jueves, 9 de febrero de 2012

Una discusión bizantina

Una discusión bizantina – Editorial del 10 de febrero de 2012
Aquellos que siguen esta página, y sobre todo los que la siguen desde hace tiempo, saben que no le escapo al tratamiento de cuestiones que de por sí resultan ríspidas. Ello me ha llevado muchas veces a enfrentamientos, pero insisto en hacerlo porque creo que la función del periodista, pero sobre todo la del que tiene encima suyo el peso de la responsabilidad editorial, es la de dar su opinión aunque en ello ponga en juego hasta sus propias relaciones sociales. De otra manera, si uno se empieza a atar a condicionamientos, terminará escribiendo acerca de las lunas de Saturno o de la insoportable levedad del ser, para nunca herir susceptibilidades. Es por eso que, a modo de paradigma de las defensoras, les pido a las madres de los involucrados que no se enojen conmigo, ya que solo estoy dando mi opinión.
Seguramente los intuitivos se habrán dado cuenta ya que voy a escribir, cuando termine el introito, acerca del aumento de los sueldos y dietas de los nuevos funcionarios y legisladores municipales, o sea los que asumieron en Basavilbaso el pasado 10 de diciembre, así como el también relacionado incremento de la plantilla de personal político en el Departamento Ejecutivo.
Justamente hace un tiempo tuve el placer de tener una discusión (y digo placer con placer) respecto a la naturaleza jurídica de la administración estatal, con quién ahora ocupa el cargo de Secretario de Gobierno y Hacienda, es decir el Prof. Roberto González. Reitero lo de placer, porque estoy convencido de que del intercambio de opiniones, hecho con respeto y fundamento, es de dónde salen las grandes soluciones a los grandes problemas.
En aquella oportunidad terminaba yo mi participación en ese intercambio de ideas con una frase que definía mi postura. Decía, entonces, "no, Roberto, no, el municipio no es una empresa".
Se reaviva, entonces, la disputa, a la luz de la decisión tomada, teniendo en cuenta que la diferencia esencial entre los métodos ordinarios de evaluación de inversiones que emplean las empresas, y su similar en la Administración Pública, es que en esta última, en este caso el Municipio de Basavilbaso, el objetivo consiste en identificar y medir las pérdidas y las ganancias en el bienestar económico que recibe la sociedad en su conjunto.
Una de las razones por las que me expongo a discutir la necesidad y la urgencia en presentar el proyecto y luego votar los aumentos y las creaciones de cargos, tiene que ver, precisamente, con eso. Si el DEM estimó que ambos eran necesarios, y luego tanto la bancada oficialista (Frente Entrerriano Federal) como los dos ediles del PJ, la votaron sin discutirla, no pueden ahora negarle el derecho a expresar su opinión contraria a un ciudadano, no en forma anónima, sino con nombre y apellido.
Debo decir, entonces, que no me parecen justificadas las razones aducidas para elevar a esos niveles los sueldos y las dietas, ni tampoco me lo parecen los de los nuevos cargos creados (no hablo de los cargos, sino de los sueldos).
Como en la sesión del Honorable Concejo Deliberante en la que se trató el tema hubo dos concejales del bloque oficialista que defendieron la iniciativa destacando y remarcando el compromiso de los funcionarios que, al igual que el jefe comunal, "no tienen horario" y "trabajan sin descanso", agregando que "es bueno saber el tiempo que el Intendente y los funcionarios le dedican a la gestión", me pareció oportuno apelar a una parábola para oponer otra visión de la cuestión.
Una parábola es una de las formas más simples de la narrativa. Evoca a un ambiente, y describe una acción y sus resultados. A menudo enfrenta a personajes en un dilema moral, para luego sufrir las consecuencias de esa elección.
Miguel Bernik se desempeñó durante muchos años en forma gratuita al frente del Coro Magnificat, para pasar a cobrar, luego, una remuneración muy inferior a la que percibían y perciben, en otros Coros Municipales, directores de iguales o menores merecimientos que él. Y, por supuesto, que en los innumerables viajes que el Magnificat hizo por los pueblos y ciudades de la Argentina y el Uruguay NUNCA (esta palabra debería ir subrayada y en negrita) recibió por parte de sus "empleadores" ni siquiera la proposición (que él no hubiera aceptado, de todas maneras) de pasar un ticket de "gastos de representación". Y eso que, doy fe, muchas veces puso su auto (pagando él su combustible), su casa, su teléfono, su mate y su yerba, sus caramelos, y, aunque cueste creerlo por raro en una sociedad poco acostumbrada a esos gestos, pagando de su bolsillo las fotocopias de las partituras que nos repartía a los integrantes.
Y su tarea anual, que finalizaba formalmente alrededor de Navidad, se reiniciaba, para pesar de su familia, poco después de Reyes, cuando pasaba a encerrarse en las habitaciones de la Casa de la Cultura, sin aire acondicionado, sin heladera para servirse algo fresco, sin secretarios y sin asesores, para preparar el repertorio que los coristas deberíamos comenzar a ensayar, invariablemente, a partir del 22 de febrero de cada año (salvo que ese día cayera en sábado o domingo), y que continuaría, durante todos los días, hasta comenzar otra vez el ciclo.
Por supuesto que la obra pública de Miguel y del Coro no se puede medir en dinero, más allá de la suma invertida. Nadie puede estimar en números el valor de haber sido el primer coro en cantar la Misa Criolla en el Teatro "3 de Febrero" de Paraná, los aplausos en varios escenarios de la Capital Federal y en Festivales Corales como los de Villa Carlos Paz, Piriápolis e Ituzaingó (Corrientes), o la distinción del Honorable Senado de la Nación, por nombrar solo los últimos en el tiempo.
La gestión municipal que culminó sus funciones el 10 de diciembre de 2011, nunca se preocupó por aclarar de qué manera continuó durante ese año (a partir del fallecimiento de Miguel el 4 de abril) la actividad del Coro, y la actual todavía no hizo público el ofrecimiento que el grupo le acercó, y que el Presidente Municipal aceptó. Quizás este debería ser el momento de hacerlo, a manera de comparación con otras actitudes y posturas.
Y si lo que queremos hablar y comparar es de representación, en Agmer (Asociación Gremial del Magisterio de Entre Ríos) los solamente 44 dirigentes que, una vez elegidos, ejercen funciones directivas con licencia gremial, cobran por esa tarea, que les insume todo el día de todos los días, sin horarios fijos, lo mismo que cobraban en sus tareas habituales (cargos docentes u horas cátedra) antes de proponerse como candidatos. Esa, me parece, podría ser una medida adecuada a seguir en todos los casos, y no lesionaría ningún interés particular, sobre todo si esto fuera conocido y aceptado antes de integrar una lista. Simplemente es un reconocimiento a lo que cada uno de los aspirantes a la función pública pudo hacer en su actividad privada para solventar su vida. Y no perderá nada, pero tampoco ganará más de lo que ganaba antes de servir a la comunidad a través de la gestión política.
Es una lástima que en un sistema democrático, que vas más allá del voto, ya lo hemos dicho, los representantes de la minoría no puedan decir lo que piensan, siendo tildados de "venenosos". Espero que no pase lo mismo con los dichos de este editorialista, porque en ese caso, para usar una expresión coloquial, estaríamos "al horno".
Para terminar, debería poner, completa, la letra de "El Orejano". Pero no me alcanza el lugar.
Dr. Mario Ignacio Arcusin, para Semanario Crónica de Basavilbaso

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