jueves, 22 de marzo de 2012

De sábado a sábado

De sábado a sábado – Editorial del 23 de marzo de 2012
Así como para los que somos creyentes ese fue el tiempo que le llevó a Dios construir este mundo que nosotros, empeñosamente, intentamos destruir, también me sirve hoy a mí, a modo de parábola, para enlazar dos hechos trágicos, y, de entre ellos, tratar de sacar algunas conclusiones que impidan, sobre todo, su repetición.
Por supuesto que ya se habrá advertido que si de sábado a sábado hablamos, el punto de inicio está en el que ya pasó, o sea el que en el almanaque estaba señalado como 17 de marzo, y en el cuál se cumplieron 20 años de la bomba a la Embajada de Israel en la Argentina. Y el punto final (si se me permite el uso no peyorativo del término) en el recuerdo del golpe militar del 24 de marzo de 1976, en este próximo sábado.
Pero no puedo empezar sin intentar, a modo introductorio, un gesto de desagravio frente a la estupidez demostrada por el vicepresidente de la Nación, que improvisó en el acto de recordación del atentado un ¿discurso? en el que señaló que “fue un ataque contra los 40 millones de argentinos” (¿ah, si?), y pidió “paz y amor”. Alguien debería decirle que por ese camino (el de la paz y el amor meramente declamados) ya transitaron en los ’60 y los ’70 los movimientos hippies, tan bienintencionados y sanos como absolutamente inútiles para ver la realidad y para oponerse a ella. Y debería saber el Sr. Boudou que los hippies, con sus melenas desgreñadas, sus vaqueros y sus collares, querían creer que un mundo mejor era posible, que no era un sueño inalcanzable poder vivir en paz y en libertad, en igualdad sin distinciones de sexo, raza o religión. Pero fueron superados por acciones y posturas que, más allá de las frases, suponen negociados, acomodos, arreglos y actos de corrupción, de los que tenemos todos los días, que involucran a quienes uno supone son nuestros representantes.
Ese mundo imaginado por los hippies, que tan bien se representó en Hair, una comedia musical de ese tiempo, no deja de ser iluso, irreal, infantil e incluso imaginario, lo que torna sumamente irresponsable la frase de tan alta autoridad de la República, que ignora, diciéndolo, que ninguno de los 29 muertos pudo ser dueño de su vida ni de su destino. Algo que no era precisamente “paz y amor” es todo lo que le pudo ofrecer el gobierno peronista de Menem (o por lo menos tan peronista como éste que él ayuda a encabezar) a la memoria de las víctimas fatales y a la tranquilidad espiritual de los que quedaron vivos.
Y a mí me preocupa mucho eso que pasó con el vicepresidente, aunque no me sorprenda ni me asombre la calidad del funcionariado. Me preocupa porque no termino de compartir que las únicas banderas en la lucha contra la repetición de hechos como los que recordamos en estos dos sábados sean la Memoria, la Justicia, la Verdad (compartidos por los dos “sábados”). Me parecen cuestiones poco ambiciosas, no porque no tengan valor sino porque a 20 años de uno y a 36 del otro, hemos demostrado (¡han demostrado ellos!) tener poca memoria, hacer poca justicia y buscar poca verdad.
A mi me gustaría mucho más hacer hincapié en la Educación y el Ejemplo, y eso es lo que suelo hacer desde mi cátedra, desde esta página y en cada oportunidad que tengo. Y ojo que no me refiero a las cuestiones personales. Que cada uno se haga cargo de sus cosas. Yo hablo de las responsabilidades que les caben a los que alguna vez se propusieron para ocupar cargos públicos, y luego se tornan especialistas en eludirlas y en adjudicárselas a los demás. Como canta Alberto Cortez, “sin pensar que todos somos los demás de los demás”.
El atentado a la Embajada de Israel fue un acto antisemita o antijudío, perpetrado en una nación libre, que, por efecto no deseado, produjo víctimas no judías también. Los autores no tenían opción. Y seguramente eligieron la Argentina por muchas razones que todavía subsisten hoy, y por eso hablo de educación y de ejemplo. Las fronteras flexibles, los funcionarios lábiles, las relaciones exteriores muy proclives a la permisividad, la tibieza de las conducciones comunitarias judías, la supuesta “chapa” de apertura que le daba al gobierno de aquél entonces tener a Carlos Corach, a Alberto Kohan o a Elías Jazán como sus “amigos judíos”, tal y como la Presidente Cristina Fernández se rasga hoy las vestiduras “defendiendo” a Axel Kicillof de un ataque antisemita emanado de Clarín y La Nación (que no me sorprende pero tampoco me desespera), mientras la misma Cristina se pasó años coqueteando con Chávez y, por carácter transitivo con Irán. Ambos, Chávez e Irán, niegan el Holocausto y minimizan las muertes en los campos de concentración. Eso es verdadero antisemitismo, y no hablar de un “bisabuelo rabino”. Con hipocresías como esas no vamos a ningún lado.
Y aunque me esté quedando sin espacio, y aunque también sobre el Proceso ya he escrito mucho, y en particular sobre el “Día de la Memoria”, no puedo tampoco dejar de hablar de educación y de ejemplo a la hora de recordar lo que pasó y de trabajar para que no vuelva a pasar. Si en verdad levantamos las banderas de la Memoria, la Verdad y la Justicia, como se pregona, a mí me vuelven a preocupar la educación y el ejemplo frente a la actitud de otro alto funcionario nacional. En este caso el ministro De Vido, que en el debate por el traspaso del subte y los colectivos que se realizó en el Senado le gritó al senador radical Gerardo Morales: "acordate el desastre en el que dejaron al país en 2001". Y está bien que se lo diga. Pero la Verdad, la Justicia y la Memoria son para todos.
Los hechos de marzo de 1976, de los que fui testigo presencial porque ya estaba estudiando en Buenos Aires, no tuvieron generación espontánea. La visión genocida de Videla, Massera y Agosti, más la de otros subalternos y no tan subalternos, tuvo su soporte legal y técnico en los “Decretos de aniquilamiento” números 261/75, 2770/75, 2771/75 Y 2772/75, subtitulados “Ejecución de las operaciones militares y de seguridad necesarias para eliminar la subversión” y firmados por María Estela Martínez de Perón e Ítalo A. Luder, presidentes peronistas de la Argentina luego de la muerte de Perón. Y justamente, como para demostrar que eso es así, uno de los muertos basavilbasenses que recordaremos el sábado 24, murió en octubre de 1975. ¡Antes del Proceso, y bajo un gobierno peronista! ¡Hágase cargo, Ministro De Vido! Y también de la “Triple A” que creó López Rega (¿con el aval de quién?), y del discurso del General en la Plaza el 1º de mayo de 1974, en el que, en respuesta a los incesantes cánticos de las columnas de Montoneros y Juventud Peronista, los trató de “imberbes” y de “mercenarios”. Fueron esos mismos integrantes de Montoneros y de la JP quienes, al retirarse masivamente, hacia al final del discurso, dejan a Perón con quienes él eligió quedarse: López Rega, la burocracia sindical y la oligarquía que hoy está representada por Boudou.
Si pedimos “Memoria por la Verdad y la Justicia” estos “dos sábados”, debemos aceptar, ya para ir terminando, y volviendo al mismo Alberto Cortez de “Los demás”, que:
“Las verdades ofenden si las dicen los demás,
las mentiras se venden, cuando compran los demás;
somos jueces mezquinos del valor de los demás
pero no permitimos que nos juzguen los demás”.
Alguna vez deberemos definir, entonces, qué Memoria, qué Justicia y qué Verdad es la que queremos.
Dr. Mario Ignacio Arcusin para Semanario Crónica de Basavilbaso

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