jueves, 29 de marzo de 2012

En tránsito

En tránsito – Editorial del 30 de marzo de 2012
Para los nostalgiosos como yo, ese es el título de un LP (para los más jóvenes esas iniciales se corresponden al nombre en inglés “Long Play”) de Joan Manuel Serrat, del año 1981.
La referencia se hará notar cuando entremos en el tema, pero mientras es casi una casualidad mencionar, entre algunas de las canciones de ese Larga Duración, a “Una de piratas”, “A quién corresponda” o “Las malas compañías”. Justo Serrat está ahora en la Argentina dando recitales con Joaquín Sabina, pero estas canciones, como dije, fueron escritas hace más de treinta años, por lo que cualquier semejanza con la realidad es pura coincidencia.
Desde el advenimiento del nuevo gobierno municipal advertimos que una de las asignaturas pendientes (que había varias, pese a la buena voluntad de la gestión anterior, de la que no puedo ni debo dudar) era la de ordenar y controlar el tránsito vehicular en la ciudad, así como fiscalizar y penalizar los incumplimientos a las normas vigentes.
Es indudable que al usar las palabras “ordenar” y “controlar” se nota que estoy convencido de que el tránsito está desordenado y descontrolado, a un nivel tan importante que genera inconvenientes y provoca problemas a otras áreas de la población. No soy de los que creen en el orden absoluto y perfecto, ni tampoco eso me quita el sueño. Pero entiendo que, así como se pregona que la libertad de uno termina (o debería terminar, si fuésemos justos) donde empieza la del otro, también el derecho a gozar de ciertos placeres debe tener como límite el exceso, ya que ahí es donde se vulneran los derechos de los demás.
Los editoriales de Crónica son un documento imposible de falsear respecto a la postura de este editorialista respecto a la intromisión del Estado en resguardo de ciertos comportamientos que son de la esfera privada del ser humano. Así me pronuncié reiteradamente en contra de la obligatoriedad del uso del cinturón de seguridad, ya que a mi entender solamente se “protege” con eso a su usuario. Yo no estoy creando un riesgo para los demás al no usarlo. E idéntico criterio seguí alguna vez respecto al uso del casco en los motociclistas.
Pero también soy permeable, porque la realidad me lo hace ver, a la postura que defiende la obligatoriedad del uso de esos dos elementos basándose en que es la sociedad la que debe ocuparse, materialmente y humanamente, de venir en socorro de quienes se accidenten y sufran más daños de los que hubiesen sufrido si los hubiesen usado. Incluso hace poco publicamos en Crónica datos estadísticos tomados en una ciudad entrerriana que demostraban que el presupuesto de los gastos hospitalarios se veía notoriamente incrementado a raíz de la incidencia de estos hechos.
Pero es claro que, para mí, lo mismo sucede con los fumadores y bebedores empedernidos, a quienes no se les puede prohibir que lo hagan (solamente existe la prohibición específica en ciertos lugares y a ciertas edades), y luego también la salud pública debe venir en subsidio de ello.
No creo, entonces, y quiero que esto quede bien claro, en un Estado tan entrometido en las libertades individuales.
Sin embargo, también reconozco que no vivimos en una sociedad perfecta. Y no estoy hablando en este caso específico de nuestra “pequeña aldea”, sino de la sociedad humana en general. Y es por eso que acepto, sobre todo como hombre de derecho, que se regulen algunos comportamientos que, sin necesariamente agredir a los demás, entran igual en la esfera del contralor de la autoridad que todos elegimos.
Ahora bien, toda esta cháchara debe tener concreción en hechos, y a esto apunta la página de hoy.
Se encuentra vigente en Basavilbaso una Ordenanza de Tránsito y un particular y “sui generis” Código de Faltas, que en su Título IV trata específicamente las Faltas de Tránsito. Y uso los calificativos de la frase anterior en virtud de que en realidad se debería denominar “Compendio de faltas”, así con minúsculas, ya que es un conglomerado de horrores de ortografía, redacción y sintaxis que lo convierten en una entelequia, una cosa irreal difícil de entender, y que solo se sostiene porque nuestra ciudad continúa en el absurdo legal de no contar con un Juzgado de Faltas, lo que hace que los que deciden respecto a la justicia de su aplicación sean los mismos que la aplican, lo que a todas luces contraviene los más elementales principios del derecho y nos lleva como sociedad a la Edad Media, en la que el señor feudal decidía el destino de sus siervos.
Por supuesto que soy consciente de que he recurrido a una exageración literaria denominada hipérbole, que consiste en exagerar, aumentando o disminuyendo la verdad de lo hablado, de tal forma que el que reciba el mensaje le otorgue más importancia a la acción en sí y no a la cualidad de dicha acción. ¿Se entiende? A ver: en lo que estoy exagerando es en lo de comparar esta realidad con la Edad Media y los señores feudales. En lo demás me estoy quedando corto, créanme.
La utilización del mecanismo de los “operativos” (la verdad es que ese nombre no me gusta para nada y me trae recuerdo a la Memoria, la Verdad y la Justicia) me parece poco feliz, más que nada porque soluciona el problema del “aquí y ahora”, selecciona siete u ocho “chivos emisarios”, y, al otro día, ¡todo sigue igual! Los mismos funcionarios que se visten de vigilantes por la noche, al otro día dejan pasar un elefante sin inmutarse. Y no es culpa de ellos, que quede claro. Es culpa de un sistema que no decide qué es lo que le conviene a la ciudad. Así de simple. Si hasta el fin de semana del Encuentro de Motos, auspiciado por la Municipalidad, vimos una caravana en la que nadie usaba casco, y seguramente pocos tenían el carnet a mano, conformada por más de seiscientas motos y escoltada por dos vehículos oficiales o en función oficial, según a usted más le guste. El video de ese acontecimiento debería ser un eximente de responsabilidad para quién desde ese día en adelante haya sido elegido para desmentir que la Constitución Nacional asegura que todos somos iguales ante la ley.
Los límites están claros en el imaginario colectivo. Y, por lo tanto, también deben estar claros en la norma legal. Los funcionarios encargados de este tema, y los señores concejales, deben analizar las ordenanzas vigentes, dedicarse a reelaborarlas (como suele suceder, creo que es más fácil hacer una nueva que arreglar la que está, por lo menos en el caso mencionado de la Ordenanza 158/2008) y bajar una línea que proteja a los que van arriba de las motos, y a los que las ven (y las oyen) pasar. Y esa línea, ese límite, debe ser para todos, porque si no, además de incumplir con los deberes de los funcionarios públicos, estamos discriminando.
Y conste que hablé de las motos solo para empezar, y porque el lugar no me daba para más.
De ese disco de Serrat que me prestó hoy el título tomo, para terminar, un solo verso de la canción “A quién corresponda”, pero recomiendo el texto completo:
“Que no nos salen las cuentas,
que las reformas nunca se acaban,
que llegamos siempre tarde,
donde nunca pasa nada”.

Dr. Mario Ignacio Arcusin, para Semanario Crónica de Basavilbaso

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