jueves, 25 de abril de 2013

La verdad de los otros

La verdad de los otros - Editorial del 26 de abril de 2013 Justo en tiempos en que la oposición es casi inexistente, y además absolutamente inoperante, vienen a suceder hechos que este escriba no puede dejar pasar. La prensa fue calificada como el "cuarto poder", y la verdad es que no me seduce la idea de que ese avance del gobierno sobre la justicia, que es el único de los tres poderes que, por lo menos por esencia, (exceptuando a la servilleta de Corach y la obsecuencia de Oyarbide) es y debe ser independiente de la política, también me haga hacer y decir a mí lo que ellos quieren que haga y diga. Este semanario, fundado en el año 1929, y que tuvo varios directores y editores, fue "heredado" por mi padre (en una herencia "sui generis") al comprar en el año 1954 la imprenta en la que se imprimía Crónica. Y casi inmediatamente tuvo que cerrarlo por imposición de un gobierno democrático (por lo menos elegido bajo la forma democrática que supone el voto de la gente), justamente por atreverse a decir lo que pensaba. Bueno es recordar que el último golpe de estado, que diera origen al sangriento "Proceso", tuvo su causa en el desgobierno de Isabel, que incluso había apelado ya a la violencia a través de los eufemísticamente llamados "decretos de aniquilamiento", nombre con el que se conocen los cuatro decretos dictados por el Poder Ejecutivo de la República Argentina durante el año 1975, redactados por el gobierno constitucional del peronismo con el fin de (según palabras de dichos decretos) "aniquilar a los elementos subversivos". El primer decreto llevó la firma de la presidente María Estela Martínez de Perón y se originó como consecuencia del "Operativo Independencia", para "aniquilar" (no se cansaban de usar el término) la subversión en la Provincia de Tucumán. Los otros tres restantes fueron firmados por el presidente interino Ítalo Argentino Luder, y ratificados por el Congreso Nacional, tras la conmoción que generó en el país el violento y luctuoso ataque de la agrupación Montoneros contra un cuartel militar, en la Ciudad de Formosa, el domingo 5 de octubre de 1975, en el que muriera, entre otros, Saúl "Luly" Kobrinsky. A partir de esa manera de terminar con la democracia, o sea de que los militares y sus aliados civiles decidieran el destino de la República frente a una situación de desgobierno, es que se comenzó a pensar seriamente en que el momento de los cambios eran las elecciones, en las que a través del voto podíamos cambiar las ideas y también a quienes habíamos elegido para que las llevaran adelante. Tanto fue así que un dirigente opositor inteligente (que ya casi no los hay) como Ricardo Balbín dijo, a comienzos de 1976, cuando la inminencia de una irrupción del gobierno democrático era mucho más que un rumor: "aun cuando sea con muletas tenemos que llegar a las elecciones", que estaban previstas para setiembre de ese año. Desde entonces, curados por el espanto, todos repetimos (más que nada aquellos que están atornillados al poder), que hay que respetar la voluntad de las mayorías expresada en la última elección. Esa ha sido, por supuesto, la postura del kircherismo desde siempre. Sobre todo desde que obtuviera el 54% de los votos. Esto viene a cuento a raíz de que en el editorial de la pasada semana, con mi firma, como siempre, como yo creo que se debe hacer, manifesté mi opinión (cumpliendo con uno de los derechos incluidos en el art. 14 de la Constitución, y que es el de "expresar las ideas por la prensa") respecto a la decisión de Silvio Valenzuela y Fabián Flores de abandonar el Frente Entrerriano Federal, por el cual fueron electos respectivamente Presidente Municipal de Basavilbaso y Diputado Provincial, para integrarse a las filas del urribarrismo. Sé que algún funcionario se enojó mucho con el tratamiento del tema del "cambio de frente", y es por eso que decidí ahondar un poco más hoy en las razones que me llevaron a hacerlo, y aclarar, en lo que correspondiera, aquellas cuestiones acerca de las que se me han pedido explicaciones. En primer lugar quiero dejar constancia de que yo nunca puse en tela de juicio los valores personales de nadie, y mucho menos sus virtudes como ser humano. Ni tampoco cuestioné sus calidades como funcionarios. En todo caso cuando hablé de "confianza" me refería solamente a la que depositaron en ellos los que los votaron como una opción frente al urribarrismo. Tan claro es eso que, si es por las ventajas que se pueden obtener ahora, con este cambio, se podrían haber obtenido mucho más rápidamente si se votaba directamente a los candidatos del Frente para la Victoria. Usando ese criterio resulta claro que perdimos un año y medio. Y cuando me preguntaba a mí mismo qué les iba a decir a mis alumnos de Formación Ética no dije que a ellos les enseñara moral ni les diera catecismo. Nunca se me ocurriría constituirme en juez de nadie respecto a su "acciones privadas". Solamente, desde hace años, intento formar mejores ciudadanos, respetuosos de las reglas de la democracia, y fundamentalmente, de las libertades individuales y colectivas, expresadas sobre todo en el art. 14 que mencioné más arriba. Justamente por estos días estamos trabajando en el análisis de "La Memoria" de León Gieco, para que conozcan las cosas que han pasado en nuestro país y en Latinoamérica en estos últimos tiempos, pero también para que entiendan que, como dice la canción, "todo está clavado en la memoria". En el acto de lanzamiento de la campaña de Silvio Valenzuela, el 4 de junio de 2011, Cristian Peccin, candidato en ese momento a concejal en quinto lugar en esa lista, y que luego, al ganar, fuese elegido por sus colegas vicepresidente primero del cuerpo, para poco más tarde renunciar a su banca por "razones personales relacionadas con su salud", pero que fue, sin dudas, uno de los puntales de la lista y un colector importante de votos por su conducta y su personalidad, se preguntaba: "¿Cómo puede alguien apoyar este gobierno nacional tan autoritario, tan soberbio que al que piense distinto lo trata de golpista, de desestabilizador? ¿Alguien puede apoyar o estar a favor de un acto de corrupción? Porque si apoyamos al gobierno nacional y al gobierno urribarrista obviamente estamos apoyando toda la estructura de lo que es el gobierno nacional y entra todo…, o ya no nos acordamos del "Caso Skanska", las valijas de Antonini (Willson), los negocios de (Ricardo) Jaime, de los fondos de Santa Cruz, el enriquecimiento ilícito de (Julio) De Vido, de los guantes de box de (Guillermo) Moreno, de los testaferros Lázaro Báez y Cristóbal López…". Como decía yo más arriba, "todo está clavado en la memoria"… Desde ya que está disponible el espacio de Crónica para que quienes piensen distinto sobre este tema puedan expresar su postura al respecto, con la única condición de que se haga con la misma altura y principios con los que esta página se mantiene desde hace ya casi diez y seis años. Es justamente de la confrontación de ideas de donde surge el esclarecimiento. Y no desde la descalificación. John Stuart Mill, un pensador inglés de los tiempos en que los pensadores pensaban en todo, escribió en su libro titulado (esto no es casualidad, señores) "Sobre la libertad", publicado en 1859: "Si toda la humanidad, menos una persona, fuera de una misma opinión, y esta persona fuera de opinión contraria, la humanidad sería tan injusta impidiendo que hablase como ella misma lo sería si, teniendo poder bastante, impidiera que hablara la humanidad. La peculiaridad del mal que consiste en impedir la expresión de una opinión es que se comete un robo a la raza humana. Si la opinión es verdadera, se le priva de la oportunidad de cambiar el error por la verdad, y si es errónea, pierden un beneficio no menos importante: la más clara percepción y la impresión más viva de la verdad, producida por su colisión con el error". Dr. Mario Ignacio Arcusin, para Semanario Crónica de Basavilbaso

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