jueves, 28 de junio de 2012

La Comisión

La Comisión – Editorial del 29 de junio de 2012 Un lector de fuera de nuestra localidad, de esos que le hacen pagar el semanario a la hija y después se enojan si no se lo llevan, (y que la invitan a comer solo si va con el último Crónica) me decía el domingo que envidiaba la cantidad de temas que me proporcionaba la actualidad para escribir los editoriales. ¡Y la verdad es que tiene razón! Esa semana, en la que nos tomamos un merecido descanso, han pasado tantas cosas que la elección acerca de sobre qué escribir se dificulta grandemente, lo que es una enorme ventaja para un periodista de opinión. Desde una óptica sentimental, seguramente debería haberme decidido a favor del aniversario de mi pueblo, que tiene como fecha de creación un 30 de junio de 1887, día en que pasó por acá el primer tren y la marcó para siempre. Nótese que no dije fundación, y no es casualidad, ya que Entre Ríos tiene solamente tres ciudades de esas características, o sea en las que un personaje histórico hundió (de ahí la palabra fundar) su espada en el centro de una plaza, dándole nacimiento formal. Ellas son San Antonio de Gualeguay Grande (Gualeguay), Concepción del Uruguay y San José de Gualeguaychú, y el personaje que brindó su arma para tal fin, por orden del virrey Vértiz, fue Don Tomás de Rocamora, en el año 1783. De ahí que el lunes pasado nuestra cabecera departamental haya cumplido 229 años, en este caso sí de su fundación. Ni siquiera Paraná cumple con ese requisito, ya que sus orígenes también son difusos. Entonces, ya para dar con este tema por terminado, una investigación histórica encarada por un grupo de inquietos convecinos, allá por la década del ’70, culminó con la obtención de documentación probatoria del primer paso de ese “caballo de acero” por estas vías a cuya vera nació “Basavilbaso, mi pueblo”. Pero volviendo al tema elegido, que da la razón al título, esas cosas que pasaron en la semana de descanso, me hicieron volver a ver y escuchar la genial interpretación que hace el conjunto Les Luthiers (de quién ya dije muchas veces que soy ferviente admirador por su humor más que inteligente) de una obra que lleva el título que hoy puse en mi página. En dicha obra los “políticos” aprueban la creación de la Comisión de Mantenimiento y Actualización Permanente de la Canción Patria. La CMAPCP. La finalidad de la misma, como su nombre lo indica, es la de “acomodar” la letra del Himno a los nuevos tiempos. Yo no tengo lugar para explicar acá toda la canción (que recomiendo ver inmediatamente o mejor todavía coetáneamente con la lectura de este editorial, porque parece, como también lo parece la novela “Cien años de soledad”, de García Márquez, inspirada en nuestra realidad actual, tan increíble que uno cree que es fantasía), pero, para poder introducirme en las referencias, quiero transcribir alguno de los párrafos, que estoy recordando ayudado por el video. Cuando los dos políticos que están encargados de hablar con el músico que hará la reforma de la canción patria, (y que reconocen integrar la comisión y también cobrar una comisión), le sugieren el nuevo final diciéndole que “el presidente” les pidió “ver la posibilidad” de deslizar un mensaje proselitista, “sin que se note demasiado”, los ideales de nuestro partido. “Porque para nosotros es muy importante ganar las próximas elecciones. Así podemos completar nuestra obra de gobierno”. Con asombro, aunque con mi amiga Tati sabemos que estamos viviendo en Macondo, he visto y he escuchado cosas tan contradictorias que si mañana sale Cristina por su cadena privada nacional y anuncia que va a reformar la Historia, no me voy a sorprender. Por eso insisto en que consigan y escuchen “La Comisión”, porque si nos atenemos a declaraciones como las de Capitanich y Agustín Rossi, en las que se preocupan por dejar en claro que "ninguna medida sectorial tiene que afectar al conjunto de los argentinos", y las hacen en nombre y representación del Partido Justicialista, estamos, como se dice hoy, “al horno”. La Historia, señores, no miente, y es por eso que antes que la cambien, del puño y de la letra de algún integrante de “La Cámpora”, es bueno recordar que Saúl Ubaldini, bajo el manto protector del PJ, hace menos de treinta años (no en la Edad Media), y a los pocos días de asumir la presidencia Raúl Alfonsín anticipó, casi como en un lapsus que, "Dios quiera que nunca tengamos que llegar a los paros". Dios no quiso, obviamente, porque durante el período 1983-1989, se realizaron unas 4 mil huelgas sectoriales y de empresa y 13 paros nacionales, varios acompañados de movilizaciones multitudinarias. Y todo porque el acceso del radicalismo al poder lo dejó perplejo. A él y al PJ que él manejaba, porque había quedado a salvo de la derrota. El primer gran encono lo produjo el fallido proyecto de reordenamiento sindical que impulsaba Alfonsín, para que los gremios adoptaran mecanismos democráticos de representación de minorías. ¡A quién se le podría ocurrir eso! No creo que Capitanich y Rossi, que por esos días debían haber sido militantes de la JP, hayan defendido sus ideales frente a los paros al son de "ninguna medida sectorial tiene que afectar al conjunto de los argentinos”, pero ahora resulta que a nuestros actuales “próceres”, chupamedias y obsecuentes, se les ocurre que olvidar el pasado es lo mejor. ¡Y confían en que nadie se dé cuenta! O habrá que escuchar con atención lo que dijo Cristina Cremer Busti en el acto del miércoles en Paraná: “es hora de pensar en grande, dejar atrás las miserias y abocarnos a la construcción de un país donde nos respetemos, nos escuchemos y no actuemos con mezquindades”. ¿Y por qué no decía eso cuando eran gobierno en Entre Ríos y nos descontaban los días de paro a los docentes, inaugurando el nuevo apotegma tan peronista de “día no trabajado, día no cobrado”? ¡Y eso tampoco fue en la Edad Media ni bajo el Absolutismo de Luis XIV! Qué estará pasando para que Hugo Moyano diga: “Pareciera que un reclamo legítimo fuera una extorsión, pareciera que una medida de los trabajadores pretende distorsionar la democracia. Pareciera que un paro nacional fuera un golpe de Estado”. ¿Alguien podrá decir que es gorila el hasta hace pocos días presidente del PJ bonaerense? Y qué pasó con la alianza entre los distintos sectores que apoyaban a Cristina, si en un acto de la CGT el Secretario General puede cuestionar, frente a miles de militantes, lo que tantos de nosotros ya hemos cuestionado: “cuando muchos nos quedamos acá después del golpe de 1976 hubo dos clases de exilio: los que se exiliaron fuera del país y los que se exiliaron en el sur argentino a lucrar con la [circular] 1050 [del Banco Central]”. Después de esto, digo yo, ¿se animarán a volver a cantar juntos la Marcha Peronista sin ponerse colorados? Dr. Mario Ignacio Arcusin, para Semanario Crónica de Basavilbaso

jueves, 14 de junio de 2012

Las patas cortas

Las patas cortas – Editorial del 15 de junio de 2012 El sábado miraba uno de los programas que si no fueran trágicos serían cómicos, hechos al amparo del kirchnerismo y su concepto de que todo lo que se hace en su favor está bien, y lo que se hace en su contra es fruto de la "corpo". En este caso se trata de Televisión Registrada, que soporté solamente un ratito. Ahí, para sostener esa ideología que se basa en denostar ahora todo lo que ellos mismos hicieron antes (y sin dudas volverán a hacer), una chica recibió más tiempo de micrófono que los demás, porque se largó con un discurso aprendido de memoria, laudatorio de Cristina y del modelo. Obviamente que pertenecía a La Cámpora, sector de la juventud que se erige por estos días en dueño de la verdad. De la verdad absoluta, por supuesto. Para completar el cuadro, en contraste con esas palabras, mostraron los gritos y las declaraciones nazifazistas de quienes organizaron los últimos cacerolazos, sobre todo de aquellos que agredieron a los periodistas de "6, 7, 8" y "Duro de Domar", justamente los otros dos ejemplos de lo que mencionaba en el primer párrafo. Y en la comparación, lo de la chica parece demostrativo de la más pura democracia, porque los otros están esperando un golpe de estado, y a eso hay que decirlo. Nótese que no hablo de que estén a favor o en contra de la democracia, ya que en eso están empatados. A ninguno de los dos sectores les interesa. Pero a aquellos que ahora se horrorizan frente a los cobardes ataques recibidos por los movileros de esos engendros, me gustaría preguntarles por qué no dijeron ni una sola palabra cuando Moreno sacó una pistola y la puso en la mesa de negociación con los empresarios. ¿O es que para estos modernos republicanos el fin justifica los medios? Lamentablemente no tengo el acceso que me gustaría tener a las repreguntas y al derecho a opinar en los grandes medios, porque sólo soy el director y editorialista de un modestísimo semanario de provincia. Pero si así pudiera ser, me gustaría inquirir respecto a por qué cuando se lo agredió (por esos mismos días) a Rodríguez Larreta, si bien también denunciaron el hecho, al mismo tiempo aprovecharon para deslizar el concepto de que la víctima tenía un poco de victimario. Algo así como una emulación del viejo concepto de que "el que roba a un ladrón tiene cien años de perdón". A esta altura el lector ya entendió que el título de hoy debería completarse con la letra de esa canción de Ignacio Copani (paradójicamente de él, a quién ahora también le cuadra el texto), escrita mucho antes de empezar a recibir los favores del kirchnerismo: "Político de cuatro caras muy hábil para parlotear, acá no hacen falta palabras ni buenas campanas, acá falta el pan, no te creo nada, tu risa es más falsa que ropa de marca comprada en Taiwan". El gobierno nacional demostró, con dos o tres cuestiones que lo tuvieron como protagonista por estos días, qué lejano que está de ese modelo que nos quieren hacer comprar. El primer tema en el que porfiaron y perdieron feo fue el que tuvo que ver con la postulación de Daniel Reposo para el cargo de Procurador General de la Nación, para suplir a Esteban Righi, histórico hombre del peronismo que fue Ministro del Interior de Cámpora (¿conocerán la historia los chicos de la agrupación que lleva el nombre del "tío"?), justamente cuando se tomó la decisión de abrir las cárceles de la dictadura. ¡Nada menos! El mismo Esteban Righi que se tuvo que ir por una pelea con Amado Boudou, que de paso nadie sabe dónde está ahora, y que de peronista tiene tanto como tenían los Alsogaray cuando lo sostuvieron a Menem y se quedaron con las joyas de la abuela. Por aquello de que el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra, las nuevas joyas de la abuela, que en este caso son los billetes que imprimirá Ciccone, se las volverán a quedar los que siempre se quedaron con la torta en la Argentina. Decíamos que el gobierno propuso a Reposo, y cuando hubiera debido reconocer que se equivocó y que la oposición le ganó una pulseada en el Senado, le "fabricó" una renuncia que ni el mismo se creyó. Hay quienes pueden probar que cuando la escribieron y la leyeron él estaba en Tucumán, lejos de la acción, y cantando, creo, la canción de Copani. El segundo tema (¡hay tantos!) tiene que ver con otro de los personajes de patas cortas que tiene este gobierno que también es de patas cortas. Y con el dólar. En efecto, cuando comenzó la escalada del precio de la moneda norteamericana, a fines del mes de mayo, Aníbal Fernández, que de él se trata, en declaraciones a radio Continental, dijo descreer del "atesoramiento en dólares", pero volvió a defender la opción que en su momento hizo de la moneda norteamericana: "Porque se me antoja, ¿no me acaban de escuchar? Porque se me antoja, es mi derecho, hago lo que quiero con mi plata". Tres días después, sin ponerse colorado, el senador y ex jefe de Gabinete confirmó que Guillermo Moreno se reunió con las principales entidades cambiarias y "hubo un acuerdo" (sic) para "llevarlo a $ 5,10" (otra vez sic) a partir del lunes 4 de junio. Por supuesto que esto tampoco se cumplió, porque era una mentira dicha solamente para conseguir "soga". Y, para completarla, luego de que la Presidente (que tiene una multitud de asesores) le hiciera lugar a una propuesta de Víctor Hugo Morales que propuso pesificar los ahorros, el mismo Aníbal Fernández, todo un referente, en un alarde de coherencia "sugirió" que vendió sus dólares al asegurar que hizo "lo que tenía que hacer" con sus ahorros en divisa estadounidense, e insinuó que cambió los billetes al precio oficial porque "en la Argentina las cosas se hacen legalmente". ¡Me voy a cansar de poner el adverbio sic [del latín sic, 'así'] que se utiliza en los textos escritos para indicar que la palabra o frase que lo precede es literal, aunque sea o pueda parecer incorrecta! ¡Y hay más! El traslado de Máximo Kirchner en el avión presidencial desde Río Gallegos a Buenos Aires por una afección en su rodilla, el mismo día en que tuve que pelear con la obra social de nuestra provincia para que al esposo de una colega docente le proveyeran la droga para el cáncer y para que a una docente jubilada le autorizaran la provisión de una válvula para su desgastado corazón. Las dos cosas, que se les venían negando porque sí, cuestan menos de cuatro mil dólares, mientras que el viaje del hijo presidencial le salió al Estado nada menos que 82.000 de la misma moneda cuya adquisición hoy está prácticamente prohibida en la Argentina. Solo nos queda esperar, entonces, porque como dijo don Francisco de Quevedo: "La soberbia nunca baja de donde se sube, pero siempre cae de donde se subió". Dr. Mario Ignacio Arcusin, para Semanario Crónica de Basavilbaso

jueves, 7 de junio de 2012

La otra cara

La otra cara – Editorial del 8 de junio de 2012 Los avances en la comunicación personal registrados en este siglo XXI comprimen, en apenas doce años, la equivalencia de lo que va desde que se inventaron el telégrafo y el teléfono. No hay que ser demasiado viejo para recordar de la infancia la televisión en blanco y negro, con la antena giratoria que permitía mirar solamente cinco minutos de cada hora, porque el resto del tiempo se “iba la onda” detrás de la humedad, el viento, la lluvia, la baja presión…y la mala suerte. Aquellos que como yo se fueron del pueblo en los años ’70 sabrán de qué hablo si cuento las horas de demora pasadas en aquellos embriones de locutorio, que por pertenecer a una empresa estatal no tenían más detalles de confort que un banco de madera, en el cuál esperábamos sentados (nunca mejor utilizada la frase) “apenas” 8 ó 10 horas hasta que podíamos hablar a casa. Y eso una vez cada quince días, porque más que eso no hacía falta. El resto del contacto lo hacíamos por carta, que quizás sea el único aspecto de las comunicaciones que no ha cambiado en tantos años. Pertenezco a una generación que se comunicó primariamente con teléfonos a manivela, y para los que el Discado Directo llegó a mediana juventud. Generación para la cual la TV llegó como una especie de certificado de defunción para la radio, y que sin embargo no fue tal, ni mucho menos. Y seguramente de eso deberíamos aprender. Toda esta introducción tiene que ver con lo que entiendo se ha convertido en una peligrosa manera de monopolizar las comunicaciones actuales, a través de lo que se ha dado en llamar, como si eso fuera un descubrimiento flamante, “redes sociales”. Así, pareciera ser que los que no tenemos Facebook somos seres de otro planeta, a quienes se nos excluye de las cuestiones más importantes del momento. Esta última afirmación, por supuesto, no es mía ni la comparto, porque por propia decisión asumo que al no estar en el “face” he decidido que lo que los demás no comparten conmigo por otra vía, no merece la pena ni la preocupación. No creo estar dramatizando la cuestión, sino parafraseando a aquél que dijo alguna vez que no hay que dar por el pito más de lo que el pito vale. No me parece que sea bueno para nadie convertir un artilugio tecnológico, que es una mera herramienta, en un fin en sí mismo. No lo han sido, a lo largo de la historia, ninguno de los inventos, más allá de que la pólvora, por ejemplo, haya sido la generadora de un constante estado de guerra. Por supuesto que yo escribo esto desde un lugar que entiendo autorizado. Mi inclusión en la informática fue bastante temprana, ya que tanto mi profesión de abogado como esta de periodista me exigieron el uso de computadoras cuando eran apenas un poco más que una máquina de escribir, y del Internet cuando había que pasar horas en la querida Biblioteca Luz Obrera (todo un ícono de los cyber, comandado por Hermes y por Diego) esperando la conexión que iba y venía, para poder completar las páginas de Crónica o leer lo que me habían escrito mis hermanas. Y, por otro lado, los más de veinte años en la docencia secundaria y los casi diez en la Universidad Autónoma de Entre Ríos me han enseñado, con una demostración palmaria, que debemos hacer esfuerzos para conseguir que los adolescentes y los jóvenes lean, comprendan textos, profundicen su vocabulario, se interesen por los temas que importan, intelectualicen las informaciones, aprendan a pensar y a decidir, diferencien lo trascendente de lo meramente circunstancial, etc., y este apego a las “redes sociales” (para mí, reitero, un mero subterfugio), tan propagado y auspiciado, no lleva a ninguno de estos fines. De eso estoy seguro. Ya sé que aquéllos que lean estas líneas (que acostumbran a ser polémicas desde que comenzaron a escribirse, allá por el año 1997, por lo que no le tengo miedo al discenso) y sean habituales usuarios de Facebook y Twitter (o Linkedin, o Badoo, no importa), estarán dispuestos a rebatir este argumento con su propia experiencia. Y no tengo por qué dudar de que sea asi, ya que conozco mucha gente que las sabe usar con moderación y hasta un límite. Tal como lo hacen también muchos que toman sin ser alcohólicos, que consumen marihuana sin ser drogadictos, o que juegan sin ser ludópatas. Pero precisamente, y por eso traje a colación estos últimos tres ejemplos comparativos, no es para los moderados para quienes se escriben los sermones. Es para los que no saben medirse. A esta altura muchos lectores consecuentes, que saben que el tema de cada editorial tiene una razón de ser, y que suelo recurrir a “disparadores” para elegir el de cada semana, se estarán preguntando qué es lo que me llevó a decantarme hoy por este. Bueno. Satisfaré la curiosidad de ellos, entonces, explicando el por qué. Desde hace ya algunos meses, un grupo de basavilbasenses ha tenido la muy buena idea de generar un “reencuentro” que nos congregue a los que nos quedamos (o hemos retornado), y a aquellos que se fueron y no volvieron. Sin dudas que uno imagina eso como una experiencia apasionante, que algunos ya hemos vivido, aunque de manera parcial, con los aniversarios de la escuela o del colegio, por ejemplo. Si bien uno tiene nuevas pasiones, aquellas de la infancia y de la juventud no se han olvidado, por lo que compartir un día con quienes hemos compartido años, no es en absoluto una mala propuesta. El problema está en que se ha optado por convocar, congregar, difundir, promocionar, inducir, incitar, hablar y escuchar, sólo a través de Facebook, dejando afuera a muchos que sabemos que existe pero no la usamos, y a muchísimos que ni siquiera saben qué es. No voy a pretender que nos comuniquemos pasándonos papelitos o “cédulas”, (¿se acuerdan?), ni que echemos al buzón nuestras cartas. Como ya dije más arriba, las herramientas están para ser usadas. Pero, precisamente, sin abjurar de los avances tecnológicos, existen todavía las opciones de una página digital (la hicimos para los cien años de “la 9” y para los cincuenta del Colegio Nacional), mucho más abarcativa y de más fácil acceso, el correo electrónico (que creo es también un requisito en “el face”, por lo que quién puede lo más puede lo menos), el chat, los mensajes, etc. La verdad es que, como dice Víctor Heredia en Sobreviviendo, para usar una metáfora, “no quiero ver un día manifestando, por la paz en el mundo a los animales”. Alguna vez, cuando se trataba el tema de Termas, expresé mi temor acerca de que quienes no estábamos incluidos en el proyecto fuéramos mostrados luego, al pasar los turistas, como los bichos raros que, sentados en la vereda de nuestras casas, nos negábamos a compartir la experiencia. Y así, de igual manera, no quiero que llegue el ¿6 de octubre? y los que no tenemos “perfil” quedemos, no por nuestra culpa, con “la ñata contra el vidrio”. Dr. Mario Ignacio Arcusin, para Semanario Crónica de Basavilbaso