jueves, 6 de enero de 2011

Ucronías

Ucronías - Editorial del 7 de enero de 2011
La ucronía es una forma de escribir que podríamos llamar "historia alternativa", y que se caracteriza porque la trama transcurre en un mundo desarrollado a partir de un punto en el pasado contado de forma diferente a como ocurrió en realidad (por ejemplo: los vencidos de determinada guerra serían los vencedores). La ucronía especula sobre realidades alternativas ficticias en las cuales los hechos se han desarrollado de diferente forma de como los conocemos. Esa línea histórica se manifiesta a partir de un evento extensamente conocido, significativo o relevante, en el ámbito universal o regional. Ese momento o evento común que separa a la realidad histórica conocida de la realidad ucrónica se llama punto Jonbar.
Así, por ejemplo, relatar una ucronía sería describir una realidad en la que no se hayan extinguido los dinosaurios, u otra en la que los aliados pierdan la Segunda Guerra Mundial. Vale decir que, así como utopía es lo que no existe en ningún lugar, ucronía es lo que no existe en ningún tiempo.
A nosotros se nos fueron ocurriendo algunas en estos días, y las fuimos acumulando, para, aunque no estén absolutamente relacionadas entre sí, construir con ellas una demostración de que hay muchos políticos argentinos que pretenden hacernos comer gato por liebre.
"Qué lindo que va a ser/el hospital de niños/en el Sheraton Hotel", decía uno de los cánticos de base de las marchas de Montoneros en los '70. Esta afirmación, que es en sí misma un ejemplo de ucronía, era sostenida por militantes que, en su mayoría, provenían de clases "acomodadas", y decidieron volcarse a la militancia política, principalmente en aquellas corrientes que proponían tiros, pasamontañas, sobrenombres y explosivos. Muchos de ellos, los que sobrevivieron a la masacre ejecutada por un ejercicio genocida del poder encabezado por asesinos que no merecen el perdón de nadie, están ahora ejerciendo el gobierno sin recordar ni sus palabras ni sus juramentos de otrora. Si la Historia fuera una ciencia que permitiera el retroceso en el tiempo a fin de verificar los errores anteriores y actuales, seguramente no se podría sostener por demasiado tiempo la imagen de que el kirchnerismo es progresista.
Si bien lo que todos conocemos como "historia argentina verdadera" tiene mucho de ficticia, eso no nos debe dar pie para que estemos, doscientos años después, pretendiendo hacer lo mismo. De esta manera, si no aclaramos rápidamente la confusión y la dejamos escrita, las generaciones futuras creerán que el tango Cambalache era en realidad el Himno Nacional Argentino.
Como para empezar por algo, vamos a tomar las declaraciones de Mauricio Marci y de su jefe de Gabinete, Horacio Rodríguez Larreta, acerca de la situación del Parque Indoamericano y la culpabilización a los inmigrantes de países limítrofes, que nos retrotrae a debates de los años noventa o a las políticas de la dictadura militar que parecían superadas. El expresidente (si, está bien escrito, ahora se pone todo junto) de Boca (¿por qué no se quedó ahí?) dijo, textualmente, que "en la Argentina sobran bolivianos". Obviamente que desde la flor y nata de este gobierno que supimos conseguir se lo catalogó inmediatamente de xenófobo (lo es, indudablemente), y en esa burda imitación de programa televisivo que dieron en llamar "6,7,8" se lo comparó con cuanta rata apestosa estuviera circulando por la tierra.
Entonces queremos hacer el ejercicio de cruzar historia con ucronías, porque es casi inmanente en la idiosincrasia argentina tender a considerar como extranjeros a los hijos argentinos de los bolivianos, también a los jujeños y, finalmente, a todos los que tengan alguna ascendencia indígena. Esto se debe a que la exclusión social y la desciudadanización (si se nos permite el neologismo) tendieron a extranjerizar a los pobres en general, produciendo una gran paradoja: ¡los descendientes de los pueblos que vivían en América antes de la llegada de los colonizadores son considerados por los más poderosos, descendientes de los europeos, como inmigrantes!
Por más que en ese engendro televisivo que ya hasta tenemos miedo de nombrar (así como en los '90 se le decía "Méndez" al presidente porque mencionar el apellido era "yeta") no se recuerde el hecho, y los ya no demasiados obsecuentes (pero que los hay los hay) miren para otro lado, lo cierto es que hace no mucho tiempo, más precisamente en diciembre de 2009, integrantes de la comunidad boliviana llevaban el féretro de un albañil muerto en un hecho de inseguridad (presumiblemente "gatillo fácil policial") hacia Lomas de Zamora y decidieron pasar por Plaza de Mayo para protestar por tan absurda muerte. En ese momento se encontraba Hebe de Bonafini haciendo su programa radial frente a la Casa Rosada. Inmediatamente, la defensora de los DDHH se abalanzó sobre el féretro del albañil al grito de: "váyanse de nuestra Plaza, bolitas hijos de puta" (optamos por la transcripción textual aunque procaz, en bien de la historia y las ucronías) y forcejeando ella con algunos hombres de la comunidad boliviana, como si el monopolio de los DDHH fuera exclusivo de este personaje, gritaba: "váyanse bolivianos de mierda" (otra vez textual, por las mismas razones).
Vemos, a esta altura, que la intención de desgranar varios ejemplos se va a quedar en eso: en la intención. Pero vamos a proponerles, aunque sea, y dejando otros casos para más adelante, ya que las ucronías son casi infinitas, una más cercana en tiempo y en los afectos.
La semana pasada, a propósito de un problema con una empresa de transporte colectivo de pasajeros, usufructuaria del terreno abandonado por el estado al privatizar los ferrocarriles, hacíamos una breve mención a esa falta de memoria que demuestran algunos para recordar quién tomó la decisión de hacerlo. Queremos volver, entonces, un poco sobre el tema, ya que parece ser Entre Ríos la provincia que está encabezando la marcha atrás en esa decisión, advirtiendo (tarde pero seguro) que fue un error dejar las vías muertas (todas, no solo las técnicamente llamadas así), las estaciones abandonadas y los usuarios sin servicio. Más allá de que pueda ser objetable la forma en que se está haciendo, sobre todo en lo que tiene que ver con la adquisición del material rodante (en la calidad, la cantidad y la forma), nosotros nos quedaríamos conformes, en principio, si hubiera un elocuente mea culpa de parte de los funcionarios que ahora ponen tanto empeño en crear entes ad hoc para la reactivación ferroviaria como el que pusieron para esconderse y no dar explicaciones cuando cerraron los ramales. Ese tren que ahora se publicita entre Paraná y Concepción del Uruguay andaba sin tanta alharaca allá por los principios de la década del '90, hasta que un presidente peronista decidió su final abrupto, intempestivo y fatal.
En nuestra ciudad, en la que los que aquí nacimos tenemos rieles en el lugar de algunas venas, hay en el predio que una vez (hasta aquella infeliz decisión) tuvo vida ferroviaria, un tanque elevado que tenía una borrosa inscripción. En aras de la publicidad de las obras, el gobierno municipal decidió repintarlo, dejando en evidencia el texto, que reza: "Perón creó el II Plan Quinquenal. El pueblo debe realizarlo". Un amigo observador, sabiendo que me podía servir el dato, pero ignorando esto de las ucronías, me hizo notar la contradicción entre ese destacado texto (que, dicho sea de paso estuvo iluminado unos días, pero ya no. ¿Por qué?), y el escenario que le da fondo: los talleres desmantelados, el material rodante oxidado, la mesa desaprovechada. ¡Ahí lo único que crece son los yuyos! Eso no fue lo que se quiso hacer en el Plan Quinquenal, así que aunque sea por un poco de vergüenza ajena, quienes se adjudican el rol de herederos de Perón, deberían ser más cuidadosos. O en todo caso leer la parábola del hijo pródigo. ¡Pero toda, eh!
Porque no se puede ser al mismo tiempo incendiario y bombero.
Dr. Mario Ignacio Arcusin, para Semanario Crónica de Basavilbaso

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