jueves, 26 de julio de 2012

Una vida sin justicia

Una vida sin justicia - Editorial del 27 de julio de 2012 El miércoles 18 de julio se conmemoraron diez y ocho años del atentado a la Asociación Mutual Israelita Argentina (mal llamada por los medios, y por los que no se informan, "la mutual judía", como si fuera una prepaga de salud, o algo por el estilo), cuya sede se encuentra en la calle Pasteur 633 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. La AMIA es la institución madre del judaísmo argentino, en cuanto fue creada como Jevrá Kedushá (Santa Hermandad) en el siglo XIX, para ayudar en la primera tarea a que se vio enfrentada la comunidad judía organizada como tal: enterrar a sus muertos. Después asumió muchas otras funciones, que pasaron a tener que ver más con la vida, como la educación, la cultura, la asistencia social y laboral, etc. Ya he escrito varias veces sobre este tema (casi seguro 17 veces), así que muchas de las cosas que diré ahora no serán novedad para los lectores consecuentes ni para aquellos que conocen mi manera de pensar. Pero aun cuando no dediqué mi editorial a esta cuestión en la semana correspondiente, algunos comentarios que escuché con posterioridad, y alguna charla de amigos en la Plaza 25 de Mayo, mientras paseaba a Cleto (un bretón, no el exvicepresidente), me llevaron a rever la decisión de callar este año, tomada en su momento en base a la idea de que ya no había nada para decir. Una de las cosas que no me canso de repetir es que no comparto la teoría de que el atentado fue contra la Argentina. De ninguna manera. Claramente la bomba la pusieron en una institución judía, y esa era la intención. El hecho casual de que hayan muerto no judíos no lo convierte de por sí en un objetivo abierto. Aquellos no judíos que murieron el 18 de julio de 1994, a las 9,53 (o después, debajo de los escombros o en los hospitales) estaban allí, y las mentes criminales que pergeñaron el atentado no tuvieron la menor intención de avisarles que se fueran o que no pasaran por el lugar, ya que para ellos constituían lo que se denominan "víctimas involuntarias" y absolutamente descartables. Como estas afirmaciones que hago deben tener un sustento, ya que se oponen claramente a los dichos de la mayoría de la dirigencia, tanto de la institucional judía como de la política y religiosa que es invitada a opinar sobre el tema, voy a tratar de desgranar algunos argumentos que avalan esta postura, para que no quede solamente como una arrebatada invención. Recuerdo que al día siguiente del atentado a la Embajada de Israel, hecho ocurrido el 17 de marzo de 1992 (y cuyo esclarecimiento, al que todavía tampoco se arribó, hubiese tenido que servir para que no existiese el segundo), apareció, en el diario El Cronista Comercial, una nota firmada por Mario Diament, periodista argentino que por entonces estaba radicado en los EEUU, titulada "Todos somos judíos", en la que desarrolla un más que interesante análisis respecto al tema del antisemitismo en la Argentina. No voy a transcribirla completa, aunque para quién la quiera leer la tengo impresa. Pero sí voy a copiar y pegar un párrafo, que considero sumamente esclarecedor para fundar mi teoría. "Ya no vale ensayar explicaciones ni invocar textos papales tratando de mitigar el odio de los que odian. No queda paciencia para sonreír resignadamente ante el comentario absurdo o aberrante cargado de prejuicios, ni tolerancia alguna para la gigantesca imbecilidad de los que creen que los judíos son de alguna manera mejores o peores que el resto de la especie. Los ignorantes deberían alguna vez tener el coraje de asumir su profunda frustración y dejar de llamar aristocracia al resentimiento. Deberían hacer una profesión de fe y admitir en alguna ceremonia no demasiado complicada que se han pasado la vida endilgándole a negros, judíos, provincianos, coreanos o comunistas su propia e irreparable mediocridad. Porque escuchar a esta altura de las cosas a alguien culpar a los judíos como grupo de cualquier satrapía sólo sirve como síntoma de cuán enfermos estamos como sociedad". La nota, que tuvo mucha repercusión, y que vale mucho más por el hecho de que fue escrita a solo horas del atentado, termina diciendo: "Se voló un pedazo de nuestra ciudad y de nuestra dignidad. Se lastimó y se mató a nuestra gente. Ayer, nos guste o no nos guste, todos fuimos judíos". Pero ese concepto de Diament, entiendo, es un concepto pasivo y no activo. Y pese a que se refiere al atentado contra la Embajada, no hay mayor diferencia en que lo apliquemos al de la AMIA. Que el autor de la nota haya sugerido eso, no quiere decir de ninguna manera que haya interpretado el deseo de los que pusieron la bomba. Judío se es o no se es. Así de simple. Para bien o para mal. En la Alemania de Hitler no les preguntaban a los "clientes" de los campos de concentración y de las cámaras de gas si se "sentían judíos". Los mataban y listo, "solo" por tener 1/8 de sangre judía en sus venas. Acá mismo, tanto en la represión genocida iniciada institucionalmente en el año 1975 y continuada por el Proceso, cuánto en la Guerra de las Malvinas, la portación de un apellido judío constituía de por sí una "garantía" de un más feroz encarnizamiento. Debo reconocer que este razonamiento de que el atentado fue perpetrado contra la argentinidad toda ha sido repetido por propios y extraños, vaya uno a saber con qué propósito. O sí. Por ejemplo, en el caso de los no judíos que lo dicen, uno puede pensar que se trata de una manera simple de adherirse al duelo. Y en el caso de los judíos, quizás una maniobra desesperada por asumirse como el producto final de ese crisol de razas que nunca terminó de materializarse. Entonces, yo digo que una forma de demostrarme que estoy equivocado, y que en verdad aunque voló por los aires el edificio de la AMIA (no la institución, que perdura), las víctimas fuimos todos los que vivimos en esta bendita tierra, y la tierra misma, sería que a partir del año que viene, en el que seguramente deberemos seguir pidiendo Justicia, (porque nunca la habrá) los actos los organice el Estado (Nacional, Provincial o Municipal, según corresponda) y no las instituciones judías locales. Y que en ese día (si es que no cae en vacaciones de julio como suele suceder), o en otro que sea móvil, se hagan clases públicas o alusivas en todas las escuelas, o que directamente no haya clases, como corresponde a un día de duelo nacional. Y que se lo decrete como "Día bis de la Memoria por la Verdad y la Justicia", y que en los distintos templos a los que pertenecían los muertos (y a los que pertenecen todos los que se consideran víctimas potenciales del atentado) se realicen ceremonias religiosas específicas, pidiendo por el pronto esclarecimiento y por el descanso eterno de las almas de los muertos (ya que en este caso no correspondería pedir castigo a los culpables, por obvias razones de jurisdicción) a las que se invite a un rabino a compartir el ruego, y que se hagan monumentos en las plazas de todas las ciudades, y que al igual que lo hiciera nuestra Presidente de la Nación cuando lo encaró a David Cameron, Primer Ministro del Reino Unido, reclamándole nuestra soberanía sobre Malvinas, lo encare a Mahmud Ahmadineyad, Presidente de Irán, en la primera oportunidad que tenga, y le pregunte por qué no encarcela y extradita a sus funcionarios acusados de ser autores y/o cómplices del atentado. Y de paso, que también lo inquiera acerca de la razón por la cual niega la existencia del Holocausto, el que, siguiendo el criterio expuesto, fue un crimen contra toda la humanidad y no solo contra los judíos, aunque algunos en sus discursos se "olviden" de mencionarlo como un hito en la persecución milenaria (así como otros se olvidan de la Inquisición). Y si no lo encuentra a Ahmadineyad, que le encargue el mandado a Chávez o a Evo Morales, que lo ven seguido. Cuando todo esto suceda, dejaré de lado mi escepticismo, de una vez y para siempre. Dr. Mario Ignacio Arcusin, para Semanario Crónica de Basavilbaso

No hay comentarios:

Publicar un comentario