jueves, 25 de junio de 2015

Sin vergüenzas

Sin vergüenzas - Editorial del 26 de junio de 2015
La realidad política de Entre Ríos dio lugar en los últimos días de la pasada semana, sobre el cierre de las listas para las PASO, a actitudes que, por lo menos a mí, que soy el que firma esta página, me dieron vergüenza.
Ya algo había adelantado en mi editorial anterior, quizás premonitoriamente, y porque conozco a los protagonistas y a sus previsibles actitudes. Pero posteriormente la realidad superó largamente mis augurios, seguramente porque ni siquiera el conocimiento del panorama podría haberme indicado lo que finalmente se decidió en los escritorios de la dirigencia política provincial, sin importarles para nada lo que pensábamos, estábamos haciendo y haríamos a posteriori los militantes que sostenemos la vida de los partidos, contra viento y marea y soportando muchas veces el oprobio al que nos someten.
Otra vez, como la semana pasada, voy a empezar “por casa”, o, mejor dicho, por lo que de ella queda, ya que mejor debería haber dicho tapera. En el Congreso de la UCR de Entre Ríos al que me refería en el anterior editorial, además de haberse decidido “respetar” lo votado en Gualeguaychú respecto a que la alianza se hacía con el Pro, dejando una “puertita” abierta a otras líneas políticas, también, y con mucha vehemencia, se votó que cualquier frente que hiciera el radicalismo en la provincia debía estar encabezado, indefectiblemente, por un radical. Incluso hubo muchos dirigentes de peso que insinuaron que por encabezado debía entenderse los dos términos de la fórmula, o sea gobernador y vice e intendente y vice, reservando solo para las restantes partidos los cargos legislativos, en proporción a su caudal electoral y a su importancia como tales.
Pero así como a una semana del cierre de listas nos vimos “sorprendidos” por singularidades que parecían extraídas de una novela de García Márquez, ya que si lográramos conseguir la grabación de lo que se dijo ese día la fantasía superará largamente la de Macondo, más nos quedamos “como mudos y absortos” al ir escuchando, paso a paso, (o PASO a PASO) los cambios que se hacían desde los escritorios de Paraná y dos o tres ciudades más, que comenzaron con la quizás sana intención de unificar la fórmula para no sufrir el desgaste de las Primarias, pero que culminaron con una increíble (para mí que lo viví desde adentro) fórmula De Angeli- Godoy, no solamente encabezada por un no radical (más allá de las alguna vez manifestadas simpatías por este partido) sino secundada por alguien que dejó el partido en muy malos términos, los que nunca se aclararon convenientemente, y al que en un Congreso hace muchos años se decidió abrirle nuevamente las puertas, cosa a la que hizo caso omiso. Y acá debo hacer un “parate” para decir, porque nobleza obliga, que creo que el Cr. Juan Carlos Lucio Godoy es uno de los más importantes dirigentes que dio el radicalismo desde la vuelta de la democracia, y con quién me une una muy particular relación porque fue mi profesor en el Colegio secundario. Pero esto no significa, en primer lugar, que desconozca que no pertenece al partido, y, además, que olvide lo que mencioné hace siete días respecto a que su sector interno, o por lo menos la gente que le respondía cuando estaba militando en la UCR, fue el que con más enjundia apoyó el criterio de que la coalición no debía hacerse solo con el Pro, aduciendo, entre otras cosas, que dejábamos de lado a los sectores más progresistas de la política provincial para aliarnos con el sector más conservador.
Y quiso la casualidad, y ahora viene muy a cuento, que el fin de semana pasado me encontrara con uno de los próceres de la dirigencia entrerriana del radicalismo, el Prof. Celomar Argachá, quién me comentó que estaba escribiendo un libro sobre la historia del partido desde 1890 hasta 1914, poniendo el eje en la transformación que lo llevó de ser un partido conservador a ser uno progresista, como lo fue “hasta ayer”. Y fue él mismo quién me dijo que estábamos recorriendo, mal que nos pesara, ahora, el camino inverso. Sus dirigentes se juntaron acá con la derecha de “poncho y glifosato”.
En los hechos, después de 124 años, esta será la primera vez que la UCR no llevará un candidato propio, lo que, lógicamente, significa, tácitamente, una renuncia al poder.
Pero eso no sería quizás tan grave si no fuera porque la mayoría de los más altos referentes provinciales, casi todos ellos vehementes oradores aquél día del Congreso, han conseguido, a cambio de este renunciamiento institucional, ocupar lugares de relevancia en las listas de diputados y senadores, tanto provinciales como nacionales, por lo que en estos cuatro años en que nosotros quedaremos en orfandad total, ellos se aseguran permanencia, ingresos y un lugar de expectativa, si es que esto que ha pasado ahora no es el réquiem de la UCR y ya no habrá nada que hacer dentro de cuatro años. Y en cuanto a lo que alguna vez fue Renovación y Cambio, a la luz de algunos candidatos que están en las listas, más que réquiem deberíamos decir QEPD, RIP o Z’L.
Aunque lo que ha pasado en el orden local en la “casa del vecino” también es cuestionable, no me va a dar el espacio para analizarlo tan profundamente como lo hice con la “mía”, por lo que dejaré la cuestión para la próxima, ya que de aquí a las PASO y luego hasta las generales, habrá tiempo suficiente.
Entonces, volviendo a lo que pasó en la UCR, queda en evidencia que la supuesta autonomía que tienen los radicalismos provinciales es solo una cuestión formal, que está muy bien escrita, pero que de ahí a la realidad hay una larguísimo camino. Vuelvo a recurrir al citado Congreso de San Salvador, porque al ser la máxima instancia de decisión, lo que en él se dijo adquiere ahora suma importancia. Y justamente fue el relator de la postura que finalmente ganó, y que hoy lleva a que De Ángeli sea el candidato a gobernador, el Dr. Juan Carlos Arralde, que justamente es de San Salvador, el que dijo más de dos veces que el partido no estaba obligado a hacer lo que le decían desde el Comité Nacional. Pero, finalmente, eso fue lo que se hizo. Bastó una llamada de Sanz, seguramente influido o incitado por Mauricio Macri, y vaya uno a saber bajo qué promesa, para que se bajara Atilio Benedetti de su candidatura y que ni siquiera aceptara ser Diputado Nacional, lo que dicho sea de paso honra a su persona, y que como lógica consecuencia también se bajara mi amigo Fabián Rogel, advirtiendo que esto iba a terminar siendo una payasada con un final de libreto ya escrito.
A mí, separando o no mi carácter de analista político en este semanario que dirijo de mi condición de afiliado a la UCR, me importa poco ya si este “manejo” termina dando resultado o no. Lo que sí digo es que, a la luz de estos acontecimientos, los que me criticaron porque había aceptado integrar una fórmula en el orden local con un representante del Frente Renovador de Entre Ríos al final terminan siendo actores de reparto de una película clase “B”, cediendo el protagonismo a un sello lleno de plata pero falto de ideas. La bronca me hizo escribir esta página hoy domingo, cuando suelo hacerlo recién el miércoles, a horas del cierre de la edición. Y mientras escribo me entero que en Mendoza ganó la alianza UCR- Pro. Eso no hace más que reforzar lo que escribí más arriba. Las probabilidades de que ocurra lo mismo en Entre Ríos son muchas, seguramente. Aunque más no sea por el voto castigo. Pero en Mendoza fueron más valientes. Sostuvieron como candidato a gobernador a Alfredo Cornejo, un radical. Ahí no se dio la traspolación de la conocida frase “billetera mata galán”, y le hicieron caso a Leandro Alem. No se doblaron.
La perversión, más allá de estar presente en determinadas personas, está en el sistema. Cuando cada partido tenía sus internas, las elecciones generales tenían la finalidad de resolver quién gobierna. Ahora, con el invento de las PASO, los negocios se anticipan a la voluntad popular y generan no solo un espacio de cogobernabilidad sino que, al no ser realmente simultáneas en las veinticuatro provincias argentinas, van generando, según quién gane y quién pierda, una inducción expresa o tácita al voto. O sea, si en las primeras provincias en las que se vota gana el oficialismo, esto será usado en la publicidad oficial. En cambio, si pierden, le adjudicarán la derrota a un complot de los medios. Porque eso hacen quienes, si no pueden cambiar las circunstancias, cambian los puntos de vista.
                                         Dr. Mario Ignacio Arcusin, para Semanario Crónica de Basavilbaso
    

  

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