viernes, 4 de septiembre de 2009

Dos demonios - Editorial del 4 de setiembre de 2009
Las responsabilidades históricas se juzgan en cada caso y para cada actor. Que los voceros (ad hoc o meros voluntarios chupamedias) del kirchnerismo quieran justificar la nueva Ley de Medios diciendo "ellos se portan mal (por el grupo Clarín), y eso nos da piedra libre para hacer nuestro juego" es, además de una cobardía, un insulto a nuestra inteligencia.
Lamentablemente esta simplificación de argumentos nos retrotrae a una vieja discusión, ya recurrente en la Argentina, respecto a la existencia de "dos demonios" en la oscura etapa de los '70.
La teoría que lleva ese nombre comete el error (y de ahí que hoy la estemos usando como un mal ejemplo) de simplificar la historia de manera tal que no parece haber sujetos. Supone también que dentro de las Fuerzas Armadas y de los grupos opositores a la dictadura todas las personas pensaban exactamente lo mismo. Pierde de vista la variedad de organizaciones guerrilleras y no guerrilleras que había en todo el país, la variedad de corrientes políticas al interior de la sociedad y la variedad de opiniones también al interior del mismo ejército (esto incluye a las minoritarias aeronáutica y marina).
Así como el kirchnerismo está encarando hoy la discusión respecto a la necesidad de tratar urgentemente esa ley, lo que equivale a decir su propio proyecto, aprovechando los meses que le quedan con mayoría propia en las cámaras, nosotros podríamos pensar que, otra vez, "la historia la escriben los que ganan", al igual que lo que sucedió en el intento de las Fuerzas Armadas de justificar su accionar y de expiar sus culpas.
Lástima que nadie se da cuenta, entonces, de que volvemos a caer en el peligro de que esta ley "encaje" para toda aquella persona que prefiera olvidar antes que averiguar la verdad. Pero es más que eso, porque averiguar la verdad implica buscar responsables y hacerse cargo como sociedad de que mucho de lo ocurrido no hubiese sido posible sin la anuencia y el silencio de gran parte de la misma. Y nos puede volver a pasar lo mismo.
Desde un tiempo a esta parte, para nuestro dolor, debemos decirlo, ha proliferado en nuestro país una narcótica debilidad (para la cual parece que hay despenalización de la tenencia) por "lo que diga la prensa".
Nuestra abuela paterna, que leía solamente en idish (el idioma de los inmigrantes judíos rusos), cambiaba de parecer respecto a temas cotidianos según lo que el Idishe Tzaitung (así se llamaba el periódico que le llegaba desde Buenos Aires por correo) decía. Textualmente "in blat schraibt" (en el diario está escrito), era su irrefutable argumento para cerrar cualquier discusión.
Trastocando los términos de la realidad (síndrome "televisión"), pareciera que hoy existe sólo aquello que sale en ella. Los hechos concretos, si no salen, no son. Es una maravilla de la ontología contemporánea que permite, por ejemplo, que Zulma Lobato ocupe horas de programación mientras serios pensadores se pierden en la oscuridad. ¡Así estamos y así estaremos!
Como se ha instalado tal fatal equívoco, y en momentos de elecciones con más razón, los hombres públicos se van transformando, "sin querer queriendo", como diría el Chavo, en especialistas sofisticados de crear realidades virtuales en sustitución de las otras. Por lo que así podemos observar cómo y cuánto se vive en un mundo de ilusiones, espejismos y colosales mentiras.
Es más: dado que el mundo "real" actual es ese, hay muchísimos que han renunciado definitivamente a protagonizar cualquier cosa en el otro, incluso a vivir en ese otro y, por ejemplo, producir noticias con sus manos, sus decisiones, sus propios logros.
De ahí, entonces, por fin, la desesperación por "descubrir" que hay un monopolio de los medios de comunicación, que, por supuesto, el partido del gobierno quiere destruir...para cambiarlo por otro.
Un amigo (no tenemos tantos que no podamos contar, pero tenemos) nos mandó un "mapa" de la realidad respecto a la titularidad de diarios, radios y canales de TV en la Argentina, que pretende demostrar quiénes son los que manejan la opinión pública.
Nosotros dimos vuelta la hoja de ese informe pensando, inocentemente, lo reconocemos, que seguía una exhaustiva aclaración acerca de las empresas de las que son dueños los "amigos del poder", que hoy manejan la pesca, la minería, el juego y la obra pública, y que, directamente o a través de testaferros, aparecerán luego de que se sancione la nueva ley, como los "santos inocentes" venidos a preservar la identidad y el pensamiento de todos los argentinos. ¡Andá!
Hace unas semanas analizamos lo que sucedía (y sigue sucediendo) en el programa oficialista (del canal 7, también oficialista) llamado, 6,7, 8, ó algo así, tanto porque nos aterran sus enfoques parciales, cuánto porque nos hacemos una idea de lo que sería hacer un "traje a medida" de licitaciones en las que se entreguen los medios de difusión a los amigos y se termine reinventando esa teoría de los dos demonios que no sirvió antes y no va a servir tampoco ahora.
Cómo podemos confiar en estos "operadores" que pretenden convencernos de la necesidad de cambiar la ley (gatopardismo, a nuestro entender) si son los mismos que, bajo el vulgar y poco creíble pretexto del "fútbol para todos" auspiciaron y firmaron un convenio que implica un desembolso de 600 millones de pesos, suma que alcanzaría para alimentar a las bocas hambrientas de Chaco, donde el 35% de los niños está desnutrido, y a las de Santiago del Estero, Formosa y Tucumán, donde el 15% de la población depende de las ollas comunes para alimentarse.
Y no es que mezclemos los tantos ni simplifiquemos la disputa en base a golpes bajos. Alguna vez discutimos públicamente con un concejal (hace ya varios años) porque decía que lo que se "gastaba" con el coro se podía usar para otra cosa (que él decidiría, por supuesto). Logramos, en aquél momento, hacerle entender que la cultura merecía un presupuesto independiente de los otros, incluso diferenciando gasto de inversión.
Pero acá a nosotros no nos queda ninguna duda de que ni un solo partido de fútbol (a no ser que tengan razón los "cazadores de brujas" que avizoran detrás de ésto el negocio de las apuestas) vale el hambre de un solo gurí. La alternativa anterior, contractual, era un negocio privado, y nadie se murió, hasta ahora, (si no ya se hubiesen ocupado de difundir la noticia, pierda cuidado) por no haber podido ver a su equipo por televisión.
Estamos generando, peligrosamente, una cultura de la inmediatez que nos impide mostrar la realidad. No hay en este momento suficientes garantías para asegurarnos que "no salgamos de Guatemala para meternos en guatepeor". Siempre la cosa pasará, como hemos dicho tantas veces acá, por leer entre líneas.
Si generamos educación y nuestras escuelas reciben chicos alimentados y abrigados; si generamos trabajo y nos olvidamos del clientelismo; si dejamos de usar la despenalización y el adelantamiento de la mayoría de edad como un pago por adelantado para la continuidad de regímenes que ya tienen el certificado de defunción, pensando en que nos van a votar por la opción del libertinaje, la cosa va a cambiar aunque no cambien los dueños de los medios.
Si seguimos menospreciando la cultura del trabajo ridiculizando arquetipos y ocultando los negociados, los enriquecimientos ilícitos e inmorales de incapaces, y matamos a Clarín para que no lo diga, estaremos reeditando la historia del rey desnudo.
Y no es que pensemos que no hace falta cambiar la ley. Lo que pensamos es que no están dadas ahora las condiciones para hacerlo, porque sería como poner al zorro a cuidar el gallinero.
Y porque, por otra parte, como ya dijo el General, que no era gorila:
¡La única verdad es la realidad!
Dr. Mario Ignacio Arcusin, para Semanario Crónica de Basavilbaso

No hay comentarios:

Publicar un comentario