jueves, 18 de febrero de 2016

La revolución del conocimiento

La revolución del conocimiento – Editorial del 19 de febrero de 2016
Como solemos recalcar, la mayoría de las veces estos editoriales tienen su razón de ser en disparadores, que en ocasiones son expresos y otras tácitos.
En realidad teníamos en mente ya escribir acerca del conocimiento, pero en forma más específica y coyuntural, tratando el tema de los sueldos docentes y la consecuente jerarquización o desjerarquización de esa profesión, y también que la Argentina, junto a Perú, Colombia y Brasil, está entre los diez países que tienen más alumnos con bajo rendimiento escolar en matemáticas, lectura y ciencia, según el informe publicado por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).
El estudio fue realizado sobre 64 naciones y está basado en el informe PISA 2012. Aun cuando no vamos a entrar hoy directamente en ese tema, sí queremos dejar en claro que, según nuestra opinión, el bajo sueldo que perciben los docentes en nuestro país es una de las concausas de este "desastre", ya que no solamente genera desmotivación en el ejercicio del trabajo de educar, sino que tampoco propicia el estudio de carreras que culminen con el ejercicio de la tarea de enseñar, porque la vocación muchas veces es superada por la seguridad de que resultará muy difícil vivir de ella.
Pero el martes por la noche vimos en "Los Leuco" un reportaje a Facundo Manes, promocionado neurólogo que recibe esta promoción (valga la repetición), por su  abordaje de las "neurociencias", a las que se pretende vender como la solución a todos los problemas existenciales.
Manes parte de una base irrefutable, cual es la de que nuestra gran apuesta como Nación en este siglo XXI debe ser el conocimiento, o sea, la investigación, la educación, la ciencia y la tecnología. Esto es y será cada vez más la frontera que separe a los países desarrollados de aquellos que no lo son. Y los argentinos tenemos que decidir en qué lugar queremos estar.
Es evidente que el mundo cambió drásticamente. Nosotros mismos hemos vivido esa transformación. En adelante, si queremos prosperar en medio de una sociedad global cada vez más interconectada y competitiva, ni los recursos naturales, ni la industria, ni el sistema financiero serán las piezas sobresalientes del progreso, sino las capacidades y talentos de sus ciudadanos. Por eso, nuestro capital intelectual es la herramienta que más debemos cuidar, estimular y potenciar en cada persona y de manera colectiva.
Es por eso que peleamos tanto, (lo hicimos desde la cátedra y fundamentalmente en la crianza de nuestros hijos) por la convicción de que el verdadero "secreto" consiste en haber contado desde los primeros años de vida con una excelente educación. Con una mente que fue poblada desde su comienzo a la vida de las "palabras"  convenientes, necesarias y oportunas, y más tarde reforzada por  la lectura de los libros adecuados, para formar, con propiedad a una persona y no a un ente.
La "reevaluación cognitiva de las emociones", que consiste en modificar el sentido o significado funcional atribuido a la situación que gatilla el estrés consiste en cambiar la manera en que sentimos, al cambiar la manera en que pensamos.
En realidad muchos de los conceptos que expresó en esa charla nos complacieron y generaron la afirmación de que educar es una responsabilidad para quienes deseamos para nuestro país un progreso y equidad en las oportunidades y una mejor calidad de vida, con necesidades básicas satisfechas, fundamentales para crear una sociedad del conocimiento. Debemos  comprender y aprehender que solo aspirando y creyendo que un futuro mejor es posible, participando activamente en difundir valores como la solidaridad, reconociendo que el trabajo y la educación son fundamentales,  no sólo para lograr superación personal sino para vivir colectivamente  en una realidad digna, orgullosos de los logros, evitaremos que la violencia, la corrupción y el facilismo se propaguen cada vez más.
Pero tampoco puedo negar nuestro escepticismo,  ya que en el estadío en que nos encontramos en materia educativa y con la enorme disolución familiar que nos ha dejado porcentajes muy grandes de población "automatizada", los deseos de Manes (que compartimos) son, por ahora, una utopía. En ese tema estamos literalmente "enterrados",  y aunque empecemos ya una revolución educativa, necesitamos por lo menos treinta años para volver a lo que fuimos en la materia cuarenta años atrás.  Y, la verdad, no vemos que a los gobiernos les interese demasiado lo estructural. El populismo feudal necesita de pobreza e ignorancia, es por eso que estamos así. Si volvemos a votar populismo (y de una manera o de otra, lamentablemente, lo seguimos haciendo) acrecentaremos la decadencia.  Es necesario que entendamos que debemos cambiar esta enfermiza manía de repetir lo mismo. ¿Hasta cuándo seguiremos siendo tontos?
La mayoría de los creadores ha sido  pobre y de clase media, aunque después se haya convertido en millonaria. Por eso  es importante que el conocimiento esté al alcance de todos, y esto no significa ser populista; no significa ser zurdo o diestro.  Nada tiene que ver con derecha o izquierda, sino con tomar decisiones inteligentes, para el desarrollo del país. Primero hay que preocuparse por lograr las instituciones políticas adecuadas.  Eso diferencia, por ejemplo, a dos países con similar estructura social y económica, como Corea del Sur y Ghana. Nosotros somos los que tenemos que decidir a cuál de ellos nos queremos parecer. Y eso que hablamos de países en vías de desarrollo o aun subdesarrollados. Porque nosotros deberíamos estar, por historia, al nivel de Finlandia, en donde el conocimiento importa más que cuánto vale el dólar.
Manes dijo que uno de los resultados de la falta de educación es el hambre, que a su vez, por ser causal de los síntomas de la desnutrición, resulta al mismo tiempo causa y efecto. Textualmente expresó que "si un chico en el tercer cordón del conurbano bonaerense hoy no puede comer, debemos sentir ese problema como si fuera el de nuestro propio hijo…". Hace unos días acá mismo expresamos que con el voluntarismo sólo no se hace nada. ¿Para qué están, decimos nosotros, los gobernantes y todos los ministerios y secretarías que crearon y siguen creando para solucionar esta problemática, si en realidad la problemática no se soluciona?
Sin intentar ponernos a su altura, nos parece adecuado contribuir con una idea que no siempre termina siendo bien vista. Si no da resultado el pedirle a las personas que se eduquen, simplemente es cuestión de probar premiando a los que ya poseen un grado alto de educación, y en una de esas el resto entenderá el mensaje. Lo mismo para todos los otros ámbitos de la sociedad. Hoy los incentivos están seriamente pervertidos (en el sentido más profundo de la palabra). Basta ver el alto grado de corrupción en funcionarios, sin que ello genere ningún cuetionamiento. ¿Será porque son tan adeptos al asistencialismo como solución de los problemas?
Esta regla es lo que en Lógica se llama tautología. No se puede hacer creer que si no se cambia la causa se podrá cambiar el efecto.  Si no caemos en lo que en la misma materia se denomina "ad verecundiam", (traducido: argumento de autoridad o magister dixit) que es una forma de falacia que consiste en defender algo como verdadero porque quien lo dice tiene algún tipo de autoridad.
Nadie llega a maestro si no fue discípulo. A la maestría se llega por el aprendizaje y la experiencia que lo perfecciona. En ese momento se da cuenta qué tan poco sabe de lo que sabe y cae en la "duda" clásica de los filósofos, lo que genera más ambición de conocimiento.
La "resiliencia" es el conjunto de factores y mecanismos que nos permiten superar adaptativamente las situaciones de adversidad.  Y todo lo vamos a conseguir con el cerebro. Debemos pensar, razonar; no tener encierro mental.
No es por ver el fruto que el fruto llegará, sino por la responsabilidad cotidiana de arar la tierra, plantar la semilla y cuidar que esos brotes no se sequen, no se quemen, no se ahoguen. Así es.
Muchos argentinos se resisten a la educación, no creen en ella, porque con habilidades manipulativas y transgresiones entienden que logran una vida mejor.
La revolución del conocimiento es la revolución imprescindible de la Argentina.
Una revolución de la que debemos ser protagonistas.

                                                Dr. Mario Ignacio Arcusin, para Semanario Crónica de Basavilbaso

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