viernes, 31 de diciembre de 2010

Viejo Expreso

Viejo Expreso - Editorial del 31 de diciembre de 2010
Basavilbaso ha sufrido hasta casi su desaparición como pueblo por la decisión tomada por el gobierno peronista del Dr. Carlos Menem, allá por el '92, de cerrar los ferrocarriles por considerarlos deficitarios.
Tenemos varios editoriales escritos y firmados en los que demostramos que eso era una falacia, ya que el supuesto déficit (sólo económico) que producía la explotación por parte del estado del trasporte de pasajeros y carga, siguió existiendo bajo la forma de subsidios a las empresas que devinieron en concesionarias, con la única condición de compartir lazos familiares o de amistad con los dueños del poder. Desde el gobierno, en aquél entonces, nunca se dijo que son deficitarios desde el punto de vista económico en casi todas las partes del mundo, por lo menos aquellos que cumplen una función social (obviamente que no los que llevan gente a las pistas de esquí, por ejemplo). Pero es justamente por esa función social que no cumple ningún otro medio de transporte (ya lo verán más adelante en esta misma página) que los países adelantados lo mantienen en vigencia.
Una de las consecuencias queridas de esa decisión conjunta de privatizar y cerrar ramales, fue la de que creció a valor exponencial el transporte por vía terrestre, tanto de pasajeros como de carga, usufructuando la abrupta falta de oferta que significó el hecho de que de un día para el otro dejaran de circular convoyes de treinta o más vagones, los que debieron ser sustituidos por otros tantos camiones o colectivos, según el caso.
Esta forzada opción no sería tan preocupante si no hubiese tenido como correlato algunas otras realidades que hasta el día de hoy conviven con nosotros, y que lejos de mejorar nuestra vida la han empeorado.
Nunca nadie estudió, con la finalidad de encontrarle una solución, y no por la mera anécdota que justificara un documental fílmico o un más o menos serio artículo periodístico, la crisis social, cultural y económica que generó en pueblos como el nuestro, "nacido a la vera del ferrocarril", el cierre de un día para el otro de una fuente de trabajo que ocupaba a casi mil personas, que fueron a incrementar, también de un día para el otro, la cifra de desocupados, subocupados, cuentapropistas, clientes políticos, empleados públicos innecesarios, etc. (etcétera quiere decir, en latín "y lo que falta", y acá lo que falta, hablando de consecuencias, es mucho todavía). Esta situación, si hubiera provenido de un gobierno de facto o de signo político no peronista, hubiese sido catalogada, seguramente, como el tercer genocidio del siglo 20, y sus autores materiales e intelectuales hubiesen terminado sus días en la cárcel, sin que ninguna ley pudiera ampararlos bajo el manto de la obediencia debida o el punto final. Los organismos de DDHH afines al actual gobierno, y los medios periodísticos gráficos, radiales y televisivos obsecuentes se regodearían haciendo el panegírico de quienes lucharon y dieron su vida (quizás no heroicamente, pero la dieron al fin) enfrentando al poder político y económico que entregó un baluarte de nuestra soberanía nacional.
Pero no. Como el gobierno era del Partido Justicialista, las reacciones no fueron tales. Todo el mundo "se comió el garrón", y las tibias expresiones en contra de esas medidas, cuando se escucharon, débilmente, ocultaron que Menem era, al mismo tiempo, presidente del PJ, con lo cual asignarle la responsabilidad de las medidas neoliberales de los '90 a un supuesto "menemismo", es poco menos que sacarle el cuerpo a la identidad política. Por más que tenga entre sus 20 verdades una que dice "como doctrina económica, el justicialismo realiza la economía social, poniendo el capital al servicio de la economía y ésta al servicio del bienestar social".
Cuando uno, leyendo la política argentina, se asombra del poder adquirido por Hugo Moyano y sus hijos, no puede dejar de relacionar el hecho de que aquella (la decisión de cerrar los ramales) fue la causa para estos efectos (el crecimiento de un poder hegemónico en las rutas argentinas, "gracias" a la eternización gremial en camioneros y peajes). Y como solemos decir, uno no puede primero exaltar las causas y luego agraviarse por los efectos.
Algo parecido sucede con el trasporte público de pasajeros, que en ese mismo tiempo, y aún sin una figura emblemática a su frente (por lo menos no abiertamente, pero sí en materia de especulaciones) dejó casi todo el servicio de colectivos en manos de una sola empresa, que como una flecha disparada al viento conquistó mercados impensados, directamente con su nombre o bien adquiriendo otras que, tras largos años de lucha competitiva, debieron ceder el dominio económico conservando su nombre, en el mejor de los casos. Eso hace que, tal como sucede con algunos medios de comunicación periodísticos, uno no sepa que se trata de la misma comida con distinto olor. Pero, como estamos entre amigos, no se escucha ningún reclamo desde el kirchnerismo para terminar con éste que sí es un monopolio, muy fácil de probar.
Esta larga introducción sirve para entrar en el tema central, por lo menos desde el aspecto coyuntural, y que termina por magnificar la insólita y precaria situación en que se encuentra la prestación del servicio en la Argentina, y, lo que es peor, su control.
Una integrante de la familia tomó el pasado jueves 23 el micro de la empresa Nuevo Expreso, que sale de Santa Fe a las 12,40 y debe llegar a Basavilbaso a las 17 hs. Recuerde el amigo lector, y sépalo aquél que no es de acá, que ese fue uno de los días más calurosos del año, con temperaturas por encima de los 36°C. A poco de emprender el viaje se notó que no funcionaba el aire acondicionado, lo que ameritó que, una vez ingresado a la capital de nuestra provincia, se dirigiera a los talleres de la empresa (¿San José?) para arreglarlo. Luego de más de una hora demorada en ese propósito, y aún cuando se informó que estaba solucionado el problema, la temperatura interior del vehículo era, seguramente, cercana a los 60°C, ya que no solo nunca funcionó el sistema, sino que, además, era imposible abrir las troneras que, en el techo del vehículo, sirven al doble propósito de circulación de aire y salida de emergencia. ¡Estaban obturadas con un sellador!
Al llegar a Crespo, ya eran para esto las 16 hs. y estaban todavía a más de 150 km. de Basavilbaso, la situación se hizo insostenible, tanto por la precariedad de la prestación, cuánto, más que nada, por la difícil situación de los pasajeros, al borde de la asfixia, y que no recibieron de parte de la empresa ni siquiera una bebida fría para paliar los efectos del calor.
A través del teléfono celular, y aprovechando la facilidad que la profesión de este editorialista le brinda, una vez puesto en conocimiento del tema se inició una serie de contactos que comenzaron primero con la empresa, a fin de que cambie el vehículo y atienda mientras tanto a los viajeros como seres humanos y no como bestias. Allí el resultado fue nulo, acompañado de malos tratos y burlas. Continuó, entonces, en la Comisión Nacional de Regulación del Transporte (CNRT), desde donde, no obstante la cordialidad, nos reconocieron que nada podían hacer al respecto, cuánto más no sea tomar la denuncia y luego aplicar sanciones. ¿Tardías?
Recurrimos, entonces, a nuestra policía provincial, en este caso a la Departamental Nogoyá, que, aunque parezca mentira, pudo hacer lo que otros no. Que el vehículo quedara en esa ciudad, impidiéndose su circulación en ese estado. Los pasajeros llegaron finalmente a Basavilbaso a las 19,30 hs., en otro servicio. La tramitación del reclamo sigue en marcha, y terminará, seguramente, dentro de 60 días, con la devolución del importe del pasaje a aquellos que todavía conserven el comprobante. Y encima estarán obligados a decir ¡Muchas Gracias!
Si los controles funcionaran, el servicio debería haber sido abortado y prestado con otro vehículo, ya al salir de Santa Fe. Todo lo demás es consecuencia de la negligencia, la impericia y la inobservancia de los deberes, y constituye, en materia legal, un caso de culpa, por omitirse la conducta debida para prever y evitar un daño.
¿Se acuerdan de Cromañón?
Dr. Mario Ignacio Arcusin, para Semanario Crónica de Basavilbaso

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