jueves, 4 de agosto de 2011

Cruel en el cartel

Cruel en el cartel - Editorial del 5 de agosto de 2011
Cruel en el cartel,
la propaganda manda cruel en el cartel,
y en el fetiche de un afiche de papel
se vende la ilusión,
se rifa el corazón...

Así reza la primera estrofa de un conocido tango de Homero Expósito, que me sirve hoy como preludio al desarrollo del tema, y del que, también, saqué el título.
Hasta hace poco tiempo todavía eran los actos masivos la manera más contundente de hacer proselitismo político. Y no sólo eso; luego la cantidad de gente que concurría era la medida de la "voluntad popular", sobre todo cuando los mismos se realizaban los últimos días previos a una elección. Era una especie de "boca de urna" que casi nunca fallaba. Así pasó, por ejemplo, con el acto de cierre de campaña de la fórmula Lúder-Bittel, célebre (¡tristemente célebre!) por la quema del ataúd con la sigla UCR por parte de Herminio Iglesias, en ese momento ¡candidato a gobernador de la Provincia de Buenos Aires!
Yo tengo la experiencia de haber estado en varios de esos multitudinarios actos, en los que se palpaba de cerca el valor de la militancia y de la presencia. Por obvias razones de filiación política que nunca oculté, estuve en todos los mitines que acompañaron la candidatura de Raúl Alfonsín, a partir del acto en el Luna Park el 7 de diciembre de 1982, en el que nació, como un "abrazo a la distancia", el gesto de las manos entrelazadas, que se volvería un ícono.
El cierre de la campaña de la fórmula Raúl Alfonsín-Víctor Martínez fue el miércoles 26 de octubre de 1983, cuatro días antes de las elecciones (costumbre que resaltábamos como común más arriba). La misma había sido proclamada el 30 de julio de ese mismo año, tras resolverse las internas dentro de la UCR, sin necesidad de este invento macabro al que todos tendremos la obligación de acudir el próximo 14 de agosto.
Durante las semanas previas, el radicalismo había realizado un acto en el estadio de Ferro con unas 70.000 personas (en el que también estuve). Como a las cosas hay que decirlas, es bueno recordar que ese día la UTA (Unión Tranviarios Automotor), gremio que nuclea a los choferes de colectivos urbanos, decretó un "paro nacional" (después de que por 7 años no le había reclamado nada a los militares) pensando que así iban a boicotear el acto. Y les salió mal, porque lo único que lograron fue aumentar la fiesta. La gente fue igual, en auto o caminando. Y los que iban en auto paraban para que la gente se subiera.
En el cierre de campaña, que se hizo en la Plaza de la República, en el Obelisco, el 26 de octubre, se reunieron miles de personas. Según el anuario "Argentina 1983" del Centro Editor de América Latina, "si bien todos coinciden en remarcar lo imponente de la concentración, las cifras sobre asistencia varían notablemente según los medios: 420.000 (La Época), 500.000 (La Voz), 600.000 (Tiempo Argentino, Ámbito Financiero), 800.000 (El Cronista Comercial, Buenos Aires Herald y la agencia DyN), 969.000 (La Prensa) y 1.500.000 según los organizadores. (…) No importa realmente saber el número exacto, sino la incidencia que esa masividad tuvo sobre el resultado final.
Rescato del discurso de Alfonsín ese día, que obviamente todavía me conmueve, una frase que, casi treinta años después, tiene plena vigencia:
"Y que nadie se equivoque, que la lucha electoral no confunda a nadie; no hay dos pueblos. Hay dos dirigencias, dos posibilidades, pero hay un solo pueblo. Así, lo que vamos a decidir dentro de cuatro días es cuál de los dos proyectos populares de la Argentina va a tener la responsabilidad de conducir al país. Y aquí tampoco nadie debe confundirse. No son los objetivos nacionales los que nos diferencian sino los métodos y los hombres para alcanzarlos. (…) Lo que vamos a decidir es cuál de los dos proyectos populares está en condiciones de lograr la libertad y la justicia social, sin retrocesos, para éstas y las próximas generaciones de argentinos."
Y quiero recordar también, sobre todo para esclarecer a los más jóvenes, a quienes se les quiere hacer creer que la democracia y los Derechos Humanos se inventaron en esta década en un laboratorio de Río Gallegos, otra parte de esa sensacional obra maestra de la política argentina, nunca igualada hasta ahora, mal que les pese a los detractores, tanto extraños como propios (eso quiere decir tanto justicialistas como radicales, por si no se entendió), que ese día Raúl Alfonsín criticó a los que afirmaban que era Perón quien iba a ganar las elecciones, rememoró el vacío de poder y la violencia que generó su muerte y lo que significó la dictadura, que caracterizó como "el régimen más oprobioso" de nuestra historia, haciendo un llamado a la tolerancia, la no violencia y resaltando los valores de la libertad y la democracia. Manifestó su voluntad de trabajo para los más desposeídos y su compromiso porque no hubiera un solo chico con hambre, e hizo un llamado a la unión sin distinción de banderas para que nunca volviera a ocurrir un golpe militar. ¡Genial!
El acto de Lúder, el 28 de octubre de ese año, frente a una multitud contabilizada entre 800.000 y 1.200.000 personas, también fue imponente, pero sin dudas, la quema del cajón por parte de Herminio Iglesias mostró a la sociedad la violencia que no se quería más. Y eso que me consta que la gente común iba cantando a la democracia y la libertad. Pero los dirigentes no supieron interpretar eso y volvieron al camino de la confrontación.
Hace bien recordar, nos refresca el alma, al menos a aquellos que como yo creemos que la democracia es la mejor apuesta, aunque aún a veces pareciera que no hemos terminado de entender cómo funciona.
No es casual, entonces, la elección del título y la del tango y su letra. En esos casi treinta años algunas cosas han cambiado para peor. Pareciera que nadie se animara a discutir seriamente acerca de la responsabilidad que les cabe a quiénes apelan a la mezcla de la cosa pública con la cosa partidaria, tanto cuando se trata de dinero como cuando se trata de especies.
"No es culto a la personalidad, es un culto a la obra", dijo Aníbal Fernández, y ¿razonó?: "Se hizo toda la vida".
"¿Qué tiene de extraño?", se preguntó Fernández, el brillante Jefe de Gabinete (hasta que deje de serlo) durante una entrevista con Radio Mitre. "Lo que se está haciendo no es otra cosa que lo que se hace en todos los carteles. Lo hacen los gobernadores, los intendentes, los presidentes. Se hizo toda la vida", expresó, en una reedición del viejo adagio legal que asegura que "a confesión de parte, relevo de pruebas".
No me gustan los carteles. ¿Parece que quedó claro, no? Básicamente porque su uso contradice expresamente el texto del art. 42 de la Ley de Ética Pública, que establece que la publicidad de los actos y obras de gobierno no podrán contener "nombres, símbolos o imágenes que supongan promoción personal de las autoridades o funcionarios". ¡Oh!
Porque si es por anunciar obras en los carteles, recuerdo uno que decía:
"Dentro de poco tiempo se va a licitar un sistema de vuelos espaciales mediante el cual, desde una plataforma que quizás se instale en Córdoba, esas naves espaciales se van a remontar a la estratósfera y desde ahí elegir el lugar adonde quieran ir, de tal forma que en una hora y media podamos estar desde Argentina en Japón, Corea o en cualquier parte del mundo"
Dr. Mario Ignacio Arcusin, para Semanario Crónica de Basavilbaso

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