jueves, 27 de agosto de 2009

La sentencia de María Juana
Editorial del 28 de agosto de 2009
En esta complicada (pero divertida y generosa) tarea de escribir todas las semanas sobre un tema distinto, en la que estamos hace ya casi doce años, los disparadores para la elección del tema suelen ser, muchas veces, dispares.
Así, ocasionalmente, nos lleva la pasión de mucho tiempo, otras el berrinche de hace unos minutos, y las más, un hecho externo que nos motivó al punto de sugerirnos cómo empezar, seguir y terminar, estas tres columnas que el amigo lector encuentra todos los viernes (en la versión impresa).
Esta es, por fin, una de esas oportunidades. Un amigo "de fierro" (amistad de fierro es aquella que no se dobla aunque la golpeen), con el que solemos charlar de esta preocupación común (especial, más bien) que tenemos por la salud espiritual de nuestros hijos (y de los hijos en general), nos hizo saber de la visita, la próxima semana, de alguien con el que alguna vez compartimos un debate social y público, respecto a las problemáticas de la familia en estos tiempos que se nos antojan tan difíciles.
Decimos, entonces, que nos parece bien que venga el Dr. Osvaldo Maccio, que de él se trata. También decimos que nos parecería bien que la gente concurra, escuche y participe dando sus opiniones. Y también nos pareció bien escribir hoy, acá, las nuestras; muchas de ellas ya conocidas por ustedes, pero no por eso menos actuales.
Tantas veces hemos dicho que no nos gusta la crítica sin participación. Abjuramos de aquellos que se sientan frente al televisor (o frente a la radio, da lo mismo) y se quejan, y se quejan, y se quejan. Y algo de esto hemos visto por estos días, sobre todo durante "la previa" de la sentencia de la Corte Suprema de Justicia que despenaliza la tenencia de marihuana para el consumo personal y, sobre todo, después de conocida la misma.
Para muchos, el fallo (en la segunda acepción de la palabra, no confundir) es el fruto de la presión de los narcotraficantes, y se muestran dispuestos a confrontar en una discusión social guiada, más que nada, por el temor (o el terror), y también por las ganas de opinar de todo sin entender mucho de nada, y sin pretender hacer tampoco mucho por cambiar las cosas.
Otros, en cambio, sobre todo aquellos que trabajan muy cerca de las "víctimas" de la adicción, recibieron la decisión de la Corte, que, reiteramos, resolvió que la tenencia de escasas cantidades de marihuana para consumo personal no puede ser castigada, con beneplácito, aunque con el "beneficio de inventario" que significa no suponer ni pretender que el fallo de la justicia vaya a resolver el problema que, de nada sirve negarlo, es cada vez más complejo en los distintos espacios de la sociedad.
A nosotros nos parece que la verdad no está en ninguna de las dos posturas, y está a la vez en las dos. Aunque esto parezca un contrasentido, creemos que muchos de los problemas del mundo se resolverían así, dejando de lado los fundamentalismos que compiten por tener la verdad revelada, sin ver que, como en esta oportunidad, es más lo que se puede encontrar "corriendo el velo" que lo que aparece a simple vista y nos deslumbra.
Las soluciones mágicas no existen, y menos de la mano de la Justicia, que no por nada tiene como máxima aquella frase tan enseñada: "no siempre lo justo es equitativo ni lo equitativo justo". La Justicia (lo ponemos con mayúsculas porque nos estamos refiriendo a la Institución y no al valor), generalmente se ocupa de solucionar los conflictos o paliar sus efectos, pero no de brindar la solución a los problemas, como muchos pretenden hacernos creer ahora. La división de poderes, señoras y señores, le da al Legislativo la potestad de generar las normas que se anticipen a los hechos o que los recepten ni bien se generan. Y al Ejecutivo le da la posibilidad de, a través de su Poder de Policía, encargarse de que la convivencia se dé bajo esas normas.
Lo que pasa es que, desde hace un tiempo a esta parte, la división de poderes ha perdido méritos entre los que gobiernan. No por nada las cámaras de senadores y diputados han sido sobrenombradas como la "escribanía presidencial", conllevando ello el trágico destino de la pérdida de su verdadera función, que es ser usina de leyes y no mera fotocopiadora de los proyectos de un unicato.
Es por eso, quizás, que se sobrevalora tanto esta sentencia de la Corte, que no debería tener más significado que el alcance para los cinco imputados del delito que llegaron con el recurso ante ese superior tribunal. Las sentencias no hacen ley, aunque sí son fuente de ella, y por eso ya deberían ponerse a trabajar los legisladores, que traen unos cuántos meses de inacción.
Por lo demás, y mientras tanto, nadie puede descansarse ni en el fallo ni en la ley. Si algún padre preocupado (no deberíamos haber necesitado usar el adjetivo, ya que nos parece que todo padre debe estar preocupado) ve a su hijo involucrarse en consumos peligrosos, tanto sean de la ahora "bendecida" marihuana como de otras drogas, incluidos el alcohol y el tabaco, bueno sería que indagara en el círculo afectivo de su propia vida y de la de su familia, antes de demonizar a la sociedad en su conjunto y pensar que "otros" deben darle una solución a su problema. Es necesario involucrarse más con la realidad que cada uno produce (y aceptarla y reconocerla) y no escudarse siempre detrás de la peligrosidad de lo social para justificar imposibilidades personales. Así terminan pidiéndole a la Municipalidad que prohiba la venta de alcohol, a la policía que detenga a los vendedores de drogas (que debería hacerlo, es cierto), a la Corte que castigue a los consumidores, a los docentes que eduquen a sus hijos (de ellos, no de los docentes), etc., sin ver, como tan sabiamente decía Sor Juana Inés de la Cruz, aunque para otra cosa, "que sois la ocasión de lo mismo que juzgáis".
Quienes conocemos el sistema carcelario argentino sabemos que para aquellos que tienen un problema de adicción, una causa penal les complica la resolución desde lo terapéutico, y para el consumidor ocasional, el hecho de cruzarse con un proceso penal le genera un problema que no tenía, y que, por otra parte, ni siquiera se debería imaginar. Tengamos en cuenta que el que "tiene" una botella de vino (o de cerveza, da los mismo), o tres o cuatro, no va preso solo por tenerlas. Y eso que está comprobado que el alcoholismo causa no más sino muchas más muertes que el solo consumo de ciertos y determinados estupefacientes.
De alguna manera este fallo viene a hacer lo que muchos reclamamos desde las aulas de las Facultades de Derecho, y que luego vamos olvidando de a poco. La penalización castigaba al eslabón más frágil de la cadena de la droga, así como no debería ser lo mismo juzgar a un ladrón de bancos que a un ladrón de gallinas.
Esos padres de los que hablábamos más arriba, y también sus hijos, no deben ni pueden caer en el riesgo de que la flexibilización se transforme en extremo, porque si bien la marihuana es una droga blanda, también es nociva. Y así como para empezar a ser alcohólico solo hace falta el primer vaso, y luego seguir, aunque coincidamos en que es "blanda", el problema sigue siendo lo que viene después.
Como para ir cerrando, y pese a que sabemos que muchos de quienes aplauden sin reparos este fallo también aplaudirían la legalización del aborto, a nosotros nos resulta posible trazar un paralelo entre ambos problemas: ¿no será más fácil educar para el no consumo y para el sexo responsable, que buscar luego el supuesto "remedio" de no castigar a los "perejiles"?
Con padres atentos, ocupados y preocupados, llevando y yendo a buscar a sus hijos a los boliches (nosotros lo hicimos, sin vergüenza y sin que a nuestras hijas le quedaran "traumas" por ello), aquellos que lucran con el vicio de los demás, cuando vean que se los controla, se cuidarán. Lo que pasa es que los padres suelen estar más interesados en su realización personal, en no perderse una sesión en el gimnasio, en la charla con amigos, que en sus propios hijos. Y eso que se supone que tener hijos es una elección.
Cuando un adolescente se emborracha o se droga es claro que los problemas no comenzaron ahí, sino unos cuantos años antes, en casa, con padres que han renunciado a serlo, en muchos casos incluso antes de empezar a serlo.
Tal vez aquel día en que el "nene" se tiró al suelo llorando para que le compren cualquier tontería y su padre o su madre, para que no se "traume", cedieron por primera vez, lo hicieron para siempre.
La sentencia de la Corte no va a generar de por sí lo que falta. Padres capaces de decir sí en ciertos casos y no en otros, de explicar que en la vida no siempre se puede tener todo.
Y esta es una de las tantas cosas que les van a ayudar a madurar, a desarrollar su propio juicio, a no sentirse mal si no forman siempre (o casi siempre) parte del rebaño que hace lo que se supone que tienen que hacer todos, aunque eso signifique revolcarse en el barro.
Dr. Mario Ignacio Arcusin, para Semanario Crónica de Basavilbaso

No hay comentarios:

Publicar un comentario