jueves, 24 de junio de 2010

Golpe a golpe, “verso a verso”

Golpe a golpe, “verso a verso” - Editorial del 25 de junio de 2010
El lunes, a las 7 de la mañana, se cumplirán 44 años del día y del momento en que Arturo Umberto Illia, aquél hombre desgarbado y con las canas prolijamente peinadas, se despedía de sus colaboradores, destituido por un movimiento castrense autodenominado "Revolución Argentina", que con un presunto "proyecto refundacional", más autocrático que republicano, entró a la Casa Rosada. Fue la primera vez que escuchamos la tenebrosa frase "tenemos objetivos y no plazos".
No es para nosotros una tranquilidad saber que algunos años después, más que nada luego de la muerte de Illia ocurrida en enero de 1983, la sociedad comenzó a reconocerle los valores que tenía. Y no lo es porque, de acuerdo al dicho popular, nunca más verdadero que en este caso, "la justicia lenta no es justicia".
Suponemos que no solo la historia volverá a repetirse, sino que, ineludiblemente, cada vez que se recuerde la figura de Illia se dejará de lado la imagen denostada que mostró el periodismo de aquella época, presentándolo como un "tortugón inoperante", para privilegiar su democracia y su republicanismo. Y esto no es poco, en tiempos en que pareciera ser que nuestra historia se basa en la subcultura de la viveza criolla, tendiendo a considerar bobos a los honestos y a los decentes.
Pero no queremos quedarnos en el rescate de la figura de Don Arturo, porque creemos que hay muchas cosas que trascienden esta cuestión, y que es necesario replantear ciertos hechos, a la luz de lecturas falaces y deformantes que se hacen desde el poder.
De un tiempo a esta parte, y sobre todo desde la llegada del kirchnerismo al gobierno, se quiere hacer creer a la gente, y más que nada a las generaciones nuevas, que los únicos golpes de estado que sufrió la Argentina fueron los del 16 de septiembre de 1955 y del 24 de marzo de 1976, ambos, coincidentemente, realizados contra gobiernos nacionales peronistas, más allá de que en algunas provincias y municipios haya habido mandatarios de otro signo.
Esto significa desconocer, olímpicamente, nada más y nada menos que el primero de ellos, contra Hipólito Yrigoyen, y el que hoy recordamos, sólo porque ambos presidentes eran radicales. ¿Sólo? ¿O es que, además, figuras que luego formaron parte del peronismo estuvieron en aquél fatídico 6 de septiembre de 1930, y luego dirigentes prominentes del justicialismo y de su movimiento sindical pactaron con los militares, y principalmente con Onganía, la caída de Illia?
Una de esas falacias que mencionamos más arriba, y que repiten desde su altar autoconstruido figuras que se creen historiadores y venden su ideología al mejor postor, es que el gobierno radical que asumió el 12 de octubre de 1963 tenía escasa representatividad electoral. Se repite estúpidamente que los votos en blanco lo habían superado en las elecciones (lo que es una vulgar mentira), para pasar luego a enrostrarle falta de aptitudes y esa supuesta inoperancia que "justificaba" el mote de "tortuga" y la caricatura (también mal intencionada) de presentarlo dándole de comer a las palomas de Plaza de Mayo, como si esa fuera su única ocupación.
Illia no entró por la ventana, y defender la idea de que sí lo hizo es hacerle el juego a los que proponen "salidas" por fuera de la democracia. Por eso hay que enseñar profusamente que hubo quienes así lo propusieron alguna vez, creyendo (o haciéndonos creer) que era mejor un gobierno dictatorial fuerte que uno republicano débil.
Nos hacemos cargo de la absurda proscripción del peronismo, así como de que los auténticos seguidores de Perón no tuvieron en esa elección otra alternativa que votar en blanco. Pero aún así también en esa enseñanza a las nuevas generaciones, con la finalidad de que no se "traguen un sapo", se debe incluir el dato de que los sobres vacíos sumaron un 18%, o sea significativamente menos que el 25% del ilustre radical, que, comparando cosas ocurridas no hace mucho, sacó un punto más que lo que Menem obtendría en 2003 (para luego renunciar a la segunda vuelta) y tres más que Kirchner, devenido Presidente de la Nación y no por ello, aunque la lógica perversa nos pudiera llevar a decir otra cosa, tildado de falto de representatividad. ¿No?
Bueno es recordar, también, que por aquellos tiempos regía la constitución del '53, y que no se elegía directamente al Presidente sino a un Colegio Electoral, dentro del cual fue votado por la mayoría absoluta.
Pero nos estamos metiendo en un camino peligroso, que consiste en tratar de explicar las razones de la víctima, lo cual puede llegar a suponer exculpar al victimario. No importan ni las absurdas búsquedas de culpas en el gobierno de ese momento ni las inútiles justificaciones del golpe, que llegan incluso hasta nuestros días. No olvidemos que en la nueva Constitución de Entre Ríos, en un artículo "a medida" del que son responsables todos los que lo votaron, se crean dos categorías o subespecies de dictaduras: las anteriores a 1976, y la del autodenominado "Proceso de Reorganización Nacional". Decimos esto porque el artículo 6° expresa que "Es condición de idoneidad para ocupar cualquier función de gobierno no haber desempeñado a partir del 24 de marzo de 1976 cargos de responsabilidad política en los regímenes de facto". Alguna vez dijimos que ese era un "traje a medida" de algunos todavía promisorios dirigentes del oficialismo provincial, incluso de ciertos y determinados convencionales, que prestaron su profesionalidad y su imagen a un gobierno "de facto", tan "de facto" como cualquiera de los otros; tan "dictadura" como la que más; y tan insanablemente nulo como el de la Revolución Libertadora y el de Videla y sus secuaces. ¡Y que nos demuestren lo contrario si se animan!
Todavía recordamos haber visto, en nuestra adolescencia, un "graffity" que permaneció hasta mucho tiempo después, en una de las paredes del baldío en el que hoy está construida la Escuela N° 10, refiriéndose al gobierno de Lanusse, del cual en Basavilbaso era exponente el Intendente Reynaldo Erpen y sus secretarios y asesores, con la indudable frase "se va a acabar, la dictadura militar". Y no es vano recordar que fue en ese período, que la Constitución de Entre Ríos salva, y que comenzara con el golpe del que el lunes se cumplen 44 años, que se concretó la masacre de Trelew, lo que no es poca cosa.
A lo lejos en el tiempo sabemos que entre las causas de aquél golpe están la construcción del Complejo Chocón-Cerros Colorados; la negativa a enviar tropas a Santo Domingo como quería EEUU; la implementación del salario mínimo, vital y móvil; la defensa irrestricta del Estatuto del Docente; la asignación de la cuarta parte del presupuesto a Educación, todas cosas que molestaban al "establishment" de aquellos tiempos, integrado entre otros por el sindicalismo peronista.
Es claro que para la revista Primera Plana (de la que deberían hablar alguna vez los "genios" de 6, 7, 8) era más importante ironizar sobre los modestos hábitos de vida matrimoniales de Illia y de su esposa, que viajaban en un Renault Gordini y conservaban como único bien su modesta casa en Cruz del Eje. ¡Igualito que ahora!
A los generales golpistas, retroalimentados por los civiles colaboracionistas, no les importó que el presupuesto estuviera equilibrado, ni que la economía exhibiese una sólida recuperación. Tampoco les importó a los sindicalistas que hubiera pleno empleo y que la clase trabajadora recibiera más del cuarenta por ciento del Producto Bruto Interno.
Para ellos era más fuerte la idea de que la tortuga debías ser reemplazada por un león. Y, hablando de animales, el golpe que hoy recordamos (y queríamos también ver rememorado por esos partes de prensa que provienen de ciertas organismos públicos cuando de "ofensas" al peronismo se trata) terminó siendo el "huevo de la serpiente", porque cerró los caminos de la democracia, expulsó a los científicos, acunó a la guerrilla y generó la feroz represión que todos conocimos.
Dr. Mario Ignacio Arcusin, para Semanario Crónica de Basavilbaso

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