jueves, 5 de septiembre de 2013

Nuestro balance

Nuestro balance - Editorial del 6 de septiembre de 2013 Con la aparici6n de las primeras estrellas, en el inicio del anochecer del pasado miércoles, comenzó para el Pueblo Judío el Año Nuevo 5774. No sabía si iba a escribir sobre esto hasta bien entrada la noche de ese mismo miércoles, y finalmente me decidí a hacerlo por “disparadores” que me orientaron en ese sentido, dejando de lado para mejor oportunidad los otros temas en danza. Temprano en la mañana un amigo con el que canté codo con codo durante muchos años en el Coro “Magnìficat”, y que sigue todavía cantando “pese” al director que le tocó ahora en suerte, me acercó un artículo que seguramente en alguna próxima edición voy a reproducir en Crónica. Este amigo, que es cristiano y de familia alemana, y ese artículo, que salió en una revista de su iglesia, me hicieron comenzar a ver algunos otros aspectos que realzan aún más la celebración en este año, que para mí ya era especial dado que por primera vez lo estaba por pasar solo, sin mis hijos, y que por esa misma razón, y otras quizás sinrazones, había tomado la decisión de no ir a la sinagoga. Y temprano por la tarde, al recibir una salutación, tuve la oportunidad, muy bien recibida, por otra parte, de explicarle a otro amigo, católico en este caso, y con el que no canté pero milité codo a codo, las razones por las cuales no es lo mismo decir hebreo, israelita, israelí o judío. Y que, acá, en nuestro Basavilbaso, salvando las erróneas implicancias discriminatorias que a veces se le suele dar a la palabra, lo más exacto es, justamente, decirnos judíos (lo discriminatorio y “ofensivo” es decir moishe, y lo totalmente equivocado por demasiado genérico es decir “paisano”, porque quiere decir “del mismo país”). Con él me explayé para describir la significación de cada una de esas acepciones, pero acá no tengo el lugar ni el tiempo, y tampoco corresponde, en verdad. Lo que sí me complace es que me haya escuchado, haya asumido que no conocía esas diferencias…y haya corregido el comunicado. Las Altas Fiestas Judías que se inician a partir del festejo de Rosh Hashaná (Año Nuevo, por “cabeza de año”) se continúan con varias otras conmemoraciones, entre ellas la muy solemne del Iom Kipur o Día del Perdón, que se celebrará el próximo sábado 14 de septiembre y que acá en nuestro pueblo tuvo, hace ya más de quince años, un inédito, poco difundido y muy poco reconocido ejemplo de convivencia interreligiosa, que tantas veces hemos comentado en esta página. Quien pregunte acerca de la naturaleza de esta milenaria Fiesta de Rosh Hashaná, recibirá tantas propuestas como fuentes consulte. Entre las distintas interpretaciones sobre el significado de la misma, podrá confirmarse que es tanto el Día del Recuerdo como el Día del Juicio y de la Creación, lo mismo que es el Día de la Evocación de la “atadura” del Patriarca Isaac, el Día del Toque del Shofar (Cuerno de Carnero), etcétera. Cada una de estas definiciones considera una de las caras del cubo, pero no podemos olvidar que ninguna define al cubo en su totalidad. El Año Nuevo Judío se identifica fundamentalmente con la Creación y con las ideas del juicio sobre el comportamiento humano y de la introspección y del examen de conciencia. En síntesis: un análisis de lo hecho en el período que se cierra y de lo que se hará con lo por venir en el que se inaugura. Y, ¿por qué no? un balance del alma. Es sumamente ilustrativa la anécdota jasídica del zapatero remendón. Trabajaba este buen hombre hasta avanzada la noche y a la tenue luz de una vela. Su esposa le sugirió que ya era suficiente y su respuesta no se hizo esperar: "...mientras arde la vela, aún se puede hacer algo". "Dicha escena fue contemplada desde la ventana por un sabio rabino, quien pronto trasmitió el profundo significado de la actitud del humilde zapatero y dijo a sus discípulos "...mientras arda la vela (de la vida), aún se puede hacer algo...”. Nosotros entendemos que, en el mensaje universal del Año Nuevo Judío, está también presente aquella actitud que tan bien supo trasmitir el sabio rabino de la anécdota jasídica. En cada año, en cada nuevo período, tenemos aún la vela ardiente y nos queda el tiempo suficiente para rectificar el comportamiento equivocado de ayer, para arrepentirnos y mejorar, individual y colectivamente, el rumbo del mundo de mañana. Por supuesto que a este concepto es imprescindible agregarle el de la convicción de que nadie es perfecto y de que Juez hay uno solo. Y que el que se arrogue esas funciones en la tierra y segregue a alguien, algún día deberá hacerse responsable. Acá o allá arriba. Y como Rosh Hashaná es tanto una festividad religiosa como familiar, encontramos simbolismos tanto en la mesa hogareña como en el templo. La mesa de esta trascendental fiesta se caracteriza por los simbolismos que se adjudican a todos los bocados que se sirven, hecho que es ya de larguísima costumbre y tradición. Básicamente, se trata de un augurio de endulzar la vida en el año que se inicia. Así, el pan, que habitualmente se unta en sal, en esta ocasión es untado en azúcar. A su vez, la manzana es también sumergida en azúcar o miel. Justamente por eso al saludo tradicional de “shaná tová” (buen año) se agrega el de Umetuká (y dulce), lo que complementa el deseo de “¡que sea un buen año, pleno de dulzura!” Es una festividad en la que, por supuesto, es también activa la presencia de la grey judía en la sinagoga. En esta predomina en la ocasión el color blanco, en tanto símbolo de la pureza (que hay que tratar de que no quede solamente en eso, en un símbolo). Hasta los adornos de los Rollos de la Tora se hallan revestidos de ese color para Rosh Hashaná. Otro aspecto interesante entre los simbolismos de esta festividad se halla en el saludo de augurio para expresar al prójimo. Como en toda ocasión, el saludo del Pueblo del Libro (o de la Biblia) alude a éste. Es así que en estos días se dice a parientes, amigos y vecinos “...que seas inscripto en el Libro de la Vida”. Nuestras vidas se han comparado con un rollo de pergamino, siendo excelente la síntesis del medieval poeta judeoespañol Ibn Pakuda, quien afirmó "Escribe sobre él (el Libro de la Vida) lo que quieras que de ti se recuerde." Y si el estimado lector quiere saludar a sus amigos judíos para tan importante ocasión (nunca es tarde), puede simplemente decirles: Shana Tová (en hebreo), A guit iur (en idish), o bien, en castellano, como hablamos todos los días: ¡Buen año! Dr. Mario Ignacio Arcusin, para Semanario Crónica de Basavilbaso

No hay comentarios:

Publicar un comentario