jueves, 26 de julio de 2012

Una vida sin justicia

Una vida sin justicia - Editorial del 27 de julio de 2012 El miércoles 18 de julio se conmemoraron diez y ocho años del atentado a la Asociación Mutual Israelita Argentina (mal llamada por los medios, y por los que no se informan, "la mutual judía", como si fuera una prepaga de salud, o algo por el estilo), cuya sede se encuentra en la calle Pasteur 633 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. La AMIA es la institución madre del judaísmo argentino, en cuanto fue creada como Jevrá Kedushá (Santa Hermandad) en el siglo XIX, para ayudar en la primera tarea a que se vio enfrentada la comunidad judía organizada como tal: enterrar a sus muertos. Después asumió muchas otras funciones, que pasaron a tener que ver más con la vida, como la educación, la cultura, la asistencia social y laboral, etc. Ya he escrito varias veces sobre este tema (casi seguro 17 veces), así que muchas de las cosas que diré ahora no serán novedad para los lectores consecuentes ni para aquellos que conocen mi manera de pensar. Pero aun cuando no dediqué mi editorial a esta cuestión en la semana correspondiente, algunos comentarios que escuché con posterioridad, y alguna charla de amigos en la Plaza 25 de Mayo, mientras paseaba a Cleto (un bretón, no el exvicepresidente), me llevaron a rever la decisión de callar este año, tomada en su momento en base a la idea de que ya no había nada para decir. Una de las cosas que no me canso de repetir es que no comparto la teoría de que el atentado fue contra la Argentina. De ninguna manera. Claramente la bomba la pusieron en una institución judía, y esa era la intención. El hecho casual de que hayan muerto no judíos no lo convierte de por sí en un objetivo abierto. Aquellos no judíos que murieron el 18 de julio de 1994, a las 9,53 (o después, debajo de los escombros o en los hospitales) estaban allí, y las mentes criminales que pergeñaron el atentado no tuvieron la menor intención de avisarles que se fueran o que no pasaran por el lugar, ya que para ellos constituían lo que se denominan "víctimas involuntarias" y absolutamente descartables. Como estas afirmaciones que hago deben tener un sustento, ya que se oponen claramente a los dichos de la mayoría de la dirigencia, tanto de la institucional judía como de la política y religiosa que es invitada a opinar sobre el tema, voy a tratar de desgranar algunos argumentos que avalan esta postura, para que no quede solamente como una arrebatada invención. Recuerdo que al día siguiente del atentado a la Embajada de Israel, hecho ocurrido el 17 de marzo de 1992 (y cuyo esclarecimiento, al que todavía tampoco se arribó, hubiese tenido que servir para que no existiese el segundo), apareció, en el diario El Cronista Comercial, una nota firmada por Mario Diament, periodista argentino que por entonces estaba radicado en los EEUU, titulada "Todos somos judíos", en la que desarrolla un más que interesante análisis respecto al tema del antisemitismo en la Argentina. No voy a transcribirla completa, aunque para quién la quiera leer la tengo impresa. Pero sí voy a copiar y pegar un párrafo, que considero sumamente esclarecedor para fundar mi teoría. "Ya no vale ensayar explicaciones ni invocar textos papales tratando de mitigar el odio de los que odian. No queda paciencia para sonreír resignadamente ante el comentario absurdo o aberrante cargado de prejuicios, ni tolerancia alguna para la gigantesca imbecilidad de los que creen que los judíos son de alguna manera mejores o peores que el resto de la especie. Los ignorantes deberían alguna vez tener el coraje de asumir su profunda frustración y dejar de llamar aristocracia al resentimiento. Deberían hacer una profesión de fe y admitir en alguna ceremonia no demasiado complicada que se han pasado la vida endilgándole a negros, judíos, provincianos, coreanos o comunistas su propia e irreparable mediocridad. Porque escuchar a esta altura de las cosas a alguien culpar a los judíos como grupo de cualquier satrapía sólo sirve como síntoma de cuán enfermos estamos como sociedad". La nota, que tuvo mucha repercusión, y que vale mucho más por el hecho de que fue escrita a solo horas del atentado, termina diciendo: "Se voló un pedazo de nuestra ciudad y de nuestra dignidad. Se lastimó y se mató a nuestra gente. Ayer, nos guste o no nos guste, todos fuimos judíos". Pero ese concepto de Diament, entiendo, es un concepto pasivo y no activo. Y pese a que se refiere al atentado contra la Embajada, no hay mayor diferencia en que lo apliquemos al de la AMIA. Que el autor de la nota haya sugerido eso, no quiere decir de ninguna manera que haya interpretado el deseo de los que pusieron la bomba. Judío se es o no se es. Así de simple. Para bien o para mal. En la Alemania de Hitler no les preguntaban a los "clientes" de los campos de concentración y de las cámaras de gas si se "sentían judíos". Los mataban y listo, "solo" por tener 1/8 de sangre judía en sus venas. Acá mismo, tanto en la represión genocida iniciada institucionalmente en el año 1975 y continuada por el Proceso, cuánto en la Guerra de las Malvinas, la portación de un apellido judío constituía de por sí una "garantía" de un más feroz encarnizamiento. Debo reconocer que este razonamiento de que el atentado fue perpetrado contra la argentinidad toda ha sido repetido por propios y extraños, vaya uno a saber con qué propósito. O sí. Por ejemplo, en el caso de los no judíos que lo dicen, uno puede pensar que se trata de una manera simple de adherirse al duelo. Y en el caso de los judíos, quizás una maniobra desesperada por asumirse como el producto final de ese crisol de razas que nunca terminó de materializarse. Entonces, yo digo que una forma de demostrarme que estoy equivocado, y que en verdad aunque voló por los aires el edificio de la AMIA (no la institución, que perdura), las víctimas fuimos todos los que vivimos en esta bendita tierra, y la tierra misma, sería que a partir del año que viene, en el que seguramente deberemos seguir pidiendo Justicia, (porque nunca la habrá) los actos los organice el Estado (Nacional, Provincial o Municipal, según corresponda) y no las instituciones judías locales. Y que en ese día (si es que no cae en vacaciones de julio como suele suceder), o en otro que sea móvil, se hagan clases públicas o alusivas en todas las escuelas, o que directamente no haya clases, como corresponde a un día de duelo nacional. Y que se lo decrete como "Día bis de la Memoria por la Verdad y la Justicia", y que en los distintos templos a los que pertenecían los muertos (y a los que pertenecen todos los que se consideran víctimas potenciales del atentado) se realicen ceremonias religiosas específicas, pidiendo por el pronto esclarecimiento y por el descanso eterno de las almas de los muertos (ya que en este caso no correspondería pedir castigo a los culpables, por obvias razones de jurisdicción) a las que se invite a un rabino a compartir el ruego, y que se hagan monumentos en las plazas de todas las ciudades, y que al igual que lo hiciera nuestra Presidente de la Nación cuando lo encaró a David Cameron, Primer Ministro del Reino Unido, reclamándole nuestra soberanía sobre Malvinas, lo encare a Mahmud Ahmadineyad, Presidente de Irán, en la primera oportunidad que tenga, y le pregunte por qué no encarcela y extradita a sus funcionarios acusados de ser autores y/o cómplices del atentado. Y de paso, que también lo inquiera acerca de la razón por la cual niega la existencia del Holocausto, el que, siguiendo el criterio expuesto, fue un crimen contra toda la humanidad y no solo contra los judíos, aunque algunos en sus discursos se "olviden" de mencionarlo como un hito en la persecución milenaria (así como otros se olvidan de la Inquisición). Y si no lo encuentra a Ahmadineyad, que le encargue el mandado a Chávez o a Evo Morales, que lo ven seguido. Cuando todo esto suceda, dejaré de lado mi escepticismo, de una vez y para siempre. Dr. Mario Ignacio Arcusin, para Semanario Crónica de Basavilbaso

jueves, 19 de julio de 2012

Mitos, utopías y ucronías

Mitos, utopías y ucronías - Editorial del 20 de julio de 2012 Utopía (ningún lugar, lo que no está en ninguna parte) es el nombre que Tomas Moro le dio a una singular obra suya que describe las costumbres, condiciones de vida y organización social del pueblo que habitaría una isla desconocida para los europeos. Más tarde, por extensión, se dio el nombre de Utopías a sistemas sociales ideales o perfectos, supuestamente liberados de las fallas conocidas. La utopía puede ser entendida como una reacción frente a una realidad política, por parte de quienes la consideran irracional, injusta, inhumana, etc. Su planteo suele ser algo así como el "negativo de la fotografía" de la situación que se critica, y muchas veces puede percibirse que los ideales que se proclaman en la utopía, llevados a la práctica, producirían otros defectos (no los mismos) pero equivalentes a los que se señalan. La finalidad moral de una comunidad, tal como la idealizó Moro, era producir buenos ciudadanos y hombres con libertad intelectual y ética, eliminar la ociosidad, subvenir a las necesidades físicas de todos sin excesivo trabajo, abolir el lujo y el derroche, mitigar la riqueza y la miseria y reducir al mínimo la ambición y las exacciones; en resumen, alcanzar su consumación en la libertad del espíritu y adorno del mismo. ¿Se entiende? La ucronía, en cambio, es una especie de ensayo histórico, relativo a un pasado supuesto pero no puramente imaginario. Es como un ejercicio sobre "cursos alternativos" de la historia, que identifica y evalúa políticamente los procesos causales fundamentales de la historia real. En una ucronía uno realiza un razonamiento del tipo "lo que hubiera ocurrido si hubiera pasado tal otra cosa" (algo que suele fastidiar mucho a los historiadores profesionales). Las utopías sociales tienen como características principales el dirigismo (en el sentido de una vigilancia perpetua a la que se somete al hombre y donde todo está reglamentado y controlado). La mayoría de los utopistas creerían faltar a todos sus deberes si dejaran algo librado al juego del equilibrio natural. No sólo suprimen la libertad económica de compraventa, de producción y de intercambio. Atacan también la libertad moral, familiar, artística y científica. ¿Por qué están pensando todos ustedes en Guillermo Moreno? Cabe preguntarse por qué las utopías, en general expresión de ideales políticos de libertad, hacen tanto hincapié en los factores ordenadores. Creemos que la razón está en que perciben la realidad política de su tiempo como caótica, desordenada y arbitraria, y para quien tiene esa percepción, la libertad pasa por el orden. Tenemos experiencias recientes al respecto, que nos permiten comprender aquellos sentimientos: no es sólo la habitualidad de la violencia, no es sólo el abuso del poder. Es también la imprevisibilidad de la represión y la incertidumbre del propio destino, hágase lo que se haga. Por eso resulta que finalmente se relacionan utopía y ucronía, porque las supuestas víctimas del terrorismo de estado (no sabemos a ciencia cierta si lo son) terminan haciendo lo mismo que hacían aquellos contra los cuales sus compañeros lucharon. Es probable que a esta altura del desarrollo de mi página el lector se esté preguntando hacia dónde voy. ¡Ya se va a enterar!¡Tenga paciencia! En el título hablo también de "mitos" (historias o relatos que alteran las verdaderas cualidades de una persona o de una cosa y les dan más valor del que tienen en realidad), y es bueno recordar que para que un mito se desarrolle deben darse tres "momentos" sucesivos: la época de la servidumbre y la miseria; la época de la catástrofe y el sacrificio; y la época de la plenitud y el cumplimiento. ¡Pero no necesariamente en ese orden! No es extraño, por ejemplo, que ese cambio se produzca cuando lo concebido como utopía por un intelectual es apropiado por las masas, y al pasar de la razón a la emoción, la utopía cambia de estructura y de función hasta transfigurarse en mito. Y la Historia nos demuestra que esos cambios se producen cuando los pueblos deben enfrentar situaciones de intensa frustración histórica, de amargura y desesperación, que convocan la emergencia del mito, el cual, entonces, puede estructurarse con materiales utópicos. Ahora sí, casi sobre el final, voy a explicar lo que no entiendo. El vicegobernador de Entre Ríos, José Cáceres, consideró "desafortunada" la decisión de Agmer (el gremio docente de la provincia, dicho esto para los de "afuera") de ir al paro si no hay una oferta salarial antes del lunes próximo. No obstante aclaró que sus declaraciones no fueron "una advertencia ni mucho menos, como por allí se tituló" (¡por favor, no vayamos a entender eso de parte de un demócrata como Cáceres! ¡Nada más van a descontar "los días no trabajados", porque como dice la Marcha Peronista, "hay que combatir al capital"). Además reclamó que los pedidos se atengan al contexto económico actual. Y añadió: "siempre en este gobierno los reclamos de los trabajadores serán respetados como legítimos en tanto sean reclamos que tienen una base de racionalidad, que no sea una cuestión más ligada a la política que a un reclamo salarial" (¿lo habrá leído a John William Cooke?). En ese sentido, explicó que cuando los representantes de los trabajadores pueden tener acceso a esa información: "saben qué es lo posible de pedir en un contexto como el que actualmente vivimos". ¿Cuál es el contexto y quiénes lo "vivimos"? ¡Por favor, es necesario que lo aclare! No sé, entonces, si debo hablar de mitos, de utopías o de ucronías, pero me parece que estos dirigentes no leyeron tampoco el discurso de Perón en la Plaza el 1º de Mayo de 1953. "Compañeros: No hemos de cejar en nuestra empresa. He dicho muchas veces que es clara nuestra divisa, y las divisas claras se defienden con la vida en un puesto de combate. Cada trabajador argentino está en su puesto de combate para consolidar la liberación del pueblo trabajador argentino y, si es preciso, para luchar por la liberación de todos los pueblos trabajadores del mundo. Esta es la hora para lanzar nuevamente al mundo la sagrada frase de la liberación, diciendo en todos los idiomas de tierra: ¡Trabajadores del mundo, uníos! Compañeros: Sabemos de donde viene el golpe. Ante estas ideas todos los pueblos saben de donde viene el golpe. Pero lo hemos parado y ahora se lo vamos a contestar. Pero lo vamos a contestar inteligentemente. Ellos quieren que aquí, donde decimos estas cosas que les hacen cosquillas en la cartera, se produzca un desorden". Parece que lo único que quienes nos gobiernan a los entrerrianos han entendido ante lo votado en el Congreso de Agmer, que expresó la voluntad unánime de los docentes de la provincia, es la última parte del discurso de Perón. ¡Y lo que no soportan son las cosquillas en la cartera! Dr. Mario Ignacio Arcusin, para Semanario Crónica de Basavilbaso

jueves, 12 de julio de 2012

Saber es recordar

Saber es recordar – Editorial del 13 de julio de 2012 En latín, scire est reminisci es una frase atribuida a Platón y constituye el resumen más breve imaginable de lo que el filósofo Noam Chomsky llamaría, 2500 años después, el "problema de Platón"", en el que se pregunta cómo los seres humanos pueden saber tanto en tan corto tiempo de vida. El griego lo explicaba por la reminiscencia de vidas anteriores del alma, mientras que Chomsky dice que nacemos con una estructura de conocimiento heredada que está ubicada en algún lugar del cerebro. Tal como lo preanunciaba la semana pasada, y no había que ser demasiado genial para hacerlo, en estos festejos de nuestra Independencia se volvieron a repetir algunos de los vicios que, consciente o inconscientemente, estamos cometiendo, reiteradamente, como pueblo. Y la proximidad, ahora, de una fecha de alcance mundial, como es la que debería celebrarse mañana con casi la misma jerarquía que las fiestas nacionales, me ilumina la creación para trazar paralelos y elaborar conceptos. Por supuesto que estoy hablando del 14 de julio, en el que se rememora la Toma de la Bastilla, ocurrida en Francia en 1789, y que fuera el punto de inicio de la Revolución Francesa, a partir de la cual no solo se creó un nuevo modelo de sociedad y estado, sino que, lo que es más importante aún, se difundió un nuevo modo de pensar para la mayor parte del mundo. Tan es así que para el estudio de la Historia, ese día comienza nuestra actual Edad Contemporánea, que, a manera de comparación y para comprender la magnitud, muchos entendemos que habría terminado ya (eso lo decidirán dentro de algunos siglos nuestros descendientes) con hechos tan igualmente trascendentes como la Bomba de Hiroshima, arrojada el 5 de agosto de 1945; el primer trasplante de corazón hecho por el Dr. Christiaan Barnard en el Hospital Groote Schuur de Ciudad del Cabo, Sudáfrica, el 3 de diciembre de 1967 o la llegada del hombre a la Luna el 20 de julio de 1969. Cada uno de estos hechos dejó una marca, absolutamente negativa en el primero de los casos, pero crucial para demostrar lo que el hombre es capaz de hacer contra sí mismo, a favor de sí mismo, y para trascender más allá de sí mismo. ¡Y todo eso pasó también, pero todo junto, en aquellos días del julio francés! A esta altura de lo que alguno puede considerar ya meras divagaciones, si estoy en clase suelo pedirle a algún alumno (que ya tiene asignada desde principio de año esa recurrente tarea) que me traiga nuevamente a la realidad, para así poder continuar con el tema elegido. Si bien esta página no tiene la misma rigidez que impone una cátedra y su previa planificación, quiero tener el tiempo y el espacio para desarrollar lo que había pensado, así que "vamos a las cosas". Citaba en el editorial pasado la frase "conoce bien tu aldea y descubrirás el mundo, descubre tu aldea y serás universal" de León Tolstoi, y me atrevía a asegurar que en nuestro espacio cotidiano encontraremos la respuesta de lo que somos y lo que queremos ser. Y es por eso, precisamente, que quiero hablar de una cuestión cultural organizada en nuestra ciudad con motivo y en ocasión de los festejos de la Independencia, y también de los festejos mismos. Para empezar de atrás para adelante, y porque quiero terminar hoy, con el énfasis necesario, con un reconocimiento al "Mimo" Amarillo por su "aventura", vuelvo a pasar por el tamiz de la sana crítica un acto oficial, en este caso el del 9 de Julio. Por suerte para los destinatarios a los que apunta, nos queda solamente el recuerdo al Padre de la Patria, el próximo 20 de agosto (sí, no estoy delirando, por supuesto que sé que es el 17, pero Cristina ordenó que se "corra"), con lo cual si les cae el sayo podrán ir auto convenciéndose y convenciendo a sus familiares de realizar el "terrible" esfuerzo de quedarse un fin de semana largo en este "pueblo aburrido", ¡que apenas nada más los vio nacer (no a todos ellos, es cierto), los educó (tampoco a todos, dicho esto sin doble sentido), les dio acceso a cargos públicos, les permitió usar su nombre para proponer sus candidaturas, los jubiló (a algunos prematuramente) y los contiene en sus a veces más que modestas viviendas! Como acá somos pocos y nos conocemos todos, otra vez puedo decir, y lo recalco porque me parece un muy mal ejemplo, que no vi en la plaza del 9 de Julio (que no era, obviamente la Plaza 9 de Julio, sino la Plazoleta San Martín) a ningún ex intendente (posiblemente me equivoque y haya estado uno que fue de facto, pero no estoy seguro), solo a un ex legislador provincial (hay en Basavilbaso cuatro), a ninguno de los últimos candidatos a presidir el municipio (salvo, obviamente, al que ganó), así como tampoco a los actuales legisladores departamentales (aun cuando la diputada es de Concepción del Uruguay, bien podría hacer el "esfuerzo", como lo hizo durante la campaña, de compartir uno de estos festejos con los ciudadanos de la segunda ciudad del departamento, que no por eso somos ciudadanos "de segunda"). También faltaron muchos más, entre ellos quienes pretendían ocupar bancas en el senado y en el HCD, y olvidaron rápidamente el fervor democrático que los llevó a postularse y que incluye, como nos enseñaron en la escuela, ir a la plaza a cantar el himno en homenaje a nuestra Patria. El otro tema, con el que quiero terminar, es el de las preguntas sin respuestas que me genera la falta de apoyo al gesto de Guillermo "Mimo" Amarillo de organizar un fin de semana cultural en su ciudad, con actividades que iban desde la pintura y la poesía, hasta el canto y la danza. Allí hubo muy poca gente (demasiado poca gente), y brillaron por su ausencia los mismos que brillan siempre por eso. Si hasta parece que uno pudiera poner una etiqueta que los identifique. Seguramente algunos la justificarán en la polémica figura del organizador, pero esa razón me parece muy pobre. Por lo menos a mí. Justo el domingo leía en el diario La Nación, en un artículo sobre el "fenómeno Tinelli" (que seguramente genera que la gente se quede calentita en su casa en vez de asistir, como debería ser, y aunque sea para apoyar, a este tipo de eventos), que "el que explique eso, explica el país". Porque, como suelo decirles a mis alumnos, si uno mezcla tierra con agua, aunque lo haga un millón de veces, siempre saldrá de esa mezcla barro, y nunca un flan de vainilla. Entonces para Mimo, por la valentía, y como para compartir con algo que nos iguala, dejo para reflexión la última estrofa de "Las Dos Querencias", que inmortalizaran Los Olimareños: "…siento ese amargo dulzor que da la ausencia y presencia. Lo digo sin complacencia tal vez complaciéndome. Eso si, que no lo sé.... porque todo peregrino.. se entiende con el camino sin preguntarse…por qué". Dr. Mario Ignacio Arcusin, para Semanario Crónica de Basavilbaso

jueves, 5 de julio de 2012

Ciudad y Estado

Ciudad y Estado - Editorial del 6 de julio de 2012 La impronta que me han dejado los festejos de un nuevo aniversario del origen de mi Ciudad, que es el lugar en donde nací y elegí vivir, y en donde tengo guardados para siempre el polvo de los huesos de mis seres más queridos que ya no están, sumada a la proximidad de la celebración de los 196 años de la Independencia de mi Patria, me llevaron a intentar trazar un paralelo, seguramente crítico, entre ambos hechos, sus correlatos, y sus consecuencias. Como para comenzar por algo, el título tiene que ver con que el concepto de “política”, que es el que va a regir como idea central hoy en esta página, nació conjuntamente con el concepto de ciudad (polis), ciudades-estados griegas completamente independientes, que a diferencia de las de los grandes imperios (Mesopotamia, Egipto, Persia), que estaban organizadas alrededor del palacio real y del templo, su centro lo constituía el ágora, una especie de plaza o espacio abierto donde los ciudadanos acudían para comerciar y para intercambiar ideas. En el ágora tiene lugar la vida política de la polis, y en ella surge también, y eso no es casualidad, la filosofía griega. Basavilbaso, herencia de ese criterio, festejó, como decía más arriba, sus 125 años de vida con una serie de actos y de hechos, algunos inéditos y muchos de ellos renovados en su esencia. Fue una semana en la que, acaso por una inspiración inconsciente en esa filosofía griega, se tomó a la Plazoleta San Martín y a otros espacios públicos (nuestra propias ágoras) como centros de la expresión del júbilo del cuerpo y de la mente. No quiero ponerme demasiado profundo en el análisis, pero creo que corresponde este introito para resaltar que hubo teatro, pero también hubo maratón; que se cantó, pero también se recitó poesía; que se apostó al futuro, pero también se inauguró un museo. A mí me parece que estos actos y hechos generados constituyen un excelente incentivo para que los actores políticos se comporten en forma constructiva, y no nos quedemos en los meros discursos. Y también, a la vez, se convierten en un paredón frente al que deben chocar, por imperiosa necesidad de nuestra supervivencia, aquellos dirigentes que colocan otros valores y principios por encima de la preservación de su génesis y de su estirpe. Estoy obligado acá a repetir la frase de Nicolás Avellaneda, porque viene bien a cuento: “Los pueblos que olvidan sus tradiciones pierden la conciencia de sus destinos y los que se apoyan en sus tumbas gloriosas son los que mejor preparan el porvenir”. Y para los creyentes, como ejemplo de duración del afecto en el tiempo, “Si te olvidare, oh Jerusalén, olvídeseme mi diestra. Péguese mi lengua al paladar si no te recordare, si no alzare a Jerusalén a la cabeza de mis alegrías” (137, 5-7). Sin embargo, y tal como lo destaqué (para mal) en oportunidad de las fuertes críticas al acto del 25 de Mayo, muchos de los dirigentes “que supimos conseguir” están optando por no sumarse a los festejos patrios (de la patria chica y de la Patria Grande), por egoísmos meramente electoralistas, creo yo, salvo que se me demuestre lo contrario. También dijo Nicolás Avellaneda, que fuera presidente de la Argentina (de una Argentina muy especial, es cierto, pero igual imborrable) que “los pueblos que olvidan su historia están condenados a repetirla”, y es por eso que aún a fuer de ponerme pesado, estoy intentando hacerles entender, a aquellos que acostumbraban a enriquecer los palcos oficiales con su presencia, trayendo la visión progresista de su ideología pero también la pragmática que venía de los lugares que ocupaban en la función pública, que deben recordar que son hijos de este pueblo, y que así como los 100 años no fueron únicamente de Víctor Fedonczuk, ni los 110 años fueron de Ángel Roque Medina, ni los 120 de Horacio Fabián Flores, estos 125 que celebramos hace unos días no fueron solo de Silvio Valenzuela, sino de todos los basavilbasenses. Rescato, aún cuando no soy “del palo”, la muy buena voluntad puesta de manifiesto por la actual gestión para “abrir” los festejos, sin distinción de banderías políticas ni sociales, y mucho menos religiosas, ya que como debe ser (y espero con fervor que el ejemplo cunda, porque lo que puede hacerse por Basso también se puede hacer por la Argentina) hubo ceremonia multiconfesional en el acto central. Pero, pese a ello, se notaron mucho las ausencias, sobre todo de las de quienes sin “Basavilbaso, mi pueblo”, nada serían. Y no hablo solamente de los que alguna vez tuvieron funciones de gobierno (o las tienen) gracias al poder que les dimos los habitantes de este pueblo. También me refiero a los que hasta hace poco se presentaron como una alternativa posible para gobernarlo, y no tuvieron ahora la grandeza necesaria como para acompañarnos a todos nosotros. Duele decirlo, pero si somos pueblo lo somos siempre y por sobre cualquier circunstancia coyuntural. “Conoce bien tu aldea y descubrirás el mundo, descubre tu aldea y serás universal” (León Tolstoi), ya que en nuestro espacio cotidiano encontraremos la respuesta de lo que somos y lo que queremos ser, y es verdad que muy poca credibilidad me ofrece una persona que escribe sobre el mundo cuando desconoce su realidad más cercana y poco quiere saber de las aldeas en que vivieron y lucharon por sacarle adelante sus antepasados. Estamos, como decía, a pocos días de la celebración de nuestra independencia, y habrá discursos y comunicados de prensa que hablarán de un “sentimiento nacional” y de aquellos patriotas que, en una casona tucumana se preguntaron si querían que las Provincias Unidas fueran una nación libre e independiente de toda dominación extranjera, pero seguramente muy pocos recordarán, para cumplir con lo que opinaba Avellaneda, que los ritos fundacionales se instalan entre el riesgo de perdernos y la voluntad de ser. Envidio a los poetas que supieron decir, con maestría, lo que yo imagino pero no logro plasmar en palabras. Por eso recurro a Borges, para enlazar mi dolor por lo que no fue y mi esperanza en lo que será, y termino, entonces, con su “Oda escrita en 1966”, tan genial y explícita que me exime de todo comentario: “La patria, amigos, es un acto perpetuo como el perpetuo mundo. (Si el Eterno Espectador dejara de soñarnos un solo instante, nos fulminaría, blanco y brusco relámpago, Su olvido.) Nadie es la patria, pero todos debemos ser dignos del antiguo juramento que prestaron aquellos caballeros de ser lo que ignoraban, argentinos, de ser lo que serían por el hecho de haber jurado en esa vieja casa. Somos el porvenir de esos varones, la justificación de aquellos muertos; nuestro deber es la gloriosa carga que a nuestra sombra legan esas sombras que debemos salvar. Nadie es la patria, pero todos lo somos. Arda en mi pecho y en el vuestro, incesante, ese límpido fuego misterioso”. Dr. Mario Ignacio Arcusin, para Semanario Crónica de Basavilbaso