Memoria Activa – Editorial del
4 de julio de 2014
Tomo
prestado el nombre de la Asociación Civil sin fines de lucro, creada con el propósito
de esclarecer las responsabilidades del atentado terrorista a la Asociación Mutual
Israelita Argentina (AMIA), y que está conformada por familiares y amigos de
las víctimas y tiene el copatrocinio letrado del Centro de Estudios Legales y
Sociales (CELS), del Centro por el Derecho y la Justicia Internacional (CEJIL)
y del Human Rights Watch/Américas.
Y dije que
lo tomo prestado, porque lo hago en mi condición de víctima directa del
atentado efectuado en forma de pintada nazi en las paredes de la Sinagoga Tfilá
L’Moisés de esta ciudad, y también en el frente de la Asociación Israelita de
Basavilbaso, el pasado viernes 27 de junio en horas de la madrugada.
Las pintadas
hechas en el Shil (nombre en idish con que se designa el Templo), más allá de
la reiteración de varias cruces esvásticas, inocultable símbolo del odio y la
muerte, que deben inducir a tomar muy en serio institucionalmente la cuestión, tienen
como centro fundamental el ataque a un abogado “sacachorros” (sic) llamado
elípticamente Dr. A., que obviamente es el firmante de estas páginas
editoriales, ya que es el único abogado de religión judía cuyo apellido empieza
con A, que se dedica a hacer defensas penales y que, además, ha llevado
adelante notorios casos en estos últimos tiempos, que, seguramente, pusieron
nerviosos a algunos.
Tan seguro
estaba yo, conociendo a la sociedad en la que vivo, que el editorial de la
semana pasada, que Uds. pudieron leer en
la tarde/noche anterior al hecho, fue casi una premonición, porque detallaba
claramente la función de un abogado defensor y las presiones y críticas que,
pareciera, tienen que necesariamente acompañar nuestra tarea.
Pero la
finalidad de este editorial de hoy no es la misma, ya que lo que escribí ya lo
escribí, y los hechos ya sucedieron. Existen sospechosos, la causa está en
marcha, no eran alucinaciones mías, aunque tampoco me creo un vidente. Lo que
pasa es que hay quienes tenemos lecturas de la realidad un poco más claras que
las de otros, y eso nos ayuda en los análisis.
La verdad es
que en principio me resulta extraño que, salvo FM Riel (una de las FM locales),
el Colegio de Abogados de Concepción de Uruguay y el de Entre Ríos, y la Sede
local de la Uader, que pusieron el énfasis en sus notas periodísticas y
comunicados en los dos destinatarios de la ofensa: la comunidad judía toda, por
una parte, y este abogado por la otra, tanto la Asociación Israelita de Basavilbaso,
como el Departamento Ejecutivo Municipal, el Honorable Concejo Deliberante y
todas las restantes Instituciones de la ciudad que expresaron su rechazo al
atentado, se “olvidaron” de mencionar que TODO el texto agregado a las cruces
esvásticas, por lo menos en la sinagoga, se refería a un profesional del
derecho de religión judía (si no, no se entienden las cruces ni el lugar) , a
una de sus supuestas “aptitudes” (la de sacar presos) y a una denominación para
identificarlo tomada de las series norteamericanas, ya que soy, para ellos, el
Dr. A, al estilo de Míster T, por ejemplo.
Este
“olvido” no es un tema menor, ya que significa borrar con el codo lo que se
escribió con la mano. Cada vez que desde el judaísmo se recuerda el atentado a
la AMIA de Buenos Aires ocurrido el 18 de julio de 1994, se insiste con que fue
hecho contra la Argentina, y no solo contra los judíos, y se persiste en
nombrar a cada una de las ochenta y seis víctimas. No entiendo por qué en este
caso la cuestión se despersonalizó y se
ignoró deliberadamente desde ciertos sectores al principal destinatario del
atropello. Es más, desde un medio se intentó justificar esa discriminación
aduciendo que “lo llamativo está relacionado con las menciones para con un
abogado, que si bien pudo tomar un caso resonante en las últimas horas, no
pertenece a la estructura dirigencial de la comunidad judía de Basavilbaso”. No
entiendo si esto es un mérito o un demérito, o sea si el hecho de que yo no
integre esa “estructura dirigencial” hace que la agresión hacia mi persona no
tenga importancia, o que no justifique que se me mencione, o que…no sé. Esa
misma afirmación logró, después de un pedido de explicación por parte de mi
amiga Liliana Britch, que igual que yo tampoco entendió esa frase, que resucitara
Maimónides, después de casi mil años, para responderle desde un comentario a la
noticia, que si la intención hubiese sido atacarme a mí, me hubiesen escrito el
frente de mi casa. Obviamente como Maimónides es un importante filósofo, aunque
haya muerto hace tanto tiempo, conserva la facultad de hacer entender lo
inentendible. Lástima que habiendo logrado resucitar, en vez de hacerlo con las
genialidades de las que fue capaz en su tiempo, lo haya hecho desde la cobardía
del anonimato, tan cobarde y tan anónima como la de quienes escribieron las
paredes de la Sinagoga.
Para quienes
hemos leído la Biblia, en Génesis 18:16-33 hay una detallada descripción de
cómo fue bajando Dios sus pretensiones, a pedido de Abraham, de encontrar una
cantidad determinada de justos para no destruir Sodoma y Gomorra. A contrario
sensu, como decimos los abogados (ya que estamos), ¿será que seis millones de judíos
muertos en la Shoá, u 86 víctimas en el atentado a la AMIA, pesan más que un
judío difamado en su ciudad por manos anónimas, y eso es lo que hace que se
reivindique solo desde la judeidad de todos y no desde la de uno solo? ¿Hubiese
cambiado, acaso, el enfoque de los que ahora critico, si el aludido hubiese
sido otro judío en vez de ser yo? ¿Será que los autores, a los que creo las
fuerzas de seguridad están menospreciando en su astucia y peligrosidad, sabían
esto y por eso no pintaron el frente de mi casa sino el de las Instituciones de
la comunidad? ¿Debo entender que aquellos que no me expresaron su repudio de
ninguna de las maneras posibles, y hablo no de la “gente común”, que no tiene
ninguna obligación de hacerlo, sino de todos los que su por su función o
profesión tenían, sí, la oportunidad de hacerlo, no lo hicieron porque están de
acuerdo con lo que allí se expresa?
La verdad es
que a una semana de ocurridos los hechos han crecido tanto mi sensación de
inseguridad como mi estupor. Y digo esto porque las reacciones al hecho han
sido tan diversas y raras que no me tranquilizan en absoluto. Por ejemplo,
leyendo en Análisis Digital las declaraciones del Presidente de la Delegación
de Asociaciones Israelitas Argentinas (DAIA) filial Paraná, Diego Dlugovitzky,
me asombra enterarme de que, según él ,“Es tremendamente discriminatorio que se
actúe contra un grupo por lo que hace una persona, porque acá supuestamente el
hecho es para amedrentar a un abogado judío (sic). Pero hay que desterrar esta
cuestión de condenar a toda una comunidad por lo que hace una persona en
particular”, finalizó. Aclaro, por las dudas, que lo llamé por teléfono para
preguntarle qué es lo que cree él que yo hice en particular por lo que me
tienen que condenar a mí y no a toda la comunidad. La respuesta fue la usual:
que se sacaron de contexto sus declaraciones. Pero tampoco las desmintió ni le
pidió al medio que las rectificara. Porque, además, contienen otros errores
conceptuales que nos vuelven a llevar a la convicción de que muchos piensan que
acá somos todavía “gauchos judíos” (versión inmigratoria de la usualmente
utilizada para referirse a los del interior como “indios”), y que nos da lo mismo una cosa que otra.
Lo que
tampoco entiendo muy bien, aunque en realidad como dije más arriba, ya casi no
entiendo nada, es por qué me llegaron dos proyectos de resolución presentados
en la noche del martes en la Cámara de Diputados de Entre Ríos. En uno de
ellos, cuya autoría pertenece al Diputado
por el Departamento Diamante, Jorge Monge, y que publicamos en la página
12 de nuestra edición de hoy, se repudia por igual al atentado contra la
comunidad judía como al acto de "rechazar y denostar al ejercicio profesional
de la defensa en juicio". Y al mismo tiempo recibimos otro, del legislador
local Horacio Fabián Flores, publicado en página 16, que solo decide “Repudiar
cualquier hecho que manifieste discriminación en relación a la raza (sic),
credo, condición social o sexo de la persona humana y cualquier institución,
más allá de sus creencias e ideologías”.
“La
diferencia entre una palabra casi justa y la palabra justa no es una pequeña
cuestión; es como la diferencia entre una luciérnaga y la luz eléctrica.” Mark
Twain.
Dr. Mario Ignacio Arcusin, para Semanario Crónica de Basavilbaso
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