jueves, 12 de julio de 2012

Saber es recordar

Saber es recordar – Editorial del 13 de julio de 2012 En latín, scire est reminisci es una frase atribuida a Platón y constituye el resumen más breve imaginable de lo que el filósofo Noam Chomsky llamaría, 2500 años después, el "problema de Platón"", en el que se pregunta cómo los seres humanos pueden saber tanto en tan corto tiempo de vida. El griego lo explicaba por la reminiscencia de vidas anteriores del alma, mientras que Chomsky dice que nacemos con una estructura de conocimiento heredada que está ubicada en algún lugar del cerebro. Tal como lo preanunciaba la semana pasada, y no había que ser demasiado genial para hacerlo, en estos festejos de nuestra Independencia se volvieron a repetir algunos de los vicios que, consciente o inconscientemente, estamos cometiendo, reiteradamente, como pueblo. Y la proximidad, ahora, de una fecha de alcance mundial, como es la que debería celebrarse mañana con casi la misma jerarquía que las fiestas nacionales, me ilumina la creación para trazar paralelos y elaborar conceptos. Por supuesto que estoy hablando del 14 de julio, en el que se rememora la Toma de la Bastilla, ocurrida en Francia en 1789, y que fuera el punto de inicio de la Revolución Francesa, a partir de la cual no solo se creó un nuevo modelo de sociedad y estado, sino que, lo que es más importante aún, se difundió un nuevo modo de pensar para la mayor parte del mundo. Tan es así que para el estudio de la Historia, ese día comienza nuestra actual Edad Contemporánea, que, a manera de comparación y para comprender la magnitud, muchos entendemos que habría terminado ya (eso lo decidirán dentro de algunos siglos nuestros descendientes) con hechos tan igualmente trascendentes como la Bomba de Hiroshima, arrojada el 5 de agosto de 1945; el primer trasplante de corazón hecho por el Dr. Christiaan Barnard en el Hospital Groote Schuur de Ciudad del Cabo, Sudáfrica, el 3 de diciembre de 1967 o la llegada del hombre a la Luna el 20 de julio de 1969. Cada uno de estos hechos dejó una marca, absolutamente negativa en el primero de los casos, pero crucial para demostrar lo que el hombre es capaz de hacer contra sí mismo, a favor de sí mismo, y para trascender más allá de sí mismo. ¡Y todo eso pasó también, pero todo junto, en aquellos días del julio francés! A esta altura de lo que alguno puede considerar ya meras divagaciones, si estoy en clase suelo pedirle a algún alumno (que ya tiene asignada desde principio de año esa recurrente tarea) que me traiga nuevamente a la realidad, para así poder continuar con el tema elegido. Si bien esta página no tiene la misma rigidez que impone una cátedra y su previa planificación, quiero tener el tiempo y el espacio para desarrollar lo que había pensado, así que "vamos a las cosas". Citaba en el editorial pasado la frase "conoce bien tu aldea y descubrirás el mundo, descubre tu aldea y serás universal" de León Tolstoi, y me atrevía a asegurar que en nuestro espacio cotidiano encontraremos la respuesta de lo que somos y lo que queremos ser. Y es por eso, precisamente, que quiero hablar de una cuestión cultural organizada en nuestra ciudad con motivo y en ocasión de los festejos de la Independencia, y también de los festejos mismos. Para empezar de atrás para adelante, y porque quiero terminar hoy, con el énfasis necesario, con un reconocimiento al "Mimo" Amarillo por su "aventura", vuelvo a pasar por el tamiz de la sana crítica un acto oficial, en este caso el del 9 de Julio. Por suerte para los destinatarios a los que apunta, nos queda solamente el recuerdo al Padre de la Patria, el próximo 20 de agosto (sí, no estoy delirando, por supuesto que sé que es el 17, pero Cristina ordenó que se "corra"), con lo cual si les cae el sayo podrán ir auto convenciéndose y convenciendo a sus familiares de realizar el "terrible" esfuerzo de quedarse un fin de semana largo en este "pueblo aburrido", ¡que apenas nada más los vio nacer (no a todos ellos, es cierto), los educó (tampoco a todos, dicho esto sin doble sentido), les dio acceso a cargos públicos, les permitió usar su nombre para proponer sus candidaturas, los jubiló (a algunos prematuramente) y los contiene en sus a veces más que modestas viviendas! Como acá somos pocos y nos conocemos todos, otra vez puedo decir, y lo recalco porque me parece un muy mal ejemplo, que no vi en la plaza del 9 de Julio (que no era, obviamente la Plaza 9 de Julio, sino la Plazoleta San Martín) a ningún ex intendente (posiblemente me equivoque y haya estado uno que fue de facto, pero no estoy seguro), solo a un ex legislador provincial (hay en Basavilbaso cuatro), a ninguno de los últimos candidatos a presidir el municipio (salvo, obviamente, al que ganó), así como tampoco a los actuales legisladores departamentales (aun cuando la diputada es de Concepción del Uruguay, bien podría hacer el "esfuerzo", como lo hizo durante la campaña, de compartir uno de estos festejos con los ciudadanos de la segunda ciudad del departamento, que no por eso somos ciudadanos "de segunda"). También faltaron muchos más, entre ellos quienes pretendían ocupar bancas en el senado y en el HCD, y olvidaron rápidamente el fervor democrático que los llevó a postularse y que incluye, como nos enseñaron en la escuela, ir a la plaza a cantar el himno en homenaje a nuestra Patria. El otro tema, con el que quiero terminar, es el de las preguntas sin respuestas que me genera la falta de apoyo al gesto de Guillermo "Mimo" Amarillo de organizar un fin de semana cultural en su ciudad, con actividades que iban desde la pintura y la poesía, hasta el canto y la danza. Allí hubo muy poca gente (demasiado poca gente), y brillaron por su ausencia los mismos que brillan siempre por eso. Si hasta parece que uno pudiera poner una etiqueta que los identifique. Seguramente algunos la justificarán en la polémica figura del organizador, pero esa razón me parece muy pobre. Por lo menos a mí. Justo el domingo leía en el diario La Nación, en un artículo sobre el "fenómeno Tinelli" (que seguramente genera que la gente se quede calentita en su casa en vez de asistir, como debería ser, y aunque sea para apoyar, a este tipo de eventos), que "el que explique eso, explica el país". Porque, como suelo decirles a mis alumnos, si uno mezcla tierra con agua, aunque lo haga un millón de veces, siempre saldrá de esa mezcla barro, y nunca un flan de vainilla. Entonces para Mimo, por la valentía, y como para compartir con algo que nos iguala, dejo para reflexión la última estrofa de "Las Dos Querencias", que inmortalizaran Los Olimareños: "…siento ese amargo dulzor que da la ausencia y presencia. Lo digo sin complacencia tal vez complaciéndome. Eso si, que no lo sé.... porque todo peregrino.. se entiende con el camino sin preguntarse…por qué". Dr. Mario Ignacio Arcusin, para Semanario Crónica de Basavilbaso

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