La
argentinidad a la astillita - Editorial del 11 de julio de 2014
"Del éxtasis a la agonía
Oscila nuestro historial.
Podemos ser lo mejor, o también
lo peor,
Con la misma facilidad".
Así termina el tema "La
argentinidad al palo", de La Bersuit, que se me ocurrió serviría para
hacer una sátira dolorosa de lo que significa hoy sentirnos argentinos.
El mismo tema, en el medio de su
letra, dice:
"Tanos, gallegos, judíos,
Criollos, polacos, indios,
negros,
Cabecitas... pero con pedigree
francés
Somos de un lugar
Santo y profano a la vez,
Mixtura de alta
combustión".
Estoy escribiendo las líneas de
este editorial mientras transcurre el partido de Argentina con Holanda, y a
pocas horas de haber asistido al Acto Central organizado por la Municipalidad
de Basavilbaso, en Plazoleta San Martín, celebratorio del 198º aniversario de
la Declaración de nuestra Independencia.
Cuando iba camino al mismo, en
la cuadra que hay desde nuestra casa hasta dicho lugar, vi de soslayo las
pintadas que todavía permanecen en las paredes de la Sinagoga Tfilá L'Moisés, y
pensé de qué manera influiría este hecho, así como el contenido del acto de
repudio del pasado viernes 4, en la forma en que se festejaría esta fecha
patria de TODOS los argentinos.
Y ahora me siento a desgranar
mis pensamientos sumamente decepcionado, en primer lugar porque gran parte de
lo que se dijo aquella noche, y de lo que se manifestó en comunicados y
expresiones de funcionarios e instituciones, no duró mucho más que un suspiro,
pero sustancialmente porque la sensación de ser un ciudadano de segunda en mi
propio país, que fue la que me quedó después de enterarme de que mi apellido
(Dr. A.) y mi profesión, asociados al símbolo máximo del odio religioso (y no
racial como algunos intencionada o inocentemente dijeron) habían sido pintados
con finalidad ofensiva en el Templo más importante que tenemos los judíos en
Basavilbaso y al que concurrieron desde siempre mis abuelos, mis padres y yo,
primero con ellos y después con mis hijos, a ejercer ese derecho constitucional
de "profesar libremente su culto", se profundizó.
En efecto, en aquél acto cívico
religioso del viernes 4 se dijo, desde los distintos oradores que ocuparon el
atril, que éramos "todos hermanos", que "sabemos y reconocemos
que debemos vivir en comunidad y bregar por la paz y la unidad", y hasta
el titular de la Asociación Israelita de Basavilbaso, Cr. Miguel Eduardo
Bajaroff, recordó, y nadie lo contradijo, que "el judaísmo en la ciudad
está cumpliendo 120 años de historia", y de inmediato interrogó a los presentes:
"¿en qué equipo de fútbol, básquet....en qué institución intermedia o
cooperadora no estuvimos o estamos los criollos, judíos y gringos
compartiendo?", y con pesar luego preguntó: "¿en qué estamos
fallando?".
Este reconocimiento de un tan
alto dirigente de una Institución intermedia debería haber llamado a la
reflexión a muchos, para que los efectos del rechazo a las pintadas no se
agotaran en las puertas de la Sinagoga, ni bien terminado el acto, como
lamentablemente percibimos hoy.
En verdad, y más allá de que se
trató de una recordación de nuestra independencia tan vacía como baladí, como
tantas veces hemos remarcado, pidiendo que se subsanaran los errores que
indicamos, yo particularmente volví a sentirme objeto de discriminación cuando
la mayoría del público presente, al influjo de la oración implorada por el Cura
Párroco, se persignaba y rezaba el Padre Nuestro y el Ave María, y yo no
solamente debía permanecer de brazos cruzados sino que no contaba con la
posibilidad de hacer lo propio con los rezos de mi religión, en una Patria a la
que supuestamente pertenezco con los mismos derechos de todos.
Si el propósito es, como dijera
el Pastor Alfredo Schwarz ese viernes, "que estas personas cargadas de
odio puedan ser transformadas por el poder de Dios y puedan desechar de sus
vidas todo odio, todo rencor y empezar a amar y vivir como es digno de vivir en
un país en democracia, respetando a los demás aunque se piense diferente",
otra cosa distinta es la que advirtió el público que asistió a la Plazoleta San
Martín el 9 de Julio en el que escribo estas líneas.
Y si el propósito de la
dirigencia de la Asociación Israelita de Basavilbaso de convocar al Coro de
Educación Secundaria para cantar en la Sinagoga, idea que obviamente
compartimos, fue, tal como lo expresara su Presidente al presentarlos, la de
conseguir que las nuevas generaciones se formaran con la idea de que se puede
construir por sobre las diferencias, lo que los chicos de las escuelas vieron
hoy en la plaza fue algo totalmente distinto. Debo decir, porque nobleza
obliga, que el único que a mi entender comprendió mi dolor ante esa nueva
discriminación fue un amigo que estaba al lado mío, y que al advertir que la
oración no iba a ser omnicomprensiva, se retiró del acto. Y eso que es un católico
militante. Pero, obviamente, tiene incorporado el sentimiento de la
comprensión, más que el de la tolerancia.
A esta altura tengo que aceptar
que la negativa a convocar a representantes de todas las creencias religiosas
(de hecho hoy lo hubo de dos, católicos y cristianos evangélicos, faltando solo
la judía), o la obstinación en no hacer oraciones solo dirigidas al Dios común,
son ya un capricho. Seguramente no con el contenido que tuvieron las pintadas,
pero sí con el mismo nivel de persistencia en el error que tienen para con el
desorden de las banderas y el incumplimiento de las normas de protocolo, la
falta de uso de escarapelas en muchos de los funcionarios públicos, la
insistencia en no cantar nuestro Himno Nacional por parte de muchos alumnos que
asisten representando a sus establecimientos educativos, la repetición de ignorancias conceptuales en
quienes hacen uso del micrófono, y la ausencia consuetudinaria de algunos de
quienes fueron elegidos para representarnos también en estos Actos Patrios.
Y voy a terminar este editorial,
luego de las pálidas, con una alegría nacional y popular de verdad, porque el
fútbol no hace las diferencias que otros sí hacen. Acaba de terminar el partido
y después de 24 años la Argentina va a ser finalista de una Copa del Mundo. La
casualidad, porque el fútbol no tiene lógica, hace que la juguemos con
Alemania. Una Alemania que supo sobreponerse al odio, hacerse responsable de
sus actos, cumplir su condena e indemnizar a las víctimas de la irracionalidad.
Por eso se pudo volver a incorporar a la comunidad internacional en la
política, en la economía, y hasta en el fútbol, para volver a jugar, con el
mismo rival, como en 1986, cuando le ganamos, y como en 1990, cuando nos tocó
perder.
Solo me resta decir que hoy, por
ser 9 de Julio, me hubiese gustado ver el mismo fervor para festejar nuestra
independencia política que el que estamos demostrando, TODOS, para festejar un
triunfo deportivo.
Como cantaba Piero, en los '70:
"Para el pueblo lo que es
del pueblo
Porque el pueblo se lo ganó
Para el pueblo lo que es del
pueblo..."
Dr.
Mario Ignacio Arcusin, para Semanario Crónica de Basavilbaso
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