jueves, 21 de febrero de 2013

Avenimiento

Avenimiento - Editorial del 22 de febrero de 2013 Se me ocurrió utilizar esta figura para trazar una analogía con el tema central que trataré hoy. Para eso debo explicar que el avenimiento estaba previsto en nuestro Código Penal, en el artículo 132. Los requisitos para que un tribunal pudiera convalidar "excepcionalmente" un avenimiento eran cuatro: la víctima debía ser mayor de 16 años de edad, la propuesta debía ser "libremente formulada" por la víctima y "en condiciones de igualdad" con el agresor y debía preexistir al hecho delictivo una relación afectiva entre ambas partes. Además, el perdón debía ser "el modo más equitativo de armonizar el conflicto para el mejor resguardo del interés de la víctima". El caso que trajo a colación esa figura legal el pasado año fue el de Marcelo Tomaselli, de 26 años, sentenciado a la pena de prisión perpetua por el homicidio agravado por el vínculo de su esposa, Carla Figueroa. El avenimiento fue utilizado por Tomaselli para salir de la cárcel, en la que estaba preso acusado de haber violado a Figueroa. Ella lo perdonó. El 28 de octubre del año pasado se casaron y cuarenta y tres días después la joven fue asesinada de 15 puñaladas. A raíz de este caso, y en un tratamiento acotado por la uniformidad de criterios, los diputados dieron el visto bueno al proyecto de derogación, en treinta minutos, con una votación positiva de los 204 legisladores que estaban presentes en el recinto. Me parece sumamente interesante, para hacer el paralelo con el Memorandum y la Comisión de la Verdad, que el lector relea el segundo párrafo de la página de hoy, remarcando las condiciones que se exigían y que, llamativamente, tampoco existen entre Irán y las víctimas del atentado a la AMIA, salvo, y no en todos los casos, la mayoría de edad. Recordemos, por ejemplo, a Sebastián Barreiro. En la Alemania nazi de la pre guerra mundial (2ª), previo a la matanza de 6.000.000 de judíos, cuando las persecuciones, los discursos encendidos, las casas incendiadas, los vidrios rotos (Kristal Nacht) hacían prever el desastre, y lo aconsejable era irse, como muchos hicieron, la mayoría prefirió no creer, suponiendo que su condición de alemanes de varias generaciones los protegería de cualquier atentado. Incluso, como antes (hace dos mil años) y como ahora (esta semana), hubo judíos colaboracionistas que, por acción o por omisión, contribuyeron a que sus hermanos murieran (antes) y a que no tengan justicia (ahora). Debo hacer un alto acá para decir que me dio vergüenza el debate en la comisión del Senado de la Nación en la que se trató el Memorandum de la Comisión de la Verdad. Vergüenza por la mentira que yo, desde acá, desde un humilde semanario de pueblo, puedo demostrar. Y más vergüenza todavía por el bajísimo nivel de la dirigencia de la oposición (y también de la dirigencia comunitaria), que, teniendo ambos a mano argumentos válidos y sostenibles, se enredaron, por su propia incapacidad, en un rechazo vano e infantil, poniéndose de rodillas, aún sin quererlo, frente a un poder omnímodo, que arrasa con todo, y que con tal de quedar bien con Chávez y conseguir petróleo no hesita en entregarse al enemigo. Lisa y llanamente. Ninguna de las pelotas que les dejó picando el ministro Timerman, ni las que dejó boyando en el área Aníbal Fernández, fueron conectadas por los ineficaces delanteros que mencioné más arriba. Nadie insistió con la irrelevancia de una "interrogación", que no tiene entidad jurídica, ni con la orden de captura que pesa en Irán sobre Canicoba Corral y Nisman, juez y fiscal respectivamente de la causa, ni sobre el reconocimiento de la eventualidad de que "no pase nada", y perdamos más tiempo todavía. Y tampoco a nadie se le ocurrió insistir en que, aun cuando se los pueda indagar (en derecho así se llama el acto de interrogar a un sospechoso de haber cometido un delito, y la finalidad es poder, luego, dictarle la prisión preventiva), no hay garantía de que se entreguen a la justicia argentina para que los juzgue. Lo más probable es que, para parecer un poco argentinos, nos digan "¡minga!". Sin contar con que la citación a declaración indagatoria (por lo menos en el derecho argentino) no obliga a declarar, sino solo a presentarse. El imputado puede abstenerse, o incluso decir las mentiras más descabelladas, ya que nadie está obligado a declarar contra sí mismo. Sabemos, entonces, que los dos caminos terminan contra un paredón: si dicen la verdad, no los van a poder juzgar por una cuestión de hecho (no van a poner las manos para que los esposen), y si mienten, entonces no los van a poder procesar porque no habrá reconocimiento de culpabilidad. Digo esto partiendo de la base de que, como todos ya sabemos, y la justicia argentina ya se expidió, hay suficientes pruebas en los 1.000 cuerpos (se llama cuerpo a cada una de las carpetas o expedientes) de la causa como para inculpar por lo menos a los cinco funcionarios iraníes sobre los que hay una "nota roja" en Interpol y su correspondiente pedido de captura internacional. Y encima, aun cuando me pese reconocerlo, cuando Elisa Carrió le imputa a Timerman traicionar a su pueblo, y el canciller sale a contestarle la estupidez que le contestó, nadie osa explicar que, efectivamente, Israel es un pueblo (eso se dice incluso en las misas cristianas), por lo que no existe contradicción entre su condición de argentino y de judío, y puede, por eso, traicionar a los dos, lo que por otra parte parece muy dispuesto a hacer. Cristina misma, el pasado viernes, cuando habló desde El Calafate, dijo, sin pensar incluso que podía haber gente de otra religión (a ella en su soberbia eso no le interesa), que "todos somos la iglesia". ¿Entonces ella qué es? ¿Católica o argentina? ¡Por favor! Una de las cosas que más me preocupa de este proyecto K es cómo cambian de opinión y de postura, sin tener la menor vergüenza, según cual sea el caso y quién sea el circunstancial oponente. Y otro ítem tiene que ver con la dirigencia comunitaria de todas las ciudades de la Argentina. En muchas de ellas, sobre todo en las capitales y en las más importantes, subsisten los pilotes para evitar el impacto de un coche bomba y las garitas blindadas para vigilancia. ¿Para qué las dejaron, sino para prevenir la hipótesis de un tercer atentado? No está muy equivocado Guillermo Borger cuando le contesta a Timerman, pero está muy solo. ¿Entonces por qué no hay declaraciones de las comisiones directivas de las distintas instituciones judías del país? ¿No saben lo qué decir? ¿Les preocupa la acusación de "doble lealtad"? ¿Tienen temor, acá en Entre Ríos, al macarthismo de Raúl Barrandeguy, que culpa a la "derecha" israelí de las presiones para no aceptar el memorándum? ¿Creen, acaso, en la buena voluntad de Irán, que niega el Holocausto y quiere echar a todos los judíos al mar? Estoy persuadido de que los católicos kirchneristas deberán un día, cuando Ella se los ordene, votar a favor de la Ley de Aborto, aunque su conciencia les dicte lo contrario. Y de la misma manera los judíos kirchenristas deberán, dentro de menos tiempo, prácticamente ya, aprobar el Memorandum que supone un avenimiento con los violadores y una puerta abierta a una nueva violación. Apelando a dichos que ya son populares, acá "billetera mata identidad", o, parafraseando a Pugliese, en vez de apelar al corazón apelan al bolsillo. El escorpión y la rana es el título de una fábula de origen desconocido, aunque atribuida a Esopo. En ella un escorpión le pide a una rana que le ayude a cruzar el río prometiéndole no hacerle ningún daño. La rana accede subiéndole a sus espaldas, pero cuando están a mitad del trayecto el escorpión pica a la rana. Ésta le pregunta, incrédula, "¿cómo has podido hacer algo así?, ahora moriremos los dos", ante lo que el escorpión se disculpa: "no he tenido elección, es mi naturaleza". Dr. Mario Ignacio Arcusin, para Semanario Crónica de Basavilbaso

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