jueves, 2 de mayo de 2013

El problema menor, o ¿el menor problema?

El problema menor, o el menor problema - Editorial del 3 de mayo de 2013 La discusión acerca de la relación entre los poderes y el avance del Ejecutivo sobre ciertas instituciones formales y legales de la Justicia, aviva también el debate respecto a las obligaciones que tiene el Estado en lo que hace a educación, salud y seguridad. La pasada semana ocurrieron en Basavilbaso, quizás con algo más de frecuencia y continuidad, lo que potencia sus efectos, varios hechos delictivos protagonizados en su mayoría por menores de edad, los que también resultaron factores de otros acontecimientos que los afectan, tales como intoxicaciones etílicas o narcóticas, y quién sabe qué cosas más subyacen a ellas. La población reaccionó organizando sendas marchas, el viernes y el domingo, convocadas por el Centro Comercial y por un grupo de jóvenes, respectivamente. Nosotros asistimos a la segunda, participando activamente, y avalando el deseo de los estudiantes que se preocuparon por gestar la "asamblea" y propiciar el debate. Eso, en primer lugar, ya es de por sí destacable, porque vuelve a poner en el tapete la diferencia que se consigue buscando nuevos horizontes y ampliando la adquisición de conocimientos y preparación, cosa que como decimos siempre en nuestra cátedra, TODOS pueden hacer. En principio, y tal como ocurriera en esa "ekklesia" (nombre griego que se daba a las primeras asambleas de la democracia y que luego derivó, por ejemplo, en el actual "iglesia", aunque con un significado más restringido), debemos reiterar nuestra convicción de que esta discusión que se ha planteado respecto a la cuestión de los delitos y de los menores es altamente política, y de ninguna manera se la puede despolitizar. Hay que tener mucho cuidado cuando se pide eso, porque en realidad lo que pareciera ser que se reclama es que sea apartidaria, o sea independiente de cualquier interés particular de los partidos. Aunque esto será tema seguramente para otra oportunidad, tampoco creemos que sea así, porque mientras algunos pretenden hacerlo, otros se hacen su agosto recaudando rédito para sus arcas, en forma de votos, generalmente prometiendo lo que saben que no pueden cumplir y marcándose como diferentes, cuando son en realidad más de lo mismo. Las soluciones que se reclamaron y las que se propusieron pecaron en general de demasiado voluntaristas, ya que no terminan de atacar el fondo del problema. Sabemos que un buen gabinete multidisciplinario que dé contención a los niños y adolescentes que se encuentran en esta problemática o al borde de ella sería altamente positivo, pero también somos conscientes de que exige infraestructura, presupuesto y cargos que no creemos que alguien esté dispuesto a solventar, sobre todo porque no es una "obra pública" de esas que tienen certificados "inflables", y pasará a ser un dinosaurio más de los que tiene el Estado, a lo que se le debe sumar el riesgo de que los puestos se cubran en base a "amiguismo", sin importar realmente los resultados. Pero siendo optimistas, y suponiendo que esto en realidad pudiera funcionar, hay que tener en cuenta que no existe una legislación coercitiva (o sea que la haga obligatoria) respecto a la asistencia de los menores con una "conducta desviada" a esos gabinetes. ¡Imagínese usted, amigo lector, que no se puede controlar la inasistencia a clases y hasta la deserción, siendo que la escolaridad es obligatoria! ¿Podemos creer, por ventura, que los factores que inciden en la situación de calle, de promiscuidad, de alcohol y de drogas van a desaparecer ante la imagen de un cartel que anuncie esos talleres? Una cosa es poner toda la pasión en esto, y otra ser ilusos. Nadie tiene la verdad absoluta respecto a esto, y si alguno pretende hacernos creer eso, seguro que nos está engañando. Es más, nosotros somos bastante pesimistas en lo que hace a la posibilidad cercana de terminar con ese flagelo. Y es por eso, precisamente, que nos preocupamos por denunciar lo que nosotros entendemos como las verdaderas causas, y, además, luchar para paliar aunque sea en parte los efectos. En las últimas epidemias de dengue que sufrió nuestro país, entre todas las soluciones que se buscaron (y que en realidad todavía no lograron erradicarlo definitivamente), la única que no se intentó fue la de agarrar una ametralladora y matar a todos los Aedes aegypti (mosquito vector del Dengue), y mucho menos la de fabricar una gran jaula (con fiambrina en vez de rejas) para encerrarlos. Y no se hizo porque hubiese sido una cosa de locos. ¡Bueno, entonces tampoco pensemos en esa solución para los menores que delinquen o que están propensos a eso! Lo que si se hizo en aquella oportunidad, y con bastante buen resultado, fue una campaña de concientización para erradicar los focos, y así se logró eliminar los lugares u objetos con agua estancada y los pastizales incontrolados, en donde el mosquito se instalaba y tenía cria. Hoy se sabe que respecto al dengue, y si bien no hay cifras exactas, en la Argentina alrededor de dos tercios de la población estaría en variables niveles de riesgo, según la zona del país, de contraer la enfermedad, lo que requiere un replanteo de las estrategias políticas, sociales y sanitarias. Entonces, y ya que terminamos con una parte del trazado del paralelo, y cuando ya hemos dado nuestra opinión respecto a que la opción de "matarlos a todos" o de "meterlos presos" no sirve, vayamos a la búsqueda de esos charcos de agua estancada o de los baldíos descuidados, hablando en forma figurada y metafórica, por supuesto. Lo que queremos decir es que mientras los hogares no se fortalezcan adecuadamente, y los padres asuman ese rol sin temores; mientras la droga sea un negocio que se hace a la luz del día y que enriquece a dos o tres de manera exponencial a la vez que, por carácter transitivo genera en los otros más pobreza no solamente económica sino intelectual y social; mientras nadie controle el consumo infamante de alcohol en los chicos cada vez más chicos, lo que sucede a la vista de todas las autoridades posibles y ante su permisividad por acción o por omisión; mientras los chicos tengan acceso a las redes sociales a través de teléfonos cada vez más sofisticados (que les compran los padres al mismo tiempo de que se quejan de sus fracasos escolares o de sus problemas de conducta); mientras la Internet sea un espacio para el chusmerío y la pérdida de tiempo, sumado al riesgo que trae la sustitución de identidad que ella permite; mientras la política del gobierno se reduzca a regalarle notebooks a los chicos que van a votar, sin importarles para qué las usan en realidad (y de esto sabemos bastante y podemos escribir una página exclusiva); mientras las víctimas de los delitos no se consideren actores de la poesía de Sor Juana Inés de la Cruz, en la parte en la que se pregunta "quién es más de culpar, la que peca por la paga o el que paga por pecar"; mientras esas mismas víctimas, o algunas de ellas, no entiendan que es imposible primero exaltar las causas y luego agraviarse por los efectos; mientras cada uno de nosotros olvide que somos los demás de los demás, y que no podemos separar lo que hacemos de acuerdo al rol que nos convenga; mientras haya que cambiar un comisario pensando que de esa manera se soluciona el problema; mientras demos vueltas a la plaza, si es posible con una cerveza en la mano, manejando, y mirando a esos "giles" haciendo asamblea (y lo digamos, jactándonos); mientras sigamos haciendo comentarios estúpidos en las páginas digitales, escudándonos en el anonimato; mientras olvidemos que la diferencia entre sí y no es más que dos letras; mientras entendamos la acción social como un parche y no como una nueva cubierta; mientras las soluciones que el poder le dé a los que están en riesgo se "rajen" igual que las paredes de las casas de los barrios que les cobran a precio de oro, y de lo que no se pueden quejar porque nadie los escucha; en fin, mientras el negocio siga estando por encima de todo, seguiremos desafiando al destino no más de cincuenta ilusos en tanto la degradación se hace cada vez más evidente. Vuelvo a la primera persona del singular para resaltar que no quería ser tan pesimista, y ni siquiera lo pensaba al comenzar a escribir. Pero me di cuenta, en el trayecto, que nos estamos engañando si buscamos resultados distintos haciendo siempre lo mismo. Dr. Mario Ignacio Arcusin, para Semanario Crónica de Basavilbaso

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