La revolución del conocimiento
– Editorial del 19 de febrero de 2016
Como solemos
recalcar, la mayoría de las veces estos editoriales tienen su razón de ser en
disparadores, que en ocasiones son expresos y otras tácitos.
En realidad
teníamos en mente ya escribir acerca del conocimiento, pero en forma más
específica y coyuntural, tratando el tema de los sueldos docentes y la
consecuente jerarquización o desjerarquización de esa profesión, y también que
la Argentina, junto a Perú, Colombia y Brasil, está entre los diez países que
tienen más alumnos con bajo rendimiento escolar en matemáticas, lectura y
ciencia, según el informe publicado por la Organización para la Cooperación y
el Desarrollo Económicos (OCDE).
El estudio
fue realizado sobre 64 naciones y está basado en el informe PISA 2012. Aun
cuando no vamos a entrar hoy directamente en ese tema, sí queremos dejar en
claro que, según nuestra opinión, el bajo sueldo que perciben los docentes en
nuestro país es una de las concausas de este "desastre", ya que no
solamente genera desmotivación en el ejercicio del trabajo de educar, sino que
tampoco propicia el estudio de carreras que culminen con el ejercicio de la
tarea de enseñar, porque la vocación muchas veces es superada por la seguridad
de que resultará muy difícil vivir de ella.
Pero el
martes por la noche vimos en "Los Leuco" un reportaje a Facundo
Manes, promocionado neurólogo que recibe esta promoción (valga la repetición),
por su abordaje de las
"neurociencias", a las que se pretende vender como la solución a
todos los problemas existenciales.
Manes parte
de una base irrefutable, cual es la de que nuestra gran apuesta como Nación en
este siglo XXI debe ser el conocimiento, o sea, la investigación, la educación,
la ciencia y la tecnología. Esto es y será cada vez más la frontera que separe
a los países desarrollados de aquellos que no lo son. Y los argentinos tenemos
que decidir en qué lugar queremos estar.
Es evidente
que el mundo cambió drásticamente. Nosotros mismos hemos vivido esa
transformación. En adelante, si queremos prosperar en medio de una sociedad
global cada vez más interconectada y competitiva, ni los recursos naturales, ni
la industria, ni el sistema financiero serán las piezas sobresalientes del
progreso, sino las capacidades y talentos de sus ciudadanos. Por eso, nuestro
capital intelectual es la herramienta que más debemos cuidar, estimular y
potenciar en cada persona y de manera colectiva.
Es por eso
que peleamos tanto, (lo hicimos desde la cátedra y fundamentalmente en la
crianza de nuestros hijos) por la convicción de que el verdadero
"secreto" consiste en haber contado desde los primeros años de vida
con una excelente educación. Con una mente que fue poblada desde su comienzo a
la vida de las "palabras"
convenientes, necesarias y oportunas, y más tarde reforzada por la lectura de los libros adecuados, para
formar, con propiedad a una persona y no a un ente.
La
"reevaluación cognitiva de las emociones", que consiste en modificar
el sentido o significado funcional atribuido a la situación que gatilla el
estrés consiste en cambiar la manera en que sentimos, al cambiar la manera en
que pensamos.
En realidad
muchos de los conceptos que expresó en esa charla nos complacieron y generaron
la afirmación de que educar es una responsabilidad para quienes deseamos para
nuestro país un progreso y equidad en las oportunidades y una mejor calidad de
vida, con necesidades básicas satisfechas, fundamentales para crear una
sociedad del conocimiento. Debemos
comprender y aprehender que solo aspirando y creyendo que un futuro
mejor es posible, participando activamente en difundir valores como la
solidaridad, reconociendo que el trabajo y la educación son fundamentales, no sólo para lograr superación personal sino
para vivir colectivamente en una
realidad digna, orgullosos de los logros, evitaremos que la violencia, la
corrupción y el facilismo se propaguen cada vez más.
Pero tampoco
puedo negar nuestro escepticismo, ya que
en el estadío en que nos encontramos en materia educativa y con la enorme
disolución familiar que nos ha dejado porcentajes muy grandes de población
"automatizada", los deseos de Manes (que compartimos) son, por ahora,
una utopía. En ese tema estamos literalmente "enterrados", y aunque empecemos ya una revolución
educativa, necesitamos por lo menos treinta años para volver a lo que fuimos en
la materia cuarenta años atrás. Y, la
verdad, no vemos que a los gobiernos les interese demasiado lo estructural. El
populismo feudal necesita de pobreza e ignorancia, es por eso que estamos así.
Si volvemos a votar populismo (y de una manera o de otra, lamentablemente, lo
seguimos haciendo) acrecentaremos la decadencia. Es necesario que entendamos que debemos
cambiar esta enfermiza manía de repetir lo mismo. ¿Hasta cuándo seguiremos
siendo tontos?
La mayoría
de los creadores ha sido pobre y de
clase media, aunque después se haya convertido en millonaria. Por eso es importante que el conocimiento esté al
alcance de todos, y esto no significa ser populista; no significa ser zurdo o
diestro. Nada tiene que ver con derecha
o izquierda, sino con tomar decisiones inteligentes, para el desarrollo del
país. Primero hay que preocuparse por lograr las instituciones políticas adecuadas. Eso diferencia, por ejemplo, a dos países con
similar estructura social y económica, como Corea del Sur y Ghana. Nosotros
somos los que tenemos que decidir a cuál de ellos nos queremos parecer. Y eso
que hablamos de países en vías de desarrollo o aun subdesarrollados. Porque
nosotros deberíamos estar, por historia, al nivel de Finlandia, en donde el
conocimiento importa más que cuánto vale el dólar.
Manes dijo
que uno de los resultados de la falta de educación es el hambre, que a su vez,
por ser causal de los síntomas de la desnutrición, resulta al mismo tiempo
causa y efecto. Textualmente expresó que "si un chico en el tercer cordón
del conurbano bonaerense hoy no puede comer, debemos sentir ese problema como
si fuera el de nuestro propio hijo…". Hace unos días acá mismo expresamos
que con el voluntarismo sólo no se hace nada. ¿Para qué están, decimos
nosotros, los gobernantes y todos los ministerios y secretarías que crearon y
siguen creando para solucionar esta problemática, si en realidad la
problemática no se soluciona?
Sin intentar
ponernos a su altura, nos parece adecuado contribuir con una idea que no
siempre termina siendo bien vista. Si no da resultado el pedirle a las personas
que se eduquen, simplemente es cuestión de probar premiando a los que ya poseen
un grado alto de educación, y en una de esas el resto entenderá el mensaje. Lo
mismo para todos los otros ámbitos de la sociedad. Hoy los incentivos están
seriamente pervertidos (en el sentido más profundo de la palabra). Basta ver el
alto grado de corrupción en funcionarios, sin que ello genere ningún
cuetionamiento. ¿Será porque son tan adeptos al asistencialismo como solución
de los problemas?
Esta regla
es lo que en Lógica se llama tautología. No se puede hacer creer que si no se
cambia la causa se podrá cambiar el efecto.
Si no caemos en lo que en la misma materia se denomina "ad
verecundiam", (traducido: argumento de autoridad o magister dixit) que es
una forma de falacia que consiste en defender algo como verdadero porque quien
lo dice tiene algún tipo de autoridad.
Nadie llega
a maestro si no fue discípulo. A la maestría se llega por el aprendizaje y la
experiencia que lo perfecciona. En ese momento se da cuenta qué tan poco sabe
de lo que sabe y cae en la "duda" clásica de los filósofos, lo que
genera más ambición de conocimiento.
La
"resiliencia" es el conjunto de factores y mecanismos que nos
permiten superar adaptativamente las situaciones de adversidad. Y todo lo vamos a conseguir con el cerebro.
Debemos pensar, razonar; no tener encierro mental.
No es por
ver el fruto que el fruto llegará, sino por la responsabilidad cotidiana de
arar la tierra, plantar la semilla y cuidar que esos brotes no se sequen, no se
quemen, no se ahoguen. Así es.
Muchos
argentinos se resisten a la educación, no creen en ella, porque con habilidades
manipulativas y transgresiones entienden que logran una vida mejor.
La
revolución del conocimiento es la revolución imprescindible de la Argentina.
Una
revolución de la que debemos ser protagonistas.
Dr. Mario Ignacio Arcusin,
para Semanario Crónica de Basavilbaso
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