jueves, 23 de abril de 2015

Neonazismo

Neonazismo - Editorial del 24 de abril de 2015
Gorila es un epíteto o término proveniente de la política interna argentina, usado históricamente para referirse, de manera despectiva, a los detractores del peronismo (en particular, los de los dos primeros gobiernos del general Juan Domingo Perón, entre 1946 y 1955).
En la actualidad se denomina gorila, generalmente con sentido peyorativo, a quien se acuse de estar en contra de las prácticas políticas relacionadas con el peronismo (sean de izquierda o derecha). Se le llama gorila tanto a conservadores como a socialistas y comunistas. También puede referir a una persona de derecha reaccionaria, no siendo necesariamente un anti-peronista (si bien tuvo ese sentido inicialmente), y la crítica más férrea que se le hace a los que usan ese término es la generalización, que nunca es buena.
Días pasados, en un extenso y desordenado artículo en su página web y con su ya clásico “todo tiene que ver con todo”, Cristina Kirchner intentó vincular al fallecido fiscal Alberto Nisman con los fondos buitres. De paso (cañazo), relacionó en ese intento a las entidades de las colectividad judía, especialmente a la DAIA.
La Delegación de Asociaciones Israelitas Argentinas es una ONG a la que están adheridas 140 instituciones judías de Argentina, y tiene la misión de luchar contra toda expresión de antisemitismo, de discriminación, de racismo y xenofobia, preservar los derechos humanos, promover el diálogo interreligioso y la convivencia armónica entre todos los ciudadanos, en un marco de respeto a las diferencias, así como denunciar el terrorismo internacional, velando por la seguridad de las instituciones e integrantes de la comunidad judía argentina.
O sea que representa a los más o menos ciento ochenta mil judíos que viven en la Argentina, entre ellos, obviamente, a quien firma este editorial, judío confeso y practicante, hijo de judíos y descendiente de ellos, por lo que pude investigar, hasta por lo menos tres generaciones para atrás, las que vivieron en la Rusia zarista, en la que sufrieron los pogromos, término que ha sido usado para denotar actos de violencia sobre todo contra los judíos, y que consiste en el linchamiento multitudinario, espontáneo o premeditado, acompañado de la destrucción o el expolio de sus bienes (casas, tiendas, centros religiosos, etcétera). De allí vinieron mis abuelos a la Argentina, tierra de promisión, y acá trabajaron sus hijos (que no pudieron estudiar) y estudiamos sus nietos y bisnietos, y acá quedó el polvo de sus huesos.
Ninguno de ellos, y me hago responsable de lo que digo, incluyéndome, claro, puede estar incluido en las afirmaciones que hizo, livianamente, la Sra. Presidente cuando, haciendo mención a un artículo de ¡Página 12! escrito por un renegado tan renegado como Timerman, resaltó el párrafo “Buitres, Nisman, DAIA: la ruta del dinero”, generalizando peligrosamente porque, al comentar las revelaciones, CFK consideró que “más que una nota periodística”, la columna contiene “información y testimonio”, con lo cual le da validez y credibilidad a una teoría conspirativa similar a la que alguna vez le generó tanta bronca a los peronistas cuando Silvano Santander escribió el libro “Técnica de una Traición, Juan D. Perón y Eva Duarte, Agentes del Nazismo en la Argentina”, que yo tengo en mi biblioteca. El peronismo siempre dijo, y yo no tengo por qué no creerle, que eso era una falacia. Ahora, ¿por qué Cristina cree y difunde la falacia de que la DAIA, y por ende, todos los judíos, somos cómplices de los fondos buitre, y yo me tengo que bancar la generalización, ya que como dije más arriba, y ella lo sabe muy bien, esa Institución, le guste a quién le guste (o no le guste), representa a todos los judíos de la Argentina, sobre todo cuando hay conflictos.
El próximo presidente de la DAIA y actual vicepresidente, Waldo Wolff, dijo que ese artículo al que se refirió Cristina “tiene citas falaces que se dan por verdaderas a través de canales oficiales”.
En la Alemania nazi todo empezó con una campaña de estigmatización de los judíos como "un fermento de descomposición", desorden, caos y "degeneración racial", y se los identificaba con la fragmentación interna de la civilización urbana, el ácido disolvente del racionalismo crítico y la relajación moral; se hallaban detrás del "cosmopolitismo desarraigado" del capital internacional y de la amenaza de la revolución mundial. Eran el Weltfeind (el "enemigo mundial") contra el cual el nacionalsocialismo definió su propia y grandiosa utopía racista de un Reich que duraría mil años.
Además de esta ideología, la ejecución del genocidio tuvo como soporte a la sociedad alemana, la más moderna y con más nivel de desarrollo técnico de Europa, y que contaba con una burocracia organizada y eficiente.
El antisemitismo presente, en mayor o menor medida, en Europa Occidental y Estados Unidos, además de los problemas económicos derivados de la Gran Depresión, provocó también "la desgana de los responsables políticos británicos y estadounidenses a la hora de realizar algún esfuerzo significativo de salvamento de judíos europeos durante el Holocausto".
Este estado de cosas, facilitó que el ciudadano medio viese con indulgencia la escalada de violencia que acompañó al nazismo en su llegada al poder entre 1930 y 1932.
Simultáneamente, ya desde 1918, la económicamente fuerte población judía alemana (poco más de medio millón de personas) fue objeto de atención por una propaganda intensiva que llevaron a cabo las organizaciones antisemitas völkisch (racistas), que marcaron a los judíos con el estigma de haberse dedicado a acaparar para enriquecerse en tiempo de guerra, a actividades en el mercado negro y a la especulación bursátil, así como con el de ser responsables de la derrota en la Primera Guerra Mundial. ¡Caramba, qué coincidencia, Cristina!
Para el psicólogo social Harald Welzer, estudioso del comportamiento de las sociedades ante las catástrofes sociales, la irracionalidad de los motivos no influye en la racionalidad de la acción, cosa que se verificó en el Holocausto y también corrobora un enunciado de William Thomas: “Si las personas definen las situaciones como reales, éstas son reales en sus consecuencias”.
El Partido nazi, que tomó el poder en Alemania en 1933, tenía entre sus bases ideológicas la del antisemitismo, profesado por una parte del movimiento nacionalista alemán desde mediados del siglo XIX. El antisemitismo moderno se diferenciaba del odio clásico hacia los judíos en que no tenía una base religiosa, sino presuntamente racial. Los nacionalistas alemanes, a pesar de que recuperaron bastantes aspectos del discurso judeófobo tradicional, consideraban que ser judío era una condición innata, racial, que no desaparecía por mucho que uno intentara asimilarse en la sociedad cristiana.
Para finalizar, no sé por qué, al escribir esta página con tanto dolor como creo que nunca escribí otra, y ver los debates en que estuvo sumergida la Argentina en los últimos tiempos y sigue sumergida, me acordé de la película Gladiador, en la que Cómodo, coronado emperador, para ganarse el favor del pueblo, inaugura varios meses de juegos en el Coliseo entre los que incluye la reapertura de las peleas de los gladiadores, mientras que desde los carros le arrojan pan a la muchedumbre. La escena de la película muestra la tradicional frase: pan y circo. Claro que vale aclarar que ese período de la historia poco tiene que ver con la actualidad, porque los procesos políticos, sociales y económicos, se han vuelto mucho más complejos, dado que cuando la inflación hace escasear el pan, no hay circo romano que pueda montar Cómodo para distraer a la gente de los problemas que la afligen todos los días.
Yo no quiero vivir en una Argentina que se parezca a la Alemania nazi. Quiero vivir en una Argentina en la que no me pinten leyendas injuriosas en las paredes de mi templo, pero sobre todo quiero vivir en una Argentina en la que, si me las pintan, el hecho se esclarezca rápidamente, sin que dé la impresión de que a algunos (o a muchos), de los dos lados, no les conviene que eso suceda.
Eduardo Galeano, que murió hace unos días, dijo una vez: “El mundo se divide, sobre todo, entre indignos e indignados, y ya sabrá cada quien de qué lado quiere o puede estar...”

                                              Dr. Mario Ignacio Arcusin, para Semanario Crónica de Basavilbaso

No hay comentarios:

Publicar un comentario