jueves, 25 de febrero de 2016

Falacias

Falacias – Editorial del 26 de febrero de 2016
Por estas horas se está definiendo en nuestra provincia y en muchas otras de la Argentina la postura de los gremios docentes frente a la propuesta de ¿aumento? proveniente de los distintos gobiernos, y, en muchos casos, contando con la “ayuda” del gobierno nacional, que suele venir en subsidio de las pobres economías regionales, pese a que hace ya veinticinco años delegó una responsabilidad que le correspondía, “sacándose de encima” toda la obligación frente a las escuelas y colegios. Es por eso que hoy tenemos un Ministerio de Educación de la Nación que pretende regir los destinos de docentes y alumnos, pero no tiene ni lo uno ni lo otro.
No pienso analizar hoy la propuesta, y ni siquiera la postura de los gremios, porque estoy convencido de que aunque de los distintos congresos salga la medida de paro, esta será por dos o tres días, no le hará cosquilla a nadie, y seguiremos trabajando por sueldos de miseria. Fueron otros los años de los paros por tiempo indeterminado, hechos a gobiernos radicales, pero también esa es otra historia.
Lo que yo quiero remarcar hoy es que se está queriendo instalar en la sociedad la convicción de que la mayoría de todos estos maestros no sirve y no merece ni siquiera aumento. Acá si el ciudadano, que vota a representantes que tienen en casi todos los casos dos capacidades, la de sentarse y la de levantar la mano, pretende recordarle al gobierno, en este único, caso, que es el administrador de los recursos de los contribuyentes, y por lo tanto antes de poner los sueldos en el nivel que la profesión y el material humano se merecen, pretenden, desde no sé qué capacidad adquirida, que se evalúe a los docentes y luego se le aumente “a los que se lo merecen. Rarísimo criterio que, por otra parte, no se utiliza para ninguna otra profesión  dependiente del estado, y, mucho menos, para aquellas obtenidas y definidas como políticas.
En todo caso, si esto fuera un “Cabildo Abierto” yo le preguntaría a quienes sostienen este critero: ¿Cuáles serían las condiciones específicas? ¿Quién las evaluaría? ¿Cómo y cuándo se haría eso? ¿Sería igual en todos los distritos?
Los maestros pidieron negociar paritarias en diciembre para terminar en enero, y que no haya problema con el inicio de clases. El gobierno decidió negociar una semana antes del inicio de clases, para tomar a los padres y alumnos de rehenes y ponerlos en contra de los maestros.
¿Paulatino? Todo lo concerniente a los trabajadores es paulatino. Ahora, cuando se trata de grupos concentrados (agro, minería, fondos buitres, etc.), ahí sí es todo de golpe.
Cada vez que nos echaron en cara el tema de las escuelas vacías por “culpa” del paro, yo recordé que es el Estado el que debe garantizar seguridad, salud y educación. No empresas de amigos subsidiadas.
No soy maestro. Tengo un título de grado que me habilita a dictar ciertas materias, lo que hago desde hace veinticinco años ininterrumpidos, sin haber tenido nunca una licencia por enfermedad ni un suplente. Mis alumnos son exitosos en su trabajo o en sus estudios superiores, esto es, están bien preparados, cosa que hacemos entre todos los docentes que trabajamos en la institución a la que pertenezco. Dense cuenta que todo eso puesto al servicio de la educación vale para el gobierno no más que 8000 pesos, mientras hay funcionarios que  yo no sé de qué funcionan, que ganan diez veces más, sin vergüenzas.
Aquellos que tanto hablan por estos días de la “depuración” que hay que hacer, según ellos, en el ambiente docente, deberían tener la valentía de decir que también habría que hacerla, entonces, en el ambiente político, en la justicia, en la policía, en el periodismo de los medios estatales, en los médicos de la salud pública, etc. Los docentes somos corruptos, como se está generalizando por estos días, intencionalmente, lo seremos, en todo caso, como reflejo del resto de la sociedad, ni más ni menos. ¿Por qué exigirnos a nosotros lo que no se le exige al resto?
No se puede exigir calidad educativa con una Ley Federal de Educación que te impone que el 100% de los alumnos, si o si, tiene que terminar el secundario, quieran o no quieran estudiar. Y no podes sacarlos de la escuela.
Por eso, el que habla de las "Pruebas PISA" en este contexto de la Argentina, es por dos cosas: O porque no entiende nada de educación, o porque te quiere engañar, ya que las Pruebas PISA no son referencia para nuestro sistema educativo, sin que ellos de ninguna manera sea culpa exclusiva de los docentes.
Nada puede hacer la escuela para revertir el abandono emocional que sufre el alumno por parte de su familia (el 80% de ellas). Los chicos están solo, todo el día en la calle, casi sin ningún control, y pensando más en internet y los celulares, porque la familia dejó de poner límites. Las más pobres y las más ricas. Todas. Y sin embargo pretenden ponernos límites a los docentes.
Los padres no se hacen cargo de sus hijos y los depositan cada vez más horas en el colegio para que los docentes hagan su trabajo, y nadie los puede reemplazar.
Entiendan que un maestro no puede hacer en cuatro horas y con treinta alumnos, lo que los padres no hacen en las otras veinte horas, y con un solo chico.
Y después se quejan de los docentes porque sus hijos no aprenden, ¿Si no les das amor y contención; si nunca hablas con ellos de que les pasa; si nunca le pones límites; si los abrazas muy poco y casi no te ven: como querés que aprendan?
Padres, háganse cargo, y dejen de tirarle la pelota a la escuela de lo que Uds deben hacer.
Los docentes tenemos el futuro del país en sus manos, porque eso “nada menos” es la formación de los chicos, y actualmente lo único que hacemos es formar seres no pensantes para que sean más fáciles de manipular.
Las sociedades que mejores resultados tienen son las que mejor capacitan a sus niños. Es evidente que en Argentina cada vez los formamos peor y estamos lapidando nuestro futuro.
Es deprimente leer tanta gente atacando a los docentes. La calidad del producto final del trabajo docente, o sea la formación del alumno, depende directamente de las políticas educativas aplicadas. Enojarse  con el docente y pedir que ganen cada vez menos porque los alumnos supuestamente no aprenden lo que sería deseable, es igual que enojarse con el empleado de Mc Donalds porque no te gusta la hamburguesa
¿Entenderán algún día quienes tienen la responsabilidad de gobernar y muchos de los que tienen la responsabilidad de transmitir y no lo hacen, que el maestro es el emisario del porvenir en el presente? La incomprensión y el desprecio que en la actualidad y desde hace décadas recae sobre la vocación y la profesión docente en la Argentina no daña, como ya se ve, los intereses exclusivos de un grupo o de un gremio. Con semejante menoscabo se ataca uno de los centros vitales del proceso de humanización: la facultad y la posibilidad de aprender, entendiendo por ello la experiencia de autocomprensión y no sólo de capacitación técnica.
¿No estamos ante una auténtica cuestión de salud pública? Quienes así no lo adviertan y tengan no obstante alguna responsabilidad en la materia, estarán trabajando, lo sepan o no, por la promoción del extravío ciudadano en una concepción del conocimiento sin implicación subjetiva. Y ya sabemos adónde va a parar el hombre cuando se deja de lado a sí mismo.
Devaluada como tantos otros bienes argentinos, la figura del maestro pareciera agotar su actual protagonismo en el fervor de las demandas salariales. Bajo el estandarte del reclamo, se empeña en recordar que quienes integran sus filas no se sienten ante todo educadores sino excluidos, parte lisa y llana de la masa marginada del país. No obstante, de los maestros hablan también, y con altísima elocuencia, los niños que en las cuatro latitudes de nuestro territorio ven aplazado, año tras año, el inicio de sus clases; los edificios escolares que el abandono devora; los padres desvalidos que envían a sus hijos a lo que resta de las aulas, ya no para que estudien, sino a cambio de un vaso de leche.
Y la responsabilidad de eso es de la dirigencia que nos representa. De los que manejan los destinos de la Nación y de las Provincias, y los que nadie se atreve a pedir que digan qué es lo que hacen, si están capacitados, y cuánto gana.

                                             Dr. Mario Ignacio Arcusin, para Semanario Crónica de Basavilbaso

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