Aplazar los aplazos -
Editorial del 19 de septiembre de 2014
La difusión
la pasada semana, horas antes del festejo del Día del Maestro, para colmo, del
nuevo Régimen Académico de Nivel Primario bonaerense, provocó un fuerte rechazo
de docentes, pedagogos, dirigentes opositores y de mucha gente común que se
expresó masivamente en las redes sociales
No obstante,
el gobernador Daniel Scioli, precandidato a Presidente por el kirchnerismo, lo
cual no es un dato menor a la hora de pensar en los proyectos educativos que
tiene a nivel nacional, defendió la
medida y atribuyó el escándalo a una "maniobra" política.
La
modificación del sistema de calificación (que, en realidad, y visto
detenidamente, no modifica nada y es otro ejemplo de un gatopardismo
electoralista), no es más que cosmética superficial para un sistema que no
forma ciudadanos para afrontar la realidad.
Mídaselos con cualquier sistema, los alumnos hoy tienen problemas, no sólo
en las valoraciones internacionales, sino hasta en la adquisición de herramientas
idóneas para sobrevivir. Y lo peor es que no se dan cuenta porque quienes
tienen que decírselo no se lo dicen, a veces por conveniencia, otras por
comodidad, y muchas por desidia.
El tema es
que si el sistema educativo es bueno, cualquier método de calificación dará
buenas notas, ya que como dice el viejo cuento que manejamos los docentes,
nosotros no le ponemos la nota a los alumnos; son ellos los que se la sacan. Entonces,
si el sistema es malo, por más que engañemos al alumnado con pirotecnia, igual
resultará aplazado, en las notas y en la vida.
La Educación
no solo es un Derecho. Es un privilegio que hay que saber aprovechar, porque no
les llega a todos, y es por eso que los
alumnos y los docentes tienen que preocuparse por estar a la altura de él. Nada
regalado, sin esfuerzo, sirve. Este mamarracho, uno más, de gobernantes
inescrupulosos, es un engaño a la
población joven y a sus posibilidades futuras.
Muchos se
llenan la boca con el “bla, bla” de respetar los procesos evolutivos, como si
eso no estuviera contemplado ya en los programas de estudio. Parece que ahora
todos los niños nacen con necesidades especiales y que los que ya somos grandes
nunca hubiésemos pasado por esas situaciones en su momento. El hecho de
afrontarlas y seguir adelante se llama experiencia, y gracias a eso es que nos
convertimos en adultos. La sobreprotección es muchas veces el disfraz de la
subestimación del otro.
Todos hemos
tenido nuestros puntos débiles en determinadas materias, y eso no nos impidió perseverar
y llegar a terminar tanto la primaria como la secundaria. Hemos sacado algún
aplazo (incluso los que fuimos “buenos alumnos”) y eso no nos convierte en
frustrados caminantes por la vida. ¿Y cuál es el problema con las ahora
llamadas “tareas del hogar”, que en nuestro tiempo se llamaban “deberes”? En la
escuela se aprenden contenidos nuevos, que luego en la casa se practican (se
deberían practicar), porque es la única
forma de afianzarlos e incorporarlos a los saberes ya adquiridos anteriormente.
A menos que algunos padres opten por sincerarse, y digan que prefieren que
pasen el resto del día con la “play” o mirando televisión, o tirándole piedras
a los autos.
La mejora
educativa se basa en la exigencia no en el permisivismo. Si un chico no
entendió, no asimiló, no comprendió el significado y uso de determinado
conocimiento correspondiente al año que cursa, ¿cómo va a hacer para
desenvolverse en ese conocimiento ampliado al año siguiente? La repitencia
crónica, que parece que ahora genera un “estigma” en los chicos, es un signo. Si
una vez y otra vez el alumno no aprueba una materia, ¿no será por algo? ¿Capricho
de los profesores o poco esfuerzo para lograrlo? Hasta en los barrios más carenciados siempre
hay voluntarios que ofrecen ayuda escolar, así que el que quiere, puede.
Estoy
escribiendo esto justo en el Día del Profesor, impuesto en homenaje a José
Manuel Estrada, y se me ocurre rescatar de él una frase, que aunque escrita en
el lenguaje propio del siglo XIX en el que vivió, es muy actual: “Así pues, ni
los gobiernos ni los pueblos lo pueden todo. El capricho de los tiranos y el
entusiasmo o la medrosidad de las muchedumbres tienen un límite que no les es
dado salvar. Ese límite son los principios morales fundamentales”.
La Ministro
de Educación de Scioli dijo que “no se
quitan los aplazos. Se cambió la escala porque las notas bajas desmotivan a los
alumnos". ¡La verdad, no se pueden escuchar tantas pavadas juntas! No son
las notas lo que desmotivan a los chicos, Sra. Es la mala educación, los paros
(justificados), los padres que patotean a las maestras si el chico no aprueba, las
escuelas destruidas, los bajos salario de los maestros, etc. Realmente escuchar
que una baja nota estigmatiza al alumno me hace pensar con mucha preocupación
en el país que están formando. Al chico lo va a estigmatizar el salir al mundo
y no tener oportunidades, y eso porque no va a tener las herramientas idóneas.
Todos fuimos al colegio y nadie se murió por una nota baja. No me vengan a
decir a mí que convivo diariamente con ellos, que la razón de la deserción es la estigmatización por las bajas notas. A
los chicos de ahora les importa casi nada la escuela porque los grandes de
ahora no se preocupan por hacerles entender que debe importarles. Esa es la
verdad. ¿Por qué mejor no repiensan la educación que están dando en los
colegios? Este cambio es para la estadística, nada más. Ocultando todo, como
siempre, pero el problema va a seguir ahí.
Como muy
pocos se interesan por las experiencias de otros países, les sugiero que vean
lo que pasó en Brasil, donde se ha implantado el sistema de "Progresión
continuada" ya hace una década, para que constaten el desastre que fue. El
índice de analfabetos funcionales aumentó dramáticamente. Analfabeto funcional
es aquel que es capaz de leer, pero no consigue entender un texto más complejo ni
hacer las cuatro operaciones. Se estudia desde el gobierno en Brasil y por los
candidatos a las elecciones de octubre, volver a un sistema de reprobación. ¿Vamos
entonces, nosotros, a tropezar con la misma piedra?
Si esto
viniera acompañado por mejoras edilicias, instrumentos para los chicos,
material educativo, programas acordes a
este tiempo, buenos sueldos para los docentes (no me voy a cansar de decirlo),
docentes de apoyo, etc., tal vez lo vería bien, pero como sólo va a quedar en
la nota, se transformará en un pasar de grado solamente. La gente sabe que en la Provincia de Buenos Aires
desde hace aproximadamente 15 años no hay tizas y borradores. Imaginen todo lo demás.
Las razones
que conducen a la tragedia educativa
están enmarcadas en una serie de situaciones sociales, culturales y económicas
de la realidad actual argentina. Una de esas causas es el escaso valor que los
actores sociales involucrados en esa realidad (dirigentes políticos, padres,
alumnos, etc.) dan a la educación. “Muy posiblemente el descuido de la
educación por parte de la dirigencia social, así como el descenso experimentado
por el rendimiento académico de los niños y jóvenes, reflejan una profunda
modificación en las expectativas que la sociedad deposita en la escuela. La
sociedad argentina en general no valora el conocimiento y exige poco de las
instituciones educativas". Esto no lo digo yo, y se puede leer en el libro
de Guillermo Juan Etcheverry, "La tragedia educativa".
El desnivel
que puede llegar a tener un alumno se subsana llamando a los padres y
haciéndolo estudiar con un apoyo exterior, como siempre se hizo. No hace falta
que por un alumno o unos pocos se le haga bajar el nivel de exigencia a todo un
curso o grado. El diferente por cualquier causa que lo motive a ser de esta
manera, si es momentáneo puede cambiar con otra maestra de apoyo, o con la
psicopedagoga o con un psicólogo. O, en el peor de los casos, si es biológico
el problema, se lo lleva a otro tipo de escuela donde le enseñen de la manera en
la cual este niño lo necesita. Pero en ningún caso la solución es bajarles a
todos por igual el nivel de exigencia.
"No hay
aplazados, ni escalafón
los inmorales
nos han ‘igualao’..." (¡Genio Discépolo!)
Dr. Mario Ignacio
Arcusin, para Semanario Crónica de Basavilbaso
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