jueves, 4 de noviembre de 2010

Thánatos

Thánatos - Editorial del 5 de noviembre de 2010
Los argentinos somos proclives a sublimar a la muerte y a sus efectos. Alguna vez hemos marcado acá cómo se han dado las cosas para que las fechas más importantes de nuestra historia, sobre todo las referidas a los próceres que construyeron la Patria, tienen que ver con el día de su fallecimiento. Uno pensaría, más sensatamente, que San Martín merece la gloria por haber nacido, y no por haber muerto. Indiscutiblemente. Como Belgrano, o como la Bandera que creó, ya que ambos son reverenciados el 20 de junio, y casi nadie se acuerda ni de la fecha en que se enarboló por primera vez, ni la del nacimiento de su creador. La cuenta podría seguir con personajes un poco más discutibles, o, por lo menos, menos intocables. Pocos saben cuándo nació Sarmiento, porque de él se habla el 11 de septiembre, ni tampoco se conoce demasiado públicamente la de Yrigoyen ni la de Perón, pero sí las de la muerte de ambos.
Entonces no es casualidad que ante desapariciones físicas como la del Néstor Kirchner hace pocos días, repitiendo a poco más de un año lo ocurrido con Raúl Alfonsín, aquellos que los denostaban y para quienes no había en el mundo nada peor, olvidaron sus ideales y se convirtieron, hipócritamente en admiradores del muerto.
Y, por el contrario, y esto es quizás más grave si es que se puede serlo, los que pretendieron (pretendimos) permanecer fieles a nuestras ideas, y para los que no cambia para nada la postura respecto a una persona, o respecto a sus actos, antes o después de muerto, fueron (fuimos) tildados de gorilas.
Otra vez debemos reiterar que nunca terminamos de entender bien el significado de este concepto. Según cuenta la leyenda política, siempre tan ligada al mundo artístico, estaba de moda una canción que, en su estribillo, decía “deben ser los gorilas, deben ser…”, y eso fue tomado como latiguillo para definir a los que no pensaban igual que el oficialismo peronista de los ’50.
Si hasta el subsecretario de Derechos Humanos de nuestra provincia arriesgó que la mirada crítica respecto a la gestión de Kirchner, y, por ende, la falta de actitudes genuflexas ante su féretro, constituían actitudes “gorilas”. ¡Andá!
La verdad es que a mí Kirchner nunca me gustó, ni como persona ni como político. Y siempre me quedó la íntima sensación de que ni aún aquellas cosas que hizo bien las hizo sin “dar puntada sin hilo”. Creo (estoy persuadido, homenajeando a Alfonsín) que toda su vida de dirigente político estuvo caracterizada por la impronta del enriquecimiento, suyo y de sus amigos.
La frase de Antonio Cafiero, que utilizara recientemente el concejal Arévalo en su encendido discurso, le cabe perfectamente. Es cierto que “hoy hay muchos políticos que tienen intereses permanentes y que por ahí renuncian a sus convicciones”. Lo que yo particularmente no creo,y por eso no coincido con Martín, es que Kirchner haya sido “un político de convicciones permanentes”.
Y ojo que respeto muchísimo el dolor de los peronistas, especialmente de los que siguen perteneciendo al Frente Para la Victoria porque no cortaron la cadena. Y no me voy a quedar tranquilo si se llevan estos conceptos para el lado equivocado. Creo que hay muchos argentinos que creen firmemente en la claridad de la gestión de Néstor Kirchner, así como yo y tantos otros seguimos creyendo que a Raúl Ricardo Alfonsín lo hizo renunciar un golpe de estado institucional producto de una alianza entre el sindicalismo que le hizo 14 paros y el PJ, que, todavía con la sangre en el ojo por la derrota del ’83, no dudó en contribuir a elucubrar sádicas maquinaciones que llevaron a los saqueos y al descontrol de los mercados, solo para adelantar el traspaso del poder y dejar a los radicales como modelo de la ineficacia en el gobierno.
Como he dicho tantas veces, tengo material documental suficiente que abona este criterio, y hoy a través de Internet, con un adecuado conocimiento del uso de los buscadores, pueden encontrarse declaraciones de “ilustrísimos” personajes que ahora se rasgan las vestiduras en defensa de la democracia y de los derechos humanos, pero tienen guardada su propia basura debajo de la alfombra.
No me gustó para nada la frase de la Presidente de la Nación, Cristina Fernández, dicha dentro de los que los abogados conocemos como “días de llanto y luto”, en la que se pone en el privilegiado lugar de los Salvadores de la Patria. Ese “siento que de mí depende la suerte de todos. Y también siento otra responsabilidad, la de hacer honor a su memoria y su gobierno, que cambió al país”, es, por lo menos, y para mi disgusto, una regresión a la idea de “el Estado soy yo”, y de la adelantada proclamación de prócer de su marido.
Kant, que de esto sabía, y en serio, dijo alguna vez, con cierta crueldad: “¿Qué recuerdo queda de los hombres? Una hora de trabajo para el marmolista”.
Y dentro de ese esquema de autosatisfacción que proclama la Señora Presidente, ¿se encuentra encuadrado también el festín que hicieron el viernes, con el cuerpo de Kirchner todavía caliente, ciertos personajes del gobierno nacional, bailando y tomando, y profiriendo insultos contra Cobos, por ejemplo? ¿Por qué nadie salió a explicar los dichos del “Ministro de Relaciones Exteriores y ¿Culto?”, Héctor Timerman, hijo de un periodista perseguido por la dictadura y víctima de la intolerancia y la discriminación? ¿O es que nadie se enteró que esa “fiesta” terminó con el canciller cantando al micrófono, a los gritos: "¡Andate, Cobos, la puta que te parió!”, mientras lo aplaudían Carlos Tomada, Ministro de Trabajo y Nilda Garré, Ministra de Defensa? ¿O vamos a terminar diciendo y creyendo que a eso no lo dijo Timerman sino el Concejal Rinaldi?
¡Y acá se suspendió el festejo de los 50 años del hospital, mientras estos sátrapas cantaban y bailaban! ¡Y yo soy gorila si lo digo!
Pregunto: ¿Para qué le propusieron a Cobos integrar la fórmula presidencial? ¿Acaso no sabían que era radical? ¿Pretendían hacer una transversalidad o en realidad querían cooptar a la mayor cantidad posible de opositores para bajar los riesgos? ¿Firmaron acaso un contrato con Cobos en el que se le impedía pensar distinto? ¿El “arreglo” incluía el silencio a cualquier costo? ¿Dónde está la cláusula constitucional que obliga al vicepresidente a pensar igual que el titular del PE? ¿Y dónde la que lo obliga a renunciar por pensar distinto?
Ahora comienzan las reuniones para “acompañar a Cristina” y “al modelo”. Nuestro destino está en manos de tipos como los que salen en esas fotos, reunidos para salvarnos, y uno, en serio, teme no sólo que no sepan cómo salvarnos, sino que ni siquiera les interese.
Y a mí me asusta que este modelo esté en las manos repudiables de estos nuevos ricos (políticos y gremialistas) que se empeñan en hacernos creer que son revolucionarios (¡no alcanza con poner la foto del Che!) pero se olvidan de cambiar ellos mismos, y continúan enriqueciéndose de una manera escandalosa, pero diciendo que trabajan por los pobres.
Al Paraíso, promete la Iglesia, van a ir todos los justos.
Pero, ¿cómo se sabe hoy qué es ser justo?
Si los presidentes lo supieran estaríamos más relajados.
Y ellos, los de ayer, los de hoy, los de siempre, no tendrían que lamentar las encuestas ni el inevitable reparo de la Historia.
Dr. Mario Ignacio Arcusin, para Semanario Crónica de Basavilbaso

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