es que acá, en la Argentina, “hacer la diferencia” tiene una significación muy especial que apela más al bolsillo que al corazón o al cerebro. Como me ha pasado ya otras veces, me mueve a escribir esta página el dolor. No puedo superar, aunque lo intente, la incomprensión respecto a procederes de la clase política que embarran la cancha del sistema democrática hasta tornarlo poco creíble. A solo algunos días del reinicio de las clases en todo el país, se ha renovado la discusión respecto al aumento de sueldos que reclaman los docentes. Si por las dudas hay un extraterrestre entre los lectores de esta página, o a alguien le sucedió lo que al protagonista de “La zona muerta”, novela de Stephen King, y vuelve recién ahora de un coma prolongado, viene bien informar que el sueldo básico de un docente en la provincia de Entre Ríos, la misma en la que Urquiza creo el ahora Histórico Colegio del Uruguay, en 1848, primero de carácter laico en el país, y que tuvo, además, las dos primeras Escuelas Normales de Argentina, fundadas por Sarmiento, es decir la de Paraná, creada en 1869, y la de Concepción del Uruguay, en 1873, el sueldo de bolsillo de un maestro de grado con 10 años de antigüedad no supera los tres mil pesos. En el resto del país, salvo en algunas “islas” en las que se jerarquiza la tarea (no son más de dos o tres provincias y además respecto de las cuales no solo hay que hacer una lectura objetiva del nivel de los sueldos, sino también saber cuánto cuesta vivir en ellas), el promedio es similar, lo que habla a las claras de la importancia que se le da a la educación desde este proyecto “nacional y popular que nos gobierna desde hace una década, pero también de casi todos los anteriores, y de sus delegados en las provincias (llamados gobernadores por la constitución), pero en realidad simples vasallos de un señor (o señora) feudal. El ministro de Educación de la Nación calificó como "irreal" el reclamo para que el incremento en el salario de los maestros sea del 30%, y hasta aseguró que no superará el 25%. ¡Grande Sileoni! Bueno es aclarar, en el mismo sentido en que más arriba comparábamos el actual sistema de gobierno con el feudalismo, que el mismo ministro reconoció que la paritaria nacional es "simbólica" ya que no existen escuelas a cargo de la Nación. O sea que le “bajan la línea” a las provincias, aunque solamente lo hacen con los salarios (que tienen poco de salados, aunque de ahí les venga el nombre) de las tres funciones básicas del Estado, que son educación, salud y seguridad, pero no ponen tanto celo en fijar un límite a las remuneraciones de los funcionarios públicos, aunque la mayoría de ellos ni siquiera funcionan, ni a los gastos de ellos y de sus hijos y demás familiares y amigos. Es claro que en estos casos entramos a hablar de “hacer la diferencia” o del tan famoso “robo para la corona”. Eso hace posible que los “cajeros” del partido ocupen cargos impensados, a los que ni siquiera se dedican, y que otros, los más, cambien sus autos en un año, con el siniestro plan 48 x 20 del que hablábamos en la pasada edición. Decía al comienzo que este editorial está dictado por el dolor. El dolor de la inmoralidad que significa que los dirigentes políticos nieguen el aumento a los docentes mientras ellos abusan del poder para hacerse cada día de más y más dinero. Y pese a que un amigo funcionario público me “aconsejaba” que no criticara tanto, no puedo callarme la boca ante este ejercicio desprejuiciado del derecho que supuestamente les da la democracia y el hecho de haber sido elegidos por nosotros por medio de nuestro voto. ¿Hace falta que les digamos (¡o que les diga, y me la banco!) que no por eso son más que ninguno de nosotros? No pueden argumentar privilegios ni derechos especiales (que sin embargo esgrimen cada vez que se los critica), sin aceptar que haciéndolo quedan fuera de las normas de la República, porque nuestra Constitución establece que en la Nación Argentina no hay títulos de nobleza y todos sus habitantes son iguales ante la ley. Son nuestros mandatarios porque los hemos elegido, pero nosotros somos los mandantes, y estoy bastante cansado (debería decir podrido) de repetirlo. Y ni los votos, ni la plata que de repente están haciendo, ni la fama que suponen se han ganado solo por tener un cargo, ni el poder que sí les da ese cargo (pero no para abusar), les acuerdan los privilegios que simplemente se arrogan. Decía Víctor Heredia, en tiempos del “Proceso”, en forma de poesía, como para eludir la censura, en su “Informe de situación”, ahora nuevamente tan vigente: “Parece ser que el temporal Trajo también la calamidad De cierto tipo de langosta Que come en grande y a nuestra costa…” Si aquellos a los que nosotros votamos para que sean funcionarios o legisladores entienden que sus dietas deben crecer el cien por ciento o más, nosotros (en este caso digo los docentes) tenemos el mismo derecho que ellos a reclamar un aumento salarial por lo menos proporcional. Y cuando hablo como docente, con el derecho que me dan mis veintidós años de ejercicio ininterrumpido como profesor secundario y universitario, otra vez digo, bancándomelo, que no me cierra que sea tanto más importante la tarea de un diputado o un senador para ganar, sin explicar ni medir su trabajo, veinte veces más de lo que gano yo dando clase. ¡Y yo tengo a mis alumnos de esos veintidós años para que expliquen y midan lo que hice! Lo que sucede es que muchas veces el miedo a las reacciones, a los desquites, al cruce de actividades (¡Y a la AFIP y a la ATER), hace que no nos creamos capaces de hacer valer nuestros derechos. Yo creo en la democracia, pero me parece que la cosa pasa un poco por ese “hombre nuevo” al que le cantamos en el Magnificat, y respecto al cual el Che decía que “somos nosotros mismos puestos de pie”. Pero sólo nos falta plantamos frente a ellos con determinación y reclamar con energía lo que nos corresponde. Y cuando escuchemos que no hay dinero para el aumento si no aumenta la recaudación (y ni aun así) tenemos que preguntar de donde sale el dinero con que se pagan las dietas de los legisladores, así como los demás “me llevo”. El vicepresidente Amado Boudou “pagó” 141.975,09 para “redecorar” su despacho en el Senado, y lo hizo con “fondos reservados” del Senado. ¡SI hay fondos reservados para sus muebles, también deberán aparecer para pagarnos a nosotros, Sileoni! Y cuando se nos ocurra repetirnos aquello de “día no trabajado, día no cobrado”, que sepan que nosotros nos enteramos que durante 2012, Carlos Menem, Senador de la Nación, faltó a 19 de las 23 reuniones del Senado, o sea ¡más del ochenta por ciento del total! ¿Cómo habrá hecho para vivir, pobrecito? ¿O para él, que inventó aquello de “ramal que para, ramal que cierra”, no corre el aserto? Desde el gobierno se critica mucho a los medios (desde todos los gobiernos y, casualmente, solo a los medios que no les son adictos), e incluso aventuran que las críticas son mal intencionadas. Pero esto es así porque lo que aparece como oposición al gobierno (a todos los gobiernos) no es lo suficientemente confiable, y lo que dicen (cuando lo dicen) es poco creíble. Grande Víctor Hugo (no Morales, que es un obsecuente, sino el genial autor francés de “Los Miserables”, que tantas veces he citado y recomendado leer: “aquellos que no aceptan que los humillen y que no entregan sus conciencias, aunque anden desnudos y tan sólo coman mendrugos de pan, son mucho más dignos que los que se visten de seda a expensas de sus conciencias". Dr. Mario Ignacio Arcusin, para Semanario Crónica de Basavilbaso

No hay comentarios:

Publicar un comentario