jueves, 2 de febrero de 2012

“A esa película ya la vi”

“A esa película ya la vi” – Editorial del 3 de febrero de 2012
Uno debe suponer, más allá de los temas coyunturales de todos los días, que la cuestión política más importante de este año 2012 estará relacionada con la posible reeleción de Cristina Fernández para ejercer, cuando recién comienza su segundo mandato, un tercero (o quizás varios terceros en forma indefinida).
Es por eso que, aun teniendo en carpeta varios temas, como el aumento de los emolumentos de los funcionarios municipales, que algunos han considerado abusivo, o el tan reiterado problema de los menores y el alcohol, me decanté por éste que voy a desarrollar.
El vicepresidente en des ejercicio (digo esto porque no están muy claras sus funciones, que por otro lado ya venían devaluadas con Cobos) ha tenido como única y genial idea reinstalar este problema en el centro de las disputas por el poder, seguramente para frenar el impulso alcanzado por Moyano y su gente, hoy por hoy la única fuerza capaz de parar el país si se lo propone.
Pero esto de la perpetuación en el poder no es un fenómeno nuevo, sino que pasa a ser un episodio más de una saga tipo telenovela, que forma parte de una trama que se comenzó a pergeñar, para tratar de ser exactos, en un poco recordado golpe de estado, tan ilegal como el que le antecedió y los que lo siguieron, que se consumó el 4 de junio de 1943, y que sirvió para consolidar el poder del por entonces Coronel Juan Domingo Perón.
Y es ese peronismo creado por Perón el que combina, inteligentemente, dosis variables de cambio con otras de continuidad. Durante todos estos años el kirchnerismo ha coqueteado con la ruptura total con el pasado y las viejas estructuras del partido, pero a la vez ha conservado una adhesión que parece indestructible respecto al concepto de reelección presidencial indefinida.
Tantas veces he dicho acá que enseño Historia básicamente para que la gente no se deje sorprender por episodios que ya han ocurrido, y que repetidos, producirán los mismos efectos. Como figura les digo a mis alumnos que si mezclan tierra con agua, tantas veces como quieran hacerlo, siempre saldrá de eso barro, y nunca flan de vainilla.
Esa lealtad que demuestra ahora Cristina y los obsecuentes que la rodean, y que ya hasta repulsión provocan, hacia la idea de la entronización en el poder, proyecta sobre la realidad de este siglo XXI la sombra de la Constitución de 1949, que era un traje a medida de las ambiciones de Perón, más allá de los avances que en materia de derechos sociales incluía. Eso no le quita valor a la convicción de que todo era una tapadera, tal como lo fueron los adelantos en la cuestión de los derechos humanos que se incluyeron en la Reforma menemista de 1994, también pensada con el único fin de permitir la reelección del riojano.
"A esa película ya la vi", es lo único que se me ocurre decir ante la idea que parece tener una parte del electorado, y por ende de la ciudadanía, respecto a que a los argentinos nos vienen como anillo al dedo los liderazgos fuertes, la reelección sin término y la concepción patrimonialista del poder (ahora debería decir "matrimonialista"), porque esos siguen siendo los fundamentos en los que se asienta la autoridad presidencial, dando a entender que preocupa más la dimensión popular de la democracia, más cercana a la demagogia, que la contención de las ambiciones de los gobernantes en defensa de las instituciones.
En esta Argentina que desciende de los barcos, ya que no reconoce unívocamente un origen étnico precolombino, parece ser que pesa mucho el antecedente de los caudillos, que gobernaban a sus pueblos hasta que se morían, los mataban, o los derrotaba en batalla otro caudillo. Justamente hoy, 3 de febrero, es feriado en Entre Ríos en recordación de la Batalla de Caseros, que en 1852 enfrentó a Urquiza y a Rosas, provocando la huida de éste y el final de sus treinta años de gobierno en Buenos Aires y en el resto de lo que por entonces era una Argentina sumida en la anarquía.
Solamente para recordar aquello que yo decía más arriba respecto a las enseñanzas de la Historia, hay que decir que Rosas utilizó desde el principio de su gestión la famosa divisa "el que no está conmigo, está contra mí", y que su gobierno era centralista, "respetuoso" de los señores feudales (ahora Capitanich, Gioja, Insfrán) siempre y cuando estos le estuviesen sometidos. Su primera medida en el gobierno, de hecho, fue suprimir la libertad de prensa y adueñarse de ella. Sin embargo este primer periodo fue solo una imagen de lo que sería el segundo, ya que hasta ahí Rosas tenía poca experiencia verdadera en la política.
El nombramiento para su segunda etapa fue confirmado por un plebiscito que dio 9720 votos a favor y 8 en contra. Se le depositó la suma del poder público de la provincia, y fue una época de terror para todos los que no estuvieran a favor del dictador. Sus opositores se debieron exiliar, en general en Uruguay, o eran juzgados aquí. La gente se cuidaba de generar cualquier motivo de sospecha, como hablar, escribir y ¡pensar!
Como para justificar un poco más el título que elegí, hay que decir que a Rosas lo favorecía el puerto único (de ahí su posterior enfrentamiento con Urquiza), y el 18 de diciembre de 1835 estableció la Ley de Aduanas, por la cual se protegían los insumos e industrias locales, impidiendo la penetración de productos extranjeros que compitieran con los del país (habría que averiguar si ya existía Guillermo Moreno), aunque se conservaba a Buenos Aires como único puerto de ultramar. Esta medida era un interesante intento de proteccionismo económico que benefició a ciertas industrias nacionales, pero que favorecía a Buenos Aires, por lo que el litoral se opuso a ellas, lo que generó una crisis económica en contra de la cual, y como ineficaz remedio, decretó cesantías en masa, rebajó los sueldos, redujo el presupuesto de la Universidad y prohibió la exportación de oro y plata, entre los más importantes. Digamos que salvo lo último, de lo cual los habitantes actuales de Famatina estarían orgullosos, el resto indica que no aprendimos nada del pasado.
Cristina juró sobre la Constitución Nacional, y hay un principio en derecho, tomado del Derecho Romano (de ahí que se enuncie en latín) que dice pacta sunt servanda (los pactos obligan). La manipulación de la legalidad, el intento repetido de borrar con discursos de ocasión la difícil elaboración de una real convivencia democrática, la serie de trascendidos y declaraciones que, como si fuera poco, comenzaron por salir de la boca del mismo Boudou, han hecho rebrotar el talante hegemónico en el corazón del oficialismo.
De hecho, con las mayorías que consiguieron en la última elección (son mayorías pero no unanimidades) podrán conseguir forzar una nueva reforma constitucional que sea no ya un traje a medida, sino un vestido de Armani para Cristina Fernández.
Y para sacarme de encima la "mufa" que este tema me genera, voy a terminar hoy con una frase que el genial Roberto Fontanarrosa inventó para que su Inodoro Pereyra la dijera en referencia a su "china", la Eulogia:
"Endijpué de tantos años, si tengo que elegir otra vez, la elijo a la Eulogia con los ojos cerrados. Porque si los abro elijo a otra".
Dr. Mario Ignacio Arcusin, para Semanario Crónica de Basavilbaso

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