jueves, 4 de septiembre de 2014

Triunfo y Victoria

Triunfo y Victoria - Editorial del 5 de septiembre de 2014
Estoy seguro de que los fieles lectores de Crónica, y especialmente los de esta página, esperan el título de cada semana, muchas veces para intentar deducir a qué se refiere, aun antes de comenzar a leer el texto. Y a veces, también, para divertirse un poco.
Por ejemplo, la pasada semana, o incluso la anterior, una amiga vecina pensó que "Loca ella…" hacía referencia a su persona, y no podía parar de reírse de ello.
En este caso las elucubraciones podrán ser muchas, ya que podríamos estar hablando del partido que Boca ganó el domingo, de las próximas elecciones partidarias, de la "malvinización" de los Fondos Buitre, etc.
Pero no. El tema de hoy tiene que ver con la discusión que se ha generado en Basavilbaso respecto a la instalación de un nuevo supermercado "chino", esta vez en el Barrio Centro, y de los rumores de una inminente radicación en el Barrio Oeste y hasta incluso de otro en el Barrio Estrada.
Por supuesto que la primera reacción, que no debe ser criticada porque es instintiva, es resistirse a esta especie de "invasión", que encima viene acompañada del misterio de los orígenes, del idioma, de las similitudes que los hacen confundibles, pero sobre todo de costumbres totalmente distintas a las nuestras, más que nada en lo que hace a los hábitos de trabajo.
Hace poco leí una nota en La Nación acerca de un chino casado con una peruana, que envía sus hijos a un colegio judío y subalquila la verdulería a bolivianos y peruanos. Este interactuar entre personas de distintas étnias, religiones y culturas recrea la comprensión y la apertura mental para desterrar el nacionalismo vacío y la discriminación, odiosa y recurrente, que se puso en evidencia hace muy poco acá en nuestro pueblo con el ataque a la comunidad judía y a un miembro de la misma. Que sirva para entender que el hombre necesita ser ciudadano de un mundo cada vez más difícil y árido, pero que precisa en determinados momentos que se muevan conocimientos y culturas para hacerlo más vivible. ¡Qué utopía hermosa es un mundo sin fronteras, donde podamos fluir, trabajar y progresar, conservando nuestras raíces culturales, nuestras creencias y un lugar donde volver a la infancia!
El Papa León XIII en su encíclica sobre el trabajo hizo mención a la duración de la jornada laboral que se difundió en el mundo occidental llegando a crear un estilo de vida que respetara horas diarias de labor y esto se transformara en un paradigma para todos los trabajadores que los hiciera descubrir que, aparte del esfuerzo, que puede ser interminable, también existía la vida. No voy a descubrir acá que además de dormir otras ocho horas, lo aconsejado por los médicos, quedan otras ocho horas que deben ser usadas con libre albedrío para el ocio creativo.
Tamaño crecimiento del número de supermercados propiedad de ciudadanos de dicha nacionalidad alimentó diversos rumores: los dueños se beneficiarían por un tratado de inversiones de la época menemista que los exime de pagar ciertos impuestos; serían apoyados por el gobierno de China por medio de su embajada; serían competitivos por no respetar la legislación laboral argentina o abastecerse de mercadería adquirida a piratas del asfalto, etcétera. Pero sobre todos estos rumores, sumados a la gran cantidad de casos policiales sin resolución protagonizados en los últimos años por ciudadanos chinos, sobrevuela la tenue certeza de que en la Argentina opera una organización china de costumbres mafiosas. Y como un mantra de la realidad argentina, dicha mafia local contaría con la connivencia de políticos argentinos.
Otras acusaciones apuntan a empleo en negro, explotación de empleados argentinos, apagado nocturno de heladeras para ahorrar electricidad, y muchas cosas más que, por otra parte, no son privativas de ellos. Por ahí hay que recurrir al viejo adagio de que es más fácil ver la paja en el ojo ajeno que la viga en propio.
Lo que sí sucede en realidad, y en una de esas se puede copiar, es que los orientales logran bajar costos al realizar compras grupales, cancelarlas en efectivo, logrando así mejores precios. En cuanto a la mercadería adquirida a piratas del asfalto, vuelvo a enmarcarlo en el mismo contexto general del sector en la Argentina. Expertos policiales sostienen que quienes roban estas mercaderías tienen aceitados por anticipado los canales de colocación de las mismas, yendo una proporción de dichos botines al comercio chino, en la misma proporción en la que estos integran el total del sector.
En lo laboral hay dos costumbres. Por un lado, en los comercios chinos suelen trabajar parientes, siendo frecuente no sólo que trabajen jornadas de 14 horas como también que vivan en el mismo local. Por otro lado, la mayoría de los dueños alquila sus negocios y frecuentemente subalquila los sectores de carnicería y verdulería, esto último, en Buenos Aires y el conurbano bonaerense,  casi siempre a ciudadanos bolivianos o paraguayos, y acá a gente de nuestra propia ciudad. Todo esto contribuye aún más a tener bajos costos, sumado también a casi no invertir en publicidad.
Uno debe suponer que los chinos no hacen trampa; solo saben que trabajando pueden llegar a los primeros lugares. Si el resto del mundo no lo hace, no es culpa de los orientales, que esperarán con paciencia ser los primeros. Es de capciosos pretender que son los enemigos a batir, ellos hacen la suya, mientras generalmente nosotros no hacemos nada, o hacemos todo mal.
Hay mucho para aprender de los chinos. Laboriosidad. Sacrificio. Paciencia. Considero que nunca hay que ser discriminadores. Pero, también, como dije más arriba, es posible que hagan trampas. No hay que dejarse llevar por el "todo blanco o todo negro". Considero que hay que aprender de lo bueno, que tienen mucho, y ver lo otro también, mirando con un espectro más amplio que la moralina del "bien o mal".
Y en la macroeconomía, lo que está pasando en la Argentina es similar a lo que ocurre en el resto de las naciones. Los chinos son millones. Necesitan expandirse por el mundo. Lo que fabrican deben distribuirlo. El mejor sistema es montar la red comercial ellos mismos. Exportan las mercaderías, cargándolas en el debe de la nación destinataria. Las venden a los ciudadanos. Las divisas conseguidas las envían, a través de los bancos chinos, a China, abonando ese importe en la balanza de pagos de China. Así, aumenta la deuda de los países destinatarios y se incrementa el haber de China, con lo que tienen millones de dólares disponibles para comprar las emisiones de deuda de todas las otras naciones. Lo que está pasando en la microeconomía de nuestra ciudad, y nos está preocupando, no es advertido cuando pasa a niveles más grandes.
Una gran culpa en todo esto la tiene la incapacidad manifiesta de la dirigencia política, de todos los niveles, para comprender lo que pasa y adelantarse a los hechos con leyes más inteligentes y previsoras. La pasada semana hablábamos de la capacidad que a nuestro entender deben tener los legisladores, y acá tenemos un ejemplo. Cualquier solución que ahora se pretenda buscar, limitando la instalación de ese tipo de negocios, va a tener un tinte innegablemente discriminador, porque va a salir después de que las cosas sucedan.
Argentina cuenta con una comunidad china de aproximadamente 40 mil habitantes cuya mayoría está distribuida en territorio bonaerense. Y ellos suelen decir: "Los chinos queremos llevarnos bien con los ciudadanos de Argentina. No queremos la confrontación ni los malos entendidos. Se trata de dos culturas diferentes que se llevan muy bien. Y apuntamos a que siga siendo de esta manera".
El temor en estos tiempos en los que parece que la relación con los comerciantes se ha resquebrajado por aquello que algunos no dudan en calificar de "competencia desleal" también tiene que ver con que muchos de nuestros vecinos han cambiado sus hábitos en los últimos tiempos. Ahora compran ahí en vez de hacerlo en su proveedor tradicional, en general buscando los mejores precios. Es ya casi inusual la "fidelidad".
De todos modos no está mal recordar la frase que el poeta griego Virgilio le hace decir a Laocoonte en la Eneida: "Temo a los griegos, incluso cuando ofrecen regalos".
Y esas palabras fueron dichas para disuadir a los troyanos de dejar entrar en sus muros al famoso Caballo de Troya.  No hace falta decir acá lo que tenía adentro.

                                               Dr. Mario Ignacio Arcusin, para Semanario Crónica de Basavilbaso

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