Falacias – Editorial del 26 de
febrero de 2016
Por estas
horas se está definiendo en nuestra provincia y en muchas otras de la Argentina
la postura de los gremios docentes frente a la propuesta de ¿aumento?
proveniente de los distintos gobiernos, y, en muchos casos, contando con la
“ayuda” del gobierno nacional, que suele venir en subsidio de las pobres
economías regionales, pese a que hace ya veinticinco años delegó una
responsabilidad que le correspondía, “sacándose de encima” toda la obligación
frente a las escuelas y colegios. Es por eso que hoy tenemos un Ministerio de
Educación de la Nación que pretende regir los destinos de docentes y alumnos,
pero no tiene ni lo uno ni lo otro.
No pienso
analizar hoy la propuesta, y ni siquiera la postura de los gremios, porque
estoy convencido de que aunque de los distintos congresos salga la medida de
paro, esta será por dos o tres días, no le hará cosquilla a nadie, y seguiremos
trabajando por sueldos de miseria. Fueron otros los años de los paros por
tiempo indeterminado, hechos a gobiernos radicales, pero también esa es otra
historia.
Lo que yo
quiero remarcar hoy es que se está queriendo instalar en la sociedad la
convicción de que la mayoría de todos estos maestros no sirve y no merece ni
siquiera aumento. Acá si el ciudadano, que vota a representantes que tienen en
casi todos los casos dos capacidades, la de sentarse y la de levantar la mano,
pretende recordarle al gobierno, en este único, caso, que es el administrador
de los recursos de los contribuyentes, y por lo tanto antes de poner los
sueldos en el nivel que la profesión y el material humano se merecen,
pretenden, desde no sé qué capacidad adquirida, que se evalúe a los docentes y
luego se le aumente “a los que se lo merecen. Rarísimo criterio que, por otra
parte, no se utiliza para ninguna otra profesión dependiente del estado, y, mucho menos, para
aquellas obtenidas y definidas como políticas.
En todo
caso, si esto fuera un “Cabildo Abierto” yo le preguntaría a quienes sostienen
este critero: ¿Cuáles serían las condiciones específicas? ¿Quién las evaluaría?
¿Cómo y cuándo se haría eso? ¿Sería igual en todos los distritos?
Los maestros
pidieron negociar paritarias en diciembre para terminar en enero, y que no haya
problema con el inicio de clases. El gobierno decidió negociar una semana antes
del inicio de clases, para tomar a los padres y alumnos de rehenes y ponerlos
en contra de los maestros.
¿Paulatino?
Todo lo concerniente a los trabajadores es paulatino. Ahora, cuando se trata de
grupos concentrados (agro, minería, fondos buitres, etc.), ahí sí es todo de
golpe.
Cada vez que
nos echaron en cara el tema de las escuelas vacías por “culpa” del paro, yo
recordé que es el Estado el que debe garantizar seguridad, salud y educación.
No empresas de amigos subsidiadas.
No soy
maestro. Tengo un título de grado que me habilita a dictar ciertas materias, lo
que hago desde hace veinticinco años ininterrumpidos, sin haber tenido nunca
una licencia por enfermedad ni un suplente. Mis alumnos son exitosos en su
trabajo o en sus estudios superiores, esto es, están bien preparados, cosa que
hacemos entre todos los docentes que trabajamos en la institución a la que
pertenezco. Dense cuenta que todo eso puesto al servicio de la educación vale para
el gobierno no más que 8000 pesos, mientras hay funcionarios que yo no sé de qué funcionan, que ganan diez
veces más, sin vergüenzas.
Aquellos que
tanto hablan por estos días de la “depuración” que hay que hacer, según ellos,
en el ambiente docente, deberían tener la valentía de decir que también habría
que hacerla, entonces, en el ambiente político, en la justicia, en la policía,
en el periodismo de los medios estatales, en los médicos de la salud pública,
etc. Los docentes somos corruptos, como se está generalizando por estos días,
intencionalmente, lo seremos, en todo caso, como reflejo del resto de la
sociedad, ni más ni menos. ¿Por qué exigirnos a nosotros lo que no se le exige
al resto?
No se puede
exigir calidad educativa con una Ley Federal de Educación que te impone que el
100% de los alumnos, si o si, tiene que terminar el secundario, quieran o no
quieran estudiar. Y no podes sacarlos de la escuela.
Por eso, el
que habla de las "Pruebas PISA" en este contexto de la Argentina, es
por dos cosas: O porque no entiende nada de educación, o porque te quiere
engañar, ya que las Pruebas PISA no son referencia para nuestro sistema
educativo, sin que ellos de ninguna manera sea culpa exclusiva de los docentes.
Nada puede
hacer la escuela para revertir el abandono emocional que sufre el alumno por
parte de su familia (el 80% de ellas). Los chicos están solo, todo el día en la
calle, casi sin ningún control, y pensando más en internet y los celulares,
porque la familia dejó de poner límites. Las más pobres y las más ricas. Todas.
Y sin embargo pretenden ponernos límites a los docentes.
Los padres
no se hacen cargo de sus hijos y los depositan cada vez más horas en el colegio
para que los docentes hagan su trabajo, y nadie los puede reemplazar.
Entiendan
que un maestro no puede hacer en cuatro horas y con treinta alumnos, lo que los
padres no hacen en las otras veinte horas, y con un solo chico.
Y después se
quejan de los docentes porque sus hijos no aprenden, ¿Si no les das amor y
contención; si nunca hablas con ellos de que les pasa; si nunca le pones
límites; si los abrazas muy poco y casi no te ven: como querés que aprendan?
Padres, háganse
cargo, y dejen de tirarle la pelota a la escuela de lo que Uds deben hacer.
Los docentes
tenemos el futuro del país en sus manos, porque eso “nada menos” es la
formación de los chicos, y actualmente lo único que hacemos es formar seres no
pensantes para que sean más fáciles de manipular.
Las
sociedades que mejores resultados tienen son las que mejor capacitan a sus
niños. Es evidente que en Argentina cada vez los formamos peor y estamos
lapidando nuestro futuro.
Es
deprimente leer tanta gente atacando a los docentes. La calidad del producto
final del trabajo docente, o sea la formación del alumno, depende directamente
de las políticas educativas aplicadas. Enojarse
con el docente y pedir que ganen cada vez menos porque los alumnos
supuestamente no aprenden lo que sería deseable, es igual que enojarse con el
empleado de Mc Donalds porque no te gusta la hamburguesa
¿Entenderán
algún día quienes tienen la responsabilidad de gobernar y muchos de los que
tienen la responsabilidad de transmitir y no lo hacen, que el maestro es el
emisario del porvenir en el presente? La incomprensión y el desprecio que en la
actualidad y desde hace décadas recae sobre la vocación y la profesión docente
en la Argentina no daña, como ya se ve, los intereses exclusivos de un grupo o
de un gremio. Con semejante menoscabo se ataca uno de los centros vitales del
proceso de humanización: la facultad y la posibilidad de aprender, entendiendo
por ello la experiencia de autocomprensión y no sólo de capacitación técnica.
¿No estamos
ante una auténtica cuestión de salud pública? Quienes así no lo adviertan y
tengan no obstante alguna responsabilidad en la materia, estarán trabajando, lo
sepan o no, por la promoción del extravío ciudadano en una concepción del
conocimiento sin implicación subjetiva. Y ya sabemos adónde va a parar el
hombre cuando se deja de lado a sí mismo.
Devaluada
como tantos otros bienes argentinos, la figura del maestro pareciera agotar su
actual protagonismo en el fervor de las demandas salariales. Bajo el estandarte
del reclamo, se empeña en recordar que quienes integran sus filas no se sienten
ante todo educadores sino excluidos, parte lisa y llana de la masa marginada del
país. No obstante, de los maestros hablan también, y con altísima elocuencia,
los niños que en las cuatro latitudes de nuestro territorio ven aplazado, año
tras año, el inicio de sus clases; los edificios escolares que el abandono
devora; los padres desvalidos que envían a sus hijos a lo que resta de las
aulas, ya no para que estudien, sino a cambio de un vaso de leche.
Y la
responsabilidad de eso es de la dirigencia que nos representa. De los que
manejan los destinos de la Nación y de las Provincias, y los que nadie se
atreve a pedir que digan qué es lo que hacen, si están capacitados, y cuánto
gana.
Dr. Mario Ignacio Arcusin, para Semanario Crónica de Basavilbaso
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