jueves, 23 de febrero de 2012

Caminante, no hay camino…

Caminante, no hay camino… - Editorial del 24 de febrero de 2012
…se hace camino al andar.
Al andar se hace camino
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante no hay camino
sino estelas en la mar...

Este poema de Antonio Machado, titulado “Cantares”, que musicalizara Serrat y lo hiciera conocer desde los ’60 hasta acá, me pareció lo más adecuado para tomar palabras de otro y describir, en parte, lo que siento al hacer todas las semanas Crónica, y la revalorización de ese trabajo a partir del reconocimiento que la comunidad le hiciera al semanario y a su director el pasado sábado, en la 26ª edición de la Fiesta del Riel, entregándome el Riel de Bronce, que recibieran antes otros amigos con tantos o más merecimiento.
Elegí este tema para el editorial de esta semana porque necesitaba compartir la alegría con aquellos que están y con los que no están, y a la vez explicarle a los que no lo saben, de qué manera mi vida personal está ligada a Crónica y a La Unión, la imprenta en la que nací (no es una exageración ni una metáfora, créanme) y en la que aprendí a querer los textos escritos, mucho antes de pisar por primera vez “mi” Escuela Nº 9.
Decía en el escenario, al agradecer el premio, que tengo guardado un ejemplar de la edición en la que mi padre, director en ese momento, y padre primerizo y orgulloso, publicó la noticia de mi nacimiento, y trazaba yo, en ese momento y en ese lugar, una línea que se continuaba en el acompañamiento de mis hijos, para completar aquél poema que recuerda “con un hijo te pago la vida que te debo”. En este caso esa línea paralela une a mi padre, a mí, a Crónica y a mis hijos, porque todos tenemos la misma sangre.
La idea de comenzar esta tercera época, a poco de fallecer mi madre, en el año 1997, no fue una simple ocurrencia relacionada con una especie de “terapia ocupacional” para mi padre, que ya le había cedido la imprenta hacía años a mis otros hermanos (que eso son, sin ninguna duda, Juan, Kiko y José), y cerrado para siempre la librería. Tengo la certeza de que en ese libro de la vida que se renueva cada año había una página destinada a cerrar el compromiso de la continuidad, para hacer realidad eso de que “se hace camino al andar”.
No era lo mismo decidir relanzar Crónica que hacer cualquier otra cosa. Cuando tenía yo apenas ocho años palpité el dolor que significó dejar de editarlo, tanto que tengo en mi memoria el editorial de tapa que escribió mi padre, titulado “Arriamos la bandera”, casi por casualidad un 29 de febrero de 1964, poniendo algo que ahora, al reescribirlo, me eriza la piel. Decía él, sufriendo: “labor ingrata la que nos habíamos impuesto, y a pesar de ello corrimos el riesgo y nos embarcamos en la tarea. Muchos fueron los sinsabores recibidos, siempre por pretender realizar nuestra labor en defensa y en pro de los intereses del pueblo, del cual formamos parte”.
Esta relectura de un texto que forjó mi educación como hijo, me hace pensar que debía haber sido él y no yo, el destinatario. Hubiese sido más justo. Quizás con esa idea fue que hice mención a que fue Crónica el último de los medios de Basavilbaso en recibirlo. Pese a ser el primero en el tiempo. Vaya a saber uno si no pensó en la escena del sábado cuando puso, en esas letras escritas con sangre hace ya 48 años: “es nuestro deseo que la bandera que nosotros hoy arriamos otros logren izarla, a fin de que Basavilbaso pueda seguir contando con un órgano periodístico en el que pueda expresar sus inquietudes, necesidades y anhelos”. Ese ejemplar amarillo por el paso del tiempo, que tengo entre mis manos para copiar sus palabras, es casi como un documento de mi identidad personal, que tuvo, como dije tantas veces, una cuna de tinta y papel. Al recibir el Riel se me atragantaron las palabras, porque debía haber mencionado, además de mi familia (que incluyó ese día, por su decisión, a mi hermana Viviana con su hija Sabrina), que estaba conmigo, y de mi tía Elena, que no pudo hacerlo pero estaba igual, a todos los que acompañaron esta tercera época desde sus comienzos, y a los que ejemplifico en Chiche, Graciela, Martín, Laura y Mario (otros Laura y Mario) que son los que hoy están. Los demás saben que forman parte de mi recuerdo permanente, porque como dice Francisco Luis Bernárdez, “lo que el árbol tiene de florido, vive de lo que tiene sepultado”.
Me impactaron mucho los saludos recibidos, por todos los medios posibles. A través del abrazo en el lugar, el mismo sábado. Por mensajes telefónicos, correos electrónicos, llamadas, comentarios en las páginas digitales y más abrazos en la calle. Como siempre, celebro aquellos que provienen de los amigos, porque uno sabe que están, pero me “pegan” fuerte los de aquellos que siendo apenas “conocidos” me hacen saber que ellos son parte del premio, porque para que yo siga escribiendo es necesario, como idea fundamental, que ellos sigan leyendo lo que escribo.
Las pasiones no se pueden explicar. Tampoco es necesario hacerlo, porque las palabras no suelen alcanzar a expresar un sentimiento. Pero parafraseando un lema que tenemos aquellos a los que nos une otra pasión (la azul y oro), estoy convencido de que Crónica “late”.
Tuve la suerte de aprender un oficio al lado de mi padre, a la par de los que trabajaban con él para llevar a su casa el pan de cada día. No fueron muchos los que pasaron en esos treinta años de “La Unión”, lo que habla muy bien tanto del patrón como de los empleados. Será entonces por eso que uno de los mensajes que más me impactó fue uno de la hija del corazón de un hermano del corazón. Con José al lado di uno de los primeros pasos en la imprenta, dando vuelta el volante de la guillotina. Con Kiko (y antes con su hermano Ramón) aprendí primero a “empastelar” y luego a componer. Más adelante me di el gusto de enseñar otros, cuando con la Toko traída de Rosario “revolucionamos” el trabajo cambiando la tipografía por el offset. Con todo el orgullo que eso me genera hoy, esos años pasados mirando por la gran vidriera de la imprenta como mis amigos se iban a jugar al fútbol mientras yo trabajaba, hacen que cuando hablo de “hacer” Crónica lo diga en el sentido literal de la palabra, ya que, aunque no me ha tocado hacerlo muchas veces, hay ediciones de este tiempo que, incluso, fueron impresas por mí, abusando de la “generosidad” de Cacho y de Alfredo.
Seguramente debería haber hablado de mis hijos de esta manera alguna vez. Lo que pasa es que el recato impone ciertas reglas que, en este caso, decidí dejar de lado, porque nuestro semanario no tiene voz propia para alabarse. Necesita que su padre, que antes fue su hermano, lo haga por él.
Es por eso que, de todas las palabras que me acercaron en este disfrute pleno que nació el sábado por la noche, elegí para terminar, porque valen de manera parecida a las palabras del inicio, las que me enviaron desde una escuela (otra pasión) para saludarme. Estas, como aquellas por Machado, fueron escritas por Gilberto Ramírez Santacruz:
Hay hombres que luchan con puño.
Hay hombres que luchan con letras.
Hay otros que luchan con puño y letra.
Gracias Nelso y Marisa por pensar que puedo ser el destinatario de esas frases.
Y en ellos las gracias a todos.
Dr. Mario Ignacio Arcusin, para Semanario Crónica de Basavilbaso

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