Robos y hurtos - Editorial del
12 de septiembre de 2014
En este país
en el que todo se mediatiza, y si no pasa por la TV parece que no ocurre, no
tiene entidad o no trasciende, en esta semana se ha puesto de moda hablar otra
vez de la inseguridad, que hasta hace poco era solo una “sensación” para
algunos funcionarios. El martes vimos un excelente programa (extrañamente) de “Infama”,
en el que el panel, generalmente hablador sin fundamentos, dejó expresarse a
quienes saben del tema, generándose un interesante intercambio de opiniones
entre quienes viven de cerca el problema, ya sea porque han sido víctimas,
parientes de víctimas, abogados de víctimas o de victimarios, y hasta algunos
políticos que todavía pretenden hacernos creer que se está haciendo algo para
solucionar eso en la Argentina.
Silvia
Fernández Barrios, si hacemos exclusión de su rol en otras épocas nefastas de
nuestro país, redondeó uno de los aspectos, cuando, luego de que alguien
comparara nuestra realidad con la de los países nórdicos, afirmó que,
básicamente, ellos tienen un muy alto nivel de educación (y acá lo tenemos cada
vez más bajo), y una inexistente corrupción pública (¡igualito que acá!).
El tema es
que no llevaron a ningún representante de lo que ellos siguen estigmatizando
como “la clase social en riesgo”, y respecto a la que aportaron innumerables
datos acerca del índice de presencia de la misma en las cárceles y, obviamente,
el mismo correlato entre la cantidad de delitos que se esclarece, y el
porcentaje que de los mismos corresponde a los que portan “altas llantas”,
gorros, capuchas y tatuajes y andan en bici, y son futuros candidatos a la
acusación errática e indiscriminada.
Poco falta
para que algunos vuelvan a recurrir a las teorías criminalísticas de Césare
Lombroso y Enrico Ferri, que aducían que el delincuente nacía tal, por
malformaciones cerebrales.
Acá creo que
ha llegado la hora de volver a preguntarse por qué robarles a todos los
argentinos recibe menos pena que robarle a uno solo.
Y eso,
obviamente, a propósito de lo que viene sucediendo con nuestro señor
vicepresidente, que, es claro, viste traje cosido a medida, corbata de seda,
zapatos hechos a mano y anda en un Audi, por lo menos.
Por eso nos
enojamos tanto, y acá caen todos, porque según nuestro Código Penal la autoría
es delito, pero también lo es el encubrimiento. Ya se difundió bastante la
noticia de que Amado (¡odiado?) no vivió en la dirección de Puerto Madero,
porque el número no existe, ni en el médano, porque nunca hubo una casilla
rodante siquiera. O sea que nuestro
vicepresidente es un delincuente. Y me hago cargo de lo que digo,
transcribiendo para vuestro conocimiento la parte pertinente de nuestro Código
Penal:
Falsedad
ideológica: Art. 292 y subsiguientes:
“El que
hiciere en todo o en parte un documento falso o adultere uno verdadero, de modo
que pueda resultar perjuicio, será reprimido con reclusión o prisión de uno a
seis años, si se tratare de un instrumento público y con prisión de seis meses
a dos años, si se tratare de un instrumento privado.
Si el
documento falsificado o adulterado fuere de los destinados a acreditar la
identidad de las personas o la titularidad del dominio o habilitación para
circular de vehículos automotores, la pena será de tres a ocho años.
Para los
efectos del párrafo anterior están equiparados a los documentos destinados a
acreditar la identidad de las personas, aquellos que a tal fin se dieren a los
integrantes de las fuerzas armadas, de seguridad, policiales o penitenciarias,
las cédulas de identidad expedidas por autoridad pública competente, las
libretas cívicas o de enrolamiento, y los pasaportes, así como también los
certificados de parto y de nacimiento”.
Obviamente
que algún que otro chupamedias podrá ir con el cuento de que yo estoy haciendo de lado el principio constitucional
de inocencia, pero al tren que vamos, con una justicia servil representada
básicamente en Oyarbide, Lijo, Cassanello y hasta Zaffaroni, no tengo paciencia
para esperar lo que en otros se resuelve en diez días.
Mientras
tanto, y a todos los efectos, unifiquemos una dirección real y definitiva para
Boudou: Batán o Devoto. Que en el DNI de Amado Boudou figure que el
vicepresidente vivió en un médano parece un chiste y acá estoy dispuesto a
tomarlo como tal, para no amargarme más la vida y darle un poco de humor a este viernes al que no
le vendrá mal, porque pinta para gris.
La otra que
nos queda es creer que en realidad estamos siendo protagonistas de una novela
policial o de espionaje, y que con todo este tema del poder de los medios
(¿Crónica también tendrá poder?) lo que le sucede a Boudou es que luchar contra
Magnetto no es algo fácil. Amado supo que debía adoptar distintas estrategias
defensivas para eludir ser anulado por el enemigo. Dar domicilios confusos ha
sido una de ellas. Salir por las noches vestido de mujer (según informan
algunos “compañeros” de La Cámpora) a panfletear en contra del Monopolio en
distintos boliches de moda, ha sido otra. Realizar actividades de chorro de
cuarta para mimetizarse con el enemigo y ganar así su confianza, ha sido tal
vez la más difícil. Todo lo hizo por la Patria. Rebautizar el edificio del
Congreso con su nombre sería un homenaje justo. Los héroes no nos sobran.
Cómo será
que el escritor y filósofo (según él) José Pablo Feinmann criticó duramente al vicepresidente
Amado Boudou, al sostener que "no tiene condiciones" para ocupar ese
cargo, ya que viene de la "Ucedé, le gustan las motocicletas y las
minas", por lo cual consideró que la presidenta Cristina Kirchner "se
equivocó" en elegirlo en el cargo.
"Yo
digo: Boudou salí y aclará tu situación rápida, frente a la sociedad,
claramente y sin demoras", aseveró el intelectual peronista en referencia
a la situación judicial procesal del vicepresidente en la causa Ciccone y en la
adulteración de documentación de un auto.
¡Otro más!
Se pasó once años en el Canal Encuentro, becado, discurseando sobre los ‘70.
Olfateando un mal final, ahora se pasan del otro lado. Pero tendremos memoria
para los charlatanes, que impusieron una historia fraguada de los hechos. El
famoso relato. Así como entiendo que nunca tuvo autoridad moral para elogiar,
tampoco sé que autoridad moral tiene para descalificar. Para ser escritor y
filósofo parece que le falta rigor a sus comentarios. Resulta banal definir lo
negativo de un hombre por su juventud,
su procedencia política, su gusto por “la joda”. Hay una cuestión primordial:
su corrupción, la falta de ética y de moral cívica. El vicepresidente es
cuestionado por la justicia por ladrón, no por su “alegre juventud”.
Lo que
insólitamente nadie dice es que el juez tuvo una oportunidad de oro y la dejo
pasar. Cuando Boudou prestaba declaración por el caso Ciccone, éste manifestó:
"En qué cabeza cabe que yo, con tres amigos y un monotributo, pudiese
apropiarme de una empresa tan importante que fabrica los billetes y los documentos
de todos los argentinos". Ahí el juez tendría que haber preguntado: “Es
interesante su punto de vista; dígame entonces: ¿quién es, para Ud., el
interesado en esa compra?” ¡A mí me hubiese gustado saber qué contestaba!
Tendré que
seguir citando a Ayn Rand, creadora del “objetivismo”: “Cuando advierta que
para producir necesita obtener autorización de quienes no producen nada; cuando
compruebe que el dinero fluye hacia quienes trafican no bienes sino favores;
cuando perciba que muchos se hacen ricos por el soborno y por influencias más
que por el trabajo y que las leyes no lo protegen contra ellos sino por el
contrario, son ellos los que están protegidos contra usted; cuando repare que
la corrupción es recompensada y la honradez se convierte en un autosacrificio,
entonces podrá afirmar, sin temor a equivocarse, que la sociedad está
condenada”.
Dr. Mario Ignacio Arcusin, para Semanario Crónica de Basavilbaso
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