jueves, 15 de octubre de 2015

Disnomia

Disnomia  - Editorial del 16 de octubre de 2015
En la mitología griega Disnomia era “la” demonio o espíritu que personificaba el desorden civil y la ilegalidad.
Como los otros grandes males de la humanidad, Disnomia era hija de Eris, la discordia, sin que se le atribuyera padre alguno.
En su actuar era compañera de Adikia (la injusticia), de Ate (la ruina) y de Hibris (la violencia), siendo su demonio opuesto Eunomia (el orden cívico). Así lo narraba Solón, que describió los grandes males que este espíritu había traído a los atenienses, en contraposición de los beneficios que traería la legislación y el orden en la ciudad.
La Presidente nos “brinda” cadenas nacionales a diario, pasando por encima de la “ley de medios" que ella misma reclamó se votara, aunque sea a los tropezones. Unos autodenominados "veteranos de guerra" que hace bastante tiempo ya se apropiaron de la plaza emblemática de la Argentina, siguen haciendo lo que les viene en ganas, animados por ejemplos que alguna vez denunciamos acá y que nos valieron amenazas porque “había” que sostener una mentira que todavía está a media cuadra de mi casa, en uno de los tres nombres de la memoria. Candidatos en campaña que molestan a cualquier hora con mensajes telefónicos y “enchastran” la vía pública con volantes y pintadas. Así se puede seguir con ejemplos ad infinitum y…no pasa nada. Lo único que se nos ocurre ante el desquicio es despotricar y no queremos asumir ni por casualidad el fondo de la cuestión: nuestra contumacia como sociedad para transgredir leyes, reglamentos y normas.
Hace ya más de quince años que el extraordinario periodista Germán Sopeña escribió en La Nación que la Argentina estaba pasando peligrosamente del Estado de Derecho al "estado de derechos" esto es, que la defensa de privilegios particulares o sectoriales habilitaba para hacer cualquier cosa, sin importar en lo más mínimo el derecho del resto de la sociedad. Y añadía que nos encontrábamos en una encrucijada peligrosa. Obviamente que ahora ya ni la encrucijada nos queda. Estamos obligados a circular por un solo camino, que es por donde nos llevan obligados, y que encima, como el de la Escuela Agrotécnica, sigue sin asfaltarse y solo está cubierto de promesas incumplidas.
Hoy día, lamentablemente, el "estado de derechos" se instaló para quedarse con la agravante de que la sociedad se encuentra en un estado anómico en tanto y en cuanto todos los días se degradan un poco más las normas de convivencia social. Cabría entonces usar para describir el estado de cosas el término "disnomia", que bien podría describirse como el "sé que existe la ley pero no me gusta o directamente no me importa", aunque en realidad se refiere, como dije más arriba, a la divinidad menor que en la mitología griega personificaba el desorden civil y la ilegalidad.
Pero también nos debe mantener atentos para discernir que el poder no se debe encerrar en el poder en cuanto tal, sino en abrirse a los demás para encontrar sabiduría en el modo de vivir y gobernar. Este es un buen criterio para discernir acerca de quiénes nos gobiernan. Lo llamativo es que en las charlas de café (sin café), o como me pasó esta noche (miércoles, antes de sentarme a escribir este editorial), al terminar la excelente charla que brindó el Obispo Monseñor Jorge Lozano en la Parroquia “San José Obrero” sobre la Encíclica “Laudato Si” (de eso voy a escribir después de las elecciones, porque me impactó mucho). Como decía, al terminar la charla, me puse a conversar con un amigo candidato a concejal en una de las listas para las elecciones del 25 (no la que encabezamos mi amigo Modernel y yo), y él me decía que había que integrar al gobierno a la gente más capaz, sin importar si era “del palo”. ¡Lástima que del dicho al hecho hay un largo trecho!
Resulta trágicamente claro que la corrupción es el mal por extirpar, si es que verdaderamente queremos  que alguna vez  nuestros hijos vivan en un sitio que merezca ser vivido, y no un lodazal.
Se impone, en la Argentina, un Nunca Más de la corrupción en democracia. Y esto es algo que debe subir desde el pueblo hacia los dirigentes. Debe ser exigido hasta el hartazgo, hasta que el mensaje se recoja y el reclamo popular se escuche y se asimile.
Si los responsables de la más formidable corrupción que vio la Argentina no son juzgados y encarcelados, si sus bienes mal habidos no son confiscados, si sus miles de testaferros no son perseguidos y develados, lo que se empieza a poner en tela de juicio es la viabilidad de la Argentina misma como país.
Y allí ya no habrá espacio ni para planes económicos, ni para discursos de buenas intenciones, ni para ulteriores aventuras políticas.
Es difícil para cualquier analista político comprender cómo uno de los Países más ricos del planeta se ha diluido en su propia impotencia, y no logre distinguir el bien del mal.
Sin duda una sociedad culturalmente atrasada dio lugar a la formación de una clase política completamente parasitaria y corrupta, que utilizando el populismo barato, (prometer de todo a cambio de nada) nos  convirtieron en un País sin futuro, sin orgullo y sin dignidad.
Nuestro país no se desendeudó sino que se cambió de acreedor: antes se debía al exterior, ahora la deuda es interna, porque el gobierno tomó fondos de la Anses y de otras instituciones públicas para pagar la deuda externa. Es decir, la deuda externa se redujo pero aumentó la deuda interna. Hay estimaciones de la deuda pública total que expresada en dólares está en el orden de los 250.000 millones.
Lo cierto es que el aislamiento financiero nos deja un Banco Central quebrado y sin inversiones. Los buitres no son culpables de la fanfarronería internacional, la mala calidad del gasto y el dispendio del estado en cuestiones menores… Es cierto que el mundo no nos es grato como hasta el 2010 más o menos, pero poner a un inexperto soberbio en economía posiblemente haya sido la mayor causa del crecimiento cero de los últimos cuatro años…
Lo nuestro es mucho peor que desaceleración. Es retroceso. Lo primero significa que el automóvil redujo la velocidad, pero que con solo volver a apretar el acelerador se soluciona. Con el segundo, el automóvil quedó rezagado porque tiene el motor fundido y sus cubiertas no dan más. Ya acelerar es imposible. Como dice León en “Cola de Amor”, “para poder seguir tengo que empezar todo de nuevo”.
Estos inútiles y miserables gobernantes han creado un nuevo país llamado Holindia, en el que ellos viven como en Holanda y nosotros como en  la India. Buscan cualquier nota perdida en pasquines complacientes con el gobierno y no ven la realidad, realidad que se les está cayendo encima, como usinas y hospitales "inaugurados" que no funcionan, entre otras cosas
¡Ay, País! Yo lo escribí hace mucho tiempo. No son los candidatos los que se deben unir. Es la sociedad la que debería unirse y exigir al candidato todos sus reclamos para darle el voto. Ahora yo sé que es demasiado tarde, aunque podría haber un pacto de gobernabilidad que incluya la firma de un acuerdo sobre la imprescriptibilidad de los delitos de corrupción, quita de fueros, apertura de las causas de corrupción cerradas ,embargo de bienes, independencia total de la Justicia poniendo un Procurador General que actúe con el máximo rigor y sin contemplaciones. En caso contrario nuestro futuro seguirá siendo de oscuro presagio.
En esta misma edición anunciamos, con cierto orgullo, más allá de las discrepancias políticas, que en caso de ganar Scioli, un entrerriano, Sergio Urribarri,  será el Ministro del Interior y de Transporte. Bueno es recordar, entonces, que Ricardo Jaime, que ocupara una parte de ese puesto durante un gran período del kirchnerismo, asumió su condición de coimero, y por miedo a pasarse diez años merecidos en la cárcel optó por un juicio penal abreviado que le redujo la pena a un año y medio, que por supuesto no serán de cumplimiento efectivo. Pero para ello tuvo que reconocerse culpable y admitir que lo sobornaron y que construyó su fortuna a costillas de la seguridad y de los derechos del pueblo argentino.
Seremos verdaderamente una República el día en que pasen por los estrados de la Justicia los que sigue, que no son pocos.
                                                   Dr. Mario Ignacio Arcusin, para Semanario Crónica de Basavilbaso



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