jueves, 10 de julio de 2014

La argentinidad a la astillita

La argentinidad a la astillita - Editorial del 11 de julio de 2014
"Del éxtasis a la agonía
Oscila nuestro historial.
Podemos ser lo mejor, o también lo peor,
Con la misma facilidad".
Así termina el tema "La argentinidad al palo", de La Bersuit, que se me ocurrió serviría para hacer una sátira dolorosa de lo que significa hoy sentirnos argentinos.
El mismo tema, en el medio de su letra, dice:
"Tanos, gallegos, judíos,
Criollos, polacos, indios, negros,
Cabecitas... pero con pedigree francés
Somos de un lugar
Santo y profano a la vez,
Mixtura de alta combustión".
Estoy escribiendo las líneas de este editorial mientras transcurre el partido de Argentina con Holanda, y a pocas horas de haber asistido al Acto Central organizado por la Municipalidad de Basavilbaso, en Plazoleta San Martín, celebratorio del 198º aniversario de la Declaración de nuestra Independencia.
Cuando iba camino al mismo, en la cuadra que hay desde nuestra casa hasta dicho lugar, vi de soslayo las pintadas que todavía permanecen en las paredes de la Sinagoga Tfilá L'Moisés, y pensé de qué manera influiría este hecho, así como el contenido del acto de repudio del pasado viernes 4, en la forma en que se festejaría esta fecha patria de TODOS los argentinos.
Y ahora me siento a desgranar mis pensamientos sumamente decepcionado, en primer lugar porque gran parte de lo que se dijo aquella noche, y de lo que se manifestó en comunicados y expresiones de funcionarios e instituciones, no duró mucho más que un suspiro, pero sustancialmente porque la sensación de ser un ciudadano de segunda en mi propio país, que fue la que me quedó después de enterarme de que mi apellido (Dr. A.) y mi profesión, asociados al símbolo máximo del odio religioso (y no racial como algunos intencionada o inocentemente dijeron) habían sido pintados con finalidad ofensiva en el Templo más importante que tenemos los judíos en Basavilbaso y al que concurrieron desde siempre mis abuelos, mis padres y yo, primero con ellos y después con mis hijos, a ejercer ese derecho constitucional de "profesar libremente su culto", se profundizó.
En efecto, en aquél acto cívico religioso del viernes 4 se dijo, desde los distintos oradores que ocuparon el atril, que éramos "todos hermanos", que "sabemos y reconocemos que debemos vivir en comunidad y bregar por la paz y la unidad", y hasta el titular de la Asociación Israelita de Basavilbaso, Cr. Miguel Eduardo Bajaroff, recordó, y nadie lo contradijo, que "el judaísmo en la ciudad está cumpliendo 120 años de historia", y de inmediato interrogó a los presentes: "¿en qué equipo de fútbol, básquet....en qué institución intermedia o cooperadora no estuvimos o estamos los criollos, judíos y gringos compartiendo?", y con pesar luego preguntó: "¿en qué estamos fallando?".
Este reconocimiento de un tan alto dirigente de una Institución intermedia debería haber llamado a la reflexión a muchos, para que los efectos del rechazo a las pintadas no se agotaran en las puertas de la Sinagoga, ni bien terminado el acto, como lamentablemente percibimos hoy.
En verdad, y más allá de que se trató de una recordación de nuestra independencia tan vacía como baladí, como tantas veces hemos remarcado, pidiendo que se subsanaran los errores que indicamos, yo particularmente volví a sentirme objeto de discriminación cuando la mayoría del público presente, al influjo de la oración implorada por el Cura Párroco, se persignaba y rezaba el Padre Nuestro y el Ave María, y yo no solamente debía permanecer de brazos cruzados sino que no contaba con la posibilidad de hacer lo propio con los rezos de mi religión, en una Patria a la que supuestamente pertenezco con los mismos derechos de todos.
Si el propósito es, como dijera el Pastor Alfredo Schwarz ese viernes, "que estas personas cargadas de odio puedan ser transformadas por el poder de Dios y puedan desechar de sus vidas todo odio, todo rencor y empezar a amar y vivir como es digno de vivir en un país en democracia, respetando a los demás aunque se piense diferente", otra cosa distinta es la que advirtió el público que asistió a la Plazoleta San Martín el 9 de Julio en el que escribo estas líneas.
Y si el propósito de la dirigencia de la Asociación Israelita de Basavilbaso de convocar al Coro de Educación Secundaria para cantar en la Sinagoga, idea que obviamente compartimos, fue, tal como lo expresara su Presidente al presentarlos, la de conseguir que las nuevas generaciones se formaran con la idea de que se puede construir por sobre las diferencias, lo que los chicos de las escuelas vieron hoy en la plaza fue algo totalmente distinto. Debo decir, porque nobleza obliga, que el único que a mi entender comprendió mi dolor ante esa nueva discriminación fue un amigo que estaba al lado mío, y que al advertir que la oración no iba a ser omnicomprensiva, se retiró del acto. Y eso que es un católico militante. Pero, obviamente, tiene incorporado el sentimiento de la comprensión, más que el de la tolerancia.
A esta altura tengo que aceptar que la negativa a convocar a representantes de todas las creencias religiosas (de hecho hoy lo hubo de dos, católicos y cristianos evangélicos, faltando solo la judía), o la obstinación en no hacer oraciones solo dirigidas al Dios común, son ya un capricho. Seguramente no con el contenido que tuvieron las pintadas, pero sí con el mismo nivel de persistencia en el error que tienen para con el desorden de las banderas y el incumplimiento de las normas de protocolo, la falta de uso de escarapelas en muchos de los funcionarios públicos, la insistencia en no cantar nuestro Himno Nacional por parte de muchos alumnos que asisten representando a sus establecimientos educativos,  la repetición de ignorancias conceptuales en quienes hacen uso del micrófono, y la ausencia consuetudinaria de algunos de quienes fueron elegidos para representarnos también en estos Actos Patrios.
Y voy a terminar este editorial, luego de las pálidas, con una alegría nacional y popular de verdad, porque el fútbol no hace las diferencias que otros sí hacen. Acaba de terminar el partido y después de 24 años la Argentina va a ser finalista de una Copa del Mundo. La casualidad, porque el fútbol no tiene lógica, hace que la juguemos con Alemania. Una Alemania que supo sobreponerse al odio, hacerse responsable de sus actos, cumplir su condena e indemnizar a las víctimas de la irracionalidad. Por eso se pudo volver a incorporar a la comunidad internacional en la política, en la economía, y hasta en el fútbol, para volver a jugar, con el mismo rival, como en 1986, cuando le ganamos, y como en 1990, cuando nos tocó perder.
Solo me resta decir que hoy, por ser 9 de Julio, me hubiese gustado ver el mismo fervor para festejar nuestra independencia política que el que estamos demostrando, TODOS, para festejar un triunfo deportivo.
Como cantaba Piero, en los '70:
"Para el pueblo lo que es del pueblo
Porque el pueblo se lo ganó
Para el pueblo lo que es del pueblo..."                                                                         
                                             Dr. Mario Ignacio Arcusin, para Semanario Crónica de Basavilbaso




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