jueves, 30 de mayo de 2013

Diez y 203

Diez y 203 - Editorial del 31 de mayo de 2013 Como la realidad volvió a superarnos, he decido escribir una segunda parte de lo iniciado la pasada semana, aunque, obligado por las circunstancias, invirtiendo el orden del título, no por mi concreta y propia decisión, sino por la tácita de los gobernantes que supimos conseguir. Y, de paso, aclaro que la empecé a escribir, como suelo hacerlo, en primera persona del plural, pero cuando llegué al final me di cuenta de que debía volver a escribir como yo, y no como nosotros, para hacerme cargo pleno de lo que digo. Volviendo, entonces, al tema, lo que pasó fue que el “festejo” de los diez años de la asunción del poder por parte de Néstor Kirchner opacó los ya de por sí pálidos recordatorios de la Revolución de Mayo, verdadero cambio de rumbo para nuestra Historia como argentinos, y no una mera efeméride de un partido político, o de parte de él, en rigor. Pero de ese dichoso “festejo” quiero rescatar algunas cuestiones que me asustaron bastante, al punto de sugerirme este análisis, que no hesitará en expresar lo que pienso, ya que creo que esta es la mejor contribución a la democracia. Por lo menos mientras no nos pongan encima el Fútbol Para Todos. Si bien yo no tengo un aparato de investigación ni un equipo de producción acorde a la entidad de la soberbia kirchnerista, sí me considero con la suficiente capacidad como para leer entre líneas y trasmitir esa lectura, de manera que quede bien en claro que, si bien es posible para ellos menoscabar el poder de ese supuesto 46% que no los votó, no pueden impedir que algunos de nosotros nos obstinemos en no chuparnos el dedo asistiendo impasibles a las barbaridades que los hacen parecer ya más a un gobierno totalitario que a uno democrático. Como para ir entrando en tema, empezando por la foto que me quedó en la retina, vi a la Sra. Presidente de la Nación hablando en el acto partidario, y detrás de ella a nuestro gobernador, Sergio Urribarri, supuesto candidato a integrar la fórmula presidencial con o sin Cristina. En su caso sé que la presencia se justifica en eso y también en sus constantes declaraciones, que ya mencioné la pasada semana, en las que de manera obsecuente adjudica a Néstor y a su cónyuge supérstite la totalidad de los logros que se han conseguido en Entre Ríos. Se olvidó de lo que hicimos todos nosotros, pero es lógico que le interese más una foto con ella que con la “gilada” de por acá. Por lo menos hasta que necesite los votos. Parece ser que hasta ese momento, y mientras no le surja esa necesidad imperiosa, somos todos una manga de vagos mantenidos por los Kirchner. Pero como más arriba hablaba de preocupaciones, al lado del hombre de Arroyo Barú estaba Gildo Isfrán, gobernador de Formosa que está terminando con el problema de los pueblos originarios, claro que de una manera no muy legítima. Gran parte de los adeptos al kirchenrismo sostiene que es un gobierno nacional y popular, y que tiene algunos componentes “no queridos” que vienen en el paquete, pero que no forman parte del modelo. Pero la ubicación de este gobernador perpetuo en el palco presidencial desmiente este aserto. No creo que se haya metido ahí él solo y a la fuerza. Debo suponer que el protocolo tenía previsto ese lugar para él y que Cristina Fernández, mal que les pese a los qom, lo vio y no dijo nada. Alguna vez escribí un editorial desmintiendo el concepto de algunos que se proclaman “progresistas”, y que defienden este modelo adjudicándole la característica de “mal menor”. Si en aquel momento sostuve que estaban equivocados, imagínese ahora, amigo lector, cuando se cae a pedazos el andamiaje que sostuvieron en base a mentiras repetidas hasta que ellos mismos se las creyeron. Son tan caraduras que Báez convierte una bóveda en una bodega (cambian solo algunas letras); Juan Carlos Dante Gullo, otrora prominente dirigente Montonero, se vanagloria de sus negocios y justifica el enriquecimiento de los “amigos”; los defensores de la Ley de Medios no objetan (porque son unos chupamedias) el solapado intento de coartar la libertad de prensa que les salió mal, dicho sea de paso, y que consistía en ganarle a Lanata con el Fútbol para Todos, en un horario insólito y prefabricado al gusto del poder, y los gobernadores se humillan por el reparto de una torta que nos corresponde sin necesidad de tener que arrodillarnos para conseguir nuestra porción. La semana pasada contaba, esperando que alguien me desmintiera y pudiera yo volver a creer en nuestro gobierno, que el Ministerio de Cultura de Entre Ríos había contratado al jardinero de los Kirchner, con domicilio en Río Gallegos, o sea muy lejos de los ríos de Entre Ríos, para que “abriera nichos culturales en Buenos Aires”. En el decreto de nombramiento se aclaraba (¡menos mal!) que era ad honorem, pero con viáticos. ¡Habrá que imaginarse la magnitud de estos últimos si cada vez que tiene que abrir un nicho en la CABA tiene que viajar especialmente desde la tierra de los pingüinos! Decía, entonces, que esperaba que alguien negara la veracidad de esta noticia, y ponía como ejemplo el desdén con el que fue tratado por ese mismo ministerio nuestro Coro Municipal “Magnificat”, al que el Sr. Pedro Báez ni siquiera se digna en contestarle la correspondencia. Pero no solo no fue así, sino que la cosa se agravó. Ahora me vengo a enterar que Ricardo Fabián Barreiro, ex cuidador de la casa de El Calafate del matrimonio Kirchner, tuvo negocios con el gobierno de Entre Ríos como proveedor del Ministerio de Turismo provincial. Así quedó registrado en al menos una factura que lleva su nombre por un monto de $ 220.000, la cual fue ingresada al sistema de cobros provincial por la asesoría legal y técnica de la cartera de Turismo entrerriana. El documento quedó registrado el 11 de diciembre del año pasado con el número de expediente 1.404.306, y que corresponde al pago de traslados de estudiantes secundarios de escuelas públicas de Paraná hasta las instalaciones de Tecnópolis, en Villa Martelli. ¿Y las empresas de turismo de Entre Ríos, que pagan acá sus impuestos? Eso sin mencionar la más que supuesta incompatibilidad entre ese rol de prestador de servicios al estado provincial al mismo tiempo que se desempeña como coordinador en el Ministerio de Cultura de Entre Ríos. Y ni hablar de que, lo vuelvo a decir porque tengo la sangre en el ojo por esa falta de respeto, el mismo gobierno provincial, en la figura del Ministro de Educación, le debe al Coro Municipal de Basavilbaso la suma de $ 5.000, prometidos en el mes de julio de 2012, y que constituyen un 25% del costo del viaje de esa agrupación a la ciudad de Santa Rosa, La Pampa, realizado en septiembre de ese mismo año. Ese importe nunca llegó (¡pero los $ 220.000 a Barreiro sí!) y fue abonado finalmente a la empresa que trasladó al coro con fondos que el mismo tiene y que están conformados por el sueldo mensual de su actual director, que, aunque me resulte incómodo resaltarlo, sí se desempeña totalmente ad honorem y sin cobrar ni un solo peso de viáticos ni de reintegro de gastos. ¡Y sin conocerlo a Barreiro, dudo muchísimo de que pueda abrir tantos nichos culturales como abrió Miguel Bernik con su creación, que lleva ya 57 años de vida! Tanta vergüenza ajena me da hablar de esto, y ver cómo se engaña a la gente mientras unos pocos se enriquecen, que ya casi no me queda espacio para referirme a lo que debía haber sido el centro de mi comentario. Solamente voy a decir que asistí el 25 de mayo en Basavilbaso a un muy cuidado acto patrio, que escuché un correcto discurso, disfruté de danzas folclóricas a cargo de peñas y escuelas, y volví a ser “espectador” privilegiado de una ceremonia religiosa exclusivamente católica (o sea que no era para mí, porque no soy argentino argentino, como dijo el senador Picheto), que desmintió el fundamento de una ordenanza votada hace muy pocos días por el Honorable Concejo Deliberante, que otorga entidad de canción oficial de la ciudad al “Canto a Basavilbaso” (así se llama, y no como le pusieron en la norma). El hecho es que, más allá de interpretaciones antojadizas del protocolo, se borra con el codo lo que las autoras escribieron con la mano, y lo que a su vez es la realidad palpable desde que existimos como pueblo: “Criollos, judíos y gringos forjaron tu imagen, te hicieron así”. La forjaron, pero ahora, algunos, quedamos afuera. Pero es claro. La culpa la tiene el Protocolo. Dr. Mario Ignacio Arcusin, para Semanario Crónica de Basavilbaso

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