jueves, 26 de septiembre de 2013

Gris de ausencia

Gris de ausencia - Editorial del 27 de septiembre de 2013 "Gris de ausencia" de Roberto Cossa (1981) es la representación del desgarre de una doble nostalgia que marca, en forma indeleble, la condición del migrante que nunca deja de serlo y que vive por ello en una permanente frontera sin construir, o reconstruir, el sentido de pertenencia y radicación. El tema de esta obra, como explica Cossa, no es casual y su representación, durante la época de la dictadura, constituía una metáfora del exilio, sea interior, sea exterior. La ausencia en "Gris de ausencia" es múltiple y compleja porque indica fundamentalmente la falta de una identidad definida. La ausencia implica entonces un estado permanente de extrañamiento. La tristeza al principio algo disfrazada, termina siendo un sentimiento que está presente en cada momento de la vida diaria. La falta de identidad de los personajes se manifiesta en la mezcla que se produce en su cabeza cuando tratan de comunicarse, de recordar viejos tiempos, y demás. A pesar de lo gracioso que puede parecer el desconcierto, la confusión y la desesperación de algunos, ellos mismos terminan por resignarse al hecho de sentir que no pertenecen a ningún lugar. Toda esta introducción tiene que ver, y seguramente algunos de los lectores que me conocen ya se habrán dado cuenta, con la "inauguración" del nuevo edificio de la Escuela Agrotécnica Nº 145, acto que la comunidad educativa ya había concretado el primer día de clases posterior a las vacaciones de invierno y que el gobierno replicó esta semana. Esto del martes fue un evento eminentemente político partidario, inmerso en las batallas de la campaña electoral, en las que se pueden hacer uso, pareciera, de todos los recursos con los que se cuenta, sobre todo cuando se es gobierno. Y por supuesto que es lícito hacerlo, y es común que se aprovechen estas obras, que como dijo Sergio Urribarri en su fallido discurso, no son más que el cumplimiento de una obligación que tienen, y estoy hablando de proveer a la salud, la educación y la seguridad de los habitantes. Yo no fui al acto, lo que me causó mucho dolor, y por eso tracé el paralelo con la obra de Roberto Cossa, que vi en Teatro Abierto, en plena dictadura, con un sufrimiento que ahora recordé, lamentablemente. Es que el uso de la inauguración del nuevo edificio de una escuela, que debería haber sido, y lo fue en otros tiempos, un acto académico donde la importancia estuviera en la escuela misma y no en los que la terminaron (porque ni siquiera son los que la gestaron y lucharon por ella), se veía venir. La inauguración del nuevo edificio de una escuela tiene que tener la participación excluyente de los que hicieron su Historia, que como dijo la Sra. Rectora, comenzó en 1984, y no hace dos años. Seguramente mi página de hoy será dura, y precisamente por eso evité asistir al acto. Sé que me iba a "ir de boca", y me asisten varias razones para hacerlo. Así que opté por escribir aquí lo que pienso, aclarando a priori que le brindo desde ya el mismo espacio al que, con el respeto y nivel con el que yo lo estoy haciendo, rebata mis argumentos. Yo puedo hablar de la Escuela Agrotécnica porque empecé a trabajar en ella, como profesor, el 21 de marzo de 1991, cuando todavía era CECA, y nunca más me fui. No soy el único, pero ya quedamos pocos de aquellos tiempos en que las clases se dictaban en lo que hoy es la Residencia Estudiantil, conjuntamente con el Colegio Nacional. Es así que "por un pelo" no le di clases al Sr. Presidente Municipal, que como lo mencionara en sus palabras, es egresado de la misma, Promoción 1989. Y puedo hablar de política partidaria porque, precisamente a raíz de ese ejercicio de la docencia, me tocó enfrentar desde el gremialismo, a un gobierno del partido del que soy afiliado, militante y dirigente, desde hace 30 años, y no me tembló la mano para portar una pancarta al frente de las marchas en reclamo de mejoras salariales y del fin de los malditos Federales. Eso mientras muchos en aquél momento cantaban y pateaban las calles de Basso en protesta y hoy agachan la cabeza y van a trabajar para que un gobierno "nacional y popular" no les descuente los días de huelga que por derecho constitucional le corresponden. La historia la escriben los que ganan, eso quiere decir que hay otra historia, dice Litto Nebbia en su obra "Quien quiere oír que oiga". Eso. Quien quiere oír, que oiga. Y porque eso es lo que pasa siempre, Silvio Valenzuela se "olvidó" de nombrar a Mario Fariña, que fue rector del CECA cuando él terminó, por lo cual debía recordarlo. Por supuesto que Fariña es un dirigente radical que participó, desde un cargo político, en la compra del campo en el que ahora se construyó el nuevo edificio. Y por supuesto que fue procesado por eso. Pero el 21 de agosto de 2012 el Tribunal compuesto por los camaristas José María Chemez, Hugo Perotti y el juez de instrucción, Elvio Garzón, lo absolvió de la acusación de haber direccionado la compra de cinco hectáreas destinadas a la construcción de la Escuela Agrotécnica de Basavilbaso. En el debate quedó claro que el ex funcionario montielista no tenía posibilidades de tomar decisiones al respecto. Es por eso que, si no hubiese sido, como fue, un acto político partidario, no solamente Valenzuela tendría que haberlo mencionado, junto al "Bocha" García, Elena Toso y Susana Etcheverry, a quienes sí nombró. Es más, tendría que haberlo invitado, porque más allá de sus sucesivas "adscripciones", sigue siendo, mal que les pese, el Rector Titular de la Escuela. Cambiando de tema, más arriba dije "el fallido discurso del gobernador". Y es que me parece que no se dio cuenta de que estaba en una escuela, y de que los alumnos lo estaban escuchando. Entonces, si improvisó, más allá de su desenvoltura, tendría que haber hablado de lo que sabe, y no errarle tan feo como cuando le puso como fecha de fundación a la Cooperativa Agrícola Lucienville el año 1904 (no puedo decir "todo el mundo sabe que fue en el 1900", pero él sí debería saberlo), o, peor, cuando le adjudicó el hecho al Barón Mauricio de Hirsch, muerto a los 64 años de edad, en Hungría, el 21 de abril de 1896. ¡Y, para peor, es conocido el hecho de que nunca pisó la Argentina! Y si se le puede "perdonar", (esto dicho con todo respeto por su investidura, pero sin desconocer que somos contemporáneos, tenemos casi la misma edad, y podríamos haber coincidido en muchas oportunidades, ya que, por ejemplo, mi abuela materna era de Colonia San Miguel, cercana a Arroyo Barú, donde nació el gobernador, y hasta podríamos habernos conocido en Concordia, si yo le hubiese hecho caso a mi padre y me hubiese ido a estudiar allí Ciencias Económicas, en vez de Derecho a Buenos Aires) que no conozca la "historia judía", si resulta extraño que, en una escuela, y al explicar el porqué de que el 21 de septiembre se festeje el "Día del Estudiante", haya dicho media verdad. Es cierto que la fecha tiene que ver con la repatriación de los restos de Domingo Faustino Sarmiento, pero no de Europa, como él dijo, sino de Asunción del Paraguay, dónde había muerto diez días antes, el 11 de septiembre de 1977. ¿Cómo hago yo ahora, al dictar Historia, para hacerles entender a mis alumnos que lo que dijo el Sr. Gobernador no es cierto? Van a pensar que yo estoy loco. Me quedan muchas cosas más en el tintero, pero quiero terminar por hoy analizando la expresión del Sr. Gobernador cuando cargó contra la "pesadilla neoliberal" de los '90 que "destruyó" las Escuelas Técnicas y Agrotécnicas, y la industria nacional. Lástima que no lo dijo cuando, entre 1991 y 2003, fue elegido tres veces diputado provincial, justo en ese período de "pesadilla neoliberal". Tuvo el momento y la oportunidad. Le faltó, por ejemplo, escuchar a Cafrune o a Los Olimareños cantar "El Orejano". Entonces hubiese denunciado ahí la "pesadilla neoliberal", y no lo hubiesen visto "lamber la coyunda". Dr. Mario Ignacio Arcusin, para Semanario Crónica de Basavilbaso

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