jueves, 18 de noviembre de 2010

No aclare que oscurece

No aclare que oscurece - Editorial del 19 de noviembre de 2010
Nota de la Redacción: Este editorial es continuación del anterior, titulado "El Hospital de algunos", por ser respuesta de la carta que nos enviara el Dr. Sergio Giordanengo, director del Hospital local. La misma está transcripta al pie del presente, para que aquellos que no acceden a la versión impresa de Crónica comprendan mejor el texto.
En esta misma edición de Crónica publicamos una nota firmada por el Director del Hospital "Sagrado Corazón de Jesús", Dr. Sergio Giordanengo, en respuesta a mi editorial de la pasada semana titulado "El Hospital de algunos".
Desde que mi padre decidiera reiniciar la edición de este semanario, que se había discontinuado en 1964, escribí y firmé 674 páginas de pensamiento libre, sin que nunca me condicionara ni mi filiación política, ni mi militancia gremial, ni mucho menos (muchísimo menos) mi fe religiosa. Solo una vez, al poco tiempo de comenzar esta tercera etapa, mi padre me "sugirió", al leer el original, que cambiara algunas cosas que podrían ser consideradas irritativas, y le rompí la hoja en la cara, como signo de que de ninguna manera iba a aceptar límites a mi forma de pensar.
Nunca creí tener la absoluta verdad de mi parte, pero acostumbro a escribir acerca de cuestiones que me llegan al alma, sin que haya prejuicios respecto a las temáticas que abordo.
Pero, sin embargo, y no obstante el respeto a este principio insoslayable, hay algunas situaciones que me ocupan más que otras, por la importancia coyuntural que les otorgo, pero, más que nada, porque considero que sus consecuencias mediatas son imposibles de predecir si no las analizamos a tiempo y lo más descarnadamente que podamos.
Entre esas se encuentran, sin dudar, las que tienen que ver con la política, en tanto "arte de gobernar para el bien común", y con las prácticas religiosas, en tanto derecho de la persona anterior al Estado, y que el Estado no solo no puede impedir, sino que además debe amparar, ya que para eso él ha sido constituido.
Lo que pretendo, al decir esto, es que quede claro que mi opinión al respecto es que el Estado de ninguna manera se debe entrometer en la conciencia religiosa de sus súbditos, sino todo lo contrario. Debe dejarlos en libertad de practicar su religión de acuerdo a su conciencia.
Cuando el Estado se confiesa laico debe respetar por igual a todas las personas en sus creencias y prácticas religiosas, con la sola limitación de que no se lesione el bien común, es decir el derecho de los otros y las condiciones morales o humanas públicas de la convivencia.
Hacer lo contrario, teniendo en cuenta que los extremos se tocan, sería virar peligrosamente hacia una sociedad política materialista, atea y sin religión.
He tratado siempre de ponerme a cierta distancia de las tentaciones fáciles, que podrían llevarme a aprovechar el tiraje para hacer convocatorias o incitar al pensamiento lineal de los lectores. Y es por eso que siempre escribí lo que pensaba, y seguramente seguiré escribiendo lo que pienso. Sin ambages y en el lenguaje coloquial que utilizo cotidianamente para dar clase, para hablarle a mis hijos o para opinar en congresos. Creo que nunca ha quedado ninguna duda acerca de lo que pienso respecto de algún tema, ¡y son varios los que he tocado en estos trece años!
Obviamente que hay en este recorrido algunas recurrencias, y tienen que ver con mi formación racional. Sólo el ignorante vive tranquilo en un mundo supersticioso, poblándolo de absurdos temores y de vanas esperanzas. Es crédulo, y si alguna vez duda, prefiere seguir mintiendo lo que ya no cree. Y si descubre que es cómplice de mentiras colectivas, calla sumiso y acomoda a ellas su entendimiento.
Acepto y publico la respuesta del Dr. Giordanengo, porque entiendo que compartimos la pasión por desestimar la ilusión de poseer verdades absolutas tanto como la de poner todo el esfuerzo en la búsqueda de las verdades relativas, sin acatar nada que excluya el control de la experiencia y la crítica. Y es por eso, también, que le contesto.
Pero no puedo aceptar, de ninguna manera, que pretenda desestimar mi reproche con la exclusiva fundamentación de que es único, como si la unicidad fuera sinónimo de error y la masividad de acierto. ¡La Historia Argentina y la del mundo están plagadas de ejemplos de lo contrario!
No es mía la culpa de que la gente no se anime a expresar lo que piensa. Es una constante nuestra esa actitud del "no te metás", que suele coincidir con temores reverenciales, comportamientos serviles o simplemente falta de convicción en el pensamiento. También es cierto que, muchas veces, las organizaciones institucionales privilegian posicionamientos políticos por sobre la prevalencia de sus ideales. Esto no puede desconocerse, y quizás explica en parte la soledad de mi reclamo.
Y mucho menos racional me parece, y eso me preocupa seriamente, la recurrencia a lo que "tradicionalmente ocurre". No es lícito concebir preexistencia de verdades absolutas, universales o eternas, implícitas en la razón abstracta.
Solo para usar un ejemplo que rebate esa afirmación, y que pertenece al ámbito de la ciencia que practica el Dr. Giordanengo, quiero rescatar la figura del Dr. Ignacio Felipe Semmelweis, médico nacido en Hungría pero que ejerció la medicina en Viena, y que fue duramente vilipendiado por sus colegas, al punto de tener que exiliarse, por insistir en la necesidad de lavarse las manos (literalmente) antes de atender un parto, como única manera de evitar la fiebre puerperal, que en esos tiempos causaba una mortalidad superior al 25%. Según él pensaba, y el tiempo le dio la razón, la enfermedad era causada por el material infeccioso transportado por las manos sucias de los médicos. Sin embargo terminó internado en un hospital mental, ya que le fue imposible luchar contra lo que "tradicionalmente ocurría". Y allí murió, paradojalmente víctima de la propia enfermedad contra la que luchaba y de la ignorancia que domestica a los hombres.
En casi todos los ámbitos de la vida hay situaciones similares, y por eso es que no acepto el simplismo de la explicación.
Yo tuve la valentía de expresar el dolor que me causaba la evidente discriminación, para la que, como dice la frase con la que terminé la semana pasada, no hace falta más que una víctima. No me alcanza, entonces, con la sugerencia de que cualquier otra consideración sería prejuiciosa, ya que nunca me he manejado en ese aspecto con prejuicios, de lo cual la sociedad de Basavilbaso puede dar claro testimonio.
Y volviendo al centro de la cuestión, transcribiendo literalmente el párrafo en el que el Dr. Giordanengo manifiesta "su crítica merece la calificación de exclusiva, como sinónimo de única; ya que es esa la que nos consta y no tuvimos otra, ni personal, ni oral, ni confidencial al respecto, lo que creemos debería haber ocurrido", también cae por su propio peso, a mi entender, con una comparación de la que Crónica es parte. Por el Hospital de Todos (que, finalmente, y mal que les pese a algunos, es el Hospital de Todos) pasan por día cientos (creo no equivocarme) de pacientes, atendidos con el mismo celo y cuidado. Sin embargo solo un pequeño porcentaje de esos pacientes es el que agradece a la institución, a los médicos, a los enfermeros y al personal esa atención.
Ruego, entonces, que se relea el párrafo encomillado, pero pensando en esta última apreciación. No obsta a la validez de los agradecimientos que no lo hagan todos los pacientes, como tampoco obsta a la validez de las críticas que sean hechas por una sola persona.
La verdad es que las explicaciones no me han satisfecho. La de la falta de invitación al Diputado Artusi la tomo como la aceptación de un error sincero, pero opto por no leer lo demás. La de las restantes ausencias, no tienen que ser explicadas por el Director del Hospital, sino por los ausentes. Esa era la intención.
Y, como es obvio, la de la exclusiva ceremonia católica, me sigue doliendo en el alma.
Dr. Mario Ignacio Arcusin, para Semanario Crónica de Basavilbaso

Al
Dr. Mario Arcusin
Editor Responsable
Semanario Crónica
Ciudad
De mi mayor consideración:
A modo de respuesta a la lectura de su editorial "El hospital de algunos" de la semana pasada, me permito acercarle las siguientes consideraciones, solicitándole su publicación:
Creemos haber conmemorado los 50 años del Hospital, intentando hacer las cosas lo mejor posible, poniendo todos los que nos involucramos en la tarea, lo mejor de nuestro esfuerzo, dedicación y esmero. En ese marco, cometimos errores, muchos más que los que su sagacidad e inteligencia periodística dejan constancia en su nota editorial, pero de entre todos los que se unieron a la celebración, su crítica merece la calificación de exclusiva, como sinónimo de única; ya que es esa la que nos consta y no tuvimos otra, ni personal, ni oral, ni confidencial al respecto, lo que creemos debería haber ocurrido.
Es verdad, omitimos invitar al Diputado Provincial Arquitecto Artusi, nos disculpamos públicamente por dicho equívoco; pero es perdonable olvidarnos de alguien que -en casi tres años de gestión- nunca se ocupó, ni visitó, ni gestionó, absolutamente nada para este nosocomio. Obviamente Ud. podrá decir que es de la oposición y nosotros que es legislador y ambos tendremos razón. Así que reiteramos nuestras disculpas.
Respecto a los demás ausentes que se mencionan, se les remitió invitación. Obviamente no es obligación para nadie concurrir a una cena o a un acto u otro evento de la celebración. Es parte de la libertad y no nos sentimos agraviados por ninguna ausencia. Si reconocidos y agradecidos por las presencias, que por suerte fueron muchas.
Respecto a la oración religiosa y a la bendición de las placas, se ha cumplido con lo que tradicionalmente ocurre. Permítame plantear que me resulta difícil hacer alguna consideración no prejuiciosa al respecto -dadas mis ostensibles limitaciones-, por lo que no emitiré juicio de valor.
Atte.
Dr. Sergio Giordanengo
Director
Hospital Sagrado Corazón de Jesús
"El Hospital de Todos"

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