Neonazismo - Editorial del 24
de abril de 2015
Gorila es un
epíteto o término proveniente de la política interna argentina, usado
históricamente para referirse, de manera despectiva, a los detractores del
peronismo (en particular, los de los dos primeros gobiernos del general Juan
Domingo Perón, entre 1946 y 1955).
En la
actualidad se denomina gorila, generalmente con sentido peyorativo, a quien se
acuse de estar en contra de las prácticas políticas relacionadas con el
peronismo (sean de izquierda o derecha). Se le llama gorila tanto a
conservadores como a socialistas y comunistas. También puede referir a una
persona de derecha reaccionaria, no siendo necesariamente un anti-peronista (si
bien tuvo ese sentido inicialmente), y la crítica más férrea que se le hace a
los que usan ese término es la generalización, que nunca es buena.
Días
pasados, en un extenso y desordenado artículo en su página web y con su ya
clásico “todo tiene que ver con todo”, Cristina Kirchner intentó vincular al
fallecido fiscal Alberto Nisman con los fondos buitres. De paso (cañazo),
relacionó en ese intento a las entidades de las colectividad judía,
especialmente a la DAIA.
La
Delegación de Asociaciones Israelitas Argentinas es una ONG a la que están
adheridas 140 instituciones judías de Argentina, y tiene la misión de luchar
contra toda expresión de antisemitismo, de discriminación, de racismo y
xenofobia, preservar los derechos humanos, promover el diálogo interreligioso y
la convivencia armónica entre todos los ciudadanos, en un marco de respeto a
las diferencias, así como denunciar el terrorismo internacional, velando por la
seguridad de las instituciones e integrantes de la comunidad judía argentina.
O sea que
representa a los más o menos ciento ochenta mil judíos que viven en la Argentina,
entre ellos, obviamente, a quien firma este editorial, judío confeso y
practicante, hijo de judíos y descendiente de ellos, por lo que pude
investigar, hasta por lo menos tres generaciones para atrás, las que vivieron
en la Rusia zarista, en la que sufrieron los pogromos, término que ha sido
usado para denotar actos de violencia sobre todo contra los judíos, y que consiste
en el linchamiento multitudinario, espontáneo o premeditado, acompañado de la
destrucción o el expolio de sus bienes (casas, tiendas, centros religiosos,
etcétera). De allí vinieron mis abuelos a la Argentina, tierra de promisión, y
acá trabajaron sus hijos (que no pudieron estudiar) y estudiamos sus nietos y
bisnietos, y acá quedó el polvo de sus huesos.
Ninguno de
ellos, y me hago responsable de lo que digo, incluyéndome, claro, puede estar
incluido en las afirmaciones que hizo, livianamente, la Sra. Presidente cuando,
haciendo mención a un artículo de ¡Página 12! escrito por un renegado tan
renegado como Timerman, resaltó el párrafo “Buitres, Nisman, DAIA: la ruta del
dinero”, generalizando peligrosamente porque, al comentar las revelaciones, CFK
consideró que “más que una nota periodística”, la columna contiene “información
y testimonio”, con lo cual le da validez y credibilidad a una teoría
conspirativa similar a la que alguna vez le generó tanta bronca a los
peronistas cuando Silvano Santander escribió el libro “Técnica de una Traición,
Juan D. Perón y Eva Duarte, Agentes del Nazismo en la Argentina”, que yo tengo
en mi biblioteca. El peronismo siempre dijo, y yo no tengo por qué no creerle,
que eso era una falacia. Ahora, ¿por qué Cristina cree y difunde la falacia de
que la DAIA, y por ende, todos los judíos, somos cómplices de los fondos
buitre, y yo me tengo que bancar la generalización, ya que como dije más
arriba, y ella lo sabe muy bien, esa Institución, le guste a quién le guste (o
no le guste), representa a todos los judíos de la Argentina, sobre todo cuando
hay conflictos.
El próximo
presidente de la DAIA y actual vicepresidente, Waldo Wolff, dijo que ese
artículo al que se refirió Cristina “tiene citas falaces que se dan por
verdaderas a través de canales oficiales”.
En la
Alemania nazi todo empezó con una campaña de estigmatización de los judíos como
"un fermento de descomposición", desorden, caos y "degeneración
racial", y se los identificaba con la fragmentación interna de la
civilización urbana, el ácido disolvente del racionalismo crítico y la
relajación moral; se hallaban detrás del "cosmopolitismo
desarraigado" del capital internacional y de la amenaza de la revolución
mundial. Eran el Weltfeind (el "enemigo mundial") contra el cual el
nacionalsocialismo definió su propia y grandiosa utopía racista de un Reich que
duraría mil años.
Además de
esta ideología, la ejecución del genocidio tuvo como soporte a la sociedad
alemana, la más moderna y con más nivel de desarrollo técnico de Europa, y que
contaba con una burocracia organizada y eficiente.
El
antisemitismo presente, en mayor o menor medida, en Europa Occidental y Estados
Unidos, además de los problemas económicos derivados de la Gran Depresión,
provocó también "la desgana de los responsables políticos británicos y
estadounidenses a la hora de realizar algún esfuerzo significativo de
salvamento de judíos europeos durante el Holocausto".
Este estado
de cosas, facilitó que el ciudadano medio viese con indulgencia la escalada de
violencia que acompañó al nazismo en su llegada al poder entre 1930 y 1932.
Simultáneamente,
ya desde 1918, la económicamente fuerte población judía alemana (poco más de
medio millón de personas) fue objeto de atención por una propaganda intensiva
que llevaron a cabo las organizaciones antisemitas völkisch (racistas), que
marcaron a los judíos con el estigma de haberse dedicado a acaparar para enriquecerse
en tiempo de guerra, a actividades en el mercado negro y a la especulación
bursátil, así como con el de ser responsables de la derrota en la Primera
Guerra Mundial. ¡Caramba, qué coincidencia, Cristina!
Para el
psicólogo social Harald Welzer, estudioso del comportamiento de las sociedades
ante las catástrofes sociales, la irracionalidad de los motivos no influye en
la racionalidad de la acción, cosa que se verificó en el Holocausto y también
corrobora un enunciado de William Thomas: “Si las personas definen las
situaciones como reales, éstas son reales en sus consecuencias”.
El Partido
nazi, que tomó el poder en Alemania en 1933, tenía entre sus bases ideológicas
la del antisemitismo, profesado por una parte del movimiento nacionalista
alemán desde mediados del siglo XIX. El antisemitismo moderno se diferenciaba
del odio clásico hacia los judíos en que no tenía una base religiosa, sino
presuntamente racial. Los nacionalistas alemanes, a pesar de que recuperaron
bastantes aspectos del discurso judeófobo tradicional, consideraban que ser
judío era una condición innata, racial, que no desaparecía por mucho que uno
intentara asimilarse en la sociedad cristiana.
Para
finalizar, no sé por qué, al escribir esta página con tanto dolor como creo que
nunca escribí otra, y ver los debates en que estuvo sumergida la Argentina en
los últimos tiempos y sigue sumergida, me acordé de la película Gladiador, en
la que Cómodo, coronado emperador, para ganarse el favor del pueblo, inaugura
varios meses de juegos en el Coliseo entre los que incluye la reapertura de las
peleas de los gladiadores, mientras que desde los carros le arrojan pan a la
muchedumbre. La escena de la película muestra la tradicional frase: pan y
circo. Claro que vale aclarar que ese período de la historia poco tiene que ver
con la actualidad, porque los procesos políticos, sociales y económicos, se han
vuelto mucho más complejos, dado que cuando la inflación hace escasear el pan,
no hay circo romano que pueda montar Cómodo para distraer a la gente de los
problemas que la afligen todos los días.
Yo no quiero
vivir en una Argentina que se parezca a la Alemania nazi. Quiero vivir en una
Argentina en la que no me pinten leyendas injuriosas en las paredes de mi
templo, pero sobre todo quiero vivir en una Argentina en la que, si me las
pintan, el hecho se esclarezca rápidamente, sin que dé la impresión de que a
algunos (o a muchos), de los dos lados, no les conviene que eso suceda.
Eduardo
Galeano, que murió hace unos días, dijo una vez: “El mundo se divide, sobre
todo, entre indignos e indignados, y ya sabrá cada quien de qué lado quiere o
puede estar...”
Dr. Mario Ignacio Arcusin, para Semanario Crónica de Basavilbaso
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