jueves, 3 de mayo de 2012

Se’ gual

Se’ gual – Editorial del 4 de mayo de 2012 Hace tiempo ya que tengo este tema “in pectore”, pero siempre había cuestiones coyunturales que lo superaban en oportunismo, lo que no es desdeñable para la página editorial de un semanario, que por su misma esencia no tiene más que un día entre siete para expresar lo que pasa, y lo que el editorialista piensa de lo que pasa. Pero hoy me decidí a escribir sobre esto a raíz de una serie de “disparadores”, que como el lector consuetudinario sabe, son los que me llevan desde hace casi quince años a sentarme frente a la computadora a “charlar”, mano a mano, poniendo mi firma. El título está tomado de una expresión coloquial de Minguito Tinguitella, o simplemente "Minguito" o "el Mingo", famoso personaje creado por el guionista Juan Carlos Chiappe e interpretado por Juan Carlos Altavista entre las décadas del sesenta y del ochenta. "Minguito" intentaba estereotipar al hombre "de pueblo" argentino, y más particularmente de Buenos Aires, en una actitud que lindaba en lo payasesco y hasta en el absurdo, por lo menos en esos tiempos en los que todavía se priorizaba la lectura y la escritura como formas de expresión y de entendimiento entre la gente. Decidí usarlo, entonces, porque si bien no recibo las respuestas con ese modismo, seguramente porque lo desconocen, cada vez más gente comete errores gravísimos en el lenguaje y en la escritura, y, lo que es peor, hace caso omiso a las correcciones. Como los modelos se toman desde arriba, y para empezar, voy a reiterar las razones que alguna vez di, y a agregar otras, para confirmar mi aserto respecto a que es un error que la Sra. Cristina Fernández no use el nombre que su cargo tiene en la Constitución Nacional, o sea el de Presidente de la Nación, habiendo optado por feminizarlo, inconsultamente, sin saber que esa forma es imposible. Pero dije más arriba que iba a reiterar argumentos y a agregar nuevos, y eso es lo que me propongo hacer ahora. Presidente es palabra formada a partir de praesidens, el participio presente del verbo latino praesidere (sentarse delante). Las palabras así formadas suelen ser de género ambiguo. Como ejemplo similar, aún a riesgo de caer en un acto risible, tenemos la palabra amante. A nadie se le ocurriría decir la amanta, sino que, como he propuesto acá desde que se comenzó a cometer el error, el género lo da el artículo que se le antepone. Y para seguir, porque he comprobado con mis alumnos que a través de la gracia se puede enseñar muy bien, si usted, señora, decide ir a atenderse con Milton Lapczinsky (ya entenderá el lector que no es de acá), de ninguna manera será una “pacienta” que va al “dentisto”. Y si está embarazada y se hace atender con Garelli, no se le ocurriría decir que fue al “obstetro”. Con igual criterio a ninguna de mis compañeras de trabajo en el colegio, y de militancia gremial, se les ocurriría exigir que se las llame “docentas”, ni la Nación Argentina es una república “independienta” así como tampoco la zarza que encontró Moisés en el Monte Sinaí era “ardienta”. Y si la Sra. Presidente va a ver un recital de Teresa Parodi, artista que siempre se ha mantenido oficialista, de ninguna manera irá a escuchar a una “cantanta”. Entonces, si desde el púlpito presidencial se sienta este mal precedente, qué queda para los medios, muchos de ellos que han proliferado merced a ciertas “facilidades” técnicas, y para los alumnos de escuelas y colegios, a quienes ya no se corrige (muchas veces por la propia incapacidad de quienes deben hacerlo). No hay mejor prueba que poner como ejemplos los errores más simples para confirmar que muchísima gente escribe tal como habla, sin reflexionar en que la escritura es un lenguaje emparentado aunque muy diferente del oral. Y mi propósito aquí no se limita a señalar el error sino lo que hay detrás de él, en un sentido más amplio y de repercusiones mucho mayores para la escritura. Todos aquellos argumentos bizantinos acerca de la necesidad de simplificar la ortografía española son, en realidad, una tremenda agresión en contra del significado de la escritura. Esos supuestos simplificadores desean borrar el sentido histórico y etimológico del idioma y devolvernos a un estado de oralidad bastante primitiva. Volviendo a la ejemplificación por el absurdo, no es lo mismo casar que cazar (otra vez mis alumnos recordarán la anécdota de la novia que ve un cartel mal escrito y se suicida), así como tampoco lo es cerrar la puerta que serrarla (si la orden era cumplir con la primera acción, y se hace la segunda, solamente un carpintero podrá arreglar el desastre), ni coser que cocer (en el caso de un matambre, por ejemplo, las dos acciones son consecutivas y en ese orden, no en el inverso). Hace pocas semanas hacía referencia al Código de Faltas (y a sus faltas, que eran muchas), pero a nadie conmovió la crítica, parece. Siguen ahí, de manera que cuando haya que aplicar el artículo 46º, alguien tendrá que interpretar si “seda” se refiere a algo suave y terso, porque si a lo que se quiso hacer referencia es a dar el lugar, debía haberse puesto “ceda”. ¿O es que se hicieron de golpe admiradores de Minguito? La escritura sólo tiene palabras y signos de puntuación. Si usted quiere, agregue letras cursivas y negritas. ¡Pero no hay más! Y con las puras palabras y signos de puntuación tenemos que expresarlo todo, desde el amor y el odio hasta las instrucciones más precisas para armar un rompecabezas, pasando por la poesía, la narrativa y los ensayos sobre los cuales nuestra civilización se ha erigido (al lado de las demás bellas artes, por supuesto). Sin el lenguaje escrito, incluso, sería muy difícil que los científicos y los matemáticos comunicaran y explicaran con toda precisión sus descubrimientos e inventos. ¿Y qué decir de los filósofos, economistas, historiadores, sociólogos, psicólogos…? ¿Qué sería de nuestra civilización sin el lenguaje escrito, bien escrito, ese que dice lo que tiene que decir con toda claridad y precisión para que las generaciones del futuro puedan heredar la sabiduría de sus antepasados? Uno habla porque es natural. Sucede porque somos humanos. No es necesario que nos detengamos a reflexionar: reaccionamos. Cuando hablamos, nuestras palabras nos salen del alma, y para que salgan, no es requisito el pensamiento. Pero la escritura es otra cosa. Una de las revistas más inteligentes que se publica en la Argentina, y que hace del análisis de los errores de los medios casi un culto, exageraba hace poco, usando para eso la leyenda de la escasa inteligencia de las modelos, con la supuesta frase escrita por una de ellas, a propósito de sus defectos lingüísticos, con la que quiero terminar esta página de hoy, para que, en lo posible, nadie siga pensando, como Minguito, que “se’ gual”: ¡Y sí, yo me como las heces! Dr. Mario Ignacio Arcusin, para Semanario Crónica de Basavilbaso

1 comentario:

  1. En Paraná hoy tenemos una intendenta o presidenta municipal, por lo tanto si en un futuro se elige a un varón tendremos un intendento o presidento. ¿Y para quién reservaremos: Intendente o más institucionalmente hablando; Presidente Municipal?

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