Triunfo y Victoria - Editorial
del 5 de septiembre de 2014
Estoy seguro
de que los fieles lectores de Crónica, y especialmente los de esta página,
esperan el título de cada semana, muchas veces para intentar deducir a qué se
refiere, aun antes de comenzar a leer el texto. Y a veces, también, para
divertirse un poco.
Por ejemplo,
la pasada semana, o incluso la anterior, una amiga vecina pensó que "Loca
ella…" hacía referencia a su persona, y no podía parar de reírse de ello.
En este caso
las elucubraciones podrán ser muchas, ya que podríamos estar hablando del partido
que Boca ganó el domingo, de las próximas elecciones partidarias, de la
"malvinización" de los Fondos Buitre, etc.
Pero no. El
tema de hoy tiene que ver con la discusión que se ha generado en Basavilbaso
respecto a la instalación de un nuevo supermercado "chino", esta vez
en el Barrio Centro, y de los rumores de una inminente radicación en el Barrio
Oeste y hasta incluso de otro en el Barrio Estrada.
Por supuesto
que la primera reacción, que no debe ser criticada porque es instintiva, es
resistirse a esta especie de "invasión", que encima viene acompañada
del misterio de los orígenes, del idioma, de las similitudes que los hacen
confundibles, pero sobre todo de costumbres totalmente distintas a las
nuestras, más que nada en lo que hace a los hábitos de trabajo.
Hace poco
leí una nota en La Nación acerca de un chino casado con una peruana, que envía
sus hijos a un colegio judío y subalquila la verdulería a bolivianos y
peruanos. Este interactuar entre personas de distintas étnias, religiones y
culturas recrea la comprensión y la apertura mental para desterrar el
nacionalismo vacío y la discriminación, odiosa y recurrente, que se puso en
evidencia hace muy poco acá en nuestro pueblo con el ataque a la comunidad
judía y a un miembro de la misma. Que sirva para entender que el hombre
necesita ser ciudadano de un mundo cada vez más difícil y árido, pero que
precisa en determinados momentos que se muevan conocimientos y culturas para
hacerlo más vivible. ¡Qué utopía hermosa es un mundo sin fronteras, donde podamos
fluir, trabajar y progresar, conservando nuestras raíces culturales, nuestras
creencias y un lugar donde volver a la infancia!
El Papa León
XIII en su encíclica sobre el trabajo hizo mención a la duración de la jornada
laboral que se difundió en el mundo occidental llegando a crear un estilo de
vida que respetara horas diarias de labor y esto se transformara en un
paradigma para todos los trabajadores que los hiciera descubrir que, aparte del
esfuerzo, que puede ser interminable, también existía la vida. No voy a
descubrir acá que además de dormir otras ocho horas, lo aconsejado por los
médicos, quedan otras ocho horas que deben ser usadas con libre albedrío para
el ocio creativo.
Tamaño
crecimiento del número de supermercados propiedad de ciudadanos de dicha
nacionalidad alimentó diversos rumores: los dueños se beneficiarían por un
tratado de inversiones de la época menemista que los exime de pagar ciertos
impuestos; serían apoyados por el gobierno de China por medio de su embajada;
serían competitivos por no respetar la legislación laboral argentina o
abastecerse de mercadería adquirida a piratas del asfalto, etcétera. Pero sobre
todos estos rumores, sumados a la gran cantidad de casos policiales sin
resolución protagonizados en los últimos años por ciudadanos chinos, sobrevuela
la tenue certeza de que en la Argentina opera una organización china de
costumbres mafiosas. Y como un mantra de la realidad argentina, dicha mafia
local contaría con la connivencia de políticos argentinos.
Otras
acusaciones apuntan a empleo en negro, explotación de empleados argentinos,
apagado nocturno de heladeras para ahorrar electricidad, y muchas cosas más
que, por otra parte, no son privativas de ellos. Por ahí hay que recurrir al
viejo adagio de que es más fácil ver la paja en el ojo ajeno que la viga en
propio.
Lo que sí
sucede en realidad, y en una de esas se puede copiar, es que los orientales
logran bajar costos al realizar compras grupales, cancelarlas en efectivo,
logrando así mejores precios. En cuanto a la mercadería adquirida a piratas del
asfalto, vuelvo a enmarcarlo en el mismo contexto general del sector en la
Argentina. Expertos policiales sostienen que quienes roban estas mercaderías
tienen aceitados por anticipado los canales de colocación de las mismas, yendo una
proporción de dichos botines al comercio chino, en la misma proporción en la
que estos integran el total del sector.
En lo
laboral hay dos costumbres. Por un lado, en los comercios chinos suelen
trabajar parientes, siendo frecuente no sólo que trabajen jornadas de 14 horas
como también que vivan en el mismo local. Por otro lado, la mayoría de los
dueños alquila sus negocios y frecuentemente subalquila los sectores de
carnicería y verdulería, esto último, en Buenos Aires y el conurbano
bonaerense, casi siempre a ciudadanos
bolivianos o paraguayos, y acá a gente de nuestra propia ciudad. Todo esto
contribuye aún más a tener bajos costos, sumado también a casi no invertir en
publicidad.
Uno debe
suponer que los chinos no hacen trampa; solo saben que trabajando pueden llegar
a los primeros lugares. Si el resto del mundo no lo hace, no es culpa de los
orientales, que esperarán con paciencia ser los primeros. Es de capciosos
pretender que son los enemigos a batir, ellos hacen la suya, mientras
generalmente nosotros no hacemos nada, o hacemos todo mal.
Hay mucho
para aprender de los chinos. Laboriosidad. Sacrificio. Paciencia. Considero que
nunca hay que ser discriminadores. Pero, también, como dije más arriba, es
posible que hagan trampas. No hay que dejarse llevar por el "todo blanco o
todo negro". Considero que hay que aprender de lo bueno, que tienen mucho,
y ver lo otro también, mirando con un espectro más amplio que la moralina del
"bien o mal".
Y en la
macroeconomía, lo que está pasando en la Argentina es similar a lo que ocurre
en el resto de las naciones. Los chinos son millones. Necesitan expandirse por
el mundo. Lo que fabrican deben distribuirlo. El mejor sistema es montar la red
comercial ellos mismos. Exportan las mercaderías, cargándolas en el debe de la
nación destinataria. Las venden a los ciudadanos. Las divisas conseguidas las
envían, a través de los bancos chinos, a China, abonando ese importe en la
balanza de pagos de China. Así, aumenta la deuda de los países destinatarios y
se incrementa el haber de China, con lo que tienen millones de dólares
disponibles para comprar las emisiones de deuda de todas las otras naciones. Lo
que está pasando en la microeconomía de nuestra ciudad, y nos está preocupando,
no es advertido cuando pasa a niveles más grandes.
Una gran
culpa en todo esto la tiene la incapacidad manifiesta de la dirigencia
política, de todos los niveles, para comprender lo que pasa y adelantarse a los
hechos con leyes más inteligentes y previsoras. La pasada semana hablábamos de
la capacidad que a nuestro entender deben tener los legisladores, y acá tenemos
un ejemplo. Cualquier solución que ahora se pretenda buscar, limitando la
instalación de ese tipo de negocios, va a tener un tinte innegablemente
discriminador, porque va a salir después de que las cosas sucedan.
Argentina
cuenta con una comunidad china de aproximadamente 40 mil habitantes cuya
mayoría está distribuida en territorio bonaerense. Y ellos suelen decir:
"Los chinos queremos llevarnos bien con los ciudadanos de Argentina. No
queremos la confrontación ni los malos entendidos. Se trata de dos culturas
diferentes que se llevan muy bien. Y apuntamos a que siga siendo de esta
manera".
El temor en
estos tiempos en los que parece que la relación con los comerciantes se ha
resquebrajado por aquello que algunos no dudan en calificar de
"competencia desleal" también tiene que ver con que muchos de
nuestros vecinos han cambiado sus hábitos en los últimos tiempos. Ahora compran
ahí en vez de hacerlo en su proveedor tradicional, en general buscando los
mejores precios. Es ya casi inusual la "fidelidad".
De todos
modos no está mal recordar la frase que el poeta griego Virgilio le hace decir
a Laocoonte en la Eneida: "Temo a los griegos, incluso cuando ofrecen
regalos".
Y esas
palabras fueron dichas para disuadir a los troyanos de dejar entrar en sus
muros al famoso Caballo de Troya. No
hace falta decir acá lo que tenía adentro.
Dr. Mario Ignacio Arcusin, para Semanario Crónica de Basavilbaso
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