lunes, 3 de diciembre de 2012

Desagradecimiento

El pasado sábado falleció en su pueblo, o sea en nuestro pueblo, Basavilbaso, Alicia Lovera de Gatti, "Polola", toda una figura representativa de las cosas que se pueden hacer con bajo perfil, sin enriquecerse (materialmente), y pensando en todos. Fue mi profesora de Caligrafía y Dibujo, como lo fue de tantos, en el viejo Colegio Nacional Basavilbaso y su anexo Comercial. Con el tiempo pasó a ser Jefa de Preceptores y luego, antes de jubilarse, Vicerectora. No creo que haya alguien que tenga una historia negativa con la "Poli". Para muchos de nosotros fue una madraza, precursora de formas de educar que luego se fueron institucionalizando. Y sobre todo para los que fuimos compañeros de sus hijos; en mi caso con el Dani. Salíamos del colegio y teníamos en su casa una continuidad del aula, tanto en educación como en afecto, ambas cosas imprescindibles para quién se considere un docente. Para nuestra generación es el nombre que completa una breve lista que integran la "tía Pesci", Goyo Rosquin y…muy pocos más. Y a esos nombres los tenemos en nuestras venas y en nuestra piel, para siempre. Es por eso que me dolió tanto la falta de reacción de la Institución, hoy Escuela Secundaria Nº 10, o, en todo caso, de las instancias jerárquicas superiores, tan dadas a estar presentes en actos protocolares. Supongo que uno puede aceptar un margen de desconocimiento porque muchos no escuchan la radio o no se "conectan" los fines de semana. Pero de ahí a que en la despedida que le improvisamos en la puerta de su segunda casa, en Barón Hirsch 175, donde estuvo el Colegio Nacional y después sus continuadores, hayamos sido solamente tres los compañeros de trabajo (y una de ellas su hermana Alba), es una vergüenza. Y que le hayamos tenido que hacer el homenaje en la calle y con las puertas cerradas, es otra vergüenza. Y alguien deberá hacerse cargo, porque no podemos volver ya la historia atrás. En esta primera parte soy interesado directo, porque como ya dije, primero fui su alumno y luego trabajé con ella. En la que voy a tratar a continuación no soy un participante, pero creo tener derecho, como ciudadano y también como periodista a hacerlo, porque además vi los rostros de algunos de sus compañeros del PJ. Inexplicablemente, después de su militancia peronista, que permitió, sin dudas, que llegaran a funcionarios muchos de los que hoy ocupan lugares de privilegio, no hubo homenaje en forma de palabras de reconocimiento y de valoración de quién se jugó en los tiempos en que eso no era fácil. Vimos, si, una corona de flores, pero eso se paga con monedas y de ninguna manera le hace justicia a su figura. Mucho se habla de que a los homenajes hay que hacerlos en vida y no después de la muerte. Pero en este caso no le hicieron ni lo uno ni lo otro. Quiero dejarle, como despedida, en mi nombre y en el de tantos que la quisimos y la seguiremos recordando, un solo verso de un poema de Nicolás Guillén, a quién admiraban ella y el Dani: "y aunque la muerte me das, ya me ganes o me pierdas, sin saber que me recuerdas no sé si me olvidarás". Mario Ignacio Arcusin

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