jueves, 10 de mayo de 2012

La Hora de los padres

La Hora de los padres - Editorial del 11 de mayo de 2012 Los destrozos causados por un grupo de adolescentes en el edificio de la hoy Escuela Secundaria Nº 10 (antes Escuela Polimodal y mucho antes Colegio Nacional Basavilbaso) nos vuelven a convocar al tratamiento de un tema recurrente, y respecto al cual el lector consecuente conoce nuestra opinión, que hoy reiteraremos y, en lo posible, actualizaremos y profundizaremos, tratando de no atenernos a meras cuestiones coyunturales, ya que no contamos con la información precisa. Sí debemos decir que la misma noche de los hechos, dada la cercanía con el “obrador” que se menciona como el lugar en el que se “proveyeron” de la brea y la pintura los autores de tamaño descalabro, escuchamos durante un rato largo cánticos y gritos que, inocentemente, atribuimos a algún festejo de cumpleaños, y por esa misma razón no nos preocupó otra cosa más que el mismo ruido. Hemos querido hacer de nuestra propia vida y de las expresiones volcadas en esta página desde hace ya casi quince años, una apuesta al futuro, convencidos como estamos de que nosotros (los integrantes de nuestra generación) la venimos errando “fiero”. Es por eso que insistimos tanto en que nunca es poco el intento de alejar a nuestros hijos (genéricamente hablando) de los vicios que, no por casualidad, están inducidos desde los grandes espacios de poder para crear una sociedad con individuos fatuos y vacíos, solo interesados en el aquí y ahora, y sin otro proyecto de futuro que no sea el “Face”. La cultura del esfuerzo, que ha sido siempre la única vía, o por lo menos la vía normal que constituye la regla de un buen vivir, no puede ser sustituida por intentos espasmódicos ligados a propuestas facilistas. Llega un momento en que los padres debemos plantearnos no sólo qué es lo que queremos para nuestros hijos, lo que suele tener una respuesta simple y contundente: "que sean mejores que nosotros", sino en tomar conciencia de que, como podemos leer en la Biblia, "el que siembra vientos cosecha tempestades". No nos caben dudas de que es más fácil decir que sí a decir que no. También es más fácil poner a un chico frente al televisor que proponerle la lectura de un libro. Y es muchísimo más fácil darle permiso para salir a cualquier hora, mientras uno pierde el tiempo haciendo nada (o está en verdad ocupado, no importa), que entender que el rol de padres no termina en el parto ni pasa únicamente por el bolsillo ni por conseguir lugares apropiados para la cura de adicciones al alcohol o a las drogas, mientras se tomaba como chiste que el "nene" volviera borracho (o algo peor) y durmiera todo el día, etc., etc. No es lícito ni ponderable buscar culpables que no estén dentro del mismo hogar. Todas las informaciones, expresas y tácitas, que recibimos durante la formación de nuestros hijos deben ser adecuadamente procesadas; y así como corremos desesperadamente por unas líneas de fiebre que se leen en el termómetro, también debemos hacerlo cuando los síntomas tienen que ver con otras patologías, quizás más difíciles de diagnosticar y de curar, y para las cuales los remedios no se consiguen en la farmacia sino en el corazón y en el alma de los padres. No en vano se considera a Discépolo uno de los más agudos pensadores del siglo veinte, dado que Cambalache describe como casi ningún otro texto la escala de valores que está en vigencia en nuestra sociedad. Y eso que esa poesía, que luego fue tango, habla de cuestiones de hace más de cincuenta años. Si hoy el autor se levantara de su tumba y apelara a su musa para reescribir el tema, mucho más profunda y abismal sería la comparación de cada uno de sus versos. ¿Podrá ser que los padres no sepan que sus hijos de 13 ó 14 años ya toman alcohol sin medida? Es una realidad el hecho de que en los boliches los borrachos son algo habitual y no es raro encontrar chicos y chicas tirados en el piso, vomitando. También es real que esa condición no se les pasa en un rato, así que deben volver (eufemismo utilizado para decir "los deben llevar y tirarlos en el pasillo de su casa") en ese estado, y así se acuestan, mientras los "preocupados padres" miran para otro lado. Otro de los temas "tabúes" es el de la permanencia de los chicos frente al televisor (o, mejor dicho, el "telebasura") o la computadora, ya que, en el común de los casos, es la mejor forma de tenerlos ocupados y que "no jodan", sin importar que el contenido del 90% de ese consumo indiscriminado es nefasto y atenta contra todos los valores (o virtudes) que se les puedan ocurrir. Acá, en este pequeño pueblo, que sin embargo nos sirve para conocer el mundo, vemos ese comportamiento irresponsable a diario. Y se agudiza, por supuesto, en las noches de ocio (como la del pasado lunes, ya que el martes no había clases), muy pocas veces creativo, y en las tardes de los fines de semana, con una abulia adolescente alentada y aceptada por los padres. El pretexto suele ser siempre el mismo, ante estos problemas que detallamos y ante otros, como la precoz experiencia sexual, con el consecuente aumento de los embarazos de adolescentes y preadolescentes; la adicción temprana al alcohol y al tabaco; el "coqueteo" con las drogas o la estúpida exposición por horas a juegos y chateos absolutamente inconducentes: "no nos hacen caso". ¿Será la hora de decirles duramente a los padres que tener hijos no consiste, solamente, en cambiar pañales cagados? ¿Habrá que explicarles que las generaciones deben ser formadas, porque de ellas depende el destino de este mundo? ¿Será necesario explicar que, si no nos dedicamos y les ponemos límites deberemos sentarnos a esperar que nos los traigan muertos o desahuciados? Nosotros, como padres, somos conscientes de que el ejercicio de esa función, específicamente denominada paternidad, con todas sus connotaciones, es algo que se ha tornado sumamente dificultoso, más que nada teniendo en cuenta que se debe desarrollar en condiciones sumamente adversas, "proporcionadas" por los medios de comunicación, las carencias económicas, la pérdida de valores, la confusión de roles, etc. Está en nosotros revertir el curso actual de los hechos, oponiéndonos a los criterios impuestos por la tecnocracia y la masificación. No puede ser que pretendan hacernos creer (y una inmensa mayoría se lo cree) que lo más importante es el muro de una red social o la “interna” de cualquier programa que se llama “soñando...” o “…por soñar”. Y esto es así no porque nosotros lo digamos, sino porque no hay ningún análisis que nos pueda demostrar que por allí pasa la solución de nuestros problemas. Entonces, por supuesto, nos seguirán mirando con cara rara cuando hagamos planteos para agregar cuestionamientos al futuro que les estamos dedicando a nuestros hijos, digamos (o soñemos) que puede ser posible una noche de "boliche" con sólo gaseosas o jugos de fruta, o que los celulares y las computadores deben volver a ser un solo un medio para quién lo necesita, y no un "juguete rabioso" (gracias Cortázar) en manos de chiquilines que lo utilizan para evadirse aún más de una realidad a la que, tarde o temprano, deberán volver, a riesgo de tornarse esquizofrénicos. Si no tomamos conciencia del mal que les estamos haciendo a nuestros hijos con la permisividad, nuestra vida no dejará de ser como la historia de Sisifo, que se pasó la suya acarreando una roca hasta la cima de la montaña, sólo para verla caer cada vez que estaba llegando a la cúspide. Dr. Mario Ignacio Arcusin, para Semanario Crónica de Basavilbaso

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