jueves, 16 de febrero de 2012

El fruto del árbol venenoso

El fruto del árbol venenoso – Editorial del 17 de febrero de 2012
En Derecho, la doctrina del fruto del árbol envenenado o venenoso hace referencia a una metáfora legal. La lógica de la frase es que si la fuente de la evidencia (el "árbol") se corrompe, entonces cualquier cosa que se gana de él (el "fruto") también lo está.
Esta doctrina tiene su fundamento inicial en el Nuevo Testamento, de manera que transcribo los textos correspondientes, para mayor abundancia.
“Así, todo buen árbol da buenos frutos, pero el árbol malo da frutos malos. No puede el buen árbol dar malos frutos, ni el árbol malo dar frutos buenos. Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y echado en el fuego. Así que por sus frutos los conoceréis.” Mateo 7:17-20
“Si el árbol es bueno, su fruto es bueno; si el árbol es malo, su fruto es malo, porque por el fruto se conoce el árbol.” Mateo 12:33
Ahora sí, voy a volver al tema del incremento de los sueldos de los funcionarios públicos, que tuvo su punta de lanza en Basavilbaso (y en otros lugares de la provincia también, pero soy fiel a la expresión “conoce tu aldea y conocerás el mundo”), haciéndonos dudar acerca de la legitimidad de esa suba. Pero ahora, a pocos días de dicha noticia, los medios nos hacen saber que los legisladores nacionales también iniciaron su ¿tarea? llevando sus dietas (¡mansa dieta!, diría un amigo) a un 100% más, lo que las sitúa en valores cercanos a los cuarenta mil pesos, aunque la dudas acerca de la verdadera magnitud se mantienen, ya que los ciudadanos comunes nunca pudimos saber a ciencia cierta en qué manera inciden, en lo que se llevan al bolsillo, ítems tales como el ¡desarraigo!
Mi amigo el Mono tuvo que irse a buscar trabajo a Buenos Aires por razones que muchos conocen, y que tienen que ver más que nada con la discriminación política y gremial (me hago cargo de lo que afirmo, y lo puedo probar), y sin embargo, que yo sepa, nadie le va a pagar ese rubro que sí cobran los diputados y senadores nacionales por hacer el “supremo” esfuerzo de alejarse de los suyos, aunque a ninguno le quede su casa a más de cuatro horas de avión como mucho, con los pasajes que también tienen gratis.
Y el Mono también deja su hogar, para tener qué darle de comer a sus hijas; no tiene avión para regresar los jueves y volver a la CABA los martes (de todas maneras si lo hiciera lo echan del trabajo), y seguramente contando las monedas apenas le sobrará para venir algún fin de semana en el ex Gran Capitán. ¡Y eso con suerte y viento a favor!
Lo que sucede es que otra vez nos damos cuenta tarde (algunos nos damos cuenta, mientras otros miran para el costado), de que la inmoralidad de todo esto no se encuentra solamente en los porcentajes de los aumentos, ni siquiera en su argumentación. La cuestión pasa por que otra vez estos aumentos que son casi obscenos se corresponden con una realidad que es sólo de los funcionarios y de los legisladores, y no del resto del pueblo argentino.
Yo lamento mucho que un amigo, devenido diputado nacional por el voto popular, y probadamente idóneo para esa función, a la que llegó pasando primero por todos los escalones de los que no se debería prescindir (concejal, diputado provincial, convencional constituyente), haya dicho que “no se puede ir a Buenos Aires por 19 mil pesos a representar a la provincia. Así no se puede ejercer dignamente la representación pública”, insistió, luego de repasar los costos que tiene vivir en Capital Federal y viajar con la asiduidad que se hace. Es cierto, Fabián (Rogel). ¿Pero qué le digo a mi amigo el Mono?
Porque, y en segundo término, tengo que hablar de lo inoportuno de estos aumentos, ya que estamos en los inicios de negociaciones paritarias en varios gremios estatales (acá en Entre Ríos con los docentes, por ejemplo), y yo, particularmente, estoy cansado de escuchar desde el gobierno indicaciones acerca de que debe primar la solidaridad y mesura para los reclamos de los trabajadores. ¿Y para los reclamos de los legisladores y funcionarios no debe primar la solidaridad y la mesura?
San Jerónimo, conocido como uno de los “padres latinos”, exégeta y traductor del Antiguo y del Nuevo Testamento, dijo alguna vez una frase impresionante, que me parece viene muy bien recordar al tratar este tema: “el vientre lleno discute fácilmente sobre los que pasan hambre”.
Y en medio de todo, cuando uno supone que a cierto nivel hay una prescindencia absoluta de rozarse siquiera con actitudes que parezcan corruptas, también por los medios se entera la población informada que la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP) mantuvo silencio oficial sobre el régimen "excepcional" de pagos que le concedió a la ex Ciccone Calcográfica, empresa que se ocupa de impresiones de gran nivel, y que ahora ganó una licitación para imprimir este año los nuevos billetes de cien pesos. La AFIP le otorgó ese plan durante 2010, después de lograr que la Justicia decretara su quiebra y cuando allegados a Amado Boudou tomaron el control de la firma.
Este control, ejercido a través de una empresa llamada de The Old Fund SA, que absorbió a Ciccone, se hizo mediante una maniobra tan legal e ilegítima como tantas otras que se hacen al amparo y resguardo del poder. Así, el representante de esa empresa, que firmó con el estado nacional un contrato multimillonario nada menos que para imprimir billetes de curso legal, es un jubilado de 75 años llamado Carlos Raúl Schneider, retirado de la Marina Mercante tras 27 años de servicio "y ni un peso", lo que aclara desde el jardín de su humildísima casa, la más humilde de toda la cuadra, de Longchamps, a una hora de viaje al sur de la Casa Rosada.
Schneider, seguramente sin saberlo, y otros plenamente conscientes de lo que hacen, como Alejandro Paul Vandenbroele, el abogado al que su mujer, Laura Muñoz, señaló como amigo, presunto "testaferro" y gestor de negocios de Amado Boudou, son los que hacen posible que el Vicepresidente de la Nación, a dos meses de ejercer la función, y habiendo estado durante veinte días a cargo de la primera magistratura, esté altamente sospechado de evasión impositiva, malversación de caudales públicos y mal desempeño de sus funciones.
Por supuesto que al lado de esto los aumentos de sueldos y dietas parecen un cuento infantil. Pero una cosa no desmerece a la otra. Las dos son graves para la democracia, por lo menos para aquellos que la entendemos como algo más que discursos de campaña y elecciones. La democracia como modo de vida implica el blanqueo de lo público para que nadie pueda imaginarse que se usa la gestión política solo para enriquecerse a sí mismos, o a sus parientes, que también de esos tenemos por acá alrededor.
Me hubiese gustado hablar de cosas más positivas, como por ejemplo alabar aumentos a los maestros que ganan dos mil trescientos pesos por mes, viajando “a dedo” cinco días a la semana por caminos de tierra o en canoa por los arroyos y riachos de nuestra Entre Ríos. Esos sí que pueden decir que por y para hacer Patria se les debe dignificar la tarea y la remuneración. Y sin embargo esos mismos que se aumentan sus propios sueldos hacen que, siendo educadores, se sientan excluidos, y parte lisa y llana de la masa marginada del país.
Como cantaba Ignacio Copani, antes de venderse al poder: “¿Cuándo será al revés?
Dr. Mario Ignacio Arcusin, para Semanario Crónica de Basavilbaso

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