jueves, 11 de abril de 2013

El diluvio de Gilgamesh

El diluvio de Gilgamesh - Editorial del 12 de abril de 2013 El nombre propio del título traerá a muchos, seguramente, el recuerdo de la revista Intervalo, que contaba en historietas, entre otras, la leyenda de Gilgamesh, que pagó un precio muy caro por pretender ser inmortal. Quienes enseñamos Historia insistimos en que esa materia solamente tiene sentido si se demuestra cuáles fueron los errores del pasado, y que pasó cada vez que se repitieron. Nosotros solemos usar como ejemplo la invasión a Rusia que hizo en el siglo XIX Napoleón, con nefastos resultados, y que repitiera Hitler, ya en el siglo XX, casi al pie de la letra, para que le pasara lo mismo, o sea tener que volverse derrotado y con menos de la mitad de su ejército. El Poema de Gilgamesh fue escrito sobre tablillas, supuestamente 2.700 años antes de Cristo, y de él lo que nos interesa hoy tiene que ver con el mito del diluvio universal, devenido supuestamente por la pasión que pusieron sus protagonistas en considerarse inmortales. Si bien en estos tiempos ya hemos aprendido que nacemos y morimos, inevitablemente, hay muchos que creen en su inmortalidad parcial y específica, sobre todo en el desempeño de la función pública, sin importarles para nada los resultados, sino solamente los medios, y siempre y cuando ellos sigan siendo los actores principales de la Historia. Lógicamente que el lector ya habrá advertido, a esta altura de la página, que si hacemos referencia al diluvio es porque intentaremos desentrañar no ya las causas de las lluvias que cayeron sobre la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y La Plata la pasada semana, que están supeditadas a Dios, sino las razones por las cuales se produjeron los daños todavía inconmensurables, incluyendo la inútil pérdida de vidas humanas y animales (no está mal tener un recuerdo también hacia las mascotas que perecieron). La Teoría de la Imprevisión, creación de la doctrina del derecho, habla de aquellos hechos imprevistos o de los que, pudiendo ser previstos, no hayan podido evitarse. Si bien esa referencia está dedicada a la posibilidad de no cumplir con las obligaciones cuando sobrevienen casos fortuitos (recordemos que esa teoría tuvo su auge, principalmente, en tiempos de una altísima inflación), no viene mal intentar un paralelo entre esa situación y la que pretenden hacer valer los funcionarios públicos de estas dos ciudades, y por extensión los funcionarios nacionales, a la hora de asumir responsabilidades por los hechos ocurridos. Si algo pudo haberse evitado en las trágicas inundaciones pasadas fueron las palabras desubicadas y las mentiras. Fruto de la mezquindad, o de la impunidad con que muchos creen haber sido premiados por desempeñar un cargo público, sus dichos compitieron en velocidad y daño con la crecida de las aguas. Y sobre todo, antes de que la inminencia de los hechos los sobrepasara, cuando era solamente la Capital Federal la que estaba literalmente bajo las aguas, lo que hacía a Mauricio Macri el centro de todas las críticas y un candidato seguro al patíbulo. Incluso con las primeras gotas de lluvia en la ciudad de las diagonales, cuando todavía para algunos era imprevisible que las cosas llegaran a mayores, ciertos irresponsables que siguen opinando de cualquier cosa sin que se les mueva un pelo y sin que nadie atine tampoco a cortárselos (a los pelos que no se les mueven, digo) se hicieron cargo de los micrófonos que les ponían delante de sus bocas para aprovechar y hacer un uso político de la desgracia de los demás. Resonaron los casos de Luis D'Elía (¡cuándo no!), que acusó a los “medios hegemónicos” de agrandar la situación en La Plata para proteger “al niño Macri", cuando era ya evidente que la situación era incontrolable y comenzaban a aparecer los primeros muertos que terminaron siendo finalmente más de 50 en la provincia de Buenos Aires. O peor, el tuit (se llama así la opinión que se vierte en no más de 140 caracteres en la red social Twiter) del intendente platense Pablo Bruera: "desde ayer a la noche, recorriendo los centros de evacuación", siendo que se encontraba de vacaciones en Brasil, lo que lo convertía, literalmente en un mentiroso. O mucho peor todavía, el dislate del funcionario bonaerense Gustavo Marangoni, cuando no se imaginaba que a ellos les iba a tocar lo peor, y ponía "sexo callejero en pleno Belgrano", sobre una foto que mostraba autos amontonados por la creciente. O superlativamente peor, el ataque de Julio De Vido al gobierno porteño, acusando de fallas de infraestructura, cuando él es desde hace diez años el ministro de esa área. Por supuesto que luego se tuvo que tragar sus propias palabras y no apareció nunca más, cuando debería haber reconocido que la misma falta de gestión les cupo al sciolismo y al intendente K de La Plata. ¡Parece que se tomó el tren bala! Por lo menos a D'Elía y a Marangoni la hombría les alcanzó para pedir perdón. Bruera, en cambio, se plantó en su mentira y adjudicó el "error" a su equipo de prensa. Algo así como el cuento del “Gran Bonete”. Lo cierto es que la lluvia tapó muchas cosas pero destapó las miserias de casi toda la dirigencia política argentina, que cree que su misión no es lograr el bienestar general de la población sino el suyo propio. Si bien es cierto que el citado intendente de La Plata y Mauricio Macri quedaron en evidencia porque los hechos los superaron, no deben haber sido los únicos funcionarios públicos que burlando todas las leyes que hoy limitan las posibilidades de irse de vacaciones y, más aún, de hacerlo al extranjero, aprovecharon el fin de semana súper largo para irse a Brasil, Tan seguros están de su impunidad, y tan cercanos al cielo se creen (como los Dioses del Olimpo) que incluso se justifican diciendo que están al servicio de la comunidad “todo el tiempo” y se merecen un descanso. ¿Y quién los obliga a continuar en el cargo? ¡Qué renuncien, si es que no pueden con el esfuerzo! Acá mismo, en nuestra pequeña aldea, hubo notorias ausencias en el acto del 2 de abril, último día inhábil de ese invento de seis feriados en línea. ¿Dónde habrán estado los que no estuvieron? Y ya que hablamos de “acá”, y teniendo en cuenta que la razón de la magnitud de los daños tiene que ver con las obras que no se hicieron o que se hicieron mal, debemos empezar a pedir a Dios que no nos mande ni por asomo la cantidad de milímetros que cayeron sobre la ciudad de La Plata, o por lo menos que no lo haga en el mismo tiempo en que cayeron ahí. Y debemos hacerlo porque esa será la única manera en que evitaremos que la calle Neyra y sus aledaños se conviertan en una gigantesca pileta sin bordes ni límites, como resultado de una obra de desagüe pluvial mal hecha y pagada como la mejor. Queremos dejarlo dicho y escrito porque la irresponsabilidad de quienes la gestionaron y la publicitaron para su propio provecho está asociada a la de quienes abusan de los recursos naturales y propician estos cambios climáticos que afectaron de tal manera el ecosistema haciendo llover en dos horas lo que normalmente llueve en dos meses. Queremos dejar el párrafo final para hacer referencia a las donaciones que se juntaron y se enviaron desde toda la Argentina (también desde nuestro Basavilbaso), hecho que no nos cansamos de aplaudir y de felicitar. Pero esa tarea le corresponde al Estado, que se esconde detrás de su propia ineficiencia, más que nada porque usó los fondos para otra cosa. No quiero tener razón con lo que voy a decir, pero no nos sorprendamos si, cercanos a las próximas elecciones, se empiezan a descubrir galpones llenos de la mercadería que inocentemente donamos, y que “La Cámpora”, aprovechando lo ejercitado en estos días, las reparta con sus pecheras para conseguir los votos que le faltan a Cristina para la reelección. Gracias a la libertad de expresión hoy ya es posible decir que un gobernante es un inútil sin que nos pase nada. Al gobernante tampoco. Dr. Mario Ignacio Arcusin, para Semanario Crónica de Basavilbaso

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